El 2020 fue un diálogo sostenido entre la vida y la muerte. Aunque la muerte forma parte de nuestra partitura, es telón de fondo y no melodía principal. Hemos dialogado con el miedo, con las circunstancias de nuestro cuerpo, con el espacio que habitamos, con las medidas de salud, con las estadísticas, con los síntomas, con los espacios de los hospitales, con la ciencia y sus alcances, con las definiciones del virus, con el desarrollo y aplicación de vacunas, con las epidemias de otras épocas. Hemos dialogado con el miedo, con la sinrazón y con nuestra responsabilidad. Nos hemos reconocido vulnerables, necesitados de otros para el servicio (de entregas, de salud, de venta de alimentos) y el afecto, y actores de primera línea para poner fin a la pandemia. Recordaremos este año como el que nos hizo más iguales en todo el mundo, sobre todo porque expuso la condición humana en sus virtudes y defectos de manera clara y generalizada. Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, bien podría ser la parábola perfecta de la conducta humana en donde toda clase de actitudes proliferan a raíz del contagio inexplicable de la ceguera.

Deseo un nuevo diálogo para el 2021. Pongo en el centro la palabra diálogo como la cualidad de escucharnos los unos a los otros con respeto, atención y posibilidades de intercambio de puntos de vista. Diálogo en todas las esferas de la vida. Que sea una premisa para la convivencia en el mundo y en nuestro país que necesitará cirugía y rehabilitación no sólo para recuperar la confianza en los demás si no la reconstrucción económica de todo lo que se fue a pique.

Deseo, antes que nada, un diálogo con los avances de la ciencia. Es gracias a ella que podemos atisbar la esperanza de que resurja la vida que nos convoca en espacios comunes sin que haya riesgos de muerte. Es la ciencia, que todo gobierno debe respaldar y todo ciudadano reconocer, a la que hay que estimular no sólo para el hoy sino para un futuro planetario. Es nuestra salvación. Y la ciencia son los científicos que construyen conocimiento, estrategias, tecnologías que inciden en la vida de todos. ¿Qué hubiera sido de las actividades que pudieron continuar, como la enseñanza, sin el apoyo de las plataformas virtuales?

Propongo un diálogo con nuestras formas de vida: un equilibrio necesario y diferente entre el espacio laboral y el espacio doméstico, con las formas de trabajo; dialogar con nuestros insensatos traslados por la mancha urbana que acribilla el aire y lastima nuestros pulmones.

Propongo un diálogo con la imaginación para que las expresiones del arte tengan el justo reconocimiento que este año les concedió. El arte se trasladó a las pantallas para amueblarnos el tiempo y aceitar nuestro asombro por las conquistas indagadoras del espíritu y la belleza. Los mundos paralelos en la literatura, en el cine, en la ópera, en la plástica y en la música arroparon nuestra vida con una dimensión estética y provocadora. Nos dimos cuenta de la importancia del arte vivo que sólo se puede dar en los escenarios: los conciertos, la danza, el teatro, que a su vez necesitan el diálogo con el público que los acompaña. Propongo dialogar con lo aprendido este año que se fue (que no sea una puerta giratoria, donde salir al 2021 nos devuelve al 2020 para seguir dando vueltas) y honrar al sufrimiento por tantos muertos y tantas familias despojadas de los suyos con una nueva forma de mirar el mundo. Más amable, más solidaria, respetuosa y creativa. Más humana. Donde haya tiempo para los afectos, lo que nos sostuvo en este año que despedimos. Que el 2021 sea un diálogo con la dignidad y los que ahora tenemos la oportunidad de ser.

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