El internet global, descentralizado, no gubernamental, abierto y gratuito que existió en sus inicios se ha ido desvaneciendo. No es ni global, ni abierto. Mas de 40% de la población mundial vive en países donde el acceso a internet es controlado por las autoridades.
El gobierno chino, por ejemplo, impide que desde su territorio se pueda acceder a Google, YouTube, Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, CNN, Wikipedia, TikTok, Netflix o al New York Times, entre otros. Hay, por supuesto, versiones chinas de esas app .
Internet tampoco es descentralizado. Tanto los gobiernos como las grandes empresas tecnológicas: Google, Microsoft, Amazon o Facebook, concentran un inmenso poder sobre internet. Una tecnología de liberación política se ha convertido en una tecnología para la represión.
La red no es gratuita. Las búsquedas por Google, los mensajes por Twitter o las tertulias vía WhatsApp no son gratis, aunque lo parezcan. Las pagamos permitiendo que quienes nos “regalan” esos servicios sepan casi todo sobre nosotros. Esa información les permite dominar el negocio global de la publicidad.
Pero quizá la tendencia más importante que está transformando internet es su ruptura en tres bloques. El mundo va en camino de tener un internet china, otra americana y otra europea.
El internet chino es cerrado, censurado, proteccionista y tiene altas barreras a la entrada para empresas de los países que están fuera de sus fronteras digitales. Su principal ventaja competitiva son los casi mil millones de usuarios de internet que hay en China. Su protagonista más influyente es el gobierno central y sus servicios de seguridad nacional, inteligencia y control ciudadano. Su gran vulnerabilidad es tratar de usar barreras del pasado (proteccionismo y censura) para impedir la llegada de innovaciones que llegan a gran velocidad.
El internet estadounidense es anárquico, innovador, comercial y con altas tendencias monopolistas. Los protagonistas centrales son las grandes empresas tecnológicas. La vulnerabilidad del internet de Estados Unidos es que el modelo de negocio basado en el trueque de servicios digitales gratuitos a cambio de los datos personales de los usuarios no es sostenible. Tampoco es sostenible el grado de monopolización que tienen las empresas tecnológicas.
El epicentro del ataque contra los defectos del internet estadounidense o los abusos del chino está en Europa. El internet europeo es más regulado, trata de proteger a los usuarios, enfrenta los monopolios y defiende valores democráticos.
Estos tres bloques ya están batallando ferozmente por mantener el control sobre su área de soberanía digital y las fricciones entre ellos son obvias. Además de aplicar sus leyes antimonopolio a las empresas estadounidenses, la amenaza de los europeos es la de restringir el acceso a su mercado a las empresas tecnológicas que no adopten sus reglas. Por su parte, Estados Unidos impone sanciones y bloquea empresas como Huawei y, naturalmente, China contraataca.
La batalla definitiva es entre Estados Unidos y China. Y las confrontaciones de estas superpotencias digitales no se restringirán al ciberespacio y a la protección y ampliación de su soberanía digital. El gran choque es sobre quién tendrá el liderazgo en el ámbito de la inteligencia artificial, la tecnología que cambiará el mundo. Esta revolución apenas comienza.