El Covid-19 no sólo mata gente, también mata ideas. Y cuando no las mata, las desprestigia y debilita. Las ideas tradicionales sobre oficinas, hospitales y universidades, por ejemplo, no sobrevivirán incólumes a las secuelas económicas de la pandemia. Tampoco lo harán algunas de las ideas más globales sobre economía y política. Estas cuatro, por ejemplo:

1) Estados Unidos es una fuente de estabilidad para el mundo.

Falso. Washington es un importante epicentro de inestabilidad geopolítica. Las reacciones del gobierno de George W. Bush a los ataques terroristas del 11-9, por ejemplo, provocaron largas guerras. En 2008, Estados Unidos exportó al mundo una grave crisis financiera. Desde su elección en 2017 Donald Trump muestra, casi a diario, que en vez de calmar al mundo y a su país, prefiere fomentar conflictos y azuzar discordias. Sus reacciones a la pandemia han reconfirmado que la Casa Blanca es un aliado volátil, torpe y poco confiable.

La gran ironía de que Estados Unidos irradie inestabilidad es que uno de los mayores beneficiarios del orden internacional que Trump está desvencijando, es la nación que él preside.

2) La cooperación internacional.

La pandemia ha confirmado que no existe una comunidad internacional capaz de enfrentar concertadamente amenazas globales. Las tragedias de Siria, Yemen, Venezuela o los Rohingyas son sólo algunos ejemplos de la inefectividad de la comunidad internacional. Esa comunidad internacional idealizada, que trabaja coordinadamente, ha brillado por su ausencia durante esta emergencia sanitaria.

Así, en momentos en que enfrentamos a un enemigo global, los países, en vez de unirse para enfrentar juntos el enemigo común, se atrincheran detrás de sus fronteras.

La pandemia debería haber fortalecido a la Organización Mundial de la Salud (OMS), un ente multilateral defectuoso pero indispensable. En cambio, Estados Unidos, convencido de que la OMS ha sido capturada por el gobierno chino, en vez de liderar una gran coalición internacional para reformar a este organismo multilateral, decide retirarse del mismo.

La desconfianza a la cooperación internacional también ha contribuido a fragmentar y hacer más ineficiente la coordinación entre países con respecto a normas, producción y distribución de medicinas y materiales médicos, por ejemplo. Y esta es otra ironía: el desprestigio de la colaboración internacional ha hecho que a una amenaza global se le haya dado una respuesta esencialmente local —e inadecuada—.

3) La austeridad fiscal.

Esta idea, antes muy popular como remedio obligatorio para enfrentar una crisis financiera ahora es tóxica. Ante un crash económico, el gobierno debía restringir severamente sus gastos y deudas. Ahora es todo lo contrario: gastar más y endeudarse más es la receta de moda. Así, en todas partes, los gobiernos han aumentado el gasto público a niveles inéditos. El déficit fiscal, que es la diferencia entre la recaudación de impuestos y otros ingresos del gobierno y el gasto público, se ha disparado a niveles nunca vistos.

En Estados Unidos, por ejemplo, el déficit fiscal de este año alcanzará un monto equivalente al 24% del total de la gigantesca economía estadounidense. El endeudamiento de casi todos los países también ha aumentado. La deuda más grande del mundo en relación al tamaño de su economía la tiene Japón. EU es el campeón mundial en cuanto al monto absoluto de dinero que debe (20 billones —o trillones, en inglés—). En los próximos años, cuándo y cómo se pagarán estas deudas (¡y por quién!) será un importante y furibundo debate global.

4) La globalización.

Esta es otra idea que antes era idealizada y ahora es demonizada. Como suele ocurrir, no era tan buena antes, ni es tan mala ahora. Para muchos, la globalización se expresa en términos del flujo de productos y dinero entre países.

Para otros, su principal y más preocupante manifestación es la inmigración. En la práctica, la globalización es mucho más complicada. Incluye, por supuesto, el enorme aumento de los flujos internacionales de productos, servicios, dinero e información. Pero también incluye las actividades de terroristas, traficantes, criminales, científicos, artistas, filántropos, activistas, deportistas y organizaciones no gubernamentales. Y, por supuesto, también a las enfermedades que ahora se mueven a gran velocidad entre continentes.

Los gobiernos pueden obstaculizar algunas de sus manifestaciones o estimular otras. Lo que nadie puede hacer es detener por completo las múltiples formas en las que se entrelazan los países. La pandemia y sus graves secuelas económicas van a fomentar la búsqueda y adopción de políticas que amortigüen los shocks externos que periódicamente sacuden a los países. Habrá más proteccionismo. Pero las ventajas y atractivos de algunas facetas de la globalización no desaparecerán.

¿Qué tiene en común estas cuatro ideas dañadas? Que las cuatro son importantes pilares del orden mundial que surgió después de la segunda guerra mundial. Si bien los cuatro están dañados y desprestigiados es posible repararlos y mejorarlos. Este es un principalísimo reto en los años por venir.

Miembro distinguido del Carnegie Endowment for International PeaceTwitter: @moisesnaim 

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