A lo largo de nuestra historia se han acumulado centenares de proezas dignas de ser recordadas en los anales de la Patria. Las historias militares que nuestro país como escenario ha cobijado son verdaderas epopeyas debido al honor y valor que han presentado desde el más humilde soldado hasta el más condecorado general.
La Revolución Mexicana aportó varios nombres de quienes protagonizaron hazañas e historias que a más de cien años seguimos recordando; un ejemplo, es el ataque de Francisco Villa al poblado de Columbus, Nuevo México en Estados Unidos el 9 de marzo de 1916.
Al terminar 1915 llegó a Chihuahua el general Jacinto B. Treviño con uno sola orden: Exterminar a Villa y también a todo lo que oliera a villismo. Villa se despidió de la Ciudad de Chihuahua y decidió disolver el ejército convencionista para poder continuar en pie de lucha.
Sin embargo, ahora no como aquel general victorioso de Zacatecas o Torreón; sino como un guerrillero a salto de mata que sin los recursos más elementales para sostener una campaña y con la rendición de 4 de sus generales, 347 jefes, 3,648 oficiales y 11 mil 118 personal de tropa, parecía que el Centauro del Norte ya estaba derrotado, pero sus enemigos se equivocaron porque aun así dio muchos problemas al ejército de Carranza por cinco años más y también al norteamericano.
Villa fue justo con los norteamericanos, pero ellos…
En 1916 Villa era buscado en el estado de Chihuahua por cerca de 28 mil hombres. Todos ellos tuvieron que morder el polvo que el caballo del general y los de sus antiguos “dorados” iban dejando y que cuyas bestias arrasaron con todo a su paso.
Villa siempre brindó garantías a ciudadanos norteamericanos y a sus bienes, tal como lo demostró cuando estuvo al frente del gobierno del estado, al regresar más de un millón de dólares en propiedades que el ejército federal había decomisado a los estadounidenses radicados en Chihuahua.
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Entre los pocos soldados o partidarios que aún le eran fieles crecía la idea de que los Estados Unidos habían traicionado a su jefe en varias ocasiones: cuando el mandatario norteamericano Woodrow Wilson reconoció a Venustiano Carranza como presidente, cuando autorizó que un barco americano trasladara tropas carrancistas de Manzanillo a Cruz de Piedra, Sinaloa, como refuerzos comandados por el general Diéguez y cuando permitió el paso de tropas carrancistas en trenes desde el Paso Texas hasta Agua Prieta y así reforzar al general Calles, quien defendía la plaza.
En aquella batalla tropas americanas comandadas por el general Federick Funston alumbraron con reflectores desde el lado americano a los villistas quienes caían a merced de las balas enemigas.
El 9 de enero de 1916 en Santa Isabel, un poblado cerca de la ciudad de Chihuahua, Pablo López y Rafael Castro detuvieron un tren en el iban 18 ingenieros norteamericanos, mismos que fueron obligados a descender para ser pasados por las armas sin más delito que ser “gringos”.
Este primer acto de represalia cegado por el rencor de una traición no fue dictado por Villa, no lo ordeno él, es más, no supo del hecho hasta días después del fusilamiento de Pablo López, 5 meses después.
A pesar de todo todavía había una esperanza. El 18 de febrero el corresponsal de la agencia informativa Prensa Asociada de Los Ángeles, George L. Seese, hizo llegar una carta a Villa en la cual le proponían desde Washington una reunión entre él y el presidente Wilson.
El Centauro no ocultó sus deseos de hacer el viaje a pesar de las condiciones antes mencionadas. Es así que el general es el único guerrillero que un presidente norteamericano ha invitado a la Casa Blanca.
Quién sabe qué habrá pensado aquella cabeza que alguna vez sería cercenada al enterarse que los emisarios norteamericanos cortaban repentinamente toda comunicación y que podría ser “traicionado” una vez más.
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Otros se aprovecharon del ataque
Columbus, Nuevo México, sigue siendo una pequeña población ubicada a poco más de 100 kilómetros del Paso, Texas. Fundada en 1891 esta población no tiene mérito alguno, ni más qué ofrecer que ser el escenario del único ataque comandado que han sufrido los Estado Unidos; haciendo la aclaración que fue un ataque y no invasión como historiadores y otros han afirmado.
No podría faltar “la gota que derramó” el vaso, como cotidianamente se dice. En Columbus, Sam Ravel, un judío norteamericano que surtía de armas y pertrechos de guerra a diferentes grupos revolucionarios quedó muy mal con Villa.
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En cierta ocasión, por conducto de Candelario Cervantes, el general había entregado 10 mil dólares, entonces una fuerte cantidad de dinero, pero la entrega acordada de armas y pertrechos jamás llegó debido a que Sam Ravel había decidido deshacer el trato y no entregar ni las armas, ni el dinero.
Villa se encontraba en la hacienda de San Gerónimo cuando el general Cervantes le informó lo mal que Ravel lo había tratado al decirle: “yo no tengo armas ni parque qué entregarles y mucho menos dinero. Yo nada tengo que ver con bandidos”, según información encontrada en Hechos Reales de la Revolución, Villa Contra todos y contra todo, volumen 7 de Alberto Calzadiaz Barrera.
Fue Sam Ravel el ladrón de aquel dinero. Francisco Villa no conocía límites, después de escuchar a Cervantes preguntó ¿Qué distancia hay de la línea divisoria a la tienda de ese señor? y esa misma noche decidió ir a vengar aquella ofensa, pero hubo un detalle más que lo motivó.
En junta de generales uno de ellos recordó al general Villa que el 9 de marzo de 1847 los Estados Unidos invadieron México por Veracruz, fue así que todo quedó planeado para que el ataque se llevara a cabo en la misma fecha, un 9 de marzo de aquel 1916 a manera de venganza también por la invasión de aquel puerto.
En los poblados de Namiquipa y Cruces se realizó el último reclutamiento de hombres y con un total de 407 fueron a cobrar venganza a los Ravel. La marcha fue estricta y bajo muchos cuidados; estaba prohibido viajar de día, aquellos hombres parecían fantasmas al moverse por las noches, no había pláticas entre ellos ya que también fueron prohibidas y solo se permitía lo más elemental, también se prohibió que por las noches se fumara o se prendieran fogatas.
Los villistas trataron de que sus movimientos pasaran desapercibidos, pero desde el día 3 de marzo ya habían circulado noticas en El Paso, Texas. Un telegrama informaba: “Villa se encontraba con 300 hombres al oeste de Casas Grandes, Chihuahua. Hay motivos para creer que intenta pasar a los Estados Unidos y esperar concretar la reunión en Washington”.
El 7 de marzo a las 19:00 horas el administrador de la Aduana de Columbus volvió a telegrafiar que Villa se encontraba a cincuenta millas de la frontera con 400 hombres.
Fueron varios los partes militares recibidos, incluso algunos afirmaban que se había visto al mismo Villa en un rancho cerca de Nogales, a unos 200 kilómetros de Columbus. Los rumores fueron muchos y una vez más el asediado general se encontraba en todas partes y en ninguna.
No todos los incendios en Columbus los provocó Villa
No todos los hombres de la columna sabían con exactitud a dónde iban, solo unos cuantos lo sabían como los hermanos Martín y Pablo López, Candelario Cervantes, Francisco Beltrán, Nicolás Fernández, Hilario Becerra y Manuel Mercado. Fue una noche antes del ataque que se informó acerca de los planes al resto de los hombres, ahí mismo se nombró al General Pablo López como jefe del ataque.
El reloj marcaba pasadas las 3 de la mañana cuando se cortaron los alambres que dividían la frontera, todos iban en fila y así avanzaron hasta llegar a la población de Columbus que, aun teniendo informes, dormía a pierna suelta.
Mucho se ha hablado de que si Villa participó o no en el ataque, que si cruzó la línea o no. Villa sí cruzó y por un breve tiempo estuvo en Columbus para después quedarse a las afueras del pueblo con 60 hombres y gran parte de la caballada, según se lee en Villa contra todos y contra todo de Alberto Calzadiaz Barrera.
Al grito de ¡Viva Villa! Comenzó el ataque y fueron directo a las propiedades de Sam Ravel a prenderles fuego. Pablo López hizo frente al 13vo Regimiento de Caballería comandados por el coronel Herbert J. Slocum y que se hacía fuerte con 21 oficiales y 532 soldados, que por cierto estaban bien armados, ahí resultó herido en ambas piernas. Fue su hermano Martín quien, en una acción suicida, rescató a Pablo sacándolo del peligro en ancas de su caballo.
Es necesario aclarar que los villistas no fueron a Columbus a matar mujeres, ni a niños. Fueron a sacar a Ravel y a destruir sus propiedades. Los civiles que resultaron muertos fueron porque ellos dispararon primero a los atacantes y estos se defendieron, incluso hay información en el libro Cuando Villa Entró a Columbus de Rafael Trujillo Herrera de que los mismos habitantes de Columbus incendiaron algunas propiedades, para así cobrar el seguro.
Dos manzanas completas fueron las que se incineraron y esto a la larga permitió que los villistas fueran identificados fácilmente. Candelario Cervantes encontró escondido a Arthur Ravel, hermano de Sam, pero lo dejó libre ya que la afrenta era con Sam.
Por más intentos que se hicieron jamás pudieron abrir la caja fuerte del Banco, por lo que el botín fue en 40 caballos del Batallón emplazado ahí, pertrechos de guerra, parque en abundancia y figuraban también carros y mulas de carga del ejército norteamericano.
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El ataque militarmente hablando fue un fracaso, las bajas de Villa oscilaban entre los 90 y 100 hombres entre muertos y heridos. Los villistas prisioneros fueron sentenciados a cumplir una condena larga en la cárcel, otros más no tuvieron la misma suerte y fueron sentenciados a la horca.
A la mañana siguiente el escenario era terrible, 17 soldados norteamericanos y 10 civiles yacían sin vida.
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Aquel día Sam Ravel volvió a nacer, no estaba ahí. A las 9 de la noche había subido a un tren con rumbo al Paso, Texas, para asistir a una cita médica y los villistas penetraron al pueblo pasadas las 3 de la mañana. El destino le tenía al ladrón su final marcado para el 25 de junio de 1937 en Albuquerque, Nuevo México.
En la próxima y última entrega se narrará cómo el ejército norteamericano vino a México a buscar al general Villa, las elevadas recompensas que hubo por su captura y el fin de varios de estos valientes.
- Fuentes:
- Hechos Reales de la Revolución, Villa Contra todos y contra todo, volumen 7 de Alberto Calzadiaz Barrera.
- América Peligra. Salvador Borrego 16ª Edición.
- Grandioso dorado de Pancho, General Martín López. Alberto Calzadiaz Barrera.
- Un villista más, historia relatada por el coronel José Nieto Houston.
- Las fuerzas armadas ante las intervenciones. Secretaría de la Defensa Nacional.
- Francisco Villa y la Revolución. Federico Cervantes.
- Cuando Villa entró a Columbus. Rafael Trujillo Herrera.
- Pancho Villa en la intimidad. Luz Corral de Villa.