Texto: Daniela Jurado Cano
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Miguel Ángel Garnica

En México, los jóvenes de los años 80 buscaban lugares para convivir y escuchar música de otras latitudes. Sin Spotify y en general sin internet era complicado lograrlo en aquella época, sólo los que tenían oportunidad de viajar lo conseguían.

Días antes del sismo de 1985 dos lugares destinados al Rock habían abierto sus puertas: Rockotitlan y el Tutti Frutti . Luego del siniestro, ambos sitios tuvieron que cerrar para reabrir cuando la contingencia estuviera bajo control.

Como una suerte de herencia, Brisa Vázquez y Danny Yerna se quedaron a cargo del Tutti Frutti sin saber nada de negocios, pues tenían apenas 18 y 21 años, respectivamente. Los primeros dueños del bar, el hermano y cuñada de Brisa, se fueron a Alemania a causa del temor que les produjo el terremoto.

Al Tutti Frutti sólo llegaba quien sabía de música. No es casualidad que sus primeros clientes hayan sido los trabajadores y clientes de la famosa y especializada tienda de discos Super Sound , que estaba ubicada en Luis G. Urbina #4, esquina con Aristóteles en Polanco, junto al Teatro Ángela Peralta.

Era un lugar que se conocía de voz en voz. Estaba ubicado en el número 5130 de la avenida Politécnico, colonia Lindavista, en la parte de arriba del Apache 14, restaurante de los papás de Brisa, que conformaban el famoso dueto romántico Carmela y Rafael.

Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock

Después del 1968 y 1971 en México las reuniones de gente joven levantaban sospechas de revueltas, en la música esto se reflejó en los espacios destinados para convivir y presenciar conciertos, de ahí el surgimiento de los hoyos funky. En los 80 quedaron rastros de estos lugares. Jóvenes fumando a lado de una Rockola en el Tutti Frutti. Foto: Cortesía/ Rubén Ortiz.

Danny, originario de Bélgica, conoció a Brisa en España. Jamás sospecharon la historia que construirían juntos. Él no volvió a su país. Llegó a México con su maleta de viaje llena de casetes . Fue con eso y con los discos del hermano de ella que echaron andar el bar.

Brisa estaba en la barra y Danny se encargaba de poner música, los dos limpiaban, sacaban borrachos, todo lo hacían entre ellos. Como no era negocio tener sólo 10 clientes cada fin de semana, se les ocurrió organizar conciertos después de ver cómo le fue al bar con una presentación de Las insólitas imágenes de Aurora pensaron en llevar más bandas.

Comenzaron a repartir volantes para invitar a la gente, cada que salían a la calle y veían a alguien extraño le daban uno. Justamente un día repartiendo los ahora llamados flyers conocieron a Pacho Paredes, ex baterista de La Maldita Vecindad y actual director del Museo del Chopo.

Brisa y Danny recuerdan: “un día íbamos en un ‘vocho’ por Miguel Ángel de Quevedo y avenida Universidad, vimos a alguien que nos llamó la atención y sacamos el brazo por la ventana del automóvil y le ofrecimos un volante”.

Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock

Rocco, Pacho de La Maldita Vecindad con Brisa Vázquez. Foto: Cortesía/ Alejandro Guerrero Massad.

El Tutti Frutti era un lugar underground que operaba sin licencias propias, ocupaba las de El Apache 14, que tenía 25 años de tradición. De no haber existido ese lugar, hubiera sido prácticamente imposible la existencia del Tutti.

Al bar acudían artistas en ciernes, era gente que estaba haciendo algo distinto. Había mucha gente del Colegio Madrid. Casi todos los clientes eran al principio sureños: Rubén Ortiz, Saúl Hernández, Gustavo Marcovich, los Cuarón, El Chivo Lubezki, “se echaban la excursión al norte . Todo el mundo tocó ahí, se volvió un espacio muy socorrido por las bandas y por los más jóvenes, porque además teníamos precios accesibles”, rememora Danny.

Todos los raros existentes en esta ciudad llegaron ahí de una u otra manera. “Fue un espacio de convergencia , nosotros no le prohibimos la entrada a nadie, sólo que llegara una persona muy conflictiva”.

“Teníamos una coctelería que le gustaba a nuestros clientes, entre las bebidas consentidas estaban: el chapulín verde, que era vodka, crema de menta y leche evaporada y la cucaracha: tequila con Kahlúa, se flameaba con un encendedor y el que la tomaba tenía que darse prisa a tomarla con un popote para que no se quemara. Con dos ya te ponías como cucaracha, era muy famoso para los que no llevaban mucho dinero”.

Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock

Coctelería y lista de precios al interior del bar Tutti Frutti. Foto: Cortesía/ La tremenda.

Adentro pasaban muchas cosas, entre las más peculiares se encuentra el hecho de que ahí mismo te podías tatuar y perforar , por personas que aunque ahora son profesionales en la materia en ese momento recién iniciaban y lo hacían como podían.

Por un lado, Danny cuenta: “la gente pensaba que yo sabía perforar y me decían tú perfórame, y yo respondía: ah sí claro”. Por el otro, El Piraña se encargaba de tatuar a toda la gente de esa generación.

“Ahí iba gente que tenía algo diferente en la cabeza y deseaban expresarlo, querían sentir que no estaban solos. Cruzaban toda la ciudad para estar con su tribu , por eso la gente le tenía tanto respeto al lugar. Se preocupaban por este espacio que era suyo”, enfatiza Danny Wakantanka.

La decoración del bar consistía en un “ojo ojete” confeccionado por los hermanos Quiñones , y extremidades de cuerpos de maniquíes colocados en paredes, focos y mesas. También había pinturas psicodélicas de El Taka Fernández.

Uno de sus conciertos más memorables fue el de Santa Sabina y que rompió el record de entradas. Oficialmente entraron 300 personas, cuando el máximo era de 250. El techo goteaba el sudor.

Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock

Flayer de un concierto de Santa Sabina en el bar Tutti Frutti. Foto: Cortesía/ Danny Yerna.

“Santa Sabina y su discurso estético generó la aceptación del público de los foros de los ochentas, que eran como santuarios. En el Tutti Frutti nadie te prohibía la entrada. La gente se vestía de negro, llevaban la greña larga bastante descuidada.

"La actitud de los chavos que hicieron el Tutti era bastante desenfadada, iban en contra del poder, pero en ejercicio no en panfleto. Era inclusivo, el nombre lo dice todo. El nombre es más colorido de lo que era el lugar, se respiraba mucho amor, mucha aceptación. El Tutti Frutti fue un emblema de un pasado ”, comenta en entrevista Poncho Figueroa, bajista de Santa Sabina.

Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock

Poncho Figueroa, bajista de Santa Sabina. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

El cierre del lugar

“El Tutti cumplió su ciclo, ya todo lo chido había pasado y se estaba comenzando a corromper. Al final ya había necesidad de contratar seguridad, un día hubo una balacera afuera. Los últimos meses la pasamos mal. Creo que cerramos como a principios del 93 con un concierto de Atoxxico, por ahí hay un video muy malo de aquella ocasión”, explica Brisa.

“El Tutti cerró a tiempo, el entorno se fue volviendo más violento. Eran varias señales y quisimos evitar algo más grave. Las banditas de Lindavista se peleaban”, expresa Danny.

Brisa considera que en estos momentos el rock ya no está de moda, no es algo que les interese a los jóvenes. “En los ochentas no tenías oportunidad de escuchar otra música a menos de que alguien te rolara un casete. Cada generación ha tenido a esta gente que se revela. Lo que ocurre en otros países está muy documentado, pero esa no es nuestra historia y está padre saber que aquí también hubo algo”.

La necesidad de dejar registro

Desde hace meses, la periodista y documentalista Laura Ponte junto con Alex Albert han recopilado memorabilia del lugar con el fin de dejar un registro audiovisual de aquel “templo del underground”, como ellos mismos le han llamado. Se espera que para este año se estrene Tutti Frutti, el documental , de la productora Réplica Films.

Aquí un adelanto

Juan Vadillo hoy maestro de literatura española en la Facultad de Filosofía y Letras, fue en los ochentas cantante del grupo Pedro y las Tortugas con el que se presentó en el Tutti Frutti. Él recuerda que: “El Tutti era el más dark, se podía escuchar Bauhaus, Peter Murphy, The Cure”.

Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock

Juan Vadillo, fue músico de Pedro y las Tortugas, hoy maestro de literatura española en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM,. Foto: Cortesía/ Juan Vadillo.

“Mi experiencia fue interesante y muy difícil porque yo tenía 16 o 17 años y me enfrentaba a gente como Los Caifanes que tenían veintitantos años, más experiencia y más producción. En ese sentido fue complicado. Todos estaban locos, yo también estaba bastante loquito, bueno lo sigo estando, pero en aquella época más”.


Los Caifanes 1988-2013

La antropóloga social, Olivia Domínguez Prieto dice que Brisa y a Danny son unos melómanos que habían viajado, conocían otras latitudes, traían grupos de garage, punk, gótico y hasta hard core, que aquí eran desconocidos.

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“La juventud de los años ochenta integró a muchos grupos marginados, a mucha gente que vivía en la periferia o en espacios no tan favorecidos dentro de la ciudad. Esto ya se venía dando desde antes, pero la afluencia absoluta se dio en los ochentas. Lo que vino a romper todo esto fueron los noventas con las industrias culturales, en los ochentas todo era más orgánico, ya en los noventas impera el consumismo”, comenta Olivia.

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Olivia Domínguez Prieto. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

La especialista también fue asidua al Tutti. Comparte que en ese entonces podías fumar dentro de los lugares y que muchas veces regresó a casa con quemaduras de cigarros en los brazos.

Recuerda que para llegar tomaban la Ruta 100 a menos que tuvieran carro. Cuando terminaban los conciertos muchos se quedaban afuera de la estación de metro Potrero a dormir hasta que abrieran. “Cuando eres joven ni te preocupa, lo que te preocupa es estar ahí y disfrutar… no te fijas tanto si el espacio está lindo, ventilado o peligroso”, comentó.

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En la imagen, a la derecha con un vaso en la mano, Danny Yerna, conocido también como “Danny Wakantanka”. Foto: Cortesía/ Alejandro Guerrero Massad.


Los encargados de este bar coinciden en que jamás imaginaron que 30 años después habría gente interesada en escribir o filmar la historia del Tutti Frutti. Brisa comenta: “lo padre es haber sido, sin querer, parte de esa historia de la ciudad, haber abierto ese espacio. No descubrimos ningún hilo negro, pero sí dimos apertura a la libertad de algunos jóvenes que se identificaron con el lugar”.

La foto principal es del interior del bar Tutti Frutti, al fondo “el ojo ojete”, imagen de los años ochenta, autor no identificado/Cortesía de Tutti Frutti- El Documental.

Un agradecimiento especial a Laura Ponte productora y co-directora de Tutti Frutti-El Documental por su ayuda.

Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock
Tutti Frutti, el bar que fue santuario del Rock

Fuentes:

  1. Hemeroteca y Archivo Fotográfico de EL UNIVERSAL.
  2. Entrevistas con Brisa Vázquez y DannyYerna “Wakantanka”, fundadores del bar Tutti Frutti, Juan Vadillo, quien fue cantante de Pedro y las tortugas, Laura Ponte periodista y documentalista, Poncho Figueroa bajista en Santa Sabina y Olivia Domínguez Prieto antropóloga social.
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