Vecinos de la Unidad Nonoalco Tlatelolco observan desde el estacionamiento el trabajo de los bomberos ante un incendio que consumió varios departamentos del edificio "Tamaulipas". La imagen es del mes de noviembre de 1970.
Texto: Carlos Villasana
Una serie de incendios sorprendió a los recién llegados residentes de la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco en 1962. Durante sus primeros diez años, tanto en los departamentos como en las fachadas de los edificios, las escenas de fuego y alarma eran frecuentes.
El principal causante fue la marcolita -material que facilitaba la propagación del fuego- que formaba parte de los páneles, mismos que en un principio se colocaron buscando aligerar las fachadas y dar un terminado estético y único a todo el conjunto habitacional.
Sin embargo, con el tiempo el material de estos páneles provocó varios inconvenientes, narra en entrevista para este diario el ingeniero y maestro en análisis estructural de edificios históricos, Óscar Minor García.
Nota publicada en EL UNIVERSAL el 2 de noviembre de 1970. En la cabeza se lee: "Pánico por un incendio en la Unidad Tlatelolco". En el cuerpo de la nota se habla de una sustancia que ya se considera muy peligrosa por los mismos habitantes de la Unidad Tlatelolco debido a su elevado nivel flamable. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Por ello fue necesario remover y sustituir toda materia inservible y altamente inflamable del conjunto arquitectónico como parte de un programa al que varios involucrados llamaron “cambio de piel” en Tlatelolco, recuerda el especialista.
Oscar Minor no es el primero en mencionar la marcolita, pues varios expertos comentaron antes acerca del uso de materiales altamente inflamables, empleados entonces con frecuencia en otros edificios públicos y hasta en escuelas.
Aspecto que presentaba el edificio "Tamaulipas", en la Unidad Tlatelolco, cuando inició un incendio que destruyó varios departamentos y llegó hasta la azotea de la edificación. La fecha es de noviembre de 1970. Foto: Bernardo Arredondo/ Archivo EL UNIVERSAL.
En la construcción de Tlatelolco “vemos diversos tipos de edificios con diferentes sistemas constructivos”, comenta el ingeniero, el más común es de una estructura de marcos de concreto reforzado y muros de mampostería.
Además de los acontecimientos históricos de 1968 con los estudiantes en la Plaza de Tlatelolco, “durante la década de los sesentas y principios de los setentas, se dieron muchos casos de incendios provocados por cortos circuitos en las instalaciones o por descuidos de los habitantes con los electrodomésticos (planchas)”, comparte el ingeniero Óscar.
Elementos del Ejército Mexicano detienen a estudiantes con las manos arriba sobre la pared, en un edificio de la Unidad Habitacional Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. Archivo EL UNIVERSAL.
Varias personas cruzan el Eje Manuel González, justo en frente de la Unidad Tlatelolco, la imagen es de noviembre de 1989. La plaza Tlateloco fue testigo en 1968 del asesinato de estudiantes y otras personas; luego, con los sismos registrados en septiembre de 1985 en la capital, al menos un edificio de esta unidad cayó y otros se dañaron. Manuel Navarrete/ EL UNIVERSAL.
La marcolita resultó ser determinante en la evolución de los siniestros “debido a que este material estaba en todas las fachadas, cuando ocurría algún incendio dentro de un departamento, era muy fácil que este se extendiera a otros en los pisos superiores”, explica el maestro.
A diez años de abrir, Nonoalco-Tlatelolco cambió de piel
De acuerdo con la información de Minor García, pasaron cerca de 10 años, desde que se inauguró la primera sección en Tlatelolco, en 1962 - aunque el presidente Adolfo López Mateos inauguró oficialmente todo el conjunto Tlatelolco en 1964- , hasta que comenzó el proyecto de reemplazo de fachadas en 1972, que algunos compararon con un “cambio de piel”.
Minor nos cuenta que este proyecto se encargó a la Administradora Inmobiliaria S. A. (AISA), que era una subdependencia de BNOSPSA. En realidad, esta empresa se encargó de la administración de la unidad, con excepción de algunos edificios del ISSSTE. Lo anterior, puntualiza, incluyó el programa de mantenimiento general, ya que por diversos factores se había descuidado la unidad en esos años.
El egresado de la Facultad de Ingeniería de la UNAM narra que las labores de remodelación priorizaron el reemplazo de la marcolita de las fachadas por muretes y cancelería de aluminio.
Con los cambios en las fachadas, en 1972, se terminó con los incendios por esta causa, se logró mayor protección contra el ruido, en general la unidad habitacional ganó mejor apariencia y durabilidad. Tomada del libro “Cambio de piel”. Colección Carlos Villasana.
“También se mejoraron las instalaciones eléctricas y las hidráulicas. Además, se proporcionó entrenamiento al equipo de mantenimiento de la unidad para que combatieran los incendios mientras llegaba el Cuerpo de Bomberos”, dice Óscar.
Como parte de la remodelación se limpiaron las instalaciones hidrosanitarias, tanto en los edificios como en áreas comunes y lo mismo se hizo con los plafones en los accesos, además de pulir los pisos de los accesos y las escaleras.
Se pintaron vestíbulos, elevadores y escaleras. La herrería de áreas comunes se arregló, las azoteas se impermeabilizaron y los cajones de estacionamientos contaron con señalizaciones.
Dos bomberos suben en la azotea de los negocios cercanos a la torre "Tamaulipas" que sufrió un fuerte incendio para sofocar las llamas. Noviembre de 1970. Foto: Bernardo Arredondo/ Archivo EL UNIVERSAL.
Las instalaciones de los deportivos y los teatros también se remodelaron para ofrecer espacios de integración a los habitantes de la unidad y como es de suponer, luego de los numerosos cambios “las nuevas fachadas alteraron de gran forma la imagen de toda la unidad”, dice el especialista Óscar.
En palabras de Minor, si el cambio se percibía un tanto radical se debió a que las fachadas “con cuadritos”, que distinguían a los edificios en los años sesenta, pasaron a ser “líneas de ventanas con un aspecto más simple al anterior, pero mucho más seguro”.
Un aspecto positivo fue que, además de reducirse los riesgos de incendio, las nuevas fachadas ofrecieron mayor protección contra el ruido y mayor durabilidad.
Imagen de una Unidad contra Incendios y de Primeros Auxilios del año 1972. Este mismo año inició el proyecto de cambio de páneles de las fachadas de los edificios de Tlatelolco, pues uno de sus materiales, la marcolita, resultó ser altamente flamable. Colección Carlos Villasana.
Tras el terremoto del 85 se reforzaron los edificios
Le preguntamos a Oscar Minor si volvió a ser necesario cambiar las fachadas en otro momento luego de 1972 y responde que no. Sin embargo, nos comenta que a pesar de que como tal no hubo un segundo cambio de fachadas u otras estructuras, sí se hizo un refuerzo mayor en los edificios más grandes tras el sismo de 1985.
“Por eso vemos en la actualidad grandes elementos de concreto que enmarcan a los edificios tipo C, como el Chihuahua o el Miguel Hidalgo, o en los extremos de los tipo K, como el Aguascalientes o el Molino del rey”, agrega.
Dice que después de los sismos se creó un programa de reconstrucción para “restituir a los edificios sus condiciones de habitabilidad y estabilidad’, por lo que fue necesario hacer estudios sobre los materiales, así como cálculos estructurales y así poder determinar cómo se podían reforzar los edificios y su cimentación.
Edificio Nuevo León de la Unidad Nonoalco Tlatelolco luego del sismo del 19 de septiembre de 1985, Archivo EL UNIVERSAL.
Minor comenta que se establecieron varios métodos de trabajo, incluyendo los refuerzos con concreto mencionados para los edificios C y K. Al menos nueve fueron “recortados” (demolición parcial) y ocho tuvieron que ser demolidos por completo.
A pesar de que es posible dar un vistazo a las obras de este antiguo programa de remodelación, en buena parte al libro “Cambio de piel: imagen de la acción”, el maestro ingeniero dice desconocer cuándo desapareció AISA o si el programa regresó más tarde.
Trabajadores laborando en los ventanales de un edificio de la Unidad Habitacional Tlatelolco 1972-1973. Tomada del libro Cambio de Piel. Colección Carlos Villasana.
Recuerda que el programa de reconstrucción luego de los sismos del 85 corrió a cargo de la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE), mientras que la administración quedó en el Fondo Nacional de Habitación Popular FONHAPO; sin embargo, ignora qué entidad de gobierno realizó la revisión posterior al temblor de 2017.
Por último y con base en su experiencia, Oscar Minor recomienda la necesidad de pintar, renovar y sustituir materiales, en el caso de casas, edificios y unidades, así como dar mantenimiento en general. “Es muy importante dar mantenimiento a las estructuras. Pensamos que los materiales como el concreto duran para siempre, pero no es así”.
Por ejemplo, dice, “hay que cuidar que la humedad no penetre y que no llegue a las varillas porque esto provoca corrosión, y esta corrosión a su vez provoca expansión en el acero, lo que a su vez causa desprendimientos en el recubrimiento del concreto”.
Como medidas preventivas y para un buen mantenimiento explica que es necesario “verificar que el impermeabilizante de las azoteas esté en buenas condiciones y que las bajadas de agua no estén obstruidas para evitar que se acumule el agua pluvial. También se recomienda pintar los elementos de herrería como escaleras o puertas y ventanas para protegerlos contra la corrosión”.
Fuentes:
- “Cambio de Piel – Imagen de la acción” BNOPSA 1972 -1973.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- “Ingeniería UNAM”: Programa de reconstrucción de la Unidad Nonoalco Tlatelolco 1987.
- Oscar Minor García es ingeniero civil por la Facultad de Ingeniería de la UNAM, con Maestría en Análisis Estructural de Edificios Históricos por la Universidad Politécnica de Barcelona y la Universidad Técnica de República Checa. Fundó junto con dos socios un despacho de cálculo estructural, SAMBLER Ingeniería y es Corresponsable de Obra en Seguridad Estructural del Estado de México.