Al caminar por las calles de la capital seguro te has percatado de que algunos edificios antiguos tienen nombres de hombres, mujeres, apellidos y hasta apodos que la gente les atribuye por su forma arquitectónica, esto responde a que los apelativos de algunas construcciones son parte de todo un proyecto privado, o bien, un excelente punto de referencia popular.

Quizá lo mejor es que esta usanza no queda sólo en manos de los arquitectos, sino también de las personas que hacen su día a día en torno a aquellas edificaciones que, sin lugar a duda, pasan o a la historia o a la memoria colectiva por alguna razón.

En esta ocasión Mochilazo en el Tiempo habló con el doctor Alejandro Leal Menegus del Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje de la UNAM, acerca de la costumbre de dotar a los edificios de cierta personalidad al “bautizarlos” con nombres propios o apodos.

La esquina de las avenidas Revolución y Jalisco, en Tacubaya, y el Edificio Ermita en los años treinta. Esta construcción fue diseñada por el arquitecto Juan Segura; a la izquierda, detrás del anuncio del cine Ermita, se aprecia un jardín que había formado parte de la residencia Mier. Imagen: Colección Francisco Montellano.
La esquina de las avenidas Revolución y Jalisco, en Tacubaya, y el Edificio Ermita en los años treinta. Esta construcción fue diseñada por el arquitecto Juan Segura; a la izquierda, detrás del anuncio del cine Ermita, se aprecia un jardín que había formado parte de la residencia Mier. Imagen: Colección Francisco Montellano.

La vieja costumbre de ponerle nombre a los lugares conocidos

Leal Menegus aclara que, aunque no se sabe a ciencia cierta dónde nació esta costumbre, puede decirse que es tan vieja como la Historia. “Los seres humanos siempre gustaron de asignar nombres a las cosas, a los edificios, transportes, o máquinas, muchas veces nombres personales, como si fueran personas”, comenta.

El arquitecto agrega que un detalle curioso es que esto puede interpretarse como si las construcciones en cuestión estuvieran vivas de alguna forma:

“En ese sentido, nombrarlas las hacía existir de forma mucho más cercana y personal, era un acto de apropiación, un bautismo”.

Vista del Edificio Celanese, ubicado en la avenida Revolución, con su peculiar estructura suspendida, en una imagen de principios de los setenta. Este inmueble, obra del arquitecto Ricardo Legorreta, fue inaugurado en 1968 para albergar las oficinas de Celanese Mexicana y posteriormente fue ocupado por la SEMARNAT. Colección Villasana.
Vista del Edificio Celanese, ubicado en la avenida Revolución, con su peculiar estructura suspendida, en una imagen de principios de los setenta. Este inmueble, obra del arquitecto Ricardo Legorreta, fue inaugurado en 1968 para albergar las oficinas de Celanese Mexicana y posteriormente fue ocupado por la SEMARNAT. Colección Villasana.

Al respecto, Alejandro señala que en la actualidad hay múltiples corrientes arquitectónicas, pero “no me viene a la mente una que piense en específico, en verlos como seres vivos o con nombres”.

Asegura que contrario a los barcos, que a veces se conciben en femenino, en este caso no hay género, pero no descarta ni confirma que haya relación con la tradición de “bautizar la nave”. Opina que al asignar nombre a un edificio se trata de “darle alma, correcta existencia de alguna forma extrema”.

El "Edificio Diana Graciela" ubicado en la esquina de Campos Elíseos y Goldsmith en Polanco en una fotografía de 1980. Después de una remodelación se le retiró el nombre que ostentaba en la fachada. Imagen: Rafael Fierro.
El "Edificio Diana Graciela" ubicado en la esquina de Campos Elíseos y Goldsmith en Polanco en una fotografía de 1980. Después de una remodelación se le retiró el nombre que ostentaba en la fachada. Imagen: Rafael Fierro.

Alejandro dice que el promotor del proyecto, el propietario, podía ponerle el nombre al edificio, ubicándolo arriba de la entrada o en el remate superior del edificio. Muchas veces era un nombre propio, sin apellido y a manera de especulación de algún familiar cercano (esposa, madre o hijo).

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Otro tipo de nombre en los edificios son los apodos, ese se los da la gente de forma no oficial y no se encuentra en el edificio, sino en la memoria colectiva, “tiende a ser un adjetivo calificativo, algunas veces critico o burlón… se me ocurre la Estela de Luz, que siempre se la ha denominado "Suavicrema".

Pese a no ser un edificio, sino un monumento, la Estela de Luz es otro ejemplo conocido de una obra que se vuelve popular con su nombre coloquial, en este caso: “la suavicrema”, por el parecido que tiene con las populares galletas del mismo nombre. Archivo EL UNIVERSAL.
Pese a no ser un edificio, sino un monumento, la Estela de Luz es otro ejemplo conocido de una obra que se vuelve popular con su nombre coloquial, en este caso: “la suavicrema”, por el parecido que tiene con las populares galletas del mismo nombre. Archivo EL UNIVERSAL.

Otros casos de apodos son los que reciben algunos modernos edificios en la zona de Santa Fe como el Corporativo Arcos Bosques, mejor conocido como El Pantalón, o bien, el Corporativo Calakmul, al cual se le ubica popularmente como La Lavadora.

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La arquitectura ecológica, dice, tal vez sería lo más cercano a la idea de pensar la casa habitación “no como una máquina inerte, sino una especie de ecosistema, de ser vivo”.

De acuerdo con lo que explica, ese concepto tiene relación con una forma de entender la arquitectura que tomó fuerza en el siglo XX, que se llamó funcionalismo. Una de sus ideas era la importancia de la función del inmueble sobre todo lo demás: “inclusive se privilegió el término ‘edificación’ y el sentido utilitario, máquina (inerte) opuesto a lo vivo”.

El Edificio CIDOSA, acrónimo de la Compañía Industrial de Orizaba S.A., fue construido por Paul Dubois y Fernando Marcón en los años cuarenta. Este inmueble aún existe, con la fachada remodelada, en la esquina de República de Uruguay e Isabel la Católica. Imagen: Colección Villasana.
El Edificio CIDOSA, acrónimo de la Compañía Industrial de Orizaba S.A., fue construido por Paul Dubois y Fernando Marcón en los años cuarenta. Este inmueble aún existe, con la fachada remodelada, en la esquina de República de Uruguay e Isabel la Católica. Imagen: Colección Villasana.

De regreso a los edificios con nombre de la ciudad de México, expone que casi todo el urbanismo o arquitectura más emblemática tiene nombre, ya sea el oficial -es decir, que tiene nombre desde su origen -, o el que la gente le asignó.

Al final resalta que lo que importa es que “todos lo reconocemos” como un sitio específico. “Por ejemplo, la Condesa es un conjunto de colonias, pero la gente lo ubica como Condesa, o el propio Tepito”, dice. Sería difícil no estar de acuerdo, puesto que del “barrio bravo” muchos desconocen la división entre las colonias Morelos y Tepito.

El cruce de las avenidas Bucareli y Chapultepec en 1967, poco después de que iniciaran las obras de la línea 1 del Metro. En el centro está el conjunto habitacional de la cigarrera El Buen Tono, conocido como el Edificio Mascota, y la izquierda se encuentra el Mercado Juárez. Colección Villasana.
El cruce de las avenidas Bucareli y Chapultepec en 1967, poco después de que iniciaran las obras de la línea 1 del Metro. En el centro está el conjunto habitacional de la cigarrera El Buen Tono, conocido como el Edificio Mascota, y la izquierda se encuentra el Mercado Juárez. Colección Villasana.

Antes era cultural, ahora es con fines de marketing

El arquitecto dice que en el pasado una costumbre fue nombrar al edificio por quien vivía o vivió ahí, por ejemplo, El Palacio del Marqués del Apartado, el Palacio de Cortes, la Casa de la Malinche, etc.

El cruce de Madero y el Callejón de la Condesa a finales de los años cincuenta. Destaca la Casa de los Azulejos, que por mucho tiempo se conoció como el Palacio de los Condes del Valle de Orizaba. Imagen: Colección Villasana.
El cruce de Madero y el Callejón de la Condesa a finales de los años cincuenta. Destaca la Casa de los Azulejos, que por mucho tiempo se conoció como el Palacio de los Condes del Valle de Orizaba. Imagen: Colección Villasana.

El arquitecto asegura que nombres de obras arquitectónicas capitalinas, hay muchos: desde el Templo Mayor, la Torre Mayor, hasta “La lavadora”, o el conjunto Isabel.

“A mí me apasionan los edificios de apartamentos, en ellos encontramos nombres memorables, como el Basurto, Ermita, Acro, Raúl Jorge, el Gaona”, comparte. Basurto era el apellido del inversionista del edificio y en el caso del Gaona, se refiere al famoso torero guanajuatense, Rodolfo Gaona.

La avenida Revolución y el cruce con José Martí, entre las colonias Tacubaya y Escandón, en los años treinta. La vista es hacia el norte; a la izquierda se encuentra el Edificio Isabel, obra del arquitecto Juan Segura, y a la derecha está la panadería El Mejor Pan, que aún existe. Imagen: MAF.
La avenida Revolución y el cruce con José Martí, entre las colonias Tacubaya y Escandón, en los años treinta. La vista es hacia el norte; a la izquierda se encuentra el Edificio Isabel, obra del arquitecto Juan Segura, y a la derecha está la panadería El Mejor Pan, que aún existe. Imagen: MAF.
El edificio ACRO construido en 1937 por Francisco J. Serrano, ubicado en avenida Insurgentes, colonia Roma. El nombre "ACRO" es la conjunción de las primeras letras de los apellidos de los dueños: Acuña y Rodríguez. Colección Particular.
El edificio ACRO construido en 1937 por Francisco J. Serrano, ubicado en avenida Insurgentes, colonia Roma. El nombre "ACRO" es la conjunción de las primeras letras de los apellidos de los dueños: Acuña y Rodríguez. Colección Particular.

Aunque antiguamente privaba el sentido cultural sobre el comercial a la hora de elegir los nombres de estas construcciones, ya había algunos de carácter comercial, por ejemplo, el edificio Carta Blanca de finales de la década de 1930.

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El tranvía avanza por el cruce de Bucareli y Emilio Dondé, en los límites del primer cuadro, a finales de los años sesenta. Entonces la circulación era de doble sentido; en el fondo se aprecia el Edificio Gaona, conjunto de estilo neocolonial planeado por el arquitecto Ángel Torres Torija en 1922, y del lado derecho está el Reloj Chino. Archivo EL UNIVERSAL.
El tranvía avanza por el cruce de Bucareli y Emilio Dondé, en los límites del primer cuadro, a finales de los años sesenta. Entonces la circulación era de doble sentido; en el fondo se aprecia el Edificio Gaona, conjunto de estilo neocolonial planeado por el arquitecto Ángel Torres Torija en 1922, y del lado derecho está el Reloj Chino. Archivo EL UNIVERSAL.

Sin embargo, confirma que con el paso del tiempo esta práctica sale de lo anecdótico y forma parte de las estrategias de la mercadotecnia.

“Así es, en la actualidad en lugar de ponerles nombres de quién lo vivió, promovió, de algún familiar o algún apodo, los edificios son bautizados, por así decirlo, con etiquetas meramente comerciales”, explica.

Al igual que “la Lavadora”, el edificio conocido popularmente como “el Pantalón” forma parte del distintivo paisaje de Santa Fe, al poniente de la ciudad de México. Foto: Jorge Serratos EL UNIVERSAL.
Al igual que “la Lavadora”, el edificio conocido popularmente como “el Pantalón” forma parte del distintivo paisaje de Santa Fe, al poniente de la ciudad de México. Foto: Jorge Serratos EL UNIVERSAL.

Según nos cuenta el arquitecto, hoy el objetivo es dotar al edificio de un elemento de marketing para posicionarlo mejor, en términos de su renta o venta, “inclusive los ejemplos más monumentales son renombrados por algún patrocinador; por ejemplo, Foro Sol o el Pepsi Center”.

En la actualidad, señala, muchas veces se nombran a los edificios por un sentido meramente comercial, vinculando al proyecto con cierto concepto que le dota categoría y elegancia. Se observa una preferencia en el uso de palabras en inglés, lo que supuestamente le dota al desarrollo un aire contemporáneo e internacional.

Inauguración de la "Expo Turquía" en el Pepsi Center de la ciudad de México que estuvo abierto al público hasta el 06 de octubre de 2012. En la foto el vice presidente del consejo consultivo de la Cámara de Comercio de Estambul, Dusun Topcu. Foto: Alma Rodríguez Ayala/EL UNIVERSAL.
Inauguración de la "Expo Turquía" en el Pepsi Center de la ciudad de México que estuvo abierto al público hasta el 06 de octubre de 2012. En la foto el vice presidente del consejo consultivo de la Cámara de Comercio de Estambul, Dusun Topcu. Foto: Alma Rodríguez Ayala/EL UNIVERSAL.

Por supuesto, es difícil evitar un punto de comparación entre esta estrategia de la modernidad y la idea original de “apropiarnos” del espacio en que vivimos, trabajamos, estudiamos o nos divertimos. Para Alejandro Leal, no está de más recordar en qué punto podemos decir que las personas se han apropiado de un espacio:

“En el momento que las personas no ven su entorno como uno neutral, impersonal, sino como suyo, como una extensión de su vida, de su familia, es cuando la arquitectura y el urbanismo son verdaderamente exitosos”.

El edificio del Corporativo Calakmul da la impresión de tener gigantescas ventanas redondas (similares a la compuerta de una lavadora), pero en realidad se trata de estructuras de concreto frente a la fachada de cristal. Foto: Ernesto Muñoz/EL UNIVERSAL.
El edificio del Corporativo Calakmul da la impresión de tener gigantescas ventanas redondas (similares a la compuerta de una lavadora), pero en realidad se trata de estructuras de concreto frente a la fachada de cristal. Foto: Ernesto Muñoz/EL UNIVERSAL.

Aunque en un primer momento da la impresión de ser algo muy pintoresco y quizá lejano a una táctica de ventas, Leal nos da a entender que no podía decirse que son opuestos:

“Lo apropiado está en oposición al abandono, al no lugar, al espacio de paso como los viaductos o bajo puentes que son iguales aquí y allá y donde nadie quiere estar en realidad”.

De este modo, es posible comprender que la estrategia de nombrar centros comerciales o desarrollos inmobiliarios por cuestión de mercadotecnia, en realidad busca convencer a su público de apropiarse de ese espacio, aunque de cierta que podría considerarse un tanto menos auténtica.

  • Fuentes:
  • Entrevista con el Dr. Alejandro Leal Menegus, profesor de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
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