En punto de las 12:42, un artefacto explosivo cimbró el interior de la Wolfsschanze o “Guarida del Lobo”, uno de los cuarteles más seguros del Tercer Reich. En una de sus salas había 24 mandos nazis, pero sólo uno era el objetivo primordial, Adolf Hitler.

El llamado Plan Valquiria o atentado del 20 de julio de 1944 se orquestó entre altos mandos del Ejército Nacionalsocialista, con el fin de asesinar al enloquecido Führer y virar el fatal destino que azoraba a Alemania.

El principal implicado fue el conde Claus von Stauffenberg, un coronel que perdió su mano derecha y ojo izquierdo en una batalla y quien, según recuperó National Geographic, siempre consideró que el poder debía estar en manos de una élite intelectual, no de un dictador.

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Valquiria fue el atentado que más cerca estuvo de cobrarse la vida del Führer, quien sobrevivió a otros 40 intentos de asesinato. El plan de hace 80 años culminó con una purga entre las filas del ejército y la muerte de cientos de conspiradores bajo el crimen de traición.

Hitler visitó a militares lesionados tras el atentado, entre ellos el almirante Karl-Jesko von Puttkamer. La explosión provocada por Von Stauffenberg perdió fuerza debido a que un general movió –sin saber la importancia que tendría– el maletín con explosivos hacia una gruesa pata de madera de la mesa de juntas. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons.
Hitler visitó a militares lesionados tras el atentado, entre ellos el almirante Karl-Jesko von Puttkamer. La explosión provocada por Von Stauffenberg perdió fuerza debido a que un general movió –sin saber la importancia que tendría– el maletín con explosivos hacia una gruesa pata de madera de la mesa de juntas. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons.

Hitler sólo sufrió rasguños y quemaduras

La junta entre Hitler y sus colaboradores se pactó para el 20 de julio de 1944, en su “Guarida del Lobo”, en entonces territorio prusiano. Sería una reunión corta pues esa misma tarde, el Führer atendería la visita de su aliado en la Segunda Guerra Mundial, Benito Mussolini.

Entre los asistentes estuvieron el coronel Claus von Stauffenberg y su asistente, Werner von Haeften, quienes prepararon explosivos dentro de un maletín para estallar la fortaleza de Hitler apenas 10 minutos de comenzada la junta.

El plan inició mal. Von Stauffenberg no preparó todos los explosivos y el estallido no resultó tan potente; de tener la bomba completa, era seguro que nadie saldría con vida.

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Al comienzo de la junta, Von Stauffenberg solicitó estar a un lado del Führer para escucharlo mejor, bajo el pretexto de un problema de sordera. El coronel se colocó junto al líder nazi y dejó su maletín con el artefacto explosivo a escasos centímetros de Hitler.

Instalaciones de la Wolfsschanze tras el atentado. Según Karl Doenitz, jefe de flota de guerra, si Valquiria tenía éxito “las consecuencias hubieran sido el exterminio y la esclavitud de nuestros hombres y el hambre y la miseria hubiera sido el destino de nuestro pueblo, pero ajustaremos cuentas con esos traidores”. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons
Instalaciones de la Wolfsschanze tras el atentado. Según Karl Doenitz, jefe de flota de guerra, si Valquiria tenía éxito “las consecuencias hubieran sido el exterminio y la esclavitud de nuestros hombres y el hambre y la miseria hubiera sido el destino de nuestro pueblo, pero ajustaremos cuentas con esos traidores”. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons

Casi de inmediato, el también conde se ausentó para atender una “llamada urgente” y salió acompañado por Von Haeften. Tendrían pocos minutos para abordar una aeronave, escapar hacia Berlín y ejecutar la segunda faceta del Plan Valquiria con un levantamiento militar.

A las 12:42, la sala de la “Guarida del Lobo” colapsó. Claus von Stauffenberg tenía la certeza de haber asesinado al líder nazi y tal vez a todos los asistentes, pero no podía estar más equivocado; Hitler sólo resultó con rasguños, contusiones y quemaduras tras la explosión.

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13 cabecillas resultaron con heridas de importancia y cuatro murieron por las secuelas. Ese mismo día, Hitler recibió al Duce de Italia, vanagloriándose de su supervivencia al ataque.

En Berlín, algunos conspiradores movilizaron a las Fuerzas de Reserva alemanas para tomar edificios de gobierno e iniciar la insurrección, pero todavía tenían incertidumbre sobre la vida o muerte de Adolf Hitler y muchos soldados se negaron a acatar las órdenes.

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Fue el Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, quien confirmó que el Führer seguía con vida. Revirtió la movilización militar y ordenó la aprehensión de todo sospechoso de traición.

Martin Bormann, Hermann Göring y Bruno Loerzer, colaboradores de Hitler, observan el resultado de Valquiria. “Larga vida a la Sagrada Alemania”, supuestas últimas palabras de Von Stauffenberg antes de su fusilamiento. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons.
Martin Bormann, Hermann Göring y Bruno Loerzer, colaboradores de Hitler, observan el resultado de Valquiria. “Larga vida a la Sagrada Alemania”, supuestas últimas palabras de Von Stauffenberg antes de su fusilamiento. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons.

“Gritos de un loco furibundo” y el fracaso de Valquiria

En cuestión de horas, la Deutsches Nachrichtenbüro (DNB), agencia oficial de noticias del Tercer Reich, afirmó que el atentado fracasó y que la revuelta quedó bajo control de la Gestapo.

Con el fin de acallar rumores sobre su muerte, Hitler emitió un mensaje radiofónico la noche del 20 de julio y confirmó su bienestar. Según describió EL UNIVERSAL, en su edición del día siguiente, la voz del Führer iba de “cansada y desalentada” a “gritos de un loco furibundo”.

En palabras del líder nazi, “un grupo extremadamente reducido de oficiales ambiciosos, sin escrúpulos y al mismo tiempo locos y criminalmente estúpidos, tramó un complot para eliminarme y juntamente conmigo, exterminar el Estado Mayor del Alto Mando Alemán”.

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“El círculo de conspiradores es muy reducido y no tiene conexión con el ejército germano ni, sobre todo, con el pueblo germano. Es un grupo minúsculo de criminales que serán ahora exterminados sin piedad”, aseguró el dictador.

Hitler y Mussolini en la “Guarida del Lobo”. The Daily Monitor Leader aseguró que el atentado contra el líder nazi y la renuncia del Primer Ministro japonés, Hideki Tojo, anunciaban el fin para la Segunda Guerra Mundial. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons
Hitler y Mussolini en la “Guarida del Lobo”. The Daily Monitor Leader aseguró que el atentado contra el líder nazi y la renuncia del Primer Ministro japonés, Hideki Tojo, anunciaban el fin para la Segunda Guerra Mundial. Foto: German Federal Archive/Wikimedia Commons

La misma noche del atentado, Claus von Stauffenberg y otros líderes opositores murieron a manos de las Fuerzas de Reserva, por fusilamiento o ahorcamiento. Quien ordenó su muerte fue el general Friedrich Fromm, participante del Plan Valquiria que traicionó a los conspiradores y asesinó a los testigos de su deslealtad al Tercer Reich.

En su edición del 22 de julio de 1944, el diario estadounidense Enakopravnost –primer periódico esloveno de Cleveland– confirmó la existencia de una transmisión radiofónica ilegal “en nombre del Grupo de Resistencia del Ejército”.

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Los aparentes conspiradores afirmaron que el atentado era su primer golpe y que, a pesar de la muerte de Von Stauffenberg, “Hitler debería recordar que hay más de un Stauffenberg, hay miles de él aquí. […] Los oficiales alemanes lucharemos hasta que el régimen criminal sea exterminado”. Ningún otro plan relacionado con Valquiria se ejecutó después del 20 de julio.

Mujeres noruegas dejan ofrendas florales frente a un busto de Hitler, tras el atentado de 1944. En su mensaje, el Führer aseguró que la Providencia lo salvó para continuar por el mismo camino que tenía desde hace años y que, de haber muerto, “hubiera sido terrible no para mí, sino para todo el pueblo alemán”. Foto: National Archives of Norway/Wikimedia Commons.
Mujeres noruegas dejan ofrendas florales frente a un busto de Hitler, tras el atentado de 1944. En su mensaje, el Führer aseguró que la Providencia lo salvó para continuar por el mismo camino que tenía desde hace años y que, de haber muerto, “hubiera sido terrible no para mí, sino para todo el pueblo alemán”. Foto: National Archives of Norway/Wikimedia Commons.

Heinrich Himmler emprendió una sangrienta purga

Adolf Hitler no perdió tiempo tras casi perecer en su “Guarida del Lobo”. Nombró como jefe de las Fuerzas de Reserva a Heinrich Himmler, quien ya era líder de las SS y Gestapo.

El diario estadounidense The Daily Monitor Leader alertó sobre el nombramiento de Himmler, pues el general consideraba “la vida humana como barata”, además de tener bajo su control el destino de 80 millones de personas y de la “red de espías más siniestra de todo el mundo”.

EL UNIVERSAL confirmó, en su edición del 22 de julio de 1944, la muerte de al menos 200 cabecillas por órdenes de Himmler, así como la captura y tortura de 5 mil elementos de fuerzas alemanas, acusados de traición. Según informó esta casa editorial, “centenares de los mejores oficiales de Alemania han sido ejecutados”.

La seguridad en las sedes del Tercer Reich se triplicó y la Segunda Guerra Mundial continuó su letal curso. El Führer cayó muerto hasta el 30 de abril de 1945, a poco menos de un año del atentado que pudo cambiar el destino de Alemania y del mundo.

En la actualidad, Alemania honra a los conspiradores de Valquiria por su resistencia al régimen nacionalsocialista de Hitler. Cada año se les realiza una ceremonia encabezada por el Primer Ministro en turno y tienen un museo para recordarlos. Fuente: DW/YouTube.

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