La oncocercosis o “ceguera de los ríos” alertó a las comunidades más desprotegidas de Oaxaca y Chiapas durante varias décadas. Este parásito se aprovechó de las pésimas condiciones de vida en la región y fue el primer periódico que visibilizó esta tragedia en 1925.

El nemátodo Onchocerca volvulus produce la oncocercosis, padecimiento con prurito intenso, despigmentación, nódulos verdosos por presencia de filarias o “gusanos”, malestar general y, en casos severos, ceguera irremediable, pues tales parásitos también penetran en los globos oculares.

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La responsable es un tipo de mosca negra, la Simulium Ochraceum en América, que se alimenta de sangre y transmite las larvas de este parásito con su picadura. Fue gracias al reporte de este diario que autoridades estatales y federales miraron hacia el sur del país y trabajaron para erradicar al Onchocerca volvulus.

Cápsula sobre el combate contra la oncocercosis en África y América, sobre todo con la labor del laboratorio farmacéutico privado, Merck, encargados de donar los fármacos necesarios para erradicar el parásito y otras enfermedades infecciosas. Fuente: YouTube.

La ceguera de los ríos

De acuerdo con Andrés Martín Tellaeche, autor de Oncocercosis: endemia rural de los ríos que ciega, el nemátodo Onchocerca volvulus se identificó por primera vez en África, entre 1870 y 1880, aunque se cree que ya había casos desde mucho tiempo atrás.

La llegada a América de este parásito, sobre todo al centro del continente, pudo deberse al arribo de esclavos africanos en tiempos de la colonia. El primer país latinoamericano que confirmó un caso de oncocercosis fue Guatemala, en 1915, gracias al doctor Rodolfo Robles.

Tellaeche y otros especialistas sostienen que las condiciones predilectas para este nemátodo involucran abundantes lluvias, vegetación exuberante y corrientes de agua; justo por eso, las comunidades mexicanas apodaron al padecimiento como “ceguera de los ríos” o “mal morado”, por la coloración de las lesiones. En Guatemala se le llamó “erisipela de la costa”.

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La hembra de este parásito forma nódulos en capas subcutáneas de la piel y, al morirse, causa comezón incontrolable; algunas se alojan en los ojos, donde también generan daño y hasta ceguera. Según Ana Patricia Rodríguez, autora de Detección de Onchocerca volvulus, una filaria adulta expide entre mil y tres mil microfilarias en un solo día.

Con la interacción entre comunidades se esparció el parásito, pues la mosca Simulium Ochraceum picó a huéspedes del nemátodo y lo llevó a poblaciones sanas. Hubo tres puntos endémicos en México, dos en Chiapas y uno en Oaxaca, donde EL UNIVERSAL identificó la alerta sanitaria en 1925.

Tras su descubrimiento en Guatemala, el doctor Rodolfo Robles recomendó como único tratamiento la extirpación de filarias alojadas en quistes y nódulos, lo que sí disminuyó la gravedad en varios casos, pero no detuvo la enfermedad.

Larvas de mosca negra, transmisoras del parásito de oncocercosis. En 1997, EL UNIVERSAL entrevistó a Anselmo Hernández, poblador de Oaxaca, quien declaró que “[Las moscas en los cultivos] parece que los avientan a puños. Recibimos como unos 500 piquetes diarios; las manos y la cara a veces negrean de moscas”. Foto: Wikimedia Commons.
Larvas de mosca negra, transmisoras del parásito de oncocercosis. En 1997, EL UNIVERSAL entrevistó a Anselmo Hernández, poblador de Oaxaca, quien declaró que “[Las moscas en los cultivos] parece que los avientan a puños. Recibimos como unos 500 piquetes diarios; las manos y la cara a veces negrean de moscas”. Foto: Wikimedia Commons.

EL UNIVERSAL dio la alerta

Este diario informó sobre una crisis de salud pública urgente en Tiltepec, Oaxaca, el 17 de febrero de 1925. El reporte de apenas una columna sostuvo que los habitantes de esa región sufrían dos amenazas importantes.

La primera, una plaga de vampiros que rebasaron el tamaño promedio –alcanzando casi el metro de envergadura– y que aniquilaron su ganado. Se supo de contadas mordeduras contra los habitantes, pero ninguna mostró síntomas de u otras consecuencias.

La segunda alerta fue la ceguera que un gran número de los pobladores padecía, sin que fuera una causa congénita, sino de origen todavía desconocido. Tal anuncio dejó escépticos a los lectores de este diario, pues no era posible que un pueblo tuviera “predisposición” a quedarse ciego.

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El entonces director del Hospital Militar, José E. Larumbe, viajó a Tiltepec para identificar la causa y el 25 de abril de 1925, EL UNIVERSAL recibió informes exclusivos de la expedición. “Los habitantes son de constitución media raquítica, siendo notable su extrema palidez, que obedece a la anemia. […] La alimentación es defectuosa o incompleta”, sostuvo el también doctor.

Sobre el padecimiento ocular, Larumbe confirmó que un 40% de los habitantes tenía pérdida de visión y la primera afección que se consideró fue “irido-coroiditis idiopática por desnutrición”. “El mal es muy grave y está sumiendo en las tinieblas a los pobres vecinos de la zona”, mencionó.

Nota de 1925, con la mención sobre los estragos de la emergencia sanitaria en Tiltepec, donde “la vida del pueblo prácticamente ha desaparecido a causa de la epidemia”. También se informó que los casos saltaron a otras zonas de Ixtlán del Río, Oaxaca. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Nota de 1925, con la mención sobre los estragos de la emergencia sanitaria en Tiltepec, donde “la vida del pueblo prácticamente ha desaparecido a causa de la epidemia”. También se informó que los casos saltaron a otras zonas de Ixtlán del Río, Oaxaca. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Curanderos y brujos atendieron a los enfermos, mientras los habitantes aseguraban que tal endemia era por embrujos o “un castigo de Dios”, según apuntó EL UNIVERSAL en abril de 1925.

Este diario permaneció atento de la situación y para el 26 de mayo informó sobre la visita del especialista alemán, Max Weihmann, quien afirmó que no sólo Tiltepec sufría “la gran calamidad”, sino otros 15 poblados de México. El oculista destacó la presencia de tumores en los pacientes, pero no se apresuró a dar un diagnóstico hasta tener listos los resultados de sus estudios.

Para su edición del 8 de junio de 1925, el doctor Rafael Mendoza, miembro de la Asociación para Evitar la Ceguera en México, se entrevistó con EL UNIVERSAL y sostuvo que el padecimiento era oncocercosis, enfermedad parasitaria que afectaba a casi 80 mil guatemaltecos en ese momento.

Mendoza describió las características que apenas se conocían del nemátodo y evidenció que la falta de datos impedía atacar de forma efectiva la enfermedad. Las investigaciones continuaron.

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La Gaceta Médica de México publicó en abril de 1927 el reporte del doctor Ramón Prado, quien aseguró que la cobertura de este diario atrajo a “algunos hombres de ciencia y la prensa de capital” para analizar lo ocurrido en Tiltepec.

Prado respaldó la postura sobre la oncocercosis como causa primaria del padecimiento, pero erró al afirmar que la ceguera era “fenómeno de la decadencia del organismo”. A pesar de ello, su acierto fue considerar que, además de la filaria, había otros factores que debilitaron a los pacientes.

Aviso en EL UNIVERSAL, el 8 de noviembre de 1950, donde se solicita a estudiantes de medicina que quisieran formar parte de las brigadas de acción contra la oncocercosis en Oaxaca y Chiapas. Años antes, el 13 de abril de 1935, el Diario Oficial de la Federación emitió el reglamento nacional de campaña contra la “enchocercosis”. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Aviso en EL UNIVERSAL, el 8 de noviembre de 1950, donde se solicita a estudiantes de medicina que quisieran formar parte de las brigadas de acción contra la oncocercosis en Oaxaca y Chiapas. Años antes, el 13 de abril de 1935, el Diario Oficial de la Federación emitió el reglamento nacional de campaña contra la “enchocercosis”. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Una bacteria pudo ser cómplice del parásito

Este diario reportó en 1925 que la alimentación promedio de los habitantes oaxaqueños era tortillas, frijoles, café y chile, todo en reducidas cantidades. La escasez de recursos y falta de atención de las autoridades generaron una situación de vulnerabilidad sanitaria que reforzó la presencia de patógenos en la región.

Las primeras acciones contra la oncocercosis comenzaron en 1929. Médicos voluntarios siguieron la recomendación del doctor Robles y acudieron a las comunidades para extirpar nódulos en los infectados, pero el número de enfermos aumentó y no hubo gran mejoría en casos ya registrados.

El 23 de abril de 1931, The Washington Times publicó datos que el doctor Miguel E. Bustamante obtuvo sobre la oncocercosis como causa de ceguera al sur de México. Bustamante aseguró que había 20 mil mexicanos con ese parásito y que al menos tres especies de mosquitos lo transmitían.

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Para ese momento, tanto Oaxaca como Chiapas se identificaron como zonas endémicas del Onchocerca volvulus. Se consideró que los primeros casos chiapanecos ocurrieron por trabajadores que migraron hacia las plantaciones locales de café a mediados del siglo XIX o por peregrinaciones religiosas provenientes de Centroamérica.

A mediados del siglo XX, se confirmó que las moscas negras eran responsables de trasmitir el parásito y que preferían picar en cabeza y hombros, lo que aceleró la infestación de filarias en los ojos. Como estos simúlidos prefieren climas húmedos, eran el vehículo idóneo para los nemátodos.

En México, el principal transmisor del parásito de oncocercosis fue la mosca Simulium ochraceum. Las hembras se alimentan de sangre de mamíferos, pero sólo después de aparearse; con su picadura inyecta o recibe los nemátodos del huésped. Foto: Wikimedia Commons.
En México, el principal transmisor del parásito de oncocercosis fue la mosca Simulium ochraceum. Las hembras se alimentan de sangre de mamíferos, pero sólo después de aparearse; con su picadura inyecta o recibe los nemátodos del huésped. Foto: Wikimedia Commons.

Pero, hubo un cómplice biológico que pasó desapercibido: las bacterias. En 1977 se determinó que los microorganismos del género Wolbachia pueden infectar a filarias de oncocercosis y aumentan los daños en el huésped.

Según la investigación Oncocercosis: el papel de los endosimbiontes bacterianos de Francesca Tamarozzi, cuando las filarias excretan bacterias Wolbachia en el organismo humano, provocan una reacción del sistema inmunológico que inflama la zona donde se detecten.

Eso implica que, si la larva de oncocercosis se alojó en el ojo y expulsó bacterias, el sistema inmunológico del huésped produjo una severa inflamación en el globo ocular como defensa, pero sólo perpetuó y empeoró el daño visual.

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Además, cuando comenzó el uso de medicamentos especializados para combatir la oncocercosis, la presencia bacteriana intensificó los efectos secundarios de los fármacos, con fiebre, taquicardia y hasta hipotensión arterial. Eso motivó a que muchos pacientes no confiaran en el tratamiento.

Esta “complicidad” entre organismos del género Wolbachia y Onchocerca volvulus se desconoció en México y se perdió la oportunidad de ejecutar medidas contra estas bacterias oportunistas.

En África, algunas comunidades azotadas por la oncocercosis transportan a los pacientes con ceguera en reducidos grupos, guiados con palos para que no se pierdan. La OMS estimó que el tiempo de vida promedio del Onchocerca volvulus en su etapa adulta y sin tratamiento alcanza los 11 años. Foto: Wikimedia Commons.
En África, algunas comunidades azotadas por la oncocercosis transportan a los pacientes con ceguera en reducidos grupos, guiados con palos para que no se pierdan. La OMS estimó que el tiempo de vida promedio del Onchocerca volvulus en su etapa adulta y sin tratamiento alcanza los 11 años. Foto: Wikimedia Commons.

Se usaron diversos remedios y hubo severos efectos secundarios

De acuerdo con reportes de EL UNIVERSAL, entre los años 30 y 50, la endemia de oncocercosis tuvo su punto máximo en las comunidades de Oaxaca y Chiapas, con más de 30 mil afectados. Incluso se conocieron casos importados en otros estados del país y en viajeros extranjeros.

En su edición del 10 de marzo de 1970, este diario denunció que “tres millones de seres humanos pueden quedar ciegos por la oncocercosis”, si no se intensificaban las medidas sanitarias. Por esas fechas, las zonas con mayor rezago en la erradicación del parásito fueron el Soconusco, Chiapas y Huehuetengo, Guatemala, ambas en extrema pobreza.

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Además de extirpar las filarias de los enfermos, inició la fumigación con DDT de efecto residual en Oaxaca y Chiapas para eliminar moscas negras. Los químicos se esparcieron por tierra y agua en más de 30 kilómetros cuadrados de la región, aunque no se dieron resultados concretos.

Durante los 70, algunos médicos recetaron el potente antihelmíntico Dietilcarbamazina, capaz de eliminar rápido y contundente a las filarias. Aunque su efectividad era indiscutible, el tratamiento era “tan doloroso y tóxico que desanimó a los enfermos”, como se mencionó en EL UNIVERSAL, aunque ahora podemos atribuir esa gravedad de síntomas colaterales a las bacterias Wolbachia.

“Campaña nacional contra un azote de México: la oncocercosis”, se leyó en septiembre de 1951 en EL UNIVERSAL. Entre 1940 y 1970, se estimó que el 90% de los pobladores de zonas endémicas tenían el parásito y varios de ellos padecieron ceguera irreversible. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
“Campaña nacional contra un azote de México: la oncocercosis”, se leyó en septiembre de 1951 en EL UNIVERSAL. Entre 1940 y 1970, se estimó que el 90% de los pobladores de zonas endémicas tenían el parásito y varios de ellos padecieron ceguera irreversible. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Para el 3 de noviembre de 1977, EL UNIVERSAL entrevistó al entonces encargado de coordinar la salubridad en Oaxaca, doctor Juan Cedeño, quien aseguró que, por falta de medicamentos y recursos, se suministró “sales vermífugas”, de origen natural, a los enfermos de oncocercosis.

El remedio sí redujo la población de filarias en los enfermos, pero también les causó fiebre y dolor corporal intenso. Ante tales consecuencias con fármacos y químicos, muchos pacientes rechazaron las medidas de las autoridades y varios de ellos terminaron con ceguera permanente.

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El doctor Cedeño confirmó a EL UNIVERSAL en 1977 que sí disminuyó el número de ciegos por oncocercosis en la entidad, pero se debió a fallecimientos o porque muchos migraron a otras entidades, no por la efectividad de los programas públicos de erradicación.

Aunque en ese año, la cifra oficial marcó 27 mil casos activos, para el 3 de diciembre de 1977, especialistas de la UAM denunciaron que el número era mucho más elevado, con 41 mil enfermos.

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EL UNIVERSAL recopiló testimonios de pobladores oaxaqueños de ese año; algunos enfermos “veían gusanos en sus ojos, hasta que quedaron ciegos”. El artículo aseguró que muchos de los ciegos por oncocercosis se convertirían en una carga social para la región.

En repetidas ocasiones, los encargados gubernamentales menospreciaron la emergencia sanitaria de Oaxaca y Chiapas. A finales de 1957 se dijo que la enfermedad estaba “casi erradicada”, pues durante cinco años “no se vieron nuevos casos” y que los nuevos pacientes con ceguera eran por cataratas o traumatismos, hecho totalmente falso.

“500 mil oaxaqueños condenados a la ceguera”, reporte en EL UNIVERSAL sobre la oncocercosis. En repetidas ocasiones se denunciaron irregularidades que aumentó la transmisión, pues braceros y propietarios de cafetales contrataron a personas portadoras del parásito y las llevaron a poblados sanos, a pesar de la prohibición gubernamental. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
“500 mil oaxaqueños condenados a la ceguera”, reporte en EL UNIVERSAL sobre la oncocercosis. En repetidas ocasiones se denunciaron irregularidades que aumentó la transmisión, pues braceros y propietarios de cafetales contrataron a personas portadoras del parásito y las llevaron a poblados sanos, a pesar de la prohibición gubernamental. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Una farmacéutica donó Ivermectina para erradicar la oncocercosis

Aunque desde 1933 se establecieron planificaciones internacionales para erradicar la oncocercosis, la mayoría mantuvo acciones efímeras de fumigación y extirpación de nódulos en las comunidades, pues no existían fármacos o condiciones adecuadas para atacar plenamente al parásito.

En febrero de 1951 se realizó la Primera Conferencia Internacional de la Oncocercosis en Tapachula, con expertos de México, Guatemala, Venezuela y Estados Unidos. Para ese año, se calcularon más de 30 mil enfermos en suelo nacional, casi 23 mil en Chiapas y más de 7 mil en Oaxaca.

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EL UNIVERSAL cubrió, en su edición del 24 de noviembre de 1953, otra Reunión Internacional de Expertos en Oncocercosis que se celebró en nuestro país. “[La oncocercosis] es uno de los padecimientos que más estragos han causado en México”, se mencionó en el evento.

En ambas conferencias se recalcó que la situación de pobreza extrema en las zonas endémicas era un tema que exacerbó la penetración del Onchocerca volvulus, pues la alimentación de los habitantes era deficiente y su exposición a insectos no tenía control.

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Mientras los esfuerzos internacionales tenían resultados reducidos, se mantuvieron las pruebas con nuevos fármacos. La mayor esperanza llegó a comienzos de los 80, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) se alió con el laboratorio farmacéutico Merck para indagar si el antiparasitario equino conocido como Ivermectina serviría en casos de oncocercosis.

Tras un estudio en África, el medicamento logró aniquilar las microfilarias y afectar la fertilidad de parásitos en etapa adulta. A pesar de que no es tan potente como la Dietilcarbamazinae, la Ivermectina produce efectos secundarios menos invasivos.

Semana Nacional de Salud de 2011 en la región azotada por oncocercosis en México; durante estas jornadas se distribuyó la ivermectina entre los pobladores. En 1925, se consideró que las hojas de la planta de Tarabundí que crecían en la región o la mordida de vampiros eran los culpables de la ceguera, pero pronto se supo que eran parásitos. Foto: Wikimedia Commons.
Semana Nacional de Salud de 2011 en la región azotada por oncocercosis en México; durante estas jornadas se distribuyó la ivermectina entre los pobladores. En 1925, se consideró que las hojas de la planta de Tarabundí que crecían en la región o la mordida de vampiros eran los culpables de la ceguera, pero pronto se supo que eran parásitos. Foto: Wikimedia Commons.

Para 1987, la farmacéutica Merck estableció, junto con la OMS, el Programa de Donación de Mectizan –nombre de patente del medicamento– para dotar de dosis gratuitas de Ivermectina a los países con bloques endémicos oncocercosos durante el tiempo que lo requirieran.

Aunque el antiparasitario no volvió inmunes a los pacientes, sí interrumpió la cadena de transmisión a través de las moscas negras. Se recomendó que los pacientes mayores de 5 años tomaran el medicamento de forma semestral, para garantizar un tratamiento constante y preventivo.

De acuerdo con la investigación de Martín Tellaeche, para 1989 había 108 ciegos en los tres puntos endémicos de México, índice que disminuyó en 1998 a sólo 61 invidentes, logrando evitar el daño permanente por oncocercosis.

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Después de varias décadas la oncocercosis cedió

En 1991 y gracias al avance que ofreció la Ivermectina, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) planeó erradicar –de una vez por todas– ciertas enfermedades y padecimientos del continente, entre ellas la morbilidad ocular por oncocercosis.

Para esa fecha, seis países americanos tenían presencia del nemátodo: Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Venezuela. La meta se estableció para el 2007, esperando que los entonces focos endémicos eliminaran o redujeran drásticamente sus nuevos casos.

En 1992 comenzó el Programa para la Eliminación de la Oncocercosis en las Américas (OEPA, en inglés) con el auspicio del Centro Carter, fundación establecida por el expresidente estadounidense, Jimmy Carter. Desde esa fecha, llegaron las dosis de Ivermectina para su administración en Oaxaca y Chiapas; mientras, continuaba la extirpación de nódulos y fumigación.

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México tuvo un buen progreso en los últimos años del siglo XX, pues el foco oaxaqueño redujo con gran velocidad sus casos, mientras las dos zonas chiapanecas tenían resultados prometedores.

Paciente con ceguera por oncocercosis en África en 2018. De acuerdo con Ana Patricia Rodríguez, autora de Detección de Onchocerca volvulus, se estima que unos 37 millones de personas en todo el mundo fueron huéspedes del parásito. Foto: Wikimedia Commons.
Paciente con ceguera por oncocercosis en África en 2018. De acuerdo con Ana Patricia Rodríguez, autora de Detección de Onchocerca volvulus, se estima que unos 37 millones de personas en todo el mundo fueron huéspedes del parásito. Foto: Wikimedia Commons.

En 2001 nuestro país fue anfitrión de la Conferencia Interamericana sobre la Oncocercosis. El entonces subsecretario de Prevención y Protección de la Secretaría de Salud, Roberto Tapia, sostuvo que el último paciente con ceguera permanente a causa del parásito en México se registró en 1979, evidencia de que las medidas nacionales lograron contrarrestar los efectos del nemátodo.

Para el 2007, año de evaluación de la OPS, sólo cuatro comunidades americanas presentaron casos recientes. En 2013, la OMS determinó que Colombia era el primer país del mundo en erradicar de su territorio al nemátodo responsable de la oncocercosis, pues mantuvo una transmisión cero desde seis años antes. Le siguió Ecuador en 2014, con ningún enfermo reciente desde 2011.

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Para el 20 de abril del 2012, Chiapas y Oaxaca comenzaron su periodo de vigilancia epidemiológica post-tratamiento, pues se notificó que la transmisión del parásito estaba erradicada desde 2011 y era necesario suspender el suministro de Ivermectina para su comprobación.

Tres años después, en 2015, México fue el tercer país en detener la transmisión de oncocercosis, certificado por la Organización Mundial de la Salud.

Se reconoció que México contuvo la transmisión en áreas delimitadas durante la emergencia sanitaria; aunque sí hubo migración de casos, el parásito no se esparció de forma activa fuera de Oaxaca y Chiapas. En 2015, se estimaron todavía 2 millones 500 mil enfermos activos en el mundo.

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Para 2016, 100 años después de que Rodolfo Robles identificara la enfermedad en tierras guatemaltecas, el país centroamericano obtuvo la certificación de la OMS como cuarto país en erradicar la oncocercosis.

Venezuela, Brasil, Yemen en Asia y varios pueblos africanos continúan con la propagación del parásito hasta el día de hoy, principalmente por las condiciones de extrema pobreza y las condiciones ambientales que favorecen la presencia de dicha mosca y por tanto los casos de transmisión.

Testimonio de Irene Hernández, chiapaneca que perdió la vista por la oncocercosis. Fuente: The Carter Center/YouTube.

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