Su frágil y anciana figura quedaba atrás cuando empezaba a hablar de sus recuerdos. Y es que compartir sus vivencias lo revitalizaba, una luz brillaba en sus ojos. Por alguna situación eligió la Hemeroteca para llegar a disparar sus "flashazos" de experiencia, como lo hizo hasta el final con su cámara, "flashazos" que fueron guía y muchas veces contenido de varios textos de esta sección Mochilazo en el Tiempo.
Verlo entrar a la Hemeroteca era ponerse de pie de forma automática para recibirlo con respeto. La experiencia siempre impone y más la de él que era en lo profesional y en la vida misma. Recuerdo cuando llegó un día y casualmente al poco rato también un grupo de estudiantes que visitaban el períódico. Lo invité a compartir con esos jóvenes su experiencia como fotógrafo de este diario en la matanza en Tlatelolco aquella tarde de octubre de 1968.
Inició hablando firme, seguro, su plática nos transportó a todos hasta el momento en que iniciaron los disparos en la plaza y vio los cuerpos de niños y mujeres tirados en el piso, de pronto se quedó en total silencio, ido, como si sus ojos estuvieran viendo de nuevo aquellas imágenes. Ya no pudo seguir su relato, las lágrimas rodaron por sus mejillas.
En otra ocasión narró cuando cubrió un evento del presidente Luis Echeverría al interior de la República. La prensa se trasladó en dos aeronaves, en uno subieron primero los reporteros, mientras que los fotógrafos fueron en un segundo aparato. Al llegar, el mandatario estaba por iniciar su discurso, él recuerda que el primer grupo, el de reporteros, entre ellos varios amigos suyos, no había llegado - “qué raro- pensó- debieron llegar antes”, recordó.
Los presentes nunca imaginaron que esa primer aeronave había caído en lo alto de un monte cercano. La noticia la dio el mismo presidente, luego de que le hicieron llegar una tarjeta informativa. Él y otro compañero corrieron por su cuenta al lugar de los hechos siempre a cubrir la nota, subieron por sus propios medios y dijo que habían llegado antes que nadie.
Le dolió mucho reconocer a varios de sus amigos a quienes apenas unas horas antes había visto con vida y que en ese momento lucían inertes frente al lente de su cámara. Los informadores testigos de aquella trágica experiencia tardaron varios meses en volver a viajar por aire. Este solo uno de tantos recuerdos que compartió conmigo.
De forma cotidiana llevaba sus fotos, donó varias al Archivo de esta casa editorial, las que consideró las más valiosas. Siempre tenía puesta la camiseta, siempre se sintió parte del gran equipo de trabajo. Siempre presente en los desayunos de Aniversario sacando fotografías, varias veces las pegó a pequeños calendarios que le gustaba entregar personalmente días después.
El reportero gráfico Jesús Fonseca. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Hablaba con gran cariño de su amada esposa y de su hijo al calor de un café negro que yo sabía le gustaba tomar y que lo consolaba del frío que decía tener a pesar de que era medio día y vestía un chaleco y una gorra que ya eran parte de él.
Gracias por compartir sus recuerdos y ser parte del equipo de Mochilazo en el Tiempo, extrañaré mucho sus llamadas para decir que estaba al pendiente que contáramos con usted para cualquier tema, siempre informado, siempre dispuesto, todo un caballero. Vaya a la luz señor Fonseca, mi agradecimiento y cariño. Hoy compartimos con nuestros lectores algunos recuerdos que tenemos de usted.
— Ma. Angélica Navarrete Rodríguez, editora de Mochilazo en el tiempo.
Una postal en la memoria
Una de las postales que atesoro en mi memoria del fotógrafo decano Jesús Fonseca más o menos se desarrolla así: a él contándome cómo había tomado la primera fotografía que vendió a un periódico, cuando apenas tenía 19 años (en 1948); mientras me narraba, sostenía en lo alto aquella Cannon pesadísima con la que se inició en la profesión. Detrás del artefacto, recuerdo perfectamente sus profundos y curiosos ojos. Era el año 2016, Jesús Fonseca estaba por llegar a los 90 años y tenía la memoria intacta. Yo quería contar una historia; él la suya.
Jesús Fonseca siempre hablaba de fotografía , fuera de técnica y revelado, o de una historia con detalles precisos a partir de mirar una instantánea. Dedicó su vida a capturar momentos con su lente, a contar la historia de nuestro país con imágenes: desde el movimiento estudiantil de 1968 y los desastrosos sismos de 1957 y 1985, hasta la vida cotidiana de la Ciudad de México.
Jesús Fonseca era un amante de la fotografía . A cada persona que se atravesaba a su paso le contaba de su trabajo o de la valía de los archivos que tanto entrañaba. Así lo recordaré: en las horas eternas mirando fotografías antiguas, en las conversaciones que surgían a partir de periódicos viejos, en su capacidad para transmitir sus aprendizajes a las nuevas generaciones. En las historias que me contó, que me mostró en sus imágenes, y que conservaré para siempre.
— Xochiketzalli Rosas, periodista.
Octubre de 1968, soldados en Tlatelolco. Foto: Jesús Fonseca.
Fotógrafo del 68
Para un suplemento de aniversario, el cuál realizábamos en la Hemeroteca , una compañera entrevistó al señor Jesús Fonseca, cuando leí sus anécdotas me maravillé, después lo conocí en el desayuno de aniversario, sería 2013 o 2014.
Era un deleite verlo, siempre con su boina, bien abrigado, y con una cámara en la mano, adoraba tomar fotos, cuando le conté que hice prácticas en foto, me prometió llevar una cámara estenopeica al periódico y enseñarme a revelar, lo cumplió, si bien no me tocó el taller de revelado, sí subí con él a la azotea de EL UNIVERSAL y usó su caja negra .
En 2018, 50 años después de la matanza de estudiantes, en la sección Nación se hizo una cobertura sobre el tema, recordé que su ojo fue testigo de dicho suceso y le pedí una entrevista, pero más que eso, se convirtió en charlas largas, interesantes, llenas de café y fotos.
Recorrimos la explanada frente al Edificio Chihuahua, nos hicimos clientes de un café muy confortable, me enseñó sus fotos de un libro que editó el periódico, caminamos por toda la tercera sección de Tlatelolco, para ver las rutas que tomó, el edificio en el que se escondió junto a otros fotógrafos y reporteros, cómo salió del lugar sitiado para llegar al periódico y entregar su material, mismo que no salió a la luz porque trabajadores de Segob irrumpieron en la redacción y se llevaron los rollos, o eso creyeron, porque hábilmente, compañeros suyos tiraron los rollos en los botes de basura del baño, así fue como muchos años después se rescataron cientos de fotografías del 2 de octubre de 1968. Pero de ese libró, una imagen muy significativa para el señor Fonseca quedo fuera, en medio de la balacera, cuando se escondió con otros periodistas, tomó una foto que me regaló en 2018, además de una pequeña agenda y un calendario que él producía.
Jesús Fonseca muestra sus fotografías tomadas en 1968 durante un recorrido por Tlatelolco. Foto: Yadin Xolalpa.
La última vez que lo vi fue en el desayuno del periódico de 2019, apenas y nos saludamos, pero me alcanzó a decir que iría a la Hemeroteca, que me avisaba para ver si podía bajar cuando estuviera ahí.
Descanse en Paz, señor Fonseca, lo mejor que me ha dejado el periodismo, es conocer personas como usted, fue un honor aprenderle, escucharle y ser parte de su historia.
— Perla Miranda, reportera.
Habitante de una ciudad antigua
Hay cosas que no se encuentran en los libros ni en las miles de páginas de internet, son las memorias de la gente, los protagonistas del día a día. Por eso es tan importante entrevistar a quienes vieron lo que no nos tocó ver: la ciudad antigua. Qué fortuna tuvimos de escuchar al señor Fonseca.
Recordar a través de sus recuerdos… el oriente del Centro Histórico, donde él creció. Las pulquerías, los dulces, el chocolate que se molía en un metate caliente, la barriada. Me impactó muchísimo cuando me contó que, ya trabajando en El Universal, se regresaba caminando a la vecindad donde vivía. ¡Desde Bucareli hasta la Catedral a media noche y con una cámara en la mano! Qué buenos tiempos pensé, era otra ciudad y eran otros los que estaban detrás de un periódico.
Movimiento Estudiantil 1968. Vista de una joven gritando improperios a miembros del ejército mexicano. Foto: Jesús Fonseca.
Se queda con nosotras la emoción de su voz al contarnos sus andanzas, las sugerencias de temas que nunca escribimos, las que sí escribimos y las fotos que, como legado, descansan en el Archivo Fotográfico de esta casa editorial.
— Susana Colin Moya, periodista.
Una bolsa con un tesoro
Conocí a Jesús Fonseca en 2014 cuando yo realizaba una investigación para el Centenario de El Universal. Llegó a la Hemeroteca del periódico ataviado con su característica boina y con una bolsa de súper en la mano. Se sentó en la mesa donde colocábamos los enormes tomos de periódicos empastados y comenzó a sacar fotografías de aquella bolsa como si se tratara de un cofre de tesoros . Nos contaba la historia detrás de cada una de esas imágenes como si fueran anécdotas que le habían sucedido unas cuantas horas atrás.
Su memoria era prodigiosa – fotográfica, por supuesto –, de manera que tenía la capacidad de recordar quién había tomado qué fotografía aunque se tratase una imagen publicada cuando todavía no se le daban crédito a los fotoperiodistas. De una generosidad increíble, no dudaba nunca en compartirnos su conocimiento y ayudarnos a resolver los callejones sin salida a los que a veces nos arrojaba el archivo histórico de El Universal.
Un día, por ejemplo, nos dijo con total certeza que la fotografía del sismo de 1985 que teníamos en nuestras manos no podía ser parte de una secuencia que él tomó porque correspondía a un derrumbe que sucedió por la mañana y quien cubría ese turno era José Hernández, no él. Así, nos fue desmenuzando los secretos del archivo de El Universal en cada visita, a la que además acudía siempre con su ya conocida bolsa de joyas.
Una toma del temblor de 1957 en la Ciudad de México. Foto: Jesús Fonseca.
En la Hemeroteca escuchábamos siempre sus anécdotas con atención, pues sabíamos que estábamos frente a un testigo de la historia del país, pues durante más de medio siglo las capturó con su lente. Tuve, además, la fortuna de haber sido también retratada por él en las fotografías que tomaba en los aniversarios de El Universal y que después nos regalaba en calendarios que él mismo mandaba a hacer para recibir el año nuevo. Lo recuerdo hoy como siempre lo veía en aquellos desayunos del 1 de octubre, con su cámara en mano y una sonrisa.
— Veka Duncan, historiadora de arte.
La adrenalina del oficio
Jesús Fonseca recorrió con sus fotografías todas las planas de EL UNIVERSAL . No hubo sección que no se enriqueciera con su trabajo. En los albores de su carrera cubrió uno de los acontecimientos más célebres de la historia cultural mexicana del siglo pasado: la actuación de Manuel Rodríguez “Manolete”, célebre torero español.
En 1945, "Manolete" emocionó al público mexicano con su toreo en las plazas más importantes del país. En aquella época los reporteros gráficos se sentaban en una butaca suspendida sobre el callejón de la plaza taurina, a un metro del ruedo donde se llevaba a cabo la lidia.
Fonseca recordaba la increíble adrenalina que sentía al verse tan cerca de los toros en el Toreo de la Condesa, donde hoy está el Palacio de Hierro Durango. En alguna ocasión, el animal saltó al sitio donde él estaba sentado. Aplicó entonces el consejo que le dieron sus colegas: “si ves que viene el bicho hacia ti, ponle la mano delante, como diciendo ‘alto’”. Eso hizo el admirable fotógrafo y el toro se fue para otro lado.
— Mejía Castillo, colaborador de Mochilazo.
“Nuestro decano de la fotografía”
La amabilidad y la paciencia eran parte de él, además de una sonrisa al llegar a la Hemeroteca.
Él, Jesús Fonseca, nuestro decano de la fotografía nos permitía conocer la historia de algún momento importante de la vida en nuestro país porque siempre estaba dispuesto a compartir los grandes momentos que vivió a través de cada disparo de su lente.
Vestido siempre con elegancia y de trato amable, te saludaba con una sonrisa y te contaba una anécdota.
11 Enero 1967. Los capitalinos encantados por la caída de nieve así como en zonas aledañas al Distrito Federal, a la altura de la cruces sobre la carretera a Toluca el espectáculo era impresionante y la nieve alcanzó hasta 90 cm. de altura. Foto: Jesús Fonseca.
En cada desayuno de aniversario del periódico cargaba su cámara para captar aquellos momentos y después de algunos días regresaba con las imágenes que él mismo había impreso, porque él era de la vieja guardia, en su casa tenía su estudio donde revelaba esos grandes e inolvidables momentos que compartió con nosotros. Muchas gracias querido amigo, Jesús Fonseca te extrañaré siempre.
— Aída Castro, periodista.
“Lo que se te ofrezca, criatura”
A principios de este año nos visitó, como acostumbraba, un fotógrafo muy querido en EL UNIVERSAL. Traía su morralito de siempre cargado de regalos: calendarios personalizados con la leyenda “Salud y amor les desea Jesús Fonseca”, pegó una fotografía que nos había tomado en el desayuno de aniversario de este periódico, pues a sus 90 y tantos años seguía cargando su cámara a todos lados. Se había tomado el tiempo de firmar con pluma cada imagen.
Cuando el calendario apenas caminaba por julio platiqué con él por teléfono, hablamos de otras épocas, me contó que antes el agua de Chapultepec era clara y había muchísimos ahuehuetes, me dijo que no le gustaban las hamburguesas, decía que él prefería las quesadillitas de queso o de huitlacoche, también que amaba la pizza de un lugar que estuvo al lado del Teatro Metropólitan y las tortas de La Texcocana.
Le gustaba subir al Castillo de Chapultepec a pie y relataba, como si hubiera estado ahí, que el emperador Maximiliano se asomaba desde los balcones para escuchar el canto que le dedicaba la esposa del jardinero: “si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño que es tu persona”.
El señor Fonseca ya no alcanzó a recorrer las páginas de este año, pero su mirada siempre estará guardada en la memoria viva de este diario, cuando algún curioso recorra la historia gráfica y encuentre su nombre, y es que su mirada capturó tantas cosas: incendios, sismos, represiones, también alegrías…
“Lo que se te ofrezca, criatura”, me dijo antes de colgar.
— Nayeli Reyes Castro, periodista.