Con el próximo torneo mundialista de , el albergará su tercer partido inaugural de una Copa del Mundo. Las ocasiones anteriores mostraron la capacidad mexicana de sostener un Mundial, aunque tuvieron sus puntos negativos.

El primer partido mundialista que el recinto de Tlalpan vio fue México-Unión Soviética, del 31 de mayo de 1970; su segunda inauguración ocurrió 16 años después, con el enfrentamiento Italia-Bulgaria, cuando la República Mexicana se convirtió en la primera nación en ser anfitriona de dos Copas del Mundo o, como las describió Héctor R. Trejo para EL UNIVERSAL, “las guerras mundiales en pantaloncillos cortos”.

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Inauguración del Mundial de 1986, en el Estadio Azteca. Con la reciente tragedia del sismo de 1985 y con las presuntas amenazas de terrorismo y grupos subversivos, se afectó severamente el desenvolvimiento de los primeros festejos de la Copa de Fútbol. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Inauguración del Mundial de 1986, en el Estadio Azteca. Con la reciente tragedia del sismo de 1985 y con las presuntas amenazas de terrorismo y grupos subversivos, se afectó severamente el desenvolvimiento de los primeros festejos de la Copa de Fútbol. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

1970, primera inauguración de Copa del Mundo en el Coloso de Santa Úrsula

El comienzo de la justa mundialista de 1970 se pactó para el 31 de mayo, cuyo enfrentamiento inaugural se programó entre la escuadra nacional y la entonces Unión Soviética, en el Estadio Azteca de la Ciudad de México.

Después de algunos episodios críticos durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, México puso su mejor cara para recibir a las 16 naciones que pelearían por la Copa Jules Rimet. Transporte, televisión y comercios se unieron para dar la mejor experiencia futbolística del momento.

Raúl Cárdenas fue el entrenador de la escuadra nacional que inauguró la historia mundialista del Azteca, teniendo entre sus seleccionados a Javier “Chalo” Fragoso, –figura americanista– Enrique Borja y Héctor Pulido –ídolo del Cruz Azul–, más otros 19 destacados mexicanos del balompié.

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Para la mañana del 31 de mayo de 1970, todo era fútbol. El Coloso de Santa Úrsula abrió sus puertas desde las 7 de la mañana, dando acceso a más de 105 mil asistentes, provenientes de varias partes del mundo y con un animoso fervor futbolístico.

Algunos asistentes pasaron la noche afuera del recinto, pues vivían lejos de la capital y prefirieron sacrificar su cómodo descanso a perderse el debut de México como anfitrión mundialista.

La vendimia pululó a las faldas del coloso, con el MÉXICO 70 escrito en todas partes y con característicos olores de la comida callejera mexicana. Entre los artículos más populares estuvieron los sombreros de palma, idóneos para el calor que rodeaba al Estadio Azteca y lindos souvenirs para fanáticos internacionales.

También destacaron los imperdibles revendedores, quienes cumplieron el sueño de algunos aficionados que tenían la ilusión de ver el primer partido de un Mundial, sin importar el costo. Poco duró ese mercado, pues la policía capitalina barrió con esos “negociantes informales” y también atrapó a ciertos ladrones que aprovecharon la emoción colectiva para adjudicarse algunas carteras.

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De espaldas, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz en la inauguración del Mundial de 1970. Durante sus saludos con la escuadra soviética, el mandatario habló con cada jugador y deseó “que gane el mejor”, pero cuando dio su recorrido con los seleccionados mexicanos, Díaz Ordaz dijo: “ojalá ustedes sean los mejores”. Foto: Javier Rivera/Archivo EL UNIVERSAL
De espaldas, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz en la inauguración del Mundial de 1970. Durante sus saludos con la escuadra soviética, el mandatario habló con cada jugador y deseó “que gane el mejor”, pero cuando dio su recorrido con los seleccionados mexicanos, Díaz Ordaz dijo: “ojalá ustedes sean los mejores”. Foto: Javier Rivera/Archivo EL UNIVERSAL

“¿Qué se siente querer y no poder ver el fútbol adentro?”, preguntó el corresponsal de EL UNIVERSAL a una joven aficionada que se quedó afuera del Estadio Azteca. “Del cocol”, respondió ella, sin dar más palabras a este diario.

Ya adentro del Coloso de Santa Úrsula, todo era “pasión, júbilo y emoción vivida en su máxima intensidad”, según describió esta casa editorial en sus páginas del primero de junio de 1970. La ceremonia de inauguración comenzó a las 11 horas, con un desfile de la Secretaría de Marina, seguida por la presentación de 16 banderas contendientes y sus jugadores.

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Después de escuchar los himnos, grandes columnas multicolores de globos volaron por el estadio capitalino, símbolo de la festividad y alegría que el Azteca albergó durante esa primera experiencia mundialista en su historia.

Existió una complicidad entre aficionados de varios países, vitoreando a México, a la URSS o simplemente al comienzo del torneo futbolístico. Miles de asistentes celebraron a los contendientes por la copa Jules Rimet, en un aire de camaradería y verdadera emoción internacional.

A las 11:25 de la mañana, salieron a cancha el presidente de la FIFA, Sir Stanley Rous, y el encargado de organizar el torneo, Guillermo Cañedo, acompañados por Gustavo Díaz Ordaz, en sus últimos meses como mandatario. Juntos inauguraron la gesta mundialista y desearon suerte a las escuadras.

La primera patada se dio en punto del mediodía, siendo “un sueño realizado al fin” para los mexicanos, según describió este diario.

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El partido entre México y la URSS emocionó a los asistentes, con intentos prometedores de Horacio López y “Chalo” Fragoso, pero todos sin éxito y el partido se quedó en empate a ceros tras 90 minutos de duración. Sí hubo emoción, pero ninguna dio frutos.

El partido estuvo parejo, con oportunidades de gol para cada escuadra, pero con falta de efectividad en ambas fuerzas delanteras. Así finalizó la inauguración de México 70.

Partido inaugural de 1970, entre México y la Unión Soviética, con empate a ceros. El entonces entrenador de la escuadra mexicana, Raúl Cárdenas, quedó conforme con el rendimiento del equipo, a pesar de sólo tener un punto; “siempre es bueno iniciar un torneo con dos puntos, aunque tampoco es malo iniciarlo con uno”, comentó. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Partido inaugural de 1970, entre México y la Unión Soviética, con empate a ceros. El entonces entrenador de la escuadra mexicana, Raúl Cárdenas, quedó conforme con el rendimiento del equipo, a pesar de sólo tener un punto; “siempre es bueno iniciar un torneo con dos puntos, aunque tampoco es malo iniciarlo con uno”, comentó. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

1986, el regreso de la máxima fiesta futbolística al Azteca

16 años después de su primer acto como anfitrión, el Estadio Azteca recibió otra Copa Mundial en 1986. El partido inaugural se pactó –otra vez– para el 31 de mayo, pero en esa ocasión se disputó entre Italia, entonces campeón del balompié, y Bulgaria.

A diferencia del Mundial anterior, el pueblo mexicano no abrigó tanto la justa futbolística, en gran parte por las secuelas imborrables del . Existió la posibilidad de que México cancelara su sede, pero el gobierno de Miguel de la Madrid “siguió avante” y, contrario a lo que muchos habitantes pidieron, la Copa Mundial se jugó a sólo ocho meses de la tragedia.

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No sólo el fantasma del terremoto afectó los ánimos, también lo hicieron las drásticas medidas de seguridad que acompañaron cada partido, con fuerzas militares vigilando ciudades y recintos. En palabras de este diario, “se requiere de un gran esfuerzo de Italia y Bulgaria para que nuestro pueblo acepte totalmente la fiesta”.

El Estadio Azteca abrió sus puertas a las 9 de la mañana del 31 de mayo, pero el acceso de asistentes se vio entorpecido por la mala organización. El tiempo de espera para ingresar era de varios minutos y algunos aficionados perdieron sus tortas u otros artículos a manos de policías, quienes tuvieron poca tolerancia ante “posibles amenazas terroristas”.

La noche del 30 de mayo del 86, algunos entusiastas despertaron su emoción futbolística y se reunieron a las faldas del Ángel de la Independencia para festejar el comienzo del Mundial con porras, gritos, abucheos y algunas penosas lágrimas. “No fue una verbena, ni una batucada carioca. Fue la emotividad azteca”, mencionó este diario. Foto: Fabián Márquez/Archivo EL UNIVERSAL.
La noche del 30 de mayo del 86, algunos entusiastas despertaron su emoción futbolística y se reunieron a las faldas del Ángel de la Independencia para festejar el comienzo del Mundial con porras, gritos, abucheos y algunas penosas lágrimas. “No fue una verbena, ni una batucada carioca. Fue la emotividad azteca”, mencionó este diario. Foto: Fabián Márquez/Archivo EL UNIVERSAL.

Con la ceremonia inaugural se destacaron las cualidades culturales de México, pero los organizadores cometieron el error de dejar sus mejores recursos de entretenimiento para la transmisión televisiva, aburriendo a los asistentes del Azteca. Los fanáticos lograron hacer su propia diversión, realizando la memorable “ola” y alegrando a sus huéspedes internacionales.

La verdadera cara del México de 1986 se vio cuando se anunció la presencia de Miguel de la Madrid, pues todo el Coloso de Santa Úrsula se llenó de abucheos, chiflidos y groserías contra el mandatario nacional, algo que intentó ocultarse en la transmisión en vivo.

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La espera se sintió eterna para los asistentes, quienes celebraron el comienzo de la disputa entre Italia y Bulgaria, gusto que duró poco, pues el partido quedó “deslucido”. Ambas escuadras protegieron bien sus planificaciones, pero les faltó dinamismo, siendo como “una meticulosa partida de ajedrez” y no una fiesta de patadas, de acuerdo con la narración en EL UNIVERSAL.

Hasta el minuto 43 estalló el primer gol en la portería de Bulgaria, lo que despertó de su letargo a la escuadra italiana, pero sin obtener más oportunidades de gol. Bulgaria actuó hasta pasado el minuto 83, cuando logró anotar en el terreno italiano. Ambas escuadras se vieron cansadas y hasta rebasadas, incapaces de disputar un partido inaugural mundialista y con un desairado empate a uno.

Miguel de la Madrid en la inauguración del Mundial de 1986, apenas ocho meses después del sismo del 19 de septiembre de 1985. El entonces mandatario recibió abucheos y hasta algunos de los discursos de encargados de la FIFA cayeron mal entre los asistentes. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Miguel de la Madrid en la inauguración del Mundial de 1986, apenas ocho meses después del sismo del 19 de septiembre de 1985. El entonces mandatario recibió abucheos y hasta algunos de los discursos de encargados de la FIFA cayeron mal entre los asistentes. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

En su edición del primero de junio de 1986, esta casa editorial criticó el partido inaugural y su “infame empate”, asegurando que “Italia y Bulgaria nos aburrieron”. Las verdaderas mechas de emoción que encendieron el Mundial vinieron de los aficionados y sus imponentes “olas” en gradas.

“Esperábamos poco del partido inaugural, pero no un partido tan bajo en calidad”, se leyó en EL UNIVERSAL. Para Italia, fue una derrota casi penosa, mientras que Bulgaria lo vio como una victoria.

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Cuarenta años después de su última inauguración mundialista, el Coloso de Santa Úrsula será sede de la “guerra mundial en pantaloncillos cortos”, dejando lejos aquel sinsabor que se vio en 1986 y más cerca de la ilusión que se sintió en 1970, siempre demostrando que México grita muy fuerte los goles.

EL UNIVERSAL recuperó, en su cobertura del primero de junio de 1986, que la mayoría de los asistentes eran de clase alta o “niños bien”, mientras los aficionados de menos recursos se peleaban en la taquilla para conseguir un boleto barato. Casi nadie de las clases bajas pudo ingresar y varios dijeron a este diario “al cabo que ni quería entrar”. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
EL UNIVERSAL recuperó, en su cobertura del primero de junio de 1986, que la mayoría de los asistentes eran de clase alta o “niños bien”, mientras los aficionados de menos recursos se peleaban en la taquilla para conseguir un boleto barato. Casi nadie de las clases bajas pudo ingresar y varios dijeron a este diario “al cabo que ni quería entrar”. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
  • Fuentes:
  • Hemeroteca EL UNIVERSAL
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