La moda es un tema que hoy, como hace cien años, sigue interesando a los lectores de la prensa. La moda masculina es quizá menos cambiante que la femenina, pero no por ello falta quien se pregunte cómo usar un traje o qué elegir para ponerse según la ocasión.
Un buen ejemplo son los artículos para vestir de etiqueta y los reportajes sobre tendencias en la ropa de vestir para caballeros que publicó la revista de esta casa editorial, EL UNIVERSAL ILUSTRADO, entre los años 20 y 30.
En esta entrega de Mochilazo en el Tiempo daremos un vistazo a las modas en el traje masculino y explora las curiosas raíces culturales que revelan el por qué de los diferentes estilos y conjuntos que se pueden elegir hoy, tanto en el fast fashion como en una sastrería tradicional.
Moda masculina, cambios más sutiles
Conocer los trajes en boga de la década de 1920 o de 1930 requiere partir de un dato importante: había pasado poco tiempo desde el siglo XIX y, a diferencia de las prendas para damas, la ropa masculina se modernizaba con cambios más sutiles que el abrupto paso de los fastuosos vestidos victorianos al moderno traje de Cocó Chanel.
Así como ahora se ve el comeback de tendencias de los años 80 o 90, en aquel entonces no era raro que un hombre optara por prendas o estilos que fueron “el último grito” o el exponente de sofisticación treinta años antes.
Una prueba de ello se lee en el artículo ¿Con qué traje debe usted casarse? de 1921 firmado por Pedro de Travieres, quien se inclinaba por el estilo británico y sugería que si de matrimonio se trataba, el novio debía usar pantalón gris con una jaquette negra y sombrero de copa.
Sin duda, las ocasiones especiales desde siempre han pasado factura al bolsillo, pues Travieres también comentaba que era normal que el novio vistiera una levita, de estilo más bien militar, en lugar de jaquette o frac.
“¿La razón de este retorno a las encantadoras modas de antaño? Como ahora y siempre, las dificultades de la vida cara”, se lee en aquel escrito. Apuntaba que entonces era más práctico buscar una levita en el armario familiar, mandar a hacerle un par de retoques y con eso armar un traje confiable.
Más allá de otros tips de la época, como usar botines de charol y cuello “de puntas volteadas”, aquellas líneas revelan un secreto más relevante: a la hora de elegir un traje, la clave está en saber que existen países que marcan tendencia para el resto del mundo, de los que destacan: Inglaterra, Italia y Estados Unidos.
Por supuesto, los sastres eran los primeros en aprender esto. Valeriano Suárez llegó a las páginas de EL UNIVERSAL ILUSTRADO con el prestigio de ser un creciente “artista de la moda masculina” y lo confirmó.
“Estoy recién llegado de Europa, a donde fui en viaje de estudio, para darme cuenta cabal de cómo visten los hombres allá”, comentó en entrevista, y agregó que los mexicanos de inicios de los años 20 optaban por tendencias similares a las que vio en Londres y Madrid.
Diferencias entre el traje inglés, el americano y el italiano
Entre los “reportazgos metropolitanos" de EL UNIVERSAL ILUSTRADO, aquel sobre Los Misterios de la Etiqueta en la Ciudad de México acompañó a dos amigos, vecinos de la colonia Guerrero, en la urgente búsqueda de un traje para la boda de uno de ellos, ese mismo día.
La solución de los capitalinos fue probar suerte en El Suplente, un negocio que rentaba trajes para toda ocasión, acordes a la última moda de finales de los años 20.
El joven que llegó con un traje semi formal partió a casarse con sombrero de copa y chaleco blanco, tras haberse probado varios pantalones que no le ajustaban, chalecos que desentonaban y jaquettes, también llamados chaqués, que no iban con su personalidad.
Hasta el día de hoy es normal recurrir a locales de renta de smokings y trajes para llegar presentables a una fiesta o evento especial, pero algo que tienen en común con la compra de un traje a la medida es que en ambos casos el cliente confía en recibir la atención de expertos para elegir qué ponerse.
La moda no es algo sencillo, aunque íconos como Alain Delon o Gary Cooper lo hicieran ver así. Hoy es posible encontrar consejos en redes sociales, que van desde el tip básico de nunca abotonar por completo un saco hasta secretos para diferenciar un traje inglés y uno italiano a simple vista.
Un dato curioso es que en más de una ocasión, el traje casual de una época se convirtió en el traje formal del futuro. Así pasó con la levita, que tras unas décadas se volvió etiqueta formal, y con los trajes de tres piezas y corbata, que hace cien años eran algo informal.
Sin embargo, entender diferencias entre trajes es más fácil al saber qué distingue al traje inglés del italiano y el americano. El inglés siempre usa hombreras gruesas, es anguloso y, aunque no se considera holgado, sólo es ajustado en la espalda, por lo que no resalta la silueta del cuerpo.
El traje italiano confía más en la anatomía del hombre que se lo pone: no hay hombreras ni se procura que la tela caiga en línea recta, sino que accede a caídas naturales, según la forma del cuerpo, mientras que las hombreras se agregan al mínimo posible.
La sastrería "AskOkey" de Inglaterra tiene una cuenta de Instagram en que comparte consejos para vestir al más puro estilo inglés. En la primera imagen se cómo la confección a la medida -el famoso "bespoke"- prioriza los pliegues del pantalón, mientras que la cuarta permite apreciar cómo entallan el corte en la espalda. Instagram.
Algo en común entre trajes italianos y británicos es la axila de la chaqueta, que suele disponerse más arriba que abajo. Fuera de eso, los bordes de los bolsillos y la estructura son más diferencias que se suman a la lista.
El traje americano, que nació en la década de 1920 en Estados Unidos, ofrece un punto medio para las hombreras, que no son tan marcadas como en el traje inglés, ni tan ligeras como en el italiano.
La estructura también es fácil de distinguir, ya que no se ajusta a la espalda como en Reino Unido ni se adapta al cuerpo como la italiana. En su lugar, el americano opta por una línea recta y un ajuste más relajado, así como axilas más amplias hacia abajo.
Algunos detalles parecen irrelevantes en la teoría, pero resultan llamativos en la práctica, como sucede a la hora de levantar los brazos: en los trajes europeos es un movimiento cómodo y luce natural, pero en el del nuevo mundo se pierde la forma.
La causa, según los expertos, es que en Europa los trajes heredaron la tradición de la sastrería de actividades como la caza, en que era necesario contar con libertad de movimiento.
Esa es la misma razón por la que los fracs y las levitas tienen una división en la parte trasera, que estaba diseñada para ser versátil a la hora de montar un caballo.
El traje clásico, símbolo de distinción
Con el paso del tiempo las opciones de trajes para hombres aumentaron, en especial tras el arranque de la sastrería estadounidense en la década de 1920, que con el creciente poder económico de su población extendió en el mercado prendas que en Europa o en épocas anteriores sólo llegaban a las clases privilegiadas.
Si en Inglaterra el traje era un distintivo de los aristócratas y en Italia un lujo de familias acaudaladas, en Estados Unidos y algunas zonas de Latinoamérica daría señas de llegar a ser un estándar alrededor de los años cuarenta y cincuenta.
Una fotografía famosa de la revista LIFE, que ya ha tenido momentos virales en redes sociales, es la de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras en la recién inaugurada Ciudad Universitaria, donde todos los hombres llevan ropa que hoy se considera de vestir.
Por supuesto, la modernidad también ha hecho más práctico vestir un traje: un siglo atrás, las camisas ni siquiera tenían cuello, sino que era un accesorio que había que comprar por aparte; tampoco se usaba cinturón y los tirantes eran la única opción.
Otros detalles o partes del traje no cayeron en el olvido, pero sí se usan sólo como parte de la etiqueta más rigurosa o en las ocasiones más elegantes.
Por mencionar unos casos, están las mancuernas, que cedieron paso ante las mangas abotonadas pero que todavía son opción cuando se trata de elegir la camisa de un frac o un esmoquin.
La faja también ha perdido terreno, pues pasó de ser una pieza que no podía faltar en un evento de gala a ser una opción. Hoy es usual ver actores de Hollywood presentarse a recibir sus premios Oscar con esmoquin sin faja, o lo que es más: Leonardo Di Caprio asistió por primera vez a la ceremonia en su adolescencia, con un esmoquin sin corbata ni moño.
El moño es otro ejemplo, que en la juventud de nuestros abuelos tuvo su momento como accesorio cotidiano, pero que ahora sería inusual ver en un oficinista, quien seguro optará por una corbata regular.
La segunda mitad del siglo XX produjo los que quizá son los exponentes del estilo masculino más recordados. Celebridades como James Dean y Elvis Presley o incluso personajes infames como el mafioso Al Capone son fáciles de traer a la memoria en atuendos que parecían destacar su look sin esfuerzo.
Creatividad sobre diseños clásicos, la tendencia
El blog especializado en moda para ellos, Ape to Gentleman (“De simio a caballero”, en inglés), comenta que las tendencias en trajes evolucionan a “un ritmo glacial”, y apunta que es natural.
La explicación está en el hecho de que “después de todo, el rol convencional del traje es precisamente ser un uniforme de trabajo y la manifestación del conservadurismo que podemos vestir”.
A pesar de ello, hace ya varias décadas que el traje ha demostrado poder reinventarse en las manos correctas, como sucedió con el cantante David Bowie y como sigue viéndose en las creaciones del diseñador inglés Sir Paul Smith.
Mientras Bowie armaba sus atuendos siguiendo su instinto artístico, siempre con el factor escénico en mente, Smith comentó recientemente en entrevista para la revista GQ que su manera de trabajar es ser creativo con la ropa pero con el factor cotidiano en mente.
Por otro lado está la moda a gran escala, donde el consumo masivo suele determinar tendencias que van y vienen con alguna modificación. Ahí tenemos la década pasada, en que los trajes skinny que resaltaban la figura fueron lo usual, mientras que hoy el corte relajado es lo “in”, tanto para andar casual como para un conjunto más formal.
Sin duda existen contextos u ocasiones en que aún se requiere conocer la etiqueta más tradicional, pero las opciones son mucho más diversas que van de lo sobrio a lo bohemio, así como de las prendas bespoke, hechas por sastres expertos, hasta las alternativas más económicas.
Sin importar el corte que te guste ni quien lo use, al finan todos tienen en común contar con una interesante historia.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Fernández, Diana. “Nomenclatura del traje y la moda”, en Vestuario Escénico.
- Freed, Jeremy. “How to actually enjoy wearing a suit, according to Sir Paul Smith”, en GQ.
- “The biggest tailoring & suit trends for men in 2024”, en Ape to Gentleman.