Texto: Susana Colin Moya

Las antiguas vecindades capitalinas, esas de muchos patios, lavaderos comunitarios y viviendas pequeñas fueron, durante la primera mitad del siglo XX, escenario del diario desfile de vendedores ambulantes.

Así lo narra Ernestina López, quien creció en uno de esos espacios en la calle de Sol, en la colonia Guerrero . La mujer de 81 años evoca a uno de ellos: el que traía a los niños el dulzor de sus productos.

“Era un señor bajito y gordo, con un saco lustroso de tan mugroso y viejo. Tenía un sombrero, una guitarra al hombro y cargaba una cajita como de bolero, de donde sacaba una tablita con conitos de azúcar pintados de colores: verde, amarillo, blanco, rosa: era el de los azucarillos ”, recuerda.

Conforme el hombre iba avanzando en los patios de la vecindad, los niños y niñas corrían a su encuentro. Por 5 centavos, además del azucarillo, recibían un regalo musical: “¿Cómo te llamas?”, preguntaba el comerciante. “Fulanita”, respondía la niña, y acto seguido, con su guitarra le improvisaba una canción .

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Imágenes de una vecindad capitalina en 1931. Estos espacios se caracterizaban por compartir lavaderos y regadera, pues las viviendas eran pequeñas. EL UNIVERSAL ILUSTRADO.

El cronista Chava Flores menciona a este personaje en su canción Mi México de ayer:

Las calandrias paraban, sólo el viejito fiel

que vendía azucarillos improvisaba el verso aquel:

"Azucarillos de a medio y de a real,

para los niños que queran mercar..."

Los azucarillos también llegaban a Santa Cruz Acatlán , una demarcación que actualmente pertenece a la colonia Tránsito, cerca del metro San Antonio Abad.

Así lo recuerda Luis Reséndiz, de 90 años, quien también evoca a otro comerciante que alegraba a los infantes del barrio: “el de la melcocha ”, un hombre que intercambiaba pedazos de un dulce hecho con piloncillo por ropa usada.

“Pasaba por las calles a eso de las 10 de la mañana. Dependiendo de la ropa que le dabas era la cantidad de melcocha , si le dabas un pantalón de casimir te daba un pedazo muy grande, pero con una camisa apenas un cachito”, dice en entrevista telefónica.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

A sus 90 años, Luis Reséndiz recuerda cómo era la vida cotidiana en Santa Cruz Acatlán, donde creció. Hoy este barrio pertenece a la colonia Tránsito.

Las páginas de este diario relatan cómo el melcochero anunciaba su presencia con el sonar de un triángulo de metal, “gemelo del barquillero”, el cual alertaba a las madres, pues los niños de entonces solían tomar de las casas, sin permiso, “los trapos viejos ” para cambiarlos por “pellizcos de amarilla melaza recubierta de ajonjolí”.

“La melcocha era una pasta dura que el hombre partía con un cincel y un martillo pequeños. La transportaba en una tabla que se amarraban en el cuello. La ropa que iban juntando la ponían en un ayate ”, relata Don Luis.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Ilustración de un melcochero con un ayate lleno de ropa a la espalda. EL UNIVERSAL.

Jesús Fonseca, de 93 años, también conoció al melcochero. El fotógrafo decano de este diario creció en una vecindad ubicada en la calle Del Carmen , entre República de Bolivia y República de Colombia, en el ahora Centro Histórico.

“[El melcochero] gritaba: ¡Cambio la melcoch!, así sin acabar la palabra. Además de ropa también intercambiaba loza por un pedacito del dulce cortado con un cincelito”, señala.

En las memorias de Ernestina está presente también el merenguero , muy similar a los que conocemos hasta la fecha. “Yo le entendía que gritaba ¡Merenguiiiiiis!, y se echaba volados con los muchachos grandes, casi siempre le ganaban”, narra.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Merenguero ambulante en 1995. Los merengues actuales son muy parecidos a los de hace al menos 70 años. EL UNIVERSAL.

En agosto de 1931, los reporteros de este diario describieron al merengue como: “la blanca golosina de los muchachos arrabaleros, seductora no sólo por el sabor gustoso, sino porque enreda a la párvula parroquia en un improvisado juego de azar: los “ volados ”.

Ernestina cuanta que al observar los volados en los que participaba el merenguero, descubrió que éste sólo pedía “sol”, así que se fue corriendo a su cuarto por una “Josefa”, moneda de 5 centavos. Tras “calarla”, comprobó que cayera sólo en “águila” y retó al hombre:

“¿Se echa un volado señor?” A mí en principio me daba susto. Y que me dice “Sí, échalo”, “¡Órale, pos va!””, recuerda alegre. Después de ganar 7 veces seguidas, ese día Ernestina se llevó a su casa un plato “copeadito” de merengues .

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Ernestina López Mayo creció en una vecindad en la colonia Guerrero. Hoy continúa difundiendo la historia y memoria de este emblemático barrio capitalino.

La aún vecina de la colonia Guerrero enumera otras delicias que disfrutaba cuando era niña: las corriosas (tiras largas de dulce que se estiraba), las trompadas (bolitas de piloncillo), las botellitas de dulce de almíbar , los dulces perfumados , las alegrías y los cueritos (cintas de dulces de membrillo o guayaba enrollados).

No olvida las nieves de limón servidas en vasos de vidrio con cucharas de peltre y las mercancías que una viejita vendía afuera de una cantina en la esquina de Soto y Sol: pepitas , habas , huesitos de capulín , tamalitos de capulín y “unos platitos que simulaban una pierna de pollo con mole, que eran en realidad de dulce”. Estos últimos aún se pueden encontrar en algunos mercados públicos en los puestos durante los días de muertos para poner en las ofrendas.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Vendedor de nieves en los alrededores de la Basílica de Guadalupe, 1928. EL UNIVERSAL ILUSTRADO.

El oficio del dulzor

Cristina Morales, de 74 años, lleva en su recuerdo no sólo sus memorias, también las de su mamá, María Luisa Guevara, quien nació en 1910 y creció en una vecindad muy cerca de la iglesia de La Soledad, por donde ahora está el mercado de La Merced.

Dentro de aquella vecindad, en la segunda década del siglo XX, había un taller de dulces que ocupaba dos viviendas. “Mi mamá me contaba que hacían “frutas cubiertas”: calabaza , camote , biznaga , naranja y limón. También cacahuates garapiñados, cocadas y duquesas , que son como una tortilla hecha con coco rallado que, como quesadilla, tienen merengue adentro”, cuenta Cristina.

Pero de todos, María Luisa recordaba especialmente uno: el pirulí . “Tenían unas tablas largas con muchos hoyitos, donde ponían conitos de papel encerado. Luego con unas jarras rellenaban los espacios con caramelo líquido, echaban chorritos de colores. Le ponían un palito y esperaban a que se secaran.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Pirulís exhibidos en el mercado de Ampudia, en la Merced, diciembre de 1968. EL UNIVERSAL.

“Mi mamá, una niña de 7 años, veía que entre hoyito y hoyito se les caía una gota de caramelo . “¿Le limpio la tabla?”, preguntaba a los señores, y con un cuchillo levantaba las gotitas. ¡Así se juntaba bolsas de dulce!”, comparte divertida Cristina.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Cristina Morales, a sus 74 años, recuerda las muchas anécdotas que su madre le contó. Foto: Elisa Villa.

Los dulces productos eran comerciados de manera ambulante. Jesús Fonseca recuerda a los vendedores que traían colores y sabores a su barrio : “Vestían sombrero de paja o fieltro de ala ancha, una bolsa o ayate y una charola donde exhibían los dulces”.

Además, estos manjares se vendían en lugares fijos como el Mercado de Ampudia , sitio que existe hasta la fecha y que tanto Jesús Fonseca como Luis Reséndiz recuerdan haber visitado en los años 40.

“Todos esos dulces que hacen las delicias de los niños pobres del Distrito Federal, todos los dulces baratos y aderezados de modo típico, se venden allí [en el Mercado de Ampudia]”, se escribió en EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1928.

Dulces en el Mercado de Ampudia (1968) y dulces modernos (2011). Diseño web: Miguel Ángel Garnica.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Mercado de Ampudia, 1999. EL GRÁFICO.

Actualmente ubicado en Anillo de Circunvalación, al norte del Mercado de la Merced, este lugar es la meca de los ahora llamados “dulces típicos” y que en décadas pasadas eran los más populares en los barrios de la ciudad.

Además de las mencionadas, existían golosinas menos accesibles para los protagonistas de este relato. Don Luis narra que en ocasiones, junto con sus dos hermanos, caminaba sobre la calle de Chimalpopoca, entre Bolívar y Niño Perdido, donde había una dulcería .

Como no les alcanzaba para adquirir los caramelos que ahí vendían se conformaban con comprar recortes de dulce por 5 centavos. “Nos sentábamos en la orilla de la banqueta a comerlos”, dice.

Por su lado, Jesús Fonseca relata que de vez en cuando compraba barritas de chocolate “Aseca” y “Morelia” y que en los años 30 ya había chicles Canels y Adams.

Los antiguos dulces del barrio
Los antiguos dulces del barrio

Jesús Fonseca fue fotógrafo de esta casa editorial. Hoy nos comparte sus vivencias. Archivo EL UNIVERSAL.

Dos décadas después los niños seguían comiendo “dulces tradicionales” como cocadas y dulce de leche. Sin embargo, era el comienzo de otras golosinas , como las paletas Mimí y los chiclosos Tofico , los cuales se anunciaban todo el día en la Radio: “Mmmm, ¡qué ricos!”.

“Esos eran los dulces del barrio”, señala Ernestina cuando finaliza su relato. Hoy su vecindad ya no existe y tampoco muchos de los manjares que probó de niña.

La canción de Chava Flores citada al inicio de este texto finaliza:

Estas cosas hermosas, porque yo así las vi,

ya no están en mi tierra, ya no están más aquí.

Hoy mi México es bello, como nunca lo fue,

pero cuando era niño tenía mi México

un no sé qué...

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