Encontrar a la pareja correcta ha sido un reto desde siempre, así como el ingenio de echar a andar las mejores técnicas de “ligue”. En décadas recientes, factores a tomar en cuenta son la agenda ocupada, además de los modernos y prácticos dispositivos como celulares o tablets, lo cual facilita a muchas personas el buscar compañía.

Aunque hoy el público cuenta con todo un catálogo de apps para conocer a “alguien especial”, ni , ni Bumble o similares serían lo que son sin la época de auge de las revistas, que publicaban pensamientos de sus lectores y en ciertos casos anunciaban el “perfil” que los lectores enviaban por correo convencional.

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Platicamos con Vanessa de la Rosa, experta en temas de publicidad de décadas pasadas, quien nos contó acerca de la forma en que las parejas de adultos jóvenes y mayores se anunciaban de manera segura, a través de las revistas que daban trato confidencial a la información y datos de los interesados.

Con una imitación del arco de Cupido, fotos de parejas y el slogan “La revista que busca su felicidad”, esta publicación dejaba claro su el público y contenido que manejaba. Imagen: Vanessa de la Rosa.
Con una imitación del arco de Cupido, fotos de parejas y el slogan “La revista que busca su felicidad”, esta publicación dejaba claro su el público y contenido que manejaba. Imagen: Vanessa de la Rosa.

Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo recordamos una práctica que llegó a ser muy común en varias publicaciones de la década de los años setenta, aunque ninguna tan especializada como la revista “Confidencias”, de la que hablaremos en esta ocasión.

Anuncios de servicios, amor y amistad

De la Rosa nos narra que lo más usual era encontrar este tipo de anuncios al final de las revistas, junto con el resto de avisos y publicidad. La misma sección en que las personas ofrecían y solicitaban servicios para el hogar o la oficina, incluso empleos desde ser ayudante general hasta ocupar un puesto en algún importante corporativo.

El detalle, nos cuenta, es que no todo el tiempo se utilizaban con estos fines. Tal y como recordarán quienes vivieron su juventud en los setenta y años siguientes, por varias décadas dichas páginas fueron de lo más socorridas, hasta convertirse en el rincón adecuado para el amor y la amistad.

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En la mayoría de esos casos, dice, se podía observar a todo tipo de personas utilizar estos espacios para buscar la pareja ideal. Y es que, en aquellas épocas, las para citas o sitios web para conocer personas que no estuvieran dentro de nuestro círculo social eran inexistentes.

Este era el escenario ideal para muchos de los “anunciantes”: encontrar alguien con quien hubiera atracción mutua y suficiente “química” para “llevar las cosas al siguiente nivel”. Colección Villasana.
Este era el escenario ideal para muchos de los “anunciantes”: encontrar alguien con quien hubiera atracción mutua y suficiente “química” para “llevar las cosas al siguiente nivel”. Colección Villasana.

Vanessa explica que en el caso de la revista “Confidencias”, visitar esta sección era toda una experiencia “ya que no sólo se trataba de encontrar el amor, sino que además se hacía todo lo posible para quedar como la mejor opción, ya que la manera en cómo estos personajes se describen era impresionante”.

Según describe, los lectores tomaban parte de aquellas publicaciones, “pues hacían uso de todas las herramientas lingüísticas para hacer que el lector se enamorara e imaginara, a través de un juego de palabras, quién se describía a través de la tinta”.

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La popularidad de aquellas dinámicas era tal que, con el paso del tiempo, revistas como “Confidencias” les dedicaron su propia sección, titulada “Intercambio Social”. En más de cuatro páginas, cientos de personas de edades distintas (tanto hombres como mujeres) de varias partes de la República solicitaban una amistad o una relación formal.

No había pautas para la extensión de los anuncios. Desde párrafos extensos en que se compartía hasta la forma de ganarse la vida hasta breves enunciados en que se afirmaba reunir las cualidades solicitadas por otro perfil. Imagen: Vanessa de la Rosa.
No había pautas para la extensión de los anuncios. Desde párrafos extensos en que se compartía hasta la forma de ganarse la vida hasta breves enunciados en que se afirmaba reunir las cualidades solicitadas por otro perfil. Imagen: Vanessa de la Rosa.

Las reglas del “ligue impreso”

Un dato curioso que nos comparte De la Rosa es que “siempre había personas interesadas en obtener otro tipo de beneficios, por lo que inclusive se establecieron reglas acerca de cómo se debían de hacer las solicitudes”.

De manera similar a las aplicaciones, que establecen normas de convivencia en su comunidad, se advertía a los participantes evitar pedir o dar dinero antes o durante el periodo de contacto con la persona interesada.

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“Muchas veces las personas que decían buscar el amor, en realidad tenían un interés económico”, explica Vanessa, quien agrega que existían anuncios del tipo:

“Hombre joven y profesionista busca a mujer madura sin hijos y de religión católica”.

“Hombre viudo y con 3 hijos de tez clara y estatura 1.60 busca a agradable señorita que quiera algo serio y busque comprometerse”.

Un buen referente de la posición económica de la persona detrás del perfil era el número de palabras con que se describía, ya que cada una costaba cincuenta centavos mexicanos o diez centavos de dólar, para lectores desde el extranjero. Imagen: Vanessa de la Rosa.
Un buen referente de la posición económica de la persona detrás del perfil era el número de palabras con que se describía, ya que cada una costaba cincuenta centavos mexicanos o diez centavos de dólar, para lectores desde el extranjero. Imagen: Vanessa de la Rosa.

Estos ejemplos permiten ver que a veces podías leer entre líneas y sacar provecho y utilidad a las clases de español de la escuela, como dice la entrevistada, “pues se debía de lograr el párrafo perfecto, resumido, concreto y, sobre todo, claro sobre qué tipo de personas requerían en su vida y además de ello, ser convincentes para que más de uno se atreviera a dar el siguiente paso y les contactara”.

También señala que la difusión era tanta que inclusive había solicitudes en inglés, para aquellos que estuvieran interesados en establecer relaciones con personas de otra nacionalidad y manejaran este idioma para ampliar sus posibilidades en el amor.

Amor a la antigua, descripción personal detallada y sin mentiras

“La manera en cómo cada persona expresaba sus necesidades y sus principales atractivos decía mucho de los cánones de belleza de la sociedad de la época”, comenta Vanessa, y explica que era posible darse una buena idea con sólo observar a detalle cómo se describía a sí mismo y qué veía en las demás personas al describir a la persona ideal.

Algunos solicitantes decían que ya tenían una profesión y que contaban con recursos suficientes para tener seguridad económica, así como una vida “recta y apegada a la religión”. Quizá datos así serían inusuales en Tinder, pero en esos tiempos era de lo más importante y muy bien visto.

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En las relaciones, ya sea sociales o de pareja, siempre ayuda tener claro lo que se quiere, como esta joven que sonríe segura ante la declaración de su pretendiente. Colección Villasana.
En las relaciones, ya sea sociales o de pareja, siempre ayuda tener claro lo que se quiere, como esta joven que sonríe segura ante la declaración de su pretendiente. Colección Villasana.

Por supuesto, no todos le daban prioridad a la personalidad, pues De la Rosa afirma que otros lectores se enfocaban en expresar cómo lucían, desde la estatura y el tono de piel, hasta la complexión, lunares, tono de cabello y ojos, tipo de boca o nariz, en caso de ser mujer.

Ya entrados en confianza, quizá gracias al “ambiente” que construían lectores y editores, inclusive se solicitaba con el mismo nivel de detalle a la persona ideal.

Otra cualidad de este formato de romance, que refleja los tiempos en que se desarrolló, fueron los roles de género. Según detalla Vanessa, mientras los hombres ofrecían un buen empleo, un camino recto y buenos valores, las mujeres apostaban más por el físico, la belleza una vida decente apegada a la religión y discreta.

Eso sí, era indispensable tener buenos valores, modales, temas de conversación y habilidades como cocinar muy rico o ser amigable y buena escucha, para acompañar y aconsejar a quien lo necesitara.

Aunque era el caso de muchas, no todas las mujeres resaltaban sus cualidades hogareñas. Algunas lectoras no perdían la oportunidad de darse a conocer como mujeres cultas y “de agradable presencia”. Imagen: Vanessa de la Rosa.
Aunque era el caso de muchas, no todas las mujeres resaltaban sus cualidades hogareñas. Algunas lectoras no perdían la oportunidad de darse a conocer como mujeres cultas y “de agradable presencia”. Imagen: Vanessa de la Rosa.

De la Rosa resalta que “el grado de formalidad con la que se hacían estos anuncios, comparada con la forma como nos dirigimos hoy en día a una nueva persona en nuestra vida, era superior”.

Y es que por increíble que parezca, esto era algo que no era negociable, pues el lenguaje que se manejaba en aquellos años debía ser tan correcto y respetuoso que no cualquiera se atrevía a romper la regla para no desentonar con la sociedad de esos tiempos.

Tanto así que, aunque esto era un acto muy común o popular por las cantidades de solicitudes que se veían en las revistas, no necesariamente tenía que ser bien visto.

A veces esta revista representaba una esperanza para casos desesperados, como este “viudo hogareño de 50 años” que externaba su urgencia por conocer una mujer que le ayudara a criar sus hijos, para evitar dejar de lado su “trabajo profesional en la capital”. Imagen: Vanessa de la Rosa.
A veces esta revista representaba una esperanza para casos desesperados, como este “viudo hogareño de 50 años” que externaba su urgencia por conocer una mujer que le ayudara a criar sus hijos, para evitar dejar de lado su “trabajo profesional en la capital”. Imagen: Vanessa de la Rosa.

La revista hacía de celestina y consejera

A manera de reflexión, le preguntamos a Vanessa si el rol de la revista se limitaba a publicar anuncios o iba más allá. Nos dice que, por un lado, las personas al hacer dichas solicitudes se encargaban de mantener absoluta discreción al no mencionar nombres, dirección o teléfonos de forma pública.

Todo gracias a que “la revista era la que se encargaba de unir a los solicitantes con los mejores postores, y si se estaba interesado en alguno o alguna de las personas que estaban promocionando, se debía de contactar a la casa editorial”.

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Según explica De la Rosa, se les proporcionaba el número de teléfono o hasta dirección a donde se debía acudir si se quería conocer a la persona interesada. “Muchos decidían no arriesgarse y establecían primero la comunicación a través de cartas en las que incluyeran fotografías de la persona”.

También nos aclara que no todo era amor de pareja, “también se presentaban opciones en donde las personas buscaban una amistad o con quién pasar el tiempo libre”. Afirma que estas solicitudes eran escasas, pero se podían encontrar párrafos de “busco amistad sincera para platicar y salir a caminar…”.

Si hay dudas sobre el concepto de problemas humanos, basta ver esta página que hablaba del favoritismo maternal. Imagen: Vanessa de la Rosa.
Si hay dudas sobre el concepto de problemas humanos, basta ver esta página que hablaba del favoritismo maternal. Imagen: Vanessa de la Rosa.

Pero esta no era la única contribución de la revista, pues comenta que aparte existía otra sección en la cual también participaban lectores y consejeras de la propia publicación, quienes se hacían llamar “consejeras matrimoniales”, o de pronto algo más informal, como: “la tía Maruca” o “la Señorita Lydia”, por mencionar algunos nombres.

Estos personajes, nos cuenta, “resolvían tus males de amores, dilemas al momento de tomar grandes decisiones y te proporcionaban opciones para poder salir de ese aprieto que tanto te incomodaba”.

Vanesa nos hace notar que, aunque pocos eran los que se atrevían a exhibir sus problemas de forma pública, quienes lo hacían no sólo se aseguraban que fuera de forma muy explícita y en su mayoría anónima, por el juicio que la sociedad pudiera tener con respecto a su situación.

Además, dice, se encontraban con un nivel de empatía impresionante por parte del lector, ya que no eran los únicos que atravesaban por una situación como la que compartían en aquellas páginas.

En su opinión, “esto con el paso del tiempo hizo que las personas se sintieran acompañadas en el proceso y se volvieran más explícitas en torno a sus sentimientos cuando contaban lo que vivían, creando un círculo seguro donde cualquiera podía ser escuchado, sin necesidad de ser juzgado, al menos no directamente”.

A modo de anécdota, nos comparte que “en una exploración que realicé por varias revistas encontré que varias hacían concursos para que la gente intentara aportar la mejor alternativa a los problemas personales de otros lectores”. Quien diera la solución más útil para el afectado recibía un premio, como un año de suscripción gratuita a la revista.

Es interesante notar que así como hoy es posible generar ganancias por “crear contenido”, “Confidencias” ofrecía honorarios de cien pesos a quien enviara un consejo lo bastante bueno para publicarse. Y pensar que ahora lo hacemos gratis en Facebook. Imagen: Vanessa de la Rosa.
Es interesante notar que así como hoy es posible generar ganancias por “crear contenido”, “Confidencias” ofrecía honorarios de cien pesos a quien enviara un consejo lo bastante bueno para publicarse. Y pensar que ahora lo hacemos gratis en Facebook. Imagen: Vanessa de la Rosa.

Para acercarnos al cierre de esta entrega, le preguntamos a Vanessa de la Rosa a qué cree que se deba esta forma de buscar el amor o la opinión de alguien más en tus asuntos personales.

“Opinar sobre la vida de las personas, ya sea para bien o para mal, fue un factor de moda en estas épocas. Aunque no muchos se atrevían a exhibir sus problemas, sí había muchos interesados en leerlos”.

Ella atribuye el ánimo lector a la necesidad de ver reflejadas sus propias situaciones y encontrar de forma indirecta una solución a través de otros, o bien, a “la curiosidad de conocer la vida de alguien más y hasta compararla con la vida de uno mismo, ver que quizás la de ellos no estaba tan mal”.

Sin lugar a duda, socializar es algo que ha tenido cambios a lo largo de los años, que nos han hecho pasar de la formalidad a la informalidad, sobre todo al momento de dirigirnos a las personas, según los fines que tengamos.

Así como las relaciones personales eran un asunto más formal que ahora, la ropa que se elegía para la ocasión de conocerse o salir juntos también lo era. Colección Villasana.
Así como las relaciones personales eran un asunto más formal que ahora, la ropa que se elegía para la ocasión de conocerse o salir juntos también lo era. Colección Villasana.

No podemos dejar de mencionar que, a diferencia de las alternativas más modernas, en aquel entonces además quedaba abierta la posibilidad de conocer una parte de la sociedad diferente a nuestra realidad, a través de este tipo de secciones. Por su parte, Vanessa expresa:

“Quién diría que lo que hoy en día es cada vez menos popular, como la sección de anuncios y los medios impresos, en algún momento fue la mejor forma de comunicarse con quien podía ser el alma gemela o la salvadora de nuestros problemas, por el hecho de ser una muy buena consejera en los problemas de vidas ajenas”.

  • Fuentes:
  • Entrevista con Vanessa de la Rosa, experta en temas de publicidad de finales del siglo XX.
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