Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
En la Ciudad de México contamos con tradiciones que nos han dado identidad en el mundo, siendo las más famosas aquellas fiestas que inician en septiembre y terminan cuando toca despedir al año. Sin embargo, existen otras que sólo podemos conocer a través de lo “que nos cuentan” o de lo que encontramos en la historia escrita de nuestra capital.
Tal es el caso de la fiesta de San Juan y los sitios donde se practicó, entre ellos se encontraban albercas ubicadas en lo que hoy en día es una de las zonas más “céntricas” de la ciudad, la colonia Juárez y, para conocer un poco más al respecto nos acercamos a Rodrigo Hidalgo y a Aram Ponce, cronistas de la ciudad.
Rodrigo Hidalgo comentó que en diversas notas periodísticas, mapas y crónicas de finales del siglo XIX, se pueden encontrar testimonios sobre la zona de balnearios que existió en una parte de dicha colonia: “entre las calles de Bucareli , General Prim y Reforma se encontraban tres centros recreativos, que también eran lugares de encuentro para la sociedad de la época”.
Se trataba de las albercas Pane, Blasio y Osorio , con aguas de pozos artesianos y cuyos dueños procuraban tener con las más avanzadas tecnologías de aquellos tiempos. La primera era la más famosa y sobrevivió hasta la década de 1930; la alberca Osorio por muchos años aparecía con el nombre de “ Baños Rusos ”, que se extendió por un tiempo como nombre de la ahora calle de “Viena”: primera y segunda de los Baños Rusos.
La Alberca Pane , abierta en 1857, era la que más cobertura tenía por la prensa. Aram Ponce comparte que más adelante llegó a contar con un baño para caballos y un tanque gratuito de agua corriente afuera del edificio para “los soldados y los pobres ” y por un tiempo tuvo dos entradas, una sobre Reforma, frente a la Glorieta de Colón y otra por el lado de Bucareli, que cerró para dar cabida a un par de bodegas.
Según la crónica de Nic Carter para EL UNIVERSAL ILUSTRADO de 1938, la Alberca Pane recibió la visita de importantes figuras como el mismísimo Porfirio Díaz, Manuel González, Justo Benítez, Manuel Romero Rubio, Ignacio Mariscal o José Yves Limantour; a la vez que era un sitio donde los jóvenes se iban “de pinta” o al que acudían después las clases para pasar un buen rato.
En la imagen antigua, de finales del siglo XIX, se observa la Glorieta de Colón, la alberca Pane se encontraba a unos metros de ahí. Fotos: Library of Congress/Google Maps. Diseño web: Griselda Carrera.
Al interior, el complejo estaba dividido en el departamento de hombres y el de mujeres, ambos contaban con jardines o albercas en las que se podían tratar alguna enfermedad o aprender el “utilísimo arte de nadar ”.
Dentro de las instalaciones de la Alberca Pane también había “ baños ” para el uso de toda la familia en el que sobresalía el llamado “Oriental” con una ornamentación de lujo, con kioscos, alfombras, espejos, sillas de nogal o azulejos.
También los baños rusos , en los que el usuario, después de una estancia significativa en el cuarto de vapor, era arrojado a un estanque de agua fría.
Las afueras de la Alberca Pane en la década de 1860. Foto: Cortesía Aram Ponce / The J. Paul Getty Museum, Los Angeles, Gift of Weston J. and Mary M. Naef.
Aspecto que presentaba el exterior de la alberca Pane. Según la prensa de la época restaurantes, fondas y vendedores de pulque y fruta eran parte del panorama de las calzadas que llevaban a estaos lugares de recreación. Foto: Cortesía Aram Ponce / Colección Archivo Casasola, 1900, Fototeca Nacional, INAH.
Según indican algunos estudios que consultó Aram Franco, se tienen registros de la existencia de los baños o albercas Osorio desde 1875 y de los Blasio en 1879, aunque lo más probable es que hayan iniciado su construcción e inicio de operaciones tiempo después.
Fue tal la importancia del perímetro que los contenía que contó con una ruta de tranvía que se llamaba “ Circuito de los Baños ”, que llevaba a la gente a estos lugares, además de los relatos de celebraciones y festivales que se realizaban ahí: la fiesta de San Juan.
De acuerdo a la investigación realizada por Aram Ponce, el tranvía era de tracción animal y provenía desde la Plaza de la Constitución con dirección a Tacubaya.
Plano del recorrido del ferrocarril, Sección Alberca Pane (Detalle). Mapoteca Manuel Orozco y Berra. Foto: Cortesía: Aram Ponce Franco.
Sobre la Fiesta de San Juan
La tradicional Fiesta de San Juan se realizaba entre el 24 y el 30 de junio, dando inicio el día del nacimiento de San Juan Bautista. La Alberca Pane era la más concurrida y abría sus puertas a las 4 de la mañana para terminar con la entrada de la noche, en los accesos había:
La festividad de San Juan en junio de 1929. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
En México Pintoresco se lee: "Hay restaurant, fondas mexicanas y en las calzadas, cerca del concurrido edificio se sitúan las vendedoras de pulque y de frutas las cocinas ambulantes y nadie quiere abandonar ese lugar de recreo, aquella feria en que tan a su sabor se encuentra; las otras albercas participan de la animación, por todo el rumbo se oye música y la concurrencia les da un aire de alegría imposible de describir.
“La costumbre de bañarse el día de San Juan no ha decaído, en las albercas no bastan los cuartos de baño, en cuyas puertas están agalopados desde las cuatro de la mañana los que esperan su turno. En las calzadas cubiertas de árboles y que conducen a las albercas se goza, dulce y agradable recogimiento, el alma se siente libre y el pecho ensanchándose encuentra más aire que respirar", se lee en México Pintoresco .
Primera plana del diario El Mundo en la que se destaca la Fiesta de San Juan: “Ayer, respondiendo a la tradición que lleva al baño a una multitud de fieles y no fieles, los establecimientos balnearios de la capital se vieron en extremo concurridos. Uno de los que más público llevaron desde las primeras horas de la mañana, fue la Alberca Pane, en cuyos alrededores improvisaron puestos de comestibles y bebestibles que asediaba la gran concurrencia".
En la crónica realizada por Nic Carter en 1938 para EL UNIVERSAL ILUSTRADO también se menciona que al interior de las albercas decenas de jóvenes nadadores saltaban del trampolín, vitoreados por otros que esperaban su turno o por jovencitas que les lanzaban flores desde los palcos.
Tras una serie de saltos, uno de ellos era seleccionado como ganador y de acuerdo con la tradición, comía un “guajolte” debajo del agua , que consiste en un platillo que aún es común en el estado de Hidalgo: una especie de torta que al interior tiene una enchilada.
Un hombre y tres niños se preparan para lanzarse del trampolín en la Alberca Pane. Este popular centro de recreación estaba en la calle de Atenas, a una cuadra de la glorieta de Colón, y en él se presentaba a finales del siglo XIX el grupo musical del compositor Juventino Rosas. Décadas más tarde cedió su lugar a un taller automotriz, recientemente demolido. Crédito: INAH.
Modernos complejos para todas las clases sociales
En diarios como EL UNIVERSAL ILUSTRADO o libros como México Pintoresco se describe que aquellos baños eran un moderno complejo que llegó a revolucionar a la ciudad con sus albercas que dieron salud y distracción para todas las clases sociales.
Destacan que las fechas con más afluencia eran entre los meses de abril a junio, ya que la temperatura de la capital se elevaba y los habitantes acudían “en masa a las albercas con el más extraordinario empeño”.
Se estimaba que más de 40 mil bañadores acudían durante el mes de julio a las albercas que integraban al “Circuito de Baños”, ya fuera que llegaban ahí gracias a los tranvías o a sus automóviles de tracción animal.
“Lucida exhibición en la alberca Pane”, publicación del 3 de junio de 1918. Foto: Archivo EL UNIVERSAL
En las entradas de algunos de estos centros deportivos o de entretenimiento como estas albercas había puestos de vendedores de productos como golosinas o flores, que combinado con el sonido de algunos músicos que se daban presencia iban introduciendo al visitante a una atmósfera de diversión, descanso o tratamiento , ya que algunos sitios ofrecían “ toques eléctricos ” como parte de una terapia medicinal.
En México Pintoresco se detalla que la alberca grande era alimentada por “90 jarras de agua que, minuto que por minuto, arroja el pozo brotante que la surte” y estaba rodeada de palcos en la que los “curiosos” se sentaban a ver la agilidad de aquellos que estuvieran nadando o practicando algún tipo de clavados.
No hubo motivos concretos que explicaran el por qué cayó en desuso la tradición, pero se infiere que con la llegada del agua a las casas capitalinas alrededor de la década de 1910 los baños fueron cayendo en desuso y las albercas de la colonia Juárez fueron cerrando ya entrado el siglo XX, siendo la última en demolerse la Alberca Pane, con la cual se fue el recuerdo de cómo se vivía esta colorida e inexistente tradición capitalina.
Para quienes gusten, el recuerdo de este lugar quedó plasmado en el texto Las niñas de la alberca Pane , tres hermanas (Isaura, Rebeca y Natalia) protagonistas de la novela Baile y cochino de José Tomás de Cuéllar en el año 1886.
Pie de foto: Un grupo de niños se preparan para lanzarse del trampolín en la Alberca Pane alrededor de 1918. Este popular espacio de recreación, abierto en 1872, estuvo en la esquina de Atenas y Versalles, a unos pasos de la glorieta de Colón; hacia finales de los años treinta cedió su lugar a un taller automotriz, demolido recientemente. Foto: INAH.
La imagen principal es una publicación de El Mundo Ilustrado sobre el festejo del día de San Juan en la Alberca Pane, donde se realizaban concursos de clavados, entre ellos comer bajo el agua. Foto: Colección Villasana - Torres.
Fuentes:
- Rodrigo Hidalgo, investigador y cronista de la Ciudad de México.
- Aram Ponce Franco, artista visual y cronista de la Colonia Juárez.
- Diario El Mundo Ilustrado.
- Diario EL UNIVERSAL ILUSTRADO.
- Libro México Pintoresco.