Decenas de tiendas de discos nacionales e importados surtieron a los capitalinos en sus mejores años de juventud durante los años 70, 80 y hasta bien entrado el siglo XXI. Las ubicaciones y catálogos de muchos negocios desaparecieron con el tiempo, pero algunos clientes todavía guardan los recuerdos de sus discotiendas favoritas.
Ya fuera en el Centro Histórico, Zona Rosa o en territorios de Tepito, la música construyó un prometedor mercado capitalino. Desde la época de oro del acetato hasta el fin del reinado del disco compacto, los habitantes del Área Metropolitana tuvieron muchos sitios para incrementar sus colecciones musicales.
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Discotiendas de Zona Rosa para acetatos de categoría
A lo largo de Avenida Balderas, en la colonia Centro, se encuentran algunos puestos ambulantes con grandes colecciones de discos –acetatos o compactos– de “medio cachete”. Ahí se ocultan verdaderos tesoros atemporales que en sitios web costarían una fortuna.
Muchos capitalinos que buscan entre desvencijadas cajas por alguna portada de rock, pop, ranchera o clásica, también vivieron la gloria de las discotiendas del siglo pasado. En sus tiempos mozos cazaron éxitos del momento y ya gastaron muchas quincenas en sus discos.
Uno de esos compradores es Pedro Chávez, quien recuerda con melancolía algunas tiendas de discos que frecuentó de joven.
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A su parecer, la Zona Rosa era el mejor lugar para comprar acetatos “de categoría” y pasó muchos fines de semana recorriendo sus establecimientos para comprar al menos un disco. Además de AB Discos, Zorba o Hip 70, que eran las más famosas del área, visitó otros pequeños negocios que no hicieron historia, pero que sostuvieron el mercado discográfico.
Chávez comentó para Mochilazo en el Tiempo que muchos de sus artistas favoritos los conoció gracias a Víctor Manuel Luján, locutor chihuahuense que expuso, a través de la señal radiofónica de WFM, a grupos de rock, metal y progresivo.
“Gracias a él y a videos musicales que salían en televisión abrí mis gustos al rock en inglés y mexicano. Anotaba el nombre de la canción y del grupo y me iba a buscarle en las tiendas para tener sus acetatos”, aseguró nuestro entrevistado.
Dadas sus preferencias musicales, Pedro Chávez frecuentó AB Discos más que otros establecimientos. La discotienda que se ubicó en calle Tíbet, número 100, a pocos pasos de Reforma y del Ángel de la Independencia, tenía un destacado catálogo de importación.
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Nuestro entrevistado aseguró que el distintivo más importante de AB eran unas estampas con su logo que ponían en cada compra y que otros capitalinos todavía recuerdan.
Chávez también visitó Zorba Discos, entonces ubicada en Liverpool 123, Zona Rosa. “No era mala, pero le faltaba el glamour que tenía AB. Sus discos eran variados, importados, pero yo siempre me iba a AB, su música era más selecta”, sostuvo.
Una de sus anécdotas favoritas fue la compra de acetatos de la banda de hard rock, Iron Maiden, en especial de su disco en vivo, Live After Death, que se agotó en todas las tiendas y él fue uno de los afortunados que pudo comprarlo a tiempo.
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“Si podías tenerlos en [impresión] mexicano al momento, era mejor. Se imprimían aquí antes de que llegaran importados, pero si era un disco famoso, se vendía mucho más rápido” compartió con EL UNIVERSAL. Según sus cálculos, gastó casi 25 mil pesos entre los años 80 y 90 para completar su querida colección melómana que aún conserva.
De tiendas de autoservicio hasta tianguis dominicales
En nuestro recorrido por Balderas también platicamos con Marcial Huerta León, vendedor y coleccionista de acetatos y discos compactos que tiene su propio puesto desde hace 20 años, a las afueras del Mercado de la Ciudadela.
Según compartió a EL UNIVERSAL, su búsqueda por acetatos comenzó en los 70, cuando la fiebre musical inició su azote en México con bandas como Creedence Clearwater Revival, The Doors, Black Sabbath o cantantes nacionales como Vicente Fernández y Lola Beltrán.
La mayoría de discos que Huerta León adquirió por esos años eran usados o de intercambios con amigos. “Cuando vimos que sí era buen negocio, empezamos a venderlos”, comentó.
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El vendedor y coleccionista aseguró que el costo de los acetatos era elevado en sus primeras etapas, pero con la apertura de más tiendas hubo mejores opciones y se vendían discos “difíciles” o poco conocidos. “Había licenciados que se llevaban su montón y pagaban, en aquellos años 74 o 76, hasta 2 mil pesos de puro disco”, recordó.
Con grabaciones nacionales e importadas, Marcial Huerta conoció a artistas mexicanos, en inglés y de rock argentino, venezolano o español. Se hizo cliente de Zorba Discos, de Briyus –negocio en Insurgentes, con gran variedad de importados– y de Aquarius, una de las pocas discotiendas que aún está en pie en la colonia Roma, con catálogo rockero y metalero.
Entre sus establecimientos favoritos estuvo El Gran Disco, en el Edificio Beaumont –esquina de Balderas y Juárez– y su gran oferta de oldies, con artistas de los años 50 y 60 que todavía tenían éxito a pesar de su tiempo. La tienda abarcó todo un piso del famoso inmueble y nunca dejó de vender acetatos de 33 o 45 revoluciones, a pesar de la poderosa incursión del CD.
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Nuestro entrevistado también solía recorrer el Mercado de Discos, negocio abierto desde los años 60 y pionero en las entregas a domicilio; también visitó la cadena Discolandia, con sucursales “bien surtidas”; o comercios como Wal-Mart, Bodega Aurrera, tiendas ISSSTE y hasta tianguis dominicales, todos con una oferta generosa de música para los capitalinos.
Según nuestros datos, la tienda del ISSSTE que se ubicó entre Delicias y Aranda –ahora filial de otra cadena de autoservicio– apenas tenía un espacio de 3x3 metros para su oferta discográfica, pero cada semana contó con nuevos acetatos, desde artistas nacionales hasta heavy metal, a precio accesible, rondando los 50 pesos, y una gran demanda de compradores.
En el caso de los tianguis, hasta los más sencillos tenían un puesto destinado a discos musicales, ya fuera nuevos o segunda mano, y a precios bastante baratos, siendo una buena competencia para negocios establecidos.
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Feria del Disco, “supertienda para mayoristas”
Pero existió una discotienda que Marcial Huerta y otros miles de melómanos y comerciantes visitaron, un negocio en Tepito que hizo temblar a la industria discográfica.
Nuestra búsqueda por la Hemeroteca de EL UNIVERSAL obtuvo pocos datos sobre tiendas musicales capitalinas, pero la Feria del Disco, un comercio de la calle Matamoros, colonia Morelos, brilló por la gran cantidad de menciones que tuvo en nuestras páginas.
El local, fundado por Lino Garduño, ofreció una impresionante cantidad de acetatos, discos compactos y cassettes al mayoreo, situado en el “populoso barrio de Tepito”, como se anunció un día después de su inauguración en EL UNIVERSAL el 31 de octubre de 1981. Se le llamó “una supertienda de autoservicio para mayoristas”.
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Según Marcial Huerta, entrevistado para Mochilazo en el Tiempo, las compras en la Feria del Disco eran de 12 artículos, como mínimo. El vendedor y coleccionista veía llegar a comerciantes de varias partes del país para surtirse a precios accesibles; “cuando se popularizó el compacto, ahí podías comprar hasta en 15 pesos la unidad”, aseguró.
La Feria del Disco tenía una extensión de 4 mil 500 metros cuadrados, siendo “la tienda de discos más grande de Latinoamérica”, como la describió esta casa editorial en 1981. Además de su extenso almacén, el negocio contó con una cómoda cafetería, asistencia para ventas foráneas y asesoramiento telefónico para auxiliar a emprendedores.
Su apertura a comienzos de los 80, época dorada para los acetatos y consumo musical, preocupó a ejecutivos discográficos de la CBS, RCA o Melody, pues sería “el proveedor de discos más fuerte de México”, según declararon a EL UNIVERSAL.
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Durante dos décadas, la Feria del Disco ofreció precios bajos para vendedores discográficos. Aunque su oferta era para comercio mayorista, algunos capitalinos armaron “trampillas” con sus amigos para comprar decenas de discos y fingir que eran comerciantes.
Desde comienzos de los 90, la Feria del Disco enfrentó una férrea competencia. Mercado de Discos, negocio que ya tenía casi 30 años de ventaja, también ofreció mayoreo, así como Carnaval de Disco, que no contó con gran variedad de artistas, pero sí precios accesibles.
En 1994, EL UNIVERSAL describió que, en la calle de Matamoros, territorio de Lino Garduño, numerosos locales y puestos ambulantes vendían los éxitos del momento a precios risibles y en copias piratas, lo que mermó la rentabilidad de las tiendas como la Feria del Disco.
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El “pulpo discográfico” cerró en 2003, luego de 22 años. Para ese momento, cadenas como Tower Records y MixUp se adjudicaron el trono de las discotiendas musicales del siglo XX.
Comercial de 1985 para la Feria del Disco que ofrecía “el más amplio surtido en música de todos los tiempos” en sucursales de la CDMX, Guadalajara y Monterry. Fuente: YouTube.
A un paso del nuevo milenio, Tower Records llegó a CDMX
La famosa franquicia estadounidense, Tower Records, arribó a México el 30 de octubre de 1993, con la apertura de una sucursal en la calle Niza, Zona Rosa, en un inmueble de dos pisos con muchos anaqueles y decoración moderna. A la inauguración acudió el fundador de la empresa, Russ Solomon, junto con el cantante Luis Miguel.
Tower Records llegó a calles capitalinas gracias al ejecutivo californiano de 28 años, David Fillis, quien propuso abrir una filial en México. Para ese momento, la exitosa cadena tenía más de 160 sucursales en todo el mundo, con precios muy competitivos y una variedad envidiable de compactos, cassettes, películas DVD, los olvidables laserdiscs, ropa, cómics, libros y revistas.
Dos años después, el 17 de noviembre del 95, se abrió una segunda tienda, ahora en Altavista; en esa ocasión, la cantante española Rocío Dúrcal apadrinó la inauguración, acompañada por los miembros de Café Tacuba, Ni Fu Ni Fa y Ely Guerra, entre otros tantos artistas convocados. Tower Records tuvo una imagen sofisticada y moderna que sepultó a los negocios del siglo saliente.
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Antes de concluir el milenio, Gran Sur y Mundo E abrieron sus propias filiales, aunque la franquicia ya enfrentaba altibajos en ventas a causa de la crisis económica de 1994.
Fue a inicios del 2003 que Grupo Sanborns –propiedad de Carlos Slim, dueño de las tiendas MixUp– adquirió la franquicia de Russ Solomon en México, con todo y sus locales en Área Metropolitana y provincia, así como sus 320 mil títulos discográficos, fílmicos y literarios.
En entrevista con este diario, Jorge Serrano, entonces jefe de inversionistas de Grupo Sanborns dijo que la idea era mantener Tower Records y hacerlo competir con MixUp, pues era “un buen nombre y una franquicia que en todo caso buscaremos desarrollar”. Slim fue dueño de las dos cadenas más importantes del mercado discográfico durante una década.
El emporio aguantó hasta febrero del 2013, cuando cerraron las últimas tiendas de Tower Records. La cadena de discos remató sus productos y melómanos o vendedores como nuestros entrevistados aprovecharon los precios de despedida.
Huerta León recordó que apenas se llevó 80 compactos a costo de 20 pesos, pero otros emprendedores compraron hasta 300 discos.
En nuestra siguiente entrega repasaremos las amenazas que tumbaron al mercado discográfico capitalino y cómo algunos puestos ambulantes de la actualidad son los que sostienen el interés por los discos físicos y el disfrute melómano.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Entrevista con Pedro Chávez, comprador y coleccionista de CD y vinilos
- Entrevista con Marcial Huerta León, vendedor y coleccionista de acetatos y discos compactos