Decenas de tiendas de discos nacionales e importados surtieron a los capitalinos en sus durante los años 70, 80 y hasta bien entrado el siglo XXI. Las ubicaciones y catálogos de muchos negocios desaparecieron con el tiempo, pero algunos clientes todavía guardan los recuerdos de sus discotiendas favoritas.

Ya fuera en el Centro Histórico, Zona Rosa o en territorios de Tepito, la música construyó un prometedor mercado capitalino. Desde la época de oro del acetato hasta el fin del reinado del disco compacto, los habitantes del Área Metropolitana tuvieron muchos sitios para incrementar sus colecciones musicales.

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Anuncio de EL UNIVERSAL año 1978, sobre “Disco Éxitos”, “la tienda de discos más famosa de Azcapotzalco”. No se obtuvo mucha información sobre los puntos de venta discográficos en la capital, pero los capitalinos mantienen vivos sus recuerdos. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Anuncio de EL UNIVERSAL año 1978, sobre “Disco Éxitos”, “la tienda de discos más famosa de Azcapotzalco”. No se obtuvo mucha información sobre los puntos de venta discográficos en la capital, pero los capitalinos mantienen vivos sus recuerdos. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Discotiendas de Zona Rosa para acetatos de categoría

A lo largo de Avenida Balderas, en la colonia Centro, se encuentran algunos puestos ambulantes con grandes colecciones de discos –acetatos o compactos– de “medio cachete”. Ahí se ocultan verdaderos tesoros atemporales que en sitios web costarían una fortuna.

Muchos capitalinos que buscan entre desvencijadas cajas por alguna portada de rock, pop, ranchera o clásica, también vivieron la gloria de las discotiendas del siglo pasado. En sus tiempos mozos cazaron éxitos del momento y ya gastaron muchas quincenas en sus discos.

Uno de esos compradores es Pedro Chávez, quien recuerda con melancolía algunas tiendas de discos que frecuentó de joven.

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A su parecer, la Zona Rosa era el mejor lugar para comprar acetatos “de categoría” y pasó muchos fines de semana recorriendo sus establecimientos para comprar al menos un disco. Además de AB Discos, Zorba o Hip 70, que eran las más famosas del área, visitó otros pequeños negocios que no hicieron historia, pero que sostuvieron el mercado discográfico.

Anuncio de Zorba Discos en EL UNIVERSAL, con sus tres sucursales en la capital y hasta servicio a domicilio. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Anuncio de Zorba Discos en EL UNIVERSAL, con sus tres sucursales en la capital y hasta servicio a domicilio. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Chávez comentó para Mochilazo en el Tiempo que muchos de sus artistas favoritos los conoció gracias a Víctor Manuel Luján, locutor chihuahuense que expuso, a través de la señal radiofónica de WFM, a grupos de rock, metal y progresivo.

“Gracias a él y a videos musicales que salían en televisión abrí mis gustos al rock en inglés y mexicano. Anotaba el nombre de la canción y del grupo y me iba a buscarle en las tiendas para tener sus acetatos”, aseguró nuestro entrevistado.

Dadas sus preferencias musicales, Pedro Chávez frecuentó AB Discos más que otros establecimientos. La discotienda que se ubicó en calle Tíbet, número 100, a pocos pasos de Reforma y del Ángel de la Independencia, tenía un destacado catálogo de importación.

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Nuestro entrevistado aseguró que el distintivo más importante de AB eran unas estampas con su logo que ponían en cada compra y que otros capitalinos todavía recuerdan.

Vista del Ángel de la Independencia y el pequeño anuncio de AB Discos en la calle Tíbet. EL UNIVERSAL siguió de cerca las tendencias musicales y varias ocasiones acudió a la tienda de acetatos importados para saber qué discos tenían éxito en ventas; AB Discos cerró sus puertas a inicio de los años 90. Foto: Colección Carlos Villasana.
Vista del Ángel de la Independencia y el pequeño anuncio de AB Discos en la calle Tíbet. EL UNIVERSAL siguió de cerca las tendencias musicales y varias ocasiones acudió a la tienda de acetatos importados para saber qué discos tenían éxito en ventas; AB Discos cerró sus puertas a inicio de los años 90. Foto: Colección Carlos Villasana.

Chávez también visitó Zorba Discos, entonces ubicada en Liverpool 123, Zona Rosa. “No era mala, pero le faltaba el glamour que tenía AB. Sus discos eran variados, importados, pero yo siempre me iba a AB, su música era más selecta”, sostuvo.

Una de sus anécdotas favoritas fue la compra de acetatos de la banda de hard rock, Iron Maiden, en especial de su disco en vivo, Live After Death, que se agotó en todas las tiendas y él fue uno de los afortunados que pudo comprarlo a tiempo.

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“Si podías tenerlos en [impresión] mexicano al momento, era mejor. Se imprimían aquí antes de que llegaran importados, pero si era un disco famoso, se vendía mucho más rápido” compartió con EL UNIVERSAL. Según sus cálculos, gastó casi 25 mil pesos entre los años 80 y 90 para completar su querida colección melómana que aún conserva.

Oferta laboral del Aviso Oportuno, en 1982, para contratar a una “señorita vendedora” en una “prestigiada tienda de discos importados”, que era AB Discos en Tíbet 100. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Oferta laboral del Aviso Oportuno, en 1982, para contratar a una “señorita vendedora” en una “prestigiada tienda de discos importados”, que era AB Discos en Tíbet 100. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

De tiendas de autoservicio hasta tianguis dominicales

En nuestro recorrido por Balderas también platicamos con Marcial Huerta León, vendedor y coleccionista de acetatos y discos compactos que tiene su propio puesto desde hace 20 años, a las afueras del Mercado de la Ciudadela.

Según compartió a EL UNIVERSAL, su búsqueda por acetatos comenzó en los 70, cuando la fiebre musical inició su azote en México con bandas como Creedence Clearwater Revival, The Doors, Black Sabbath o cantantes nacionales como Vicente Fernández y Lola Beltrán.

La mayoría de discos que Huerta León adquirió por esos años eran usados o de intercambios con amigos. “Cuando vimos que sí era buen negocio, empezamos a venderlos”, comentó.

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El vendedor y coleccionista aseguró que el costo de los acetatos era elevado en sus primeras etapas, pero con la apertura de más tiendas hubo mejores opciones y se vendían discos “difíciles” o poco conocidos. “Había licenciados que se llevaban su montón y pagaban, en aquellos años 74 o 76, hasta 2 mil pesos de puro disco”, recordó.

Anuncio de 1981, sobre la próxima apertura de la Feria del Disco, proyecto de la familia Garduño. Su imperio comenzó en Tepito, en la calle Toltecas, en 1971, con una sencilla tienda de discos, para después abrir otra, así como una segunda en Matamoros 118, entre 1972 a 1977, hasta que se inauguró la señorial Feria del Disco mayorista. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Anuncio de 1981, sobre la próxima apertura de la Feria del Disco, proyecto de la familia Garduño. Su imperio comenzó en Tepito, en la calle Toltecas, en 1971, con una sencilla tienda de discos, para después abrir otra, así como una segunda en Matamoros 118, entre 1972 a 1977, hasta que se inauguró la señorial Feria del Disco mayorista. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Con grabaciones nacionales e importadas, Marcial Huerta conoció a artistas mexicanos, en inglés y de rock argentino, venezolano o español. Se hizo cliente de Zorba Discos, de Briyus –negocio en Insurgentes, con gran variedad de importados– y de Aquarius, una de las pocas discotiendas que aún está en pie en la colonia Roma, con catálogo rockero y metalero.

Entre sus establecimientos favoritos estuvo El Gran Disco, en el Edificio Beaumont –esquina de Balderas y Juárez– y su gran oferta de oldies, con artistas de los años 50 y 60 que todavía tenían éxito a pesar de su tiempo. La tienda abarcó todo un piso del famoso inmueble y nunca dejó de vender acetatos de 33 o 45 revoluciones, a pesar de la poderosa incursión del CD.

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Nuestro entrevistado también solía recorrer el Mercado de Discos, negocio abierto desde los años 60 y pionero en las entregas a domicilio; también visitó la cadena Discolandia, con sucursales “bien surtidas”; o comercios como Wal-Mart, Bodega Aurrera, tiendas ISSSTE y hasta tianguis dominicales, todos con una oferta generosa de música para los capitalinos.

Vista de Avenida Juárez; a la derecha, el Edificio Beaumont, donde se ubicó El Gran Disco. En la actualidad, ahí se ubican varios puestos ambulantes de acetatos y compactos para aquellos que todavía alimentan su colección melómana. Foto: Colección Carlos Villasana.
Vista de Avenida Juárez; a la derecha, el Edificio Beaumont, donde se ubicó El Gran Disco. En la actualidad, ahí se ubican varios puestos ambulantes de acetatos y compactos para aquellos que todavía alimentan su colección melómana. Foto: Colección Carlos Villasana.

Según nuestros datos, la tienda del ISSSTE que se ubicó entre Delicias y Aranda –ahora filial de otra cadena de autoservicio– apenas tenía un espacio de 3x3 metros para su oferta discográfica, pero cada semana contó con nuevos acetatos, desde artistas nacionales hasta heavy metal, a precio accesible, rondando los 50 pesos, y una gran demanda de compradores.

En el caso de los tianguis, hasta los más sencillos tenían un puesto destinado a discos musicales, ya fuera nuevos o segunda mano, y a precios bastante baratos, siendo una buena competencia para negocios establecidos.

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Feria del Disco, “supertienda para mayoristas”

Pero existió una discotienda que Marcial Huerta y otros miles de melómanos y comerciantes visitaron, un negocio en Tepito que hizo temblar a la industria discográfica.

Anuncio de apertura de la Feria del Disco, “la más grande exhibición permanente de discos y cassettes de toda Latinoamérica, Europa y Estados Unidos”. Además del servicio de venta mayorista, en su interior había un auditorio para 200 personas, destinado a “impulsar la nueva ola artística” con presentaciones en vivo. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Anuncio de apertura de la Feria del Disco, “la más grande exhibición permanente de discos y cassettes de toda Latinoamérica, Europa y Estados Unidos”. Además del servicio de venta mayorista, en su interior había un auditorio para 200 personas, destinado a “impulsar la nueva ola artística” con presentaciones en vivo. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Nuestra búsqueda por la Hemeroteca de EL UNIVERSAL obtuvo pocos datos sobre tiendas musicales capitalinas, pero la Feria del Disco, un comercio de la calle Matamoros, colonia Morelos, brilló por la gran cantidad de menciones que tuvo en nuestras páginas.

El local, fundado por Lino Garduño, ofreció una impresionante cantidad de acetatos, discos compactos y cassettes al mayoreo, situado en el “populoso barrio de Tepito”, como se anunció un día después de su inauguración en EL UNIVERSAL el 31 de octubre de 1981. Se le llamó “una supertienda de autoservicio para mayoristas”.

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Según Marcial Huerta, entrevistado para Mochilazo en el Tiempo, las compras en la Feria del Disco eran de 12 artículos, como mínimo. El vendedor y coleccionista veía llegar a comerciantes de varias partes del país para surtirse a precios accesibles; “cuando se popularizó el compacto, ahí podías comprar hasta en 15 pesos la unidad”, aseguró.

Anuncio sobre el aniversario de la Feria del Disco. “Nació un pulpo que nos envolverá con sus tentáculos”, comentó un ejecutivo discográfico, mientras convivía en la fiesta de apertura en 1981; también confesó que Garduño condicionó a las disqueras, exigiéndoles mobiliario y 10 mil pesos mensuales para promoción. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Anuncio sobre el aniversario de la Feria del Disco. “Nació un pulpo que nos envolverá con sus tentáculos”, comentó un ejecutivo discográfico, mientras convivía en la fiesta de apertura en 1981; también confesó que Garduño condicionó a las disqueras, exigiéndoles mobiliario y 10 mil pesos mensuales para promoción. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Lino Garduño y su hija Katy, junto a Rigo Tovar, durante la apertura de la Feria del Disco. Según EL UNIVERSAL, la idea de una central mayorista provino de Katy, de entonces 19 años, quien propuso a su padre vender en mayoreo discos nacionales, importados y accesorios que complementen una experiencia musical. Foto: Jorge Nuñez/Archivo EL UNIVERSAL.
Lino Garduño y su hija Katy, junto a Rigo Tovar, durante la apertura de la Feria del Disco. Según EL UNIVERSAL, la idea de una central mayorista provino de Katy, de entonces 19 años, quien propuso a su padre vender en mayoreo discos nacionales, importados y accesorios que complementen una experiencia musical. Foto: Jorge Nuñez/Archivo EL UNIVERSAL.

La Feria del Disco tenía una extensión de 4 mil 500 metros cuadrados, siendo “la tienda de discos más grande de Latinoamérica”, como la describió esta casa editorial en 1981. Además de su extenso almacén, el negocio contó con una cómoda cafetería, asistencia para ventas foráneas y asesoramiento telefónico para auxiliar a emprendedores.

Su apertura a comienzos de los 80, época dorada para los acetatos y consumo musical, preocupó a ejecutivos discográficos de la CBS, RCA o Melody, pues sería “el proveedor de discos más fuerte de México”, según declararon a EL UNIVERSAL.

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Durante dos décadas, la Feria del Disco ofreció precios bajos para vendedores discográficos. Aunque su oferta era para comercio mayorista, algunos capitalinos armaron “trampillas” con sus amigos para comprar decenas de discos y fingir que eran comerciantes.

Anuncio de septiembre de 1985, tras el terremoto que azotó la capital. El negocio de Lino Garduño mantenía sus horarios habituales, pero hizo ajustes en su sistema de pedido hasta que las comunicaciones se regularizaran. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Anuncio de septiembre de 1985, tras el terremoto que azotó la capital. El negocio de Lino Garduño mantenía sus horarios habituales, pero hizo ajustes en su sistema de pedido hasta que las comunicaciones se regularizaran. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Desde comienzos de los 90, la Feria del Disco enfrentó una férrea competencia. Mercado de Discos, negocio que ya tenía casi 30 años de ventaja, también ofreció mayoreo, así como Carnaval de Disco, que no contó con gran variedad de artistas, pero sí precios accesibles.

En 1994, EL UNIVERSAL describió que, en la calle de Matamoros, territorio de Lino Garduño, numerosos locales y puestos ambulantes vendían los éxitos del momento a precios risibles y en copias piratas, lo que mermó la rentabilidad de las tiendas como la Feria del Disco.

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El “pulpo discográfico” cerró en 2003, luego de 22 años. Para ese momento, cadenas como Tower Records y MixUp se adjudicaron el trono de las discotiendas musicales del siglo XX.

Fiesta de apertura de la Feria del Disco, el 30 de octubre de 1981, con su fundador, Lino Garduño. La megatienda de Tepito adquirió derechos de exclusividad sobre discos de artistas como Joe Satriani, Steve Vai, Frank Zappa o Sepultura, ritmos novedosos para la juventud capitalina. Foto: Jorge Nuñez /Archivo EL UNIVERSAL.
Fiesta de apertura de la Feria del Disco, el 30 de octubre de 1981, con su fundador, Lino Garduño. La megatienda de Tepito adquirió derechos de exclusividad sobre discos de artistas como Joe Satriani, Steve Vai, Frank Zappa o Sepultura, ritmos novedosos para la juventud capitalina. Foto: Jorge Nuñez /Archivo EL UNIVERSAL.

Comercial de 1985 para la Feria del Disco que ofrecía “el más amplio surtido en música de todos los tiempos” en sucursales de la CDMX, Guadalajara y Monterry. Fuente: YouTube.

A un paso del nuevo milenio, Tower Records llegó a CDMX

La famosa franquicia estadounidense, Tower Records, arribó a México el 30 de octubre de 1993, con la apertura de una sucursal en la calle Niza, Zona Rosa, en un inmueble de dos pisos con muchos anaqueles y decoración moderna. A la inauguración acudió el fundador de la empresa, Russ Solomon, junto con el cantante Luis Miguel.

Tower Records llegó a calles capitalinas gracias al ejecutivo californiano de 28 años, David Fillis, quien propuso abrir una filial en México. Para ese momento, la exitosa cadena tenía más de 160 sucursales en todo el mundo, con precios muy competitivos y una variedad envidiable de compactos, cassettes, películas DVD, los olvidables laserdiscs, ropa, cómics, libros y revistas.

Dos años después, el 17 de noviembre del 95, se abrió una segunda tienda, ahora en Altavista; en esa ocasión, la cantante española Rocío Dúrcal apadrinó la inauguración, acompañada por los miembros de Café Tacuba, Ni Fu Ni Fa y Ely Guerra, entre otros tantos artistas convocados. Tower Records tuvo una imagen sofisticada y moderna que sepultó a los negocios del siglo saliente.

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Antes de concluir el milenio, Gran Sur y Mundo E abrieron sus propias filiales, aunque la franquicia ya enfrentaba altibajos en ventas a causa de la crisis económica de 1994.

Apertura de Tower Records en 1995, en plaza Altavista. Establecimientos como esta franquicia o Mixup tenían modelos atractivos de exhibición, como poder escuchar las novedades o pedidos importados. Foto: Raúl Estrella/Archivo EL UNIVERSAL.
Apertura de Tower Records en 1995, en plaza Altavista. Establecimientos como esta franquicia o Mixup tenían modelos atractivos de exhibición, como poder escuchar las novedades o pedidos importados. Foto: Raúl Estrella/Archivo EL UNIVERSAL.

Fue a inicios del 2003 que Grupo Sanborns –propiedad de Carlos Slim, dueño de las tiendas MixUp– adquirió la franquicia de Russ Solomon en México, con todo y sus locales en Área Metropolitana y provincia, así como sus 320 mil títulos discográficos, fílmicos y literarios.

En entrevista con este diario, Jorge Serrano, entonces jefe de inversionistas de Grupo Sanborns dijo que la idea era mantener Tower Records y hacerlo competir con MixUp, pues era “un buen nombre y una franquicia que en todo caso buscaremos desarrollar”. Slim fue dueño de las dos cadenas más importantes del mercado discográfico durante una década.

El emporio aguantó hasta febrero del 2013, cuando cerraron las últimas tiendas de Tower Records. La cadena de discos remató sus productos y melómanos o vendedores como nuestros entrevistados aprovecharon los precios de despedida.

Huerta León recordó que apenas se llevó 80 compactos a costo de 20 pesos, pero otros emprendedores compraron hasta 300 discos.

En nuestra siguiente entrega repasaremos las amenazas que tumbaron al mercado discográfico capitalino y cómo algunos puestos ambulantes de la actualidad son los que sostienen el interés por los discos físicos y el disfrute melómano.

Artistas que asistieron a la inauguración de la filial de Tower Records en Altavista. Según reportó este diario, la estrategia comercial de la empresa estadounidense usó el modelo financiero joint venture, una unión entre dos compañías que comparten un objetivo comercial y eso facilita la expansión de franquicias. Foto: Raúl Estrella/Archivo EL UNIVERSAL.
Artistas que asistieron a la inauguración de la filial de Tower Records en Altavista. Según reportó este diario, la estrategia comercial de la empresa estadounidense usó el modelo financiero joint venture, una unión entre dos compañías que comparten un objetivo comercial y eso facilita la expansión de franquicias. Foto: Raúl Estrella/Archivo EL UNIVERSAL.
  • Fuentes:
  • Hemeroteca EL UNIVERSAL.
  • Entrevista con Pedro Chávez, comprador y coleccionista de CD y vinilos
  • Entrevista con Marcial Huerta León, vendedor y coleccionista de acetatos y discos compactos


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