México prolonga el contacto con los que dejan esta vida, sin importar el lugar o el momento, así lo sugiere una práctica que se hace notar más allá de viviendas y panteones. El contacto cotidiano con “la otra vida” se da en las calles, gracias a las cruces y “capillitas” que señalan, a través de los años, el sitio donde alguien perdió la vida.
Si bien se trata de una costumbre de la que pocas veces se habla en voz alta, no por ello es desconocida. Aquellas inscripciones, por naturaleza trágicas, tienen un lugar imborrable en la consciencia colectiva por su presencia en caminos que todos recorremos en algún momento.
Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo comparte los recuerdos, las experiencias y los pensamientos de personas que guardan un vínculo cercano con la práctica de ponerle un memorial a alguien “que partió antes de tiempo” cuando transitaba en un “no-lugar”.
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Monumentos donde hubo muerte
“Cuando pierdes un familiar, no puedes guardar muchas cosas [de esa persona]”, dice en entrevista el publicista Martín Chávez Ávila. En 2014, cuando él aún era menor de edad, perdió a su madre en un accidente vial, y lo que comparte es su primer pensamiento acerca de la cruz que mandaron a hacer en memoria de ella.
Una cruz en la banqueta, una capillita con espacio suficiente para una veladora o a veces un modesto letrero a orillas de la carretera, los cenotafios son pequeños monumentos -siempre lejos de los restos mortales del difunto- que parecieran susurrarle a peatones y automovilistas que “aquí murió alguien”.
Quienes se cruzan con ellos en sus trayectos cotidianos pueden notar algo más: qué tan abandonados o cuidados se mantienen con el paso de los años.
Hay muchos que lucen por completo olvidados, perdidos entre la maleza o desgastados por los elementos. Otros tantos muestran la ocasional visita de algún conocido, y algunos más dan señas de contar con alguien cercano que no escatima el tiempo que le dedican a llevarles flores y adornos o limpiarlos.
Este detalle nos ayuda a reflexionar que a pesar de estar en espacios públicos, aquellas cruces y capillas tienen un significado más allá de lo urbano, uno que yace en el aspecto familiar.
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No es descabellado suponer que hay peatones empáticos que sienten compasión por los difuntos y deudos relacionados con la tragedia de cada memorial. Sin embargo, tras vivir la experiencia de colocar una cruz en memoria de su madre, Ávila opina que esa empatía no es algo frecuente.
Quizá es lo más natural, ya que después de todo, él también cree que un cenotafio es un apoyo material para vivir el duelo, un proceso mucho más personal que colectivo.
“Creo que hasta que te pasa y tienes un familiar que has perdido, las cosas empiezan a tomar sentido”, comenta Martín, y agrega que “para entender la muerte te tiene que pasar a ti […] Es una experiencia muy fuerte y lo más lógico es decir ‘no quiero volver a vivir esto’ [e ignorarlo]”.
Desde su punto de vista, “lo que hacen estas crucecitas es tener un punto de anclaje de esa persona contigo y este mundo. Significa un lugar que no es el más práctico ni el más cómodo pero sé que puedo ir ahí”.
El trabajo de cuidar las “crucecitas” del camino
Aclara que no cuenta con fotos de la “crucecita” por el lugar en que se encuentra. “Soy malo en geografía, pero sé que está en la carretera de Xalapa, Veracruz”. Como es de suponer, eso no le impide recordarla con claridad.
Nos platica que “es una cruz de madera, que tiene un librito, las fechas y ya sabes, la frase de ‘te recordamos con mucho cariño’. Se esforzaron, porque aparte tiene girasoles tallados en la madera. Eran sus flores favoritas, de hecho eran las únicas que le gustaban”.
Reconoce que “visitarla es un poco cansado, tanto emocional como físicamente”, pero comenta que cuando hacen el viaje no escatiman el esfuerzo, ya que “hay otras dos cruces ahí, si vemos que están sucias también las limpiamos”.
En el caso de la familia Ávila, no faltan los ánimos de acudir a la crucecita, porque la abuela de Martín, se ha encargado de tomar la iniciativa desde el comienzo.
“Mi abuela, que extrañamente no es de muchas tradiciones o muy católica, dijo ‘vamos a hacerle su crucecita‘”, narra el joven, y cuenta que además la señora, gracias a vivir en el estado de Veracruz, “siempre que sale [de su rancho] pide detenerse en ese lugar”.
Aunque por su edad no fue algo que le tocara gestionar a Martín, sí sabe que sus parientes mandaron a hacer la cruz de su madre en una carpintería: “Si hubiéramos tenido familiares que se dedicaran a la carpintería o algo así, se hubiera hecho con ellos. Costó entre 400 y 600 pesos, en 2014 y en provincia”.
La familia de Martín escogió una cruz tallada en madera por gusto, pero es cierto que su cuidado requiere atención, de modo que hoy en día se recomienda hacerlos en piedra.
Así como en el exterior del Panteón Francés de La Piedad puede encontrarse infinidad de arreglos florales, en las calles cercanas a la estación del metro Panteones se ubica un pequeño taller de marmolería que destaca por su tradición e innovación.
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El señor Cesar Augusto González Alemán, dueño y artesano del negocio, es la tercera generación en su familia que se dedica a vender monumentos funerarios, ahora con la ayuda de su pareja Yasmin Rocha Vicencio.
En entrevista para EL UNIVERSAL, comparten que para su marmolería los encargos de cenotafios sí son algo frecuente: en un mes les han pedido hasta quince o veinte diferentes, y la demanda suele ser mayor que nunca en torno al Día de Muertos.
Esta pequeña empresa recomienda al público, sin importar a quién acudan, inclinarse por materiales resistentes a la intemperie para sus cruces y capillitas. Aunque para algunos es menos elegante, el granito natural es muy bueno en la relación costo beneficio, por ejemplo.
Para un monumento que estará en la calle, en lugar de mármol o cuarzo recomiendan el terrazo o la cantera (también llamada recinto) porque al ser piedra volcánica es tan económica que puede conseguirse un cenotafio desde 2 mil 500 pesos.
Esa sugerencia tiene detrás toda una vida de experiencia por parte de Cesar Augusto, cuyo padre y abuelo manejaron el mismo giro por décadas antes que él, quien desde hace seis años decidió iniciar su propio emprendimiento con esas habilidades y saberes.
En menos de una década, este negocio ya ha provisto cenotafios singulares. Según explican, algo que los distingue entre los colegas del oficio es que no sólo producen a partir de moldes, sino que si un cliente propone o pide algo especial, don Cesar trabaja sobre diseño.
De esa forma han creado monumentos que, en lugar de la usual cruz o capilla, destacan por decoraciones como una guitarra, un jardín miniatura o la fotografía de un perrito -todos hechos en piedra-, que los deudos pidieron tomando en cuenta los gustos que tuvo en vida su ser querido.
Por supuesto, la experiencia de encargar un memorial no es una que se anhele, pero sin duda es una precaución razonable conocer el oficio y las alternativas que suplen esa necesidad en tiempos de duelo.
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Inseguridad y cariño, el origen de los cenotafios
La familia de Martín Ávila no suele ir a la crucecita en Día de Muertos, ya que la tumba está en el rancho de la abuela. En lugar de ello, dice, “la casa de mi abuela tiene un cuadro de mi mamá, entonces le hacemos altar”.
Para él, esta práctica es parte del duelo de un mexicano, que busca tener estos detalles y atenciones: “es como este te quiero, te amo, te extrañaré; que es como la materialización de todos estos sentimientos”.
A pesar de esa entrañable perspectiva, también tiene presente un aspecto más apremiante de los cenotafios. “Si está en una carretera o calle está ahí como advertencia, de tener cuidado”, dice.
Estos comentarios desentrañan matices más complejos detrás de los cenotafios, que van de la constante ornamentación que orquestan los deudos hasta su función como indicador de la inseguridad en los espacios públicos del país.
Ambos casos convergen en la ciudad de Culiacán, donde la presencia del Cártel de Sinaloa se percibe como origen del alto número cenotafios: para inicios de 2016, el equipo de Periodismo de Investigación de EL UNIVERSAL contabilizó 2 mil 800 cruces ahí.
Un dato igual de contundente, es que desde 2008 hasta la fecha, el cenotafio en memoria de Édgar Guzmán López (difunto hijo mayor de Joaquín El Chapo Guzmán) es quizá uno de los más conocidos del país, gracias en parte a que no hay época festiva en que no lo adornen, y en parte debido a su viralización en redes sociales.
Aquella cruz de concreto, que se encuentra en el estacionamiento de una tienda City Club, destaca todo el año, ya sea por su tamaño, sin duda imponente, o por detalles que van desde papel picado, veladoras y catrinas hasta generosos arreglos florales, globos de helio por docena y macetas de nochebuenas.
Podría decirse que las cruces, capillitas y demás cenotafios de México destacan en medio de las ciudades y caminos por las mismas razones: por ser ecos del cariño y del peligro.
El primero suele ser evidente, con sus adornos, con la limpieza o veladoras, pero el segundo es una reflexión que los deudos comparten con el resto de la población. Ya por la asfixiante violencia, ya por la celeridad y descuidos al volante, más que la empatía basta el sentido común para entender cuando un lugar presenta riesgos mortales.
Se sabe que desde reportajes hasta estudios académicos sobre los cenotafios giran en torno a las situaciones de tránsito o violencia que los hacen pasar de ser una práctica aislada a una costumbre funeraria creciente, como pasa en Culiacán por enfrentamientos armados o en el Valle de México por atropellamientos.
Para Martín Ávila, sólo queda ver el lado bueno de las cosas, puesto que dice “Es tanto el cariño que incluso en los lugares más escabrosos o recónditos, van y ponen estas cruces. Sin romantizarlo, creo que es algo muy bonito”.
Quienes sí tienen de otra son quienes no han pasado por la experiencia, en especial del lado de las autoridades de seguridad ciudadana y tránsito, en cuyas manos está cambiar el escenario.
No está de más hacer el habitual recordatorio: a quienes salen de casa, sin importar si es por carretera o en calles familiares, en carro o a pie, más vale tener las precauciones que haga falta para evitar accidentes. No en balde opina nuestro entrevistado que “México tiene un nivel empático o de consciencia relativamente bajo”.
A futuro próximo, sin embargo, lo más probable es que las cifras de muertes no cambien de la noche a la mañana, en vista de la realidad del país. Ante ello, sin duda continuará también esta costumbre del luto mexicano, que como expresa Martín, pareciera decirle a nuestros seres queridos “Sí te fuiste, pero no quiero que te vayas del todo”.
- Fuentes consultadas:
- Cabrera Martínez, Javier. “Con cervezas y flor de cempasúchil, decoran cenotafio a Edgar Guzmán, hijo de “El Chapo”, en EL UNIVERSAL, 2 de noviembre 2021.
- Cabrera Martínez, Javier. “Instalan cenotafio para Javier Valdez”, en EL UNIVERSAL, 24 de mayo 2017.
- De la Cruz Villanueva, Carlos A. “Recuerdo y muerte en las carreteras del Perú. Observación histórica a los cenotafios en la Panamericana Norte entre Lima y Trujillo”. Revista digital de historia de la Escuela de Historia, año 15, núm. 39. Universidad Nacional de Rosario, 2021.
- Díaz, Miguel. “Cruces en calles y carreteras: historias de muertes trágicas e inesperadas”, El Sol de Tampico. 2 de noviembre 2021.
- Djukick de Nery, Dobrila y Enrique Finol, José. “Antropología de la muerte: monumentos funerarios en carreteras venezolanas”, en Heterogénesis, revista de artes visuales. Núm. 25, octubre 1998.
- Dr. José Enrique Finol: Semiótica y Antropología.
- Enrique Finol, David y Enrique Finol, José. “Para que no queden penando…” Capillitas a la orilla del camino: una microcultura funeraria. Venezuela: Universidad del Zulia – Universidad Católica “Cecilio Acosta”, 2009.
- González, Alberto. Cruces en el camino: señales de una muerte violenta o trágica. EL UNIVERSAL.
- Huerta Gaytán, Pablo, Vital Hernández, Ma. Del Rosario y Padilla Muñoz, Miguel Ángel. “Consideraciones legales sobre la construcción y colocación de cenotafios y cruces en carreteras de Altos Sur de Jalisco, México”, en Atlante: Cuadernos de Educación de Desarrollo.
- Meza, Anahy. “Cruces en las avenidas y calles; el otro “panteón”, Milenio. 30 de octubre 2017.
- Meza, Sílber. “Culiacán, la ciudad de las cruces”, en EL UNIVERSAL, 21 de febrero 2016.
- “Ofrendas callejeras: el origen de las cruces mortuorias en senderos peligrosos”, MXC, octubre 2023.
- Sousa, Jaqueline P. “Las cruces en las carreteras: un ejemplo de relación con la muerte”, en PAI. Revista de etnografía. 6 de noviembre 2021.
- Téllez, Andrés. “Cruces de recuerdo o de olvido en carreteras y caminos”, El Sol del Bajío. 5 de noviembre 2023.
- Velázquez, Ana Karen. “Así mandó adornar ‘El Chapo’ Guzmán el lugar donde su hijo Édgar fue asesinado hace 16 años”, en EL UNIVERSAL, 8 DE MAYO 2024.