A lo largo del tiempo, las plagas han sido un problema que cambia en función de los nuevos estilos de vida de las personas y la llegada o partida de los diversos materiales con que se elaboran los productos de uso cotidiano.
Entre muchos de estos pequeños comelones estaban las famosas polillas, que si bien hoy en día para más de uno pasan desapercibidas por su casi nula aparición en los guardarropas actuales, en su momento fueron un dolor de cabeza de más de una ama de casa.
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Para esta entrega de Mochilazo en el tiempo, la experta en publicidad de décadas pasadas, Vanessa de la Rosa, nos habla acerca de las plagas que destrozaban la ropa, las formas de combatirlas y los materiales que revolucionaron el mercado.
Y es que este pequeño y aparentemente indefenso insecto, una vez que llegaba a los closets por los materiales de las prendas que ahí se guardaban, se encargaba sigilosamente de acabar con cualquiera de ellas haciendo pequeños y puntuales agujeros que a más de uno sorprendían al tomar la prenda favorita y darse cuenta de que ya no lucía como la última vez que la habían visto.
Productos naturales, un blanco fácil
Este problema se derivó en mayor medida de que antes gran parte de los productos que se utilizaban eran de origen animal o vegetal. Por ejemplo, durante varios años gran parte de los tejidos se conformaban a base de algodón, lino, lana, seda y otras fibras naturales en su totalidad, lo que provocaba que las prendas que estuvieran hechas de estos materiales se volvieran sumamente atractivas para este tipo de insectos.
Lo mismo ocurría en el caso de la madera, de la cual también se alimentaban, en especial cuando abundaba en la construcción de las viviendas.
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Lo complicado de estas plagas era que “acababas con uno y aparecían dos”, ya que por desgracia, para cuando las personas se daban cuenta que había intrusos en el closet, en realidad ya existía toda una comunidad invadiéndolo.
De ese modo, al querer terminar con ellos de forma manual se veía como algo eterno, pues salían de todos lados y entre más pasara el tiempo el problema crecía.
Esto por supuesto se debía a su rápida reproducción, ya que según la ciencia esta especie tiene la capacidad de generar entre 100 a 200 huevecillos. Lo curioso es que son las larvas las que se comen las telas.
No obstante, son las polillas adultas las que se reproducen y dejan ahí a las larvas para que se alimenten del entorno, en su caso ropa y madera.
La naftalina combatió desde plagas hasta moho
Aunque para nosotros era común llamarlo por su nombre científico, en lugares como Estados Unidos el nombre del producto que cambió este panorama tenía relación directa con su objetivo, como “bolitas para polillas”, en inglés: moth (polilla) balls (bolas). Aquí se le conoció como naftalina.
¿Pero de dónde provenía este remedio que hacía que desaparecieran plagas como ésta? La producción de naftalina provenía de la quema natural de combustibles, y hasta nuestros días aun la podemos percibir en el ambiente cuando se quema tabaco o madera.
Este producto es un hidrocarburo, es decir, un compuesto de carbono e hidrógeno, con el nombre químico de naftaleno, mientras que su nombre comercial viene del francés naphtaline. Se acostumbraba comprarlo en droguerías o en pequeñas tiendas abarroteras, que en su momento lo ofrecían al por mayor.
Vanessa menciona las sillas que tenían tejidos naturales en los asientos y respaldos para explicar que esa libre venta se debió a que combatía la polilla no sólo en la ropa, sino también en los muebles de madera.
“Incluso eliminaba la humedad y el moho en casa, aumentando aún más su popularidad y presentaciones, tanto en las tiendas como en las revistas y publicidad de la época, con la frase ‘ya no tiene que comer’ ”.
Para usarla, bastaba con colgar esa bolita de naftalina dentro del closet, algunos lo hacían inclusive sobre las prendas. Muchas veces se agregaba en la venta de este producto una herramienta que ayudara a colocarla dentro del guardarropa como una prenda más y así ahuyentar a las polillas.
Gracias a su peculiar olor y la evaporación del producto, a lo largo de uno o dos días se conseguía que las polillas desaparecieran en gran parte.
Una de las propiedades de la naftalina es que pasa de estado sólido a gaseoso sin volverse líquido. Esto evitó que a las personas les preocupara que este producto dañara sus prendas, a lo mucho se quedaría impregnado un peculiar olor, mismo que ocasionaba que en el mueble o ropero casi cualquier ser vivo se alejara.
Sin embargo, con el paso del tiempo este producto fue desplazado por otros más modernos y menos dañinos, ya que su uso prolongado llegaba a causar dolores de cabeza, náusea, vómito, diarrea, tos y hasta irritación ocular y de las vías respiratorias en los usuarios.
Además, la exposición a largo plazo llegó a ocasionar daño irreparable al hígado y a los riñones de más de una persona, por lo que hoy en día es sumamente complicado encontrarlo en los lugares donde un día se vendió en grandes volúmenes.
Las plagas retrocedieron ante las fibras sintéticas
El poco uso actual de la naftalina, agrega la entrevistada, no sólo se le atribuye a la prohibición que tuvo en el mercado, sino que además se debe a que con el paso de los años resultó menos común tener en casa plagas como la polilla, pues los materiales con los que hoy en día se elaboran los artículos del hogar y las prendas de uso diario provienen de composiciones sintéticas.
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Vanessa señala el poliestireno, el acrílico, la terlenka y demás composiciones a base de sustancias creadas por el hombre y que, afirma, por ende ya no son productos cien por ciento provenientes de la naturaleza. Así se logró que ya no fueran atractivos para el consumo de estos insectos.
Sin embargo, no por ello se olvida lo que un día salvó el guardarropa y mobiliario de más de una familia, y que trascendió de generación en generación por varias épocas como un remedio infalible.
- Fuentes:
- Entrevista con Vanessa de la Rosa, especialista en publicidad de décadas pasadas.
- Publicidad Revistas: Kena, Claudia.