Texto: Gabriel Sánchez Pozos
Diseño:
Miguel Ángel Garnica
Un arco de piedra de dos metros de alto se levanta sobre un camellón en la colonia el Valle . Al frente tiene las palabras Jardín Colonial. Hoy es nuestra máquina del tiempo, así que estás situado frente a él.
Viajas 90 años atrás: los autos se convierten en tranvías, los edificios se empequecen y desaparece el asfalto de las calles... de pronto pasan algunos perros corriendo a más de 50 kilómetros por hora frente a ti.
No, no es una jauría persiguiendo a un gato, sino a una liebre mecánica. Si volteas a tu derecha te podrás dar cuenta que hay gradas , y los canes que corren no son labradores y mucho menos chihuahuas, sino galgos .
Llegaste a un galgódromo .
Sí, hubo uno en la colonia del Valle y el arco en el que viajaste tiene en el 2019 la misma ubicación que el galgódromo en 1929: se encuentra la calle Martín Mendalde, que colinda al este con Amores, al oeste con avenida Coyoacán y cruza con Matías Romero al norte y Pilares al sur.
Este es el arco que indicaba la ubicación del fraccionamiento Jardín Colonial en la colonia del Valle y donde antes estuvo el galgódromo. Crédito: Gabriel Sánchez Pozos/Cortesía.
Según el extinto diario El Nacional, las instalaciones pertenecían al señor José Rodríguez. Aunque se desconoce la fecha de la construcción, para el 19 de abril de 1929 EL UNIVERSAL informaba que al día siguiente empezaba una nueva temporada de galgos bajo la tutela de la Compañía Mexicana de Carreras, donde competirían 250 de los “más finos y veloces ejemplares”.
El evento inaugural ofrecía a la gente la posibilidad de apostarle a uno de los ocho galgos en siete carreras.
Al final este negocio, popularizado en Estados Unidos e Inglaterra, tendría sus consecuencias, pero continúa leyendo.
Este es uno de los anuncios que indicaba a la gente el costo de entrada, el número de carreras y les hacía una invitación a apostar.
María de Jesús Real García Figueroa, cronista de la colonia del Valle, explica que en la actual colonia Ciudad de los Deportes , región cercana a la que ella estudia, existió una población importante de ingenieros alemanes e ingleses que trabajaron en los desaparecidos tranvías de la capital mexicana.
Aventura que esta podría ser una de las causas por las que surgió un galgódromo , pues los perros podrían haberse importado de Inglaterra, ya que como se anuncia en las páginas de El Gran Diario de México, son greyhound , una variante inglesa de estos canes.
Sin embargo, el jefe de Servicios Veterinarios de la Federación Canófila Mexicana, Andrés Villalobos, explica que estrictamente el término “galgo” se usa para la raza Galgo Español , pero con el tiempo a cualquier perro con capacidad para alcanzar grandes velocidades, se le ha conocido así.
Aunque el nombre correcto tendría que ser “ lebreles ” de la cual hay razas como el greyhound.
Estos perros, refiere el médico veterinario zootecnista, alcanzan entre 50 y 70 kilómetros por hora por su anatomía: cabezas largas y estrechas, fuerte musculatura, un pecho profundo para mayor capacidad pulmonar y piernas largas, entre otras cosas.
Aquí un video de carreras de galgos en Inglaterra
Así eran las carreras de perros en Inglaterra a mediados de siglo, donde este espectáculo se popularizó.
A pesar de estas características, Villalobos opina que son animales perfectamente capacitados para adaptarse a una vida hogareña ya que son perros “nobles, elegantes, gentiles y afectuosos”, aunque esto no exime al dueño de ejercitarlos entre 30 y 50 minutos diarios ya que como cualquier otra mascota, es una responsabilidad.
Por otro lado, EL UNIVERSAL ILUSTRADO refería que el galgódromo tenía un patio donde vivían 250 galgos de carreras . Todas las mañanas salían a caminar hora y media para “mantener ágiles los músculos del animal”; además, se les fregaba con alcohol para “tonificarlos” . Si alguno llegaba a tener una herida sufrida en alguna carrera, se les curaba con yodo .
La comida que recibían era de acuerdo al temperamento de cada animal . El menú variaba e iba desde huevos , espinacas y zanahorias , hasta hamburguesas . Al correr los canes degustaban carne cocida y cebada perla.
Para concluir el día, los perros caminaban otra vez unos dos kilómetros para después ser encerrados y que pudieran descansar en compartimientos especiales con piso de paja.