Quizá en un restaurante de cadena, o en talavera poblana y tlaxcalteca, pero no hay duda de que muchos han comido al menos una vez en platos de porcelana blanca con dibujos azules. Más allá del gusto de cada quien, es fácil percibir que estos platos tienen más tradición que moda detrás de su uso.
En años recientes es cada vez más usual tener vajilla de melamina en casa, por lo que resalta aún más el sonido cuando los cubiertos chocan con estos platos. El precio de estos enseres es otra razón por la que podemos asociar comer en porcelana con ocasiones especiales.
Tanto la artesanal talavera como la vajilla insignia de las cafeterías del tecolote son productos que comparten raíces culturales más antiguas que la llegada de los colonizadores españoles, pero son productos diferentes. Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo comparte el viaje por el mundo que hicieron los platos albiazules, en que se volvieron los favoritos de varios países.
El dibujo cuenta una historia de amor imposible
Mientras que la talavera suele tener decoraciones menos exóticas, un clásico de la porcelana decorada de azul intenso son los paisajes que hacen referencia a la antigua China. El diseño, desde hace siglos y en diferentes países, ha sido casi idéntico porque se apega al mito urbano de que cuenta la historia de dos enamorados.
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Kung-Si era la hija de un mandarín muy adinerado, y Chang el asistente de contabilidad de dicho magnate. Según el estudio del doctor en historia, Joseph Portanova, unos cuentan que mientras Chang hacía todo el trabajo pesado, el padre de Kung-Si ocupaba su tiempo en recibir sobornos.
El doctor Portanova, profesor de historia en la Universidad de Nueva York, señala que el edificio más grande que vemos en los platos era el palacio en que vivían Kung-Si y su padre.
La historia arranca con el amor entre la joven y el "chambeador" office boy, que se veían a la sombra de unos árboles de naranja. De inmediato, esa relación enfureció al mandarín millonario, que mandó construir un muro para impedirles verse; incluso ordenó hacer un departamento aparte para su hija: toda una torre al estilo de Rapunzel.
Esto explica que en la porcelana veamos un edificio grande, a su lado unos árboles frutales y enseguida un edificio de menor tamaño. Otro elemento fácil de observar es el muro, porque siempre lo dibujan en zigzag, parecido a un biombo.
Chang perdió su trabajo, y para colmo, el padre de Kung-Si arregló el matrimonio entre ella y un duque adinerado, que llegó desde lejos en un barco y con una caja de joyas como regalo.
La boda establa planeada para cuando cayera el último retoño de sauce, que daba suspenso a la historia igual que la campanada de la media noche al cuento de la Cenicienta. Por eso es que en medio suele haber una figura curva: un sauce que incluso da su nombre a esta cerámica en países como Reino Unido.
Aunque también hay versiones variadas sobre si ella se casaría o no y de dónde salió la caja de joyas, todas concuerdan en que Chang se disfrazó de sirviente para infiltrarse al palacio y rescatar a Kung-Si. Los enamorados habrían huido por un puente hacia el barco en que dejaron atrás todo lo que les impedía vivir juntos.
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El puente y un pequeño barco (que según otros, era de un pescador amable) son dos imágenes más que se encuentran en los típicos platos, casi siempre junto a una casa coronada de fuego.
Sucede que los enamorados no vivieron un “felices para siempre”, porque tras unos años los encontraron y le prendieron fuego a su hogar. El final de la historia dice que los dioses se apiadaron de Kung-Si y Chang por el amor que se tenían, de modo que los convirtieron en las dos palomas que vemos hasta arriba en el plato.
Los británicos hicieron el diseño actual
A mediados del siglo XVIII, más de 250 años atrás, las exportaciones de porcelana blanca con decoración azul desde el Imperio Chino llevaban siglos siendo un éxito. Las imitaciones europeas llevaban también siglos compitiendo con sus ventas, aunque sin superarlas.
En esa época incluso se inventó la impresión por transferencia, que permitió industrializar la decoración de cerámica en los talleres británicos. Sin embargo, al mismo tiempo China dividía el trabajo en sus fábricas, por lo que el trabajo aún se hacía a mano pero también se lograba una producción enorme.
El ingenio del lejano oriente no acabó ahí, pues también por entonces los chinos notaron que ciertos dibujos se vendían más que otros. Implementaron los diseños más exitosos, sin importar si implicaba copiar las imitaciones de los europeos, quienes nunca habían visto los paisajes chinos que imprimían.
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Fue en medio de aquella competencia que surgió el “patrón de sauce” (o willow pattern), y que se rastrea a una fábrica británica llamada Caughley, aunque el crédito se debate entre un par de tocayos: Thomas Minton y Thomas Turner.
Al parecer, la cuestión del crédito nunca importó mucho, pues los alfareros solían prestarse los grabados y las compañías se copiaban diseños con frecuencia, de acuerdo con Portanova.
El profesor neoyorquino está seguro de que el patrón de sauce -que aún se usa en el México del siglo XXI- es una composición europea inspirada en productos varios importados de China. Lo curioso es que las copias chinas de las imitaciones europeas dieron la impresión de que aquellos dibujos sí eran “antigua cultura china”.
La conclusión del historiador es que de ahí surgió mito urbano de que los platos revelaban una leyenda china. Por desgracia, el pintoresco relato habría sido mercadotecnia de los europeos, pues no tiene orígenes chinos ni retrata los valores sociales del Imperio Chino.
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Por el contrario, la leyenda debe su popularidad a un ideal de rebeldía en que Kung-Si se opuso tanto a su padre como a las convenciones sociales de su país.
La talavera debe su origen a varias culturas
Lo anterior explica por qué al terminar unos chilaquiles, en cierta cafetería de cadena, encontramos dibujos orientales, pero no aclara cómo llegó a México ese tipo de vajilla.
Por un lado, se sabe que la talavera debe su nombre al municipio español conocido como Talavera de la Reina, donde ya había tradición alfarera con mucha influencia del arte islámico, cuando artesanos flamencos introdujeron las técnicas con que Países Bajos competía contra la auténtica porcelana china en el siglo XVI.
Aunque la historia de la talavera no se ha estudiado tanto como la de la porcelana china, se cree que hay razones para creer que esta cerámica, también llamada mayólica, tiene influencia española, italiana, árabe y china.
En primer lugar, si esta fue la primera cerámica vidriada de América, se debe a los habilidosos artesanos indígenas de Puebla, que la produjeron tras sumar a sus conocimientos las técnicas que trajeron los colonizadores de España.
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Al mismo tiempo, esto implica influencia árabe, tanto por algunos motivos visuales como por el uso del color azul, que proviene de Medio Oriente.
Cabe mencionar que la palabra mayólica pasó del italiano al español, lo que podría deberse a la cerámica de tradición italiana, o a la cerámica de Mallorca que tuvo éxito en la actual Italia.
Por último, en Nueva España se decidió destinar el pigmento azul sólo a la cerámica blanca más fina, pues el azul era el color más costoso de producir. Una diferencia que distingue a la talavera mexicana es que incorporó más colores y no sólo el azul.
Hoy en día, es posible comprar desde talavera -poblana y tlaxcalteca- con denominación de origen (desde 1995) hasta vajillas producidas en serie por la cadena de los tecolotes. Ahí, se le denomina “cerámica tipo talavera”, sin considerar que usan el patrón de sauce británico.
La única duda es cómo llegó a las tiendas de los hermanos Sanborn este producto, pues si bien se sabe que ellos comerciaron con platería y artesanías desde finales de los años 20, el sitio web actual no toca el tema de los platos de dibujos azules.
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La vajilla actual la produce el sello Ánfora, con sede en México pero de origen alemán. Dado que esta firma comenzó su producción en 1930, existe la posibilidad de que aquellos productores, con bagaje cultural europeo, proveyeran el producto desde las primeras décadas de la cadena.
Empezó con porcelana de China y pigmento azul de Irán
Joseph J. Portanova se doctoró en historia por la Universidad de Columbia y se especializa en la antigüedad griega, romana e islámica, así como en los primeros encuentros del Occidente con China, Japón y el Nuevo Mundo. También es autor de La porcelana, el patrón de sauce y la chinería, donde rastreó la historia de estas vajillas.
El también profesor explica que la porcelana china original se hizo a partir de un tipo de arcilla china muy fina, llamada kaolin. El proceso se perfeccionó durante la dinastía Tang (años 618 a 917 d.n.e) y desde el siglo VIII ya era una importación relevante del Imperio Chino.
Gracias a ese comercio con regiones India, África y Medio Oriente, el imperio comenzó a importar cobalto de Irán. Esta sustancia está detrás del intenso color azul que tanto resalta en los platos de porcelana blanca como la nieve.
Portanova cree que ese intercambio comercial le otorgó al mundo las primeras imágenes de China, con paisajes azules en platos y jarrones blancos. También dice que quizá el paisaje más conocido es el del patrón de sauce.
Aunque resulta sorprendente, la opinión del experto señala que es muy probable, casi seguro, que el paisaje en que hoy se sirven platillos como molletes y enchiladas suizas nunca fuera un lugar real de China. Sin embargo, saber esto ayuda a seguir el viaje que hicieron estas artesanías para llegar a México.
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Después de entrar a Europa por el comercio de China con Portugal en el puerto de Macao, y con España en Filipinas, la porcelana se volvió muy popular entre los europeos más adinerados del siglo XVI.
Para el siglo XVII la demanda aumentó tanto que en Países Bajos aprovecharon la oportunidad de ofertar su propia porcelana. El centro alfarero de la ciudad de Delft produjo loza de barro acristalada, que aunque no duraba tanto como la china, sí tenía un aspecto similar.
Tomó otro siglo más que el Estado alemán de Sajonia lograra crear una porcelana más resistente, en 1710. Una década más tarde, se añadió la decoración azul para competir en el mercado de la porcelana china, que ya no necesitaba ser china.
Como explica el profesor Portanova, China estaba abierta al intercambio comercial, pero no al cultural. Incluso los navegantes que mediaban entre el mercado europeo y los productores chinos desconocían los verdaderos paisajes chinos, más allá de los puertos de Macao y Cantón.
Así se llegó a la “chinería” (chinoiserie, en palabras del neoyorquino), un estilo inspirado en la cultura china que no provenía de ese pueblo. El entusiasmo por estos artículos, dice el profesor, llegó a los extremos de la admiración y el ridículo.
El escritor Oscar Wilde llegó a declarar que encontraba difícil “vivir a la altura de su porcelana china”, mientras que Augusto II el Fuerte, rey de Polonia, coleccionó hasta diez mil piezas.
A pesar de que en efecto, algunos fanáticos llegaron al extremo, no queda duda de que estos platos fueron los favoritos del mundo, pues desde su natal China a México, pasando por gran parte de Europa, todos quisieron su propio plato blanco con azul.
Hoy la moda está regresando a la cerámica gruesa y sin dibujos, o a materiales como el peltre. Sin embargo, en inglés la palabra china hasta la fecha significa porcelana, y las cafeterías del tecolote no descartan sus platos con sauces y palomas azules. Ahora ya sabes que si un día vas "al gabacho" y alguien saca la fine china para servirte de comer en su casa, eres un invitado muy bienvenido.
- Fuentes consultadas:
- Herz, May. Mexican Folk Art Talavera Poblana. Inside-Mexico.
- Ochoa, Andrea. Talavera, la tradición artística que une a México y España.
- Portanova, Joseph J. Porcelain, The Willow Pattern and Chinoiserie.