Uno de los elementos que más lucen en el interior del shul Álamos es el candelabro, que se compró gracias a la cooperación voluntaria de las señoras de la comunidad. Foto: Moy Volcovich.
Texto: Carlos Villasana
La ciudad de México está llena de edificios que nos cuentan un sinfín de historias, es el caso de la discreta Sinagoga de la calle Justo Sierra 71, que hasta los propios vecinos de la colonia Álamos desconocen, pues aunque algunos han oído de ella, al final no saben dónde se ubica.
Un ejemplo de esta discreción es la “Sinagoga Histórica Justo Sierra” ubicada en la calle del mismo nombre, en el corazón del Centro Histórico de la ciudad, que se caracteriza por ser la única en el país cuyas puertas permanecen abiertas al público en general, porque hoy es un centro abierto de la cultura judía.
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Estas imágenes nos ayudan a apreciar la diversidad en la arquitectura y ornamentos de las dos sinagogas más antiguas de la ciudad de México, la de Justo Sierra y la de Cinco de Febrero. Yadín Xolalpa / EL UNIVERSAL / Moy Volcovich.
Mónica Unikel-Fasja, mexicana de nacimiento de ascendencia judía, ha estado detrás de iniciativas como la organización de recorridos por el pequeño barrio judío en calles como Moneda, Justo Sierra y Academia, donde habitaron muchos de estos primeros inmigrantes hace unos cien años.
En esta ocasión nos habla de esta sinagoga poco conocida de la colonia Álamos, que en el pasado fue un centro de reunión para quienes se mudaron desde el primer barrio judío en el Centro Histórico para luego habitar en varias colonias.
La primera impresión, una joya detrás de las paredes
“Entrar a esta sinagoga provoca una gran impresión porque desde su exterior, que no se diferencía de las casas vecinas más que por una estrella de David muy discreta, nunca podríamos imaginar lo que nos espera adentro”, se lee en el libro Sinagogas de México, que fue elaborado por varios expertos del tema, entre ellos Mónica.
El mismo documento describe que al pasar por la puerta principal se ve un salón de fiestas austero y poco iluminado, y que al cruzar una segunda puerta aparece la sinagoga.
La madera tallada de la bimá destaca en medio de las bancas, cuyo acabado es más sobrio. Foto: Moy Volcovich.
Para el momento de la edición del libro en 2002, la sinagoga lucía “colorida, alta, alegre, con una hermosa bimá de madera tallada al centro”. Esto último se confirma en la foto, pues se trata de la plataforma en medio de las bancas, que es desde donde se dirige el servicio religioso.
Además de la bimá destaca el armario o “arca” en que se guardan con sumo cuidado las sagradas escrituras del judaísmo: “el arón hakodesh, al fondo con una riquísima simbología: leones alados y rollos de la Torá con los Diez Mandamientos”.
Por encima de los instrumentos musicales se ven las figuras de pergaminos abiertos, mientras que encima de los leones alados y el menorah (candelabro) se ve la representación de las dos tablillas en que Moisés recibió los diez mandamientos. Foto: Moy Volcovich.
En cuanto a la decoración, lo que llama la atención son los instrumentos musicales de madera pintada, que según se lee, están pegados sobre nichos en la parte superior del arón hakodesh.
“La inspiración que dio lugar al estilo y arquitectura de esta sinagoga estuvo en la ciudad de Reizin, Lituania”, comenta Mónica Unikel. “Esto es muy conmovedor, ya que los inmigrantes no querían olvidar los lugares de dónde venían y por ello las primeras sinagogas son copias de las que ya conocían y les eran familiares”, explica.
Historia de un shul o sinagoga llena de tradición
“La colonia Álamos era considerada bonita y elegante a principios de los años cuarenta, por eso la eligieron varias familias ashkenazim que habían logrado una mejora económica y deseaban salir del centro de la ciudad”, narra Unikel sobre los orígenes de esta sinagoga, que muchos de sus parientes llamarían también shul, en idish.
“En la comunidad nadie tenía coche, esta colonia contaba con acceso directo en tranvía o autobús, otra razón importante para la elección del barrio. Algunas de estas personas construyeron una propiedad, a diferencia de quienes se mudaron a la colonia Hipódromo donde alquilaban la vivienda”, agrega Mónica.
EL UNIVERSAL Ilustrado tomó estas fotos de residencias de la colonia Álamos hace unos 90 años. En este caso, ambas se encontraban en la misma calle donde más tarde se ubicó el shul. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
“Se organizaban los rezos para Shabat en la cochera de la familia Steimberg en la calle Coruña, adonde también asistían judíos de las colonias Portales y Narvarte.
Las fiestas mayores de Rosh Hashaná y Yom Kipur se celebraron por más de cuatro años en la panadería del señor Filler en la vecina colonia Algarín, de donde muchos recuerdan el shtrudel de la señora Filler, que era un agasajo para los correligionarios”, nos cuenta.
En 1942 se adquirió una casa en la calle Cinco de Febrero y se adaptó para los rezos, como tantas casas que han existido previas a una construcción formal. El fondo, donde ahora está el shul o sinagoga, era un patio y los rezos se hacían en el salón de fiestas.
Mónica nos comparte que la nieta del señor Slomovitz (centro) le contó que su abuelo llegó a México desde Lituania y que instaló una planchaduría en el entonces Distrito Federal. Un día se ganó la lotería y con eso pagó su casa en la Álamos, donde más tarde colaboró en la fundación del shul. Foto: Cortesía Familia Slomovitz.
Unikel señala que en esta colonia los judíos se establecieron en los mismos edificios, como si fueran una sola familia. En la esquina del shul había una tienda idish, del señor Borowsky, en la que se vendía arenque, harinas, panes, vino y toda clase de enseres imprescindibles para la continuidad de una tradición.
El señor Borowsky (izq.) posa a la entrada de la tienda que abrió en el barrio de la Álamos. Foto: Cortesía Familia Borowsky.
La construcción de la sinagoga actual tuvo lugar entre 1948 y 1952 a cargo del ingeniero Gregorio Beitman, integrante de la comunidad, quien falleció poco tiempo después de concluir la obra, con tan sólo veintiocho años de edad. Aunque al recinto se le dio el nombre oficial de “Adat Israel”, se le menciona casi siempre ecomo “el shul de Álamos”.
Su hermano Benjamín se encargó de toda la instalación eléctrica. Los trabajos de carpintería los realizó un miembro de la comunidad de apellido Matluk, de acuerdo con "Sinagogas de México".
Tanto como su belleza, destaca el resultado del esfuerzo comunitario que hizo realidad este recinto. Foto: Moy Volcovich.
“El enorme candil de la sinagoga lo compraron ni más ni menos que en El Candil Francés con recursos que las señoras juntaron. De los libros de la Torá que están guardados en el arón hakodesh, uno tiene una historia especial: lo trajo el último judío de la comunidad que se había formado en Pachuca, Hidalgo, cuando esta comunidad se desintegró porque todos sus miembros migraron al Distrito Federal”, se narra en el libro.
Además, en su momento de auge se construyó un pequeño departamento en la parte alta para alojar a personas que respeten el Shabat y quieran rezar aquí.
Siempre ha habido un grupo de personas que con todo el amor han sabido cuidar de este espacio hasta la actualidad. También se han encargado que se prepare el delicioso Cholnt, un guiso tradicional que es famoso de este schul.
Así era el paisaje de la colonia Alamos en 1933, para ser pecisos, avenida Xola, Boulevard de la Colonia. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Recuerdos de las familias del shul de Álamos
Lugares como el shul de la colonia Álamos deben su legado a la participación de los vecinos que llenaron de vida estos edificios que reúnen la fe, las costumbres y la convivencia de una comunidad cuyas raíces en común están al otro lado del océano Atlántico.
Gracias a sus años de estudio sobre las sinagogas mexicanas y por ella ser parte de la comunidad judía, Mónica Unikel conoce y nos comparte anécdotas de algunas familias que por años visitaron tanto el interior como los alrededores de la sinagoga.
La familia Garber guarda recuerdos de sus primeros años en la colonia, como esta imagen del pequeño José. Foto: Cortesía Familia Garber.
Uno de estos casos fue el señor Katz, a quien todos los judíos del vecindario le llevaban los pollos que compraban en el mercado para que él los matara siguiendo el ritual kosher, de modo que se volvió el shojet (o matarife) local. Fue un trabajo esencial para la comunidad, pues lo tradicional en la mesa de todo hogar judío es comer sólo comida que ha pasado por dicho ritual.
Por su parte, la señora Ida Garber de Lerman le contó a Mónica que creció en la Álamos porque su hermano tenía asma y el doctor le recomendó vivir cerca de árboles de eucalipto, por lo que se mudaron a una casa frente al parque de la colonia.
En el mismo parque, era usual que los judíos se reunieran después de rezar en la sinagoga, y durante esos ratos platicaban en idish. Foto: Cortesía Familia Garber.
Por supuesto que no todos son recuerdos exclusivos de la comunidad askenazí, la señora Ida también comparte vivencias con todos los capitalinos que conocen esta ciudad desde hace sesenta años o más.
Es así que agrega que entonces el calentador de agua funcionaba con leña, no con gas ni mucho menos con electricidad como los más modernos; el refrigerador, dice, era en realidad un bloque de hielo; y muchos vecinos iban a su casa a ver el box porque casi nadie tenía televisión.
Memorias más recientes de “Adat Israel” están disponibles en el sitio web de Enlace Judío, que se anuncia como el medio más leído por la comunidad de habla hispana.
En el año de 2018 se hizo un post sobre el 75 aniversario del shul, y queda claro que en tiempos recientes, al menos durante fechas especiales, sigue activo y lleno de vida.
El video que condujo el señor Manuel Taifeld al interior del shul muestra detalles tanto del lugar como de sus actividades, de las que extiende una invitación a los nietos y bisnietos de los fundadores para matener las tradiciones. Tomado de YouTube.
No es de sorprender que luego de tanto tiempo en México, la celebración incluyó un menú de platillos más bien nacionales, como pozole, mole rojo y arroz. En las fotos del evento hay varias llenas de motivos típicos, tanto de la cultura judía como de la mexicana, al menos en detalles como la vajilla de barro y bebidas como el refresco de cola.
Mónica retoma el presente y nos explica que a pesar de lo pintoresco que nos resulte el tema, es importante tener en cuenta que para el público en general no es posible visitar el shul de Álamos, pues sólo el centro de cultura judía de Justo Sierra se encuentra abierto a visitas.
Para Mónica, a pesar de no ser un Shul al que ella haya asistido en su juventud, resalta el hecho de que este es un espacio cálido y reconfortante donde siempre se respira amabilidad y tradición.
- Fuentes
- Unikel Mónica, Sinagogas de México.
- Entrevista con Mónica Unikel – Fasja.
- Entrevistas de Mónica Unikel con los señores Hershl y David Füller, así como con Manuel Taifeld, Zusman Strimbling q.e.p.d y Abraham Nurko q.e.p.d.
- Entrevista de Mónica Unikel a la señora Ida Garber de Lerman.
- Mónica Unikel – Fasja nació en 1963 en el DF. Es nieta de inmigrantes judíos de Ukrania y Lituania, estudió sociología en la UIA, es investigadora y difusora de las huellas de los judíos en la ciudad de México; autora del libro Sinagogas de México.