El Solitario George, como se le llamó, despertó sin su especie durante gran parte de su vida. Ninguna otra tortuga Chelonoidis abingdonii apareció en otra parte del mundo, ni en zoológicos o en algún rincón de las Islas Galápagos. George se quedó solo, condenado a ser el último hasta su muerte hace 11 años.
Linda Cayot, una de las especialistas para la conservación del archipiélago ecuatoriano, aseguró que el caso del Solitario George fue especial para la humanidad. Cuando quedan pocos ejemplares de alguna especie de flora o fauna, apenas se tiene el tiempo suficiente para actuar.
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Con George se tuvieron 41 años para discutir y lidiar con la inminente desaparición de la tortuga gigante de la Isla Pinta. Los afortunados en conocer al solitario quelonio –nombre basado en el género Chelonoidis– vieron la lenta extinción de una especie entera, un contundente golpe a la responsabilidad humana en la preservación de la biodiversidad mundial.
“Prometemos contar tu historia…”
Según un artículo de la Fundación Charles Darwin, la primera expedición que interactuó con las Islas Galápagos del Océano Pacífico arribó en 1535. Después de conocer algunos animales del área, los marineros de la época descubrieron la capacidad de las tortugas gigantes para aguantar varias semanas sin alimento o agua.
Eso fue muy conveniente, pues podían subir varios quelonios a sus barcos, mantenerlos vivos –sin alimento– y consumirlos como carne fresca. La población de tortugas endémicas quedó devastada después del consumo desmedido de sus especímenes.
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Otra acción atribuible al humano fue la introducción de especies –cabras y ratas, por mencionar algunos– a ecosistemas vírgenes. La destrucción del hábitat por la ruptura en la interacción natural contribuyó a la desaparición de quelonios y otros seres que sólo vivían en las Galápagos.
La tortuga gigante de la Isla Pinta, Chelonoidis abingdonii, era una especie con ligeras similitudes a otras variantes del archipiélago. De grandes proporciones, casi 1.5 metros de longitud, con caparazón parecido a una silla de montar y cuello alargado para alcanzar arbustos elevados, además de la conocida longevidad.
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Desde comienzos del siglo XX, los quelonios de la Isla Pinta se consideraron extintos, al igual que otras especies de tortuga endémicas, pero fue gracias al avistamiento fortuito del investigador Joseph Vagvolgyi que en 1971 se supo de la existencia de George, el último macho de su tipo.
Se localizó al ejemplar de Chelonoidis abingdonii mientras se alimentaba de un árbol y lo trasladaron para su protección a la Isla Santa Cruz, también perteneciente a las Galápagos. La noticia impactó al mundo y comenzó la búsqueda de una pareja.
Entre los científicos existió la esperanza de ubicar una hembra de tortuga gigante escondida en algún zoológico extranjero o en las mismas islas, pero no se encontró alguna.
Como George era el último de su tipo, los medios lo apodaron “Lonesome George”. El siguiente plan fue juntar al quelonio con ejemplares de otras especies, pero ninguna interacción fue fértil.
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Su último lugar de residencia fue la Estación Científica Charles Darwin en Santa Cruz, a la que llegó en 1972 para mantener su desarrollo lo más protegido posible. En la entrada de su corral se colocó la inscripción: “Prometemos contar tu historia y compartir tu mensaje de conservación”.
De acuerdo con Linda Dayot, desde 1983 y hasta el día de la muerte de George, su principal cuidador fue Fausto Llerena, un ecuatoriano que trabajó en el centro desde muy joven. Llerena describió al longevo reptil como “amistoso, siempre se acercaba para saludarme y me seguía mientras hacía mi trabajo. […] Era mi mejor amigo”.
“Se va otro protector del planeta…”
Para el 26 de junio del 2012, la noticia sobre la muerte del Solitario George llegó a EL UNIVERSAL. Días después, el primero de julio, Gretel Zanella, editora de este diario, escribió el artículo “Adiós, querido viejo”, una semblanza del desaparecido quelonio y por la extinción de su especie.
“Su andar era calmoso, no sé si se esforzaba demasiado o tomaba la vida sin prisa. […] Con la muerte del Solitario George, se va otro protector del planeta”, escribió Zanella en su texto del 2012.
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El último macho de Chelonoidis abingdonii murió en la madrugada de aquel domingo 24; Fausto Llerena fue el primero en encontrarlo. Su cuerpo se envió al Museo de Historia Natural de Nueva York, Estados Unidos, para embalsamarlo y preservar su imagen.
El cuerpo del Solitario George se exhibió en el museo estadounidense hasta enero del 2015 y arribó al Parque Nacional Galápagos en febrero de ese año. Es la principal atracción de “La Ruta de la Tortuga”, un espacio sobre la preservación de estos reptiles endémicos. Esa será su última morada.
Hasta el momento, van cuatro especies de tortugas gigantes extintas en las famosas islas del Océano Pacífico, de las catorce reconocidas. El Solitario George fue un símbolo irrepetible de los esfuerzos de conservación y protección de la biodiversidad, así como una llamada de atención sobre las consecuencias irreparables por los desmedidos actos humanos.
Proceso para preservar el cuerpo del Solitario George, último ejemplar de la tortuga gigante de la Isla Pinta. Fuente: YouTube.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Cayot, L. (2014). The Lonesome George Story, Where Do We Go From Here?. En Galápagos Conservancy.
- Cruz, M. (1994). La historia del descubrimiento de la tortuga "Solitario George" en la Isla Pinta. En Noticias de Galapagos.
- s. a. (27 de junio 2012. Adiós al solitario George. En National Geographic.
- s. a. (2015). Lonesome George. En Galápagos Conservancy.
- Vilema, D. (23 de febrero 2017). Recordando la historia del Solitario George en las islas Galápagos. En Fundación Charles Darwin.