Ya sea en las paredes de la casas de provincia, en flores, ropa, juguetes típicos o hasta en alimentos, el color rosa mexicano es una tonalidad que para todos en México resulta familiar. Sin embargo, algo menos conocido es la anécdota de cómo este peculiar tono de rosa logró posicionarse a nivel internacional, como un producto cultural del país.
En entrevista con Mochilazo en el Tiempo, el divulgador de la cultura prehispánica Aryeh Domínguez Apac, relata la historia del término “rosa mexicano”, mismo que se acuñó lejos de su patria, pero en un entorno que le permitió compartir este vibrante rasgo de la cultura mexicana con el resto del mundo.
Un color con huellas de la época prehispánica
La vida cotidiana está llena de detalles cargados de historia y tradición que algunos dan por sentado y otros valoran. Un buen ejemplo son los colores, que a menos que sean inusuales pueden pasar desapercibidos.
En opinión de Aryeh Domínguez, el rosa mexicano no pasa desapercibido por ser llamativo, pero señala que además hubo una era en que era muy preciado.
Comenta que si esta variedad del magenta existe en México, se debe a la antigua producción de tintura roja. Explica que, en tiempos prehispánicos, “el color rosa no era como tal el que ahora tenemos, sino que era una variación del rojo de la grana cochinilla”.
Resalta que se trataba de colores valiosos por lo complicado que era obtenerlos, por lo que “No era algo que todos pudieran usar en sus vestimentas, sino que se utilizaba en entornos de realeza, en murales específicos, o en códices a la hora de pintar a los dioses”.
A partir del Virreinato, dice, la gama de tintes rojizos se comenzaron a exportar a Europa, mientras que en la Nueva España se difundió su uso más allá de las élites. Siglos más tarde, el que hoy se conoce como rosa mexicano habría ganado popularidad bajo otro nombre: bugambilia.
Como dato curioso, agrega que las flores a las que hace referencia el nombre son originarias de Brasil, aunque es cierto que se volvieron comunes en México.
En la Hemeroteca de EL UNIVERSAL se confirma que, desde finales de la década de 1930 hasta los años 40, el “bugambilia” se extendió como color para prendas y adornos, sin mencionar que incluso las flores se llegaron a usar como ramo de novia.
Los pueblos originarios, pioneros de la moda mexicana
Hablar del momento en que tanto nuestro país como el mundo dejaron atrás las flores sudamericanas para referirse a este color requiere mencionar a quien hoy es considerado el padre de la alta costura mexicana: Ramón Valdiosera.
Para Aryeh Domínguez es importante conocer el contexto en que se formó este diseñador e ilustrador. Nació en Veracruz en 1918, hijo de un padre zapatista, y el hecho de crecer durante la época posrevolucionaria sería clave para entender el esfuerzo de toda su vida.
Señala que “el México en que Ramón crece, es uno que buscaba reencontrarse con su identidad nacional”, y aclara que tanto la Conquista como el Porfiriato detonaron procesos en que se matizaría lo que es ser mexicano.
En el caso de la dictadura de Porfirio Díaz, se alentó trabajar por perfilar a México como una potencia similar a naciones europeas como Francia “tanto en tecnología como en arquitectura, como en moda también”.
En cuanto a Valdiosera, explica que comenzó su carrera como caricaturista, pero llegó el momento en que dejó atrás ese oficio. Su decisión se vería recompensada pues, gracias a enfocarse en diseñar indumentaria, para los años 40 ya era un referente en la industria de la moda en México.
Es por ello que en 1940 asistió como invitado al programa de radio Lunas Verdes, junto con los también diseñadores Armando Valdez Peza y Henri de Chatillon. Aquella producción de Álvaro Gálvez y Fuentes tenía la intención de preguntarle a los expertos si podía decirse que existía la moda mexicana.
Tal y como narra Domínguez Apac, los otros presentes negaron por completo que existiera esa posibilidad. En primer lugar, afirmaron que los textiles locales no estaban a la altura de la calidad de los europeos; además, demeritaron los diseños indígenas en favor de los del viejo mundo.
“A Valdiosera obviamente esto no le gustó para nada y fue un detonante que lo impulsó a probar su punto de que sí existe una moda mexicana, eso es lo que lo llevó a buscar en la indumentaria indígena, para inspirarse, y ahí es donde se dio cuenta de la importancia que tiene el color rosa mexicano”, continúa.
Aryeh Domínguez menciona la presencia de los bordados de las tehuanas de Oaxaca; los huipiles de estados como Chiapas y Yucatán; y los rebozos del estado de México, Hidalgo, San Luis y Querétaro en las creaciones de Valdiosera, que se fusionaban con confecciones en tendencia.
El color que se volvió famoso en Nueva York
De acuerdo con el sitio web de la Universidad Anáhuac, el veracruzano conoció al entonces candidato presidencial Miguel Alemán Valdez durante una pasarela en Cuernavaca, Morelos.
Una vez que llegó a la silla presidencial, el mandatario impulsó la obra de Valdiosera a través de pasarelas internacionales. Se cree que el efecto que buscaba Alemán Valdez era proyectar la imagen de un país moderno pero orgulloso de sus raíces.
La década de 1940 llegaba a su fin y el siguiente capítulo en la carrera del modista era una pasarela el 6 de mayo de 1949, por el Día de la Batalla de Puebla, en nada menos que la ciudad de Nueva York, Estados Unidos.
Como bien precisa el también profesor de la Universidad de Oriente, para los estadounidenses esa fecha se relaciona mucho con la cultura mexicana, por lo que resultaba apropiado invitar al diseñador que defendía las tradiciones ante la sofisticación occidental.
Esta invitación no era poca cosa, pues según agrega Domínguez Apac, aquella era la misma época en que las tendencias las dictaba el new look o “nueva silueta” del francés Christian Dior.
Aryeh Domínguez comenta que un día antes de la pasarela en Nueva York, el propio consulado mexicano intentó convencer al diseñador de no presentarse con sus creaciones basadas en las raíces indígenas en un lugar como “la gran manzana”.
“Valdiosera no se intimidó y preparó rápidamente un desfile de modas para el consulado, para mostrar un poco de su trabajo”, narra Aryeh, y añade que esa respuesta de su parte sirvió para cambiar por completo la mentalidad del consulado.
“Ya en el desfile, encantados con la indumentaria mexicana y sus colores, cosa que a lo mejor no se veía en los diseños de la época, se acercaron en la rueda de prensa a preguntar, en especial por el rosa”, relata.
Ese día, cuando en México aún se le llamaba “bugambilia” a este color, Ramón Valdiosera contestó a la prensa y al público asistente explicando que se trataba de un color muy presente en la cultura mexicana.
“Entonces una de las asistentes, Perle Meste, una socialité estadounidense, dijo ‘Entonces, es un rosa mexicano’ y es en ese momento que la gran revelación llegó a Valdiosera”, comparte el entrevistado.
Por lo tanto, sería a partir de ese momento que, poco a poco, comenzó a llamarse rosa mexicano al color que hasta entonces recibía el nombre de una flor.
Esto sería un proceso de años, pues tan sólo en las páginas de EL UNIVERSAL, la primera mención del rosa mexicano aparecería hasta 1957, cuando la cobertura de este diario informó que, en su sepultura, el muralista Diego Rivera fue ataviado con un traje azul marino y una camisa rosa mexicano.
Como sugiere Aryeh Domínguez, “quizá le faltaba reconocimiento a este color, ver su papel en la identidad mexicana”, por lo que ver a los mayores exponente del arte orgullosamente mexicano utilizarlo podría haber influido en el arraigo entre nuestra sociedad y este color.
Para el propio diseñador, entenderlo fue un descubrimiento, pues el joven divulgador señala que Valdiosera reveló, en las páginas de la Revista Artes de México, que fue esa misma década de 1940 cuando se dio cuenta de que “desde que nace, el habitante de nuestro país vive, come, se educa y hasta muere en rosa mexicano”.
La vida en rosa… mexicano
“Siempre hay alguien que ve todos los rojos iguales y todos los azules, iguales”, expresa Aryeh, pero aclara que a pesar de que la percepción del color puede ser subjetiva, también es cierto que gracias a la colorimetría es posible distinguir entre distintos tonos.
En su opinión, el fucsia o fiusha se aprecia más rojizo y el bugambilia más cercano al morado. No se equivoca, pues de acuerdo al modelo de color RGB (por las siglas en inglés de Rojo, Verde y Azul), es correcto que el fucsia tiene más concentración de rojo y el bugambilia se encuentra en la gama del morado.
Otro modelo de color, el CMYK (por las siglas de Cian, Magenta, Amarillo y Negro, también en inglés), confirma que el rosa mexicano sería una variedad del magenta porque ocupa el cien por ciento de magenta posible, más un 46% de amarillo y un toque de negro.
En la vida diaria, sin embargo, es necesario reconocer que los colores tienen además un significado, una carga social. Domínguez Apac, por ejemplo, piensa que si el rosa mexicano está más presente en las calles que en la ropa, se debe a que “es un color que no todo mundo se quiere poner”.
La razón, dice, podría ser el hecho de que hasta la fecha se asocia el rosa con lo femenino y lo azul con lo masculino, por lo que al menos entre la población masculina del país sería poco probable que gane popularidad.
Por esa razón, nuestro entrevistado señala que se le encuentra con más frecuencia en las calles, desde las fachadas de casas y edificios hasta objetos de uso cotidiano.
“En la ciudad de México, en su momento, los taxis eran color rosa mexicano, de hecho por ahí hubo polémica porque cuando se cambió el color en los taxis, se pensaba que era por un tema de diversidad, y era porque el rosa mexicano es un color nacional”, explica.
Con ese comentario, se dio el momento para preguntarle si cree que los mexicanos -o al menos la gente en su natal Veracruz- relaciona este color con ser mexicano.
“Yo creo que no, se ha perdido bastante. En su momento Ramón hizo un gran trabajo para posicionarlo a nivel internacional, pero algo que nos pasa es que se nos olvidan las cosas muy rápido”, responde.
Al respecto, explica que si a alguien se le pregunta qué color le viene a la mente si se piensa en México, pocas veces elegirá el rosa mexicano para contestar; en su lugar, le parece más probable que mencionen el verde o el rojo por verse en la bandera nacional.
En este panorama, Aryeh Domínguez se mantiene optimista y duda que se pierda el nombre y uso del rosa mexicano en definitiva. “Yo creo que siempre va a existir este color, sobre todo cuando estamos hablando de cosas típicas de México”.
De igual forma, señala que Valdiosera “murió no hace mucho, en 2017, poco antes de cumplir 99 años; hizo muchísimas aportaciones y todavía hay mucha gente que tiene fresco lo que realizó”.
Para concluir afirma que “siempre va a haber gente que va a estar apelando por seguir usando el término rosa mexicano”. Y tú que nos lees, ¿te identificas como mexicano con este color?