Con una oferta que va desde los mejores precios en la canasta básica hasta el surtido más completo de temporada, como calaveras de azúcar, cempasúchil, pinos navideños o bacalao, la Central de Abasto (CEDA) ya rebasa las cuatro décadas de actividades continuas.
En entrevista para Mochilazo en el Tiempo, la comunicóloga Martha Jarquín Sánchez nos ayuda a echar un vistazo a sus orígenes a finales de los años sesenta, cuando “el entonces Distrito Federal presentaba un crecimiento poblacional que demandaba una alta cantidad de productos alimenticios del Mercado de La Merced”.
La también museóloga explica que dicha situación generó problemas de salubridad, congestionamiento vial y seguridad, de modo que resultó evidente la insuficiencia de ese equipamiento en el Centro de la ciudad.
Aunque esta mega obra no comenzó a construirse hasta los años ochenta, “fue en una sesión de 1969 de la Comisión de Planificación del Departamento del Distrito Federal (DDF) que se aprobó el proyecto”, comenta Martha.
Se construyó en la zona chinampera de Iztapalapa
En 1970 se expropiaron por decreto los terrenos llamados “las Chinamperías” de Iztapalapa, para la construcción de la Central de Abasto, que se proyectó como un mercado de mayoreo de productos alimenticios.
En su página oficial, la CEDA señala que hubo muchos terrenos entre los candidatos para ser la sede de este gran mercado. Zonas como Cuautitlán, Zaragoza, Ecatepec y Chalco, entre otras, se mencionaron como opciones. Al final, Iztapalapa fue la delegación que “sacó el premio”.
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Sin embargo, el sitio web aclara que a lo largo de los años setenta, el proyecto pasó por distintos organismos, hasta quedar en manos de la Comisión de Desarrollo Urbano (Codeur), por eso la brecha entre 1969 y la construcción, que fue en 1981.
El objetivo de la propuesta final, y que ahora podemos ver, fue proveer a la nueva central de bodegas, frigoríficos, área de productores, zonas de subasta y elementos auxiliares como un centro administrativo y comercial, servicios de mantenimiento, restaurantes y fondas.
Por supuesto, también se le daría vigilancia, accesos conectados por un sistema vial, estacionamientos, estaciones de autobuses y sitios de taxis, así como servicios de autotransporte y asistenciales.
En marzo de 1981, retoma la comunicóloga, inició la construcción de la Central de Abasto de la Ciudad de México con un proyecto del arquitecto Abraham Zabludowsky y se inauguró el 22 de noviembre de 1982.
Comerciantes creían que las ventas serían menores
Martha comenta que días previos a la inauguración de la CEDA, el DDF publicó en periódicos de circulación nacional las ventajas de este nuevo equipamiento urbano. Destacaban las conexiones con las salidas a los estados de Puebla, México, Querétaro, Hidalgo y Morelos.
Por supuesto, tras años de trabajo en La Merced, presente desde el siglo XIX, no todos los comerciantes recibieron el proyecto con los brazos abiertos. Nuestra entrevistada menciona que en la prensa de la época se reportó un miedo al cambio, por la preocupación de que en esta nueva Central las ventas no redituaran como en el Centro y ello trajera pérdidas.
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“Había reticencia a dejar La Merced y una molestia porque el Gobierno estableció el 22 de noviembre como fecha límite para trasladarse a la nueva Central, ya que en el Centro se impediría la entrada de vehículos, argumentaban que no se podía modificar de la noche a la mañana el manejo de 14 mil toneladas de alimentos”.
A pesar de esas dudas, la página web de la CEDA afirma que entre la media noche del 21 de noviembre y la inauguración a las nueve de la mañana del 22, casi 2 mil 900 bodegueros se reubicaron con éxito.
Claro que desde el otro lado de la moneda, el mismo portal indica que no todos los giros comerciales contaban con espacios listos aquel día, como sucedió con los abarroteros, que iniciaron sin techo, o las marisquerías, florerías y carnicerías, cuyos espacios se abrieron en una segunda atapa del proyecto.
Otro dato curioso que comparte el sitio es que la CEDA no tiene “dueño”, gracias a que desde la época en que se edificó se constituyó el Fideicomiso para la Construcción y Operación de la Central de Abasto (FICEDA). Organizados en un Comité Técnico, representantes del gobierno capitalino y de los sectores privados toman decisiones.
Sucedió lo mismo con los terrenos que expropió el gobierno, pues se incorporaron al patrimonio fiduciario por 99 años. De esa forma, explica Martha, “el FICEDA es el ‘dueño’ por 99 años de la Central de Abasto, después de ese tiempo la propiedad con lo que esté construido será patrimonio del Gobierno de la Ciudad”.
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Martha opina que, después de 41 años, ya hay por lo menos dos generaciones en el mercado: “el arraigo se trasladó con ellos, hay un amor a su trabajo y un orgullo de que la Central no ha suspendido actividades ni en los hechos más adversos de la ciudad, como los sismos de 1985 y 2017, ni en la reciente pandemia por COVID-19”.
Sí, de América Latina es el más grande y también se considera una de las más grandes del Mundo. En 1982, se emitió el Reglamento Interior de la Central de Abasto que rige las relaciones entre los participantes y la Administración del Fideicomiso.
Hoy este gran centro de abasto cumple 41 años de ofrecer gran variedad de alimentos y productos a precios más económicos que muchos otros centros de abasto capitalinos.
- Fuentes:
- Entrevista con la iconográfa y museóloga Martha Jarquín Sánchez, también comunicóloga. Ex colaboradora del Museo del Estanquillo, Centro de la Imagen y la Fundación Toscano.