Texto: Martha M. Callejas

Un día como hoy, pero hace 91 años, el país despertó a causa de un sismo de 8.2 grados, la gran magnitud del movimiento telúrico no había sido registrada antes, al menos por los primeros sismógrafos que empezaban en esta época.

Debido a su nivel de intensidad se le considera uno de los temblores más fuertes del siglo XX, además del de septiembre de 1985 y septiembre de 2017.

Eran las 4 de la mañana con 32 minutos del 3 de junio de 1932 cuando de pronto el suelo comenzó a sacudirse en los estados de Colima y Jalisco, a los pocos segundos el movimiento alcanzó a la capital.

En la ciudad los daños fueron materiales: cañerías rotas, derrumbes, construcciones agrietadas y automóviles destruidos por los derrumbes fue el saldo registrado, sin ninguna víctima mortal.

Al día siguiente, este diario publicó los daños en la Ciudad de México por el temblor; sin embargo, las mayores afectaciones sucedieron en la zona del epicentro que se encontraba cerca de los estados de Colima y Jalisco.

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La fuerza provocó que sonaran las campanas de Guadalajara

Cuatro sismos consecutivos se sintieron en Guadalajara, Jalisco. El segundo de estos fue tan fuerte que las campanas de los templos comenzaron a sonar y los edificios crujían al compás del movimiento telúrico.

Los postes telegráficos y de luz se sacudieron dejando incomunicada la ciudad de Colima y según la crónica de esta casa editorial “se pudo ver cómo cambiaba de color la atmosfera del volcán…”

Las personas corrieron por las calles atemorizadas por el terremoto, tuvieron ataques de pánico y como era costumbre en esa época algunos se hincaban a rezar para pedir misericordia ante el desastre que los atormentaba.

Ese día, debido a la hora del siniestro apenas se pudieron contabilizar los daños causados, aunque en la Ciudad de México solo se reportaron pérdidas materiales, en los estados cercanos al epicentro hubo pérdidas humanas, con un preliminar de 7 muertos y 23 heridos.

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Una de las costumbres más arraigadas entre la población mexicana durante casi todo el siglo XX era ponerse de rodillas y rezar durante un sismo, incluso se cuenta popularmente que la duración de los sismos se medían por oraciones como el padre nuestro. En la imagen se puede observar la práctica de esta costumbre durante una de las réplicas de sismos que sucedieron en Junio de 1932. Foto: Mediateca INAH/ Especial.
Una de las costumbres más arraigadas entre la población mexicana durante casi todo el siglo XX era ponerse de rodillas y rezar durante un sismo, incluso se cuenta popularmente que la duración de los sismos se medían por oraciones como el padre nuestro. En la imagen se puede observar la práctica de esta costumbre durante una de las réplicas de sismos que sucedieron en Junio de 1932. Foto: Mediateca INAH/ Especial.

Al día siguiente, con más información recopilada de fuentes tanto locales como de los estados de la República se reportaron derrumbes, en zonas de Jalisco la información preliminar fue de más de 100 casas y un sinnúmero de construcciones dañadas.

En el municipio de Autlán de la Grana, Jalisco, se derrumbaron cientos de casas, Juchitlán quedo gran parte en ruinas y Atenguillo terminó completamente destruido. La cifra oficial de pérdidas humanas aquel día fue de aproximadamente 300 defunciones.

Los científicos de la Estación Sismológica Central de Tacubaya trabajaron sin éxito para localizar el origen del terremoto ya que, por la fuerza de éste los sismógrafos de aquella época no estaban diseñados para medir fenómenos de dimensiones tan grandes.

También se dio a conocer que uno de los sismógrafos de la ciudad presentó daños de una de sus cuerdas de acero. Por ese motivo, el mecanismo que utilizaba el sismógrafo en aquellos años se desvió sin dejar la orientación marcada del temblor, por lo que no se pudo calcular el epicentro.


Un día después del sismo que sacudió el área noroeste de la República Mexicana, el 4 de Junio de 1932, la portada de la segunda sección de El Universal ofreció una amplia cobertura sobre los daños causados por este sismo en la Ciudad de México, aunque las fotografías mostraban importantes daños, no se registraron pérdidas humanas. No obstante, en los estados de Colima y Jalisco las muertes ocasionadas por el sismo empezaron contarse por decenas. Foto: Hemeroteca El Universal
Un día después del sismo que sacudió el área noroeste de la República Mexicana, el 4 de Junio de 1932, la portada de la segunda sección de El Universal ofreció una amplia cobertura sobre los daños causados por este sismo en la Ciudad de México, aunque las fotografías mostraban importantes daños, no se registraron pérdidas humanas. No obstante, en los estados de Colima y Jalisco las muertes ocasionadas por el sismo empezaron contarse por decenas. Foto: Hemeroteca El Universal

Sin embargo, gracias al trabajo de los ingenieros se indagó el origen del sismo, con los pocos datos que se habían recuperado antes del daño de los aparatos de medición, se descartaron los estados de Oaxaca y Guerrero como origen del sismo y calcularon la procedencia del movimiento más hacia el noroeste del país.

Horas después se calculó que el epicentro se encontraba en el Océano Pacífico, cerca de unas fosas marítimas que se encuentran frente al estado de Colima. Más tarde llegaron telegramas procedentes de Colima que daban cuenta de los grandes daños causados por el temblor trepidatorio y del cual se reportaron varias réplicas.

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Después de varias dificultades para delimitar el epicentro del sismo que había sacudido a la Ciudad de México, los especialistas junto con el apoyo de fuentes de información de otros estados pudieron ubicar el lugar de origen del terremoto. El 5 de Junio de 1932, El Universal publicó un mapa con la ubicación del epicentro localizado en Océano Pacífico frente a las costas de Colima y Jalisco, un detalle particular de esta plana es que en esos años el punto de origen del sismo se le llamaba “epifoco”. Foto: Hemeroteca El Universal.
Después de varias dificultades para delimitar el epicentro del sismo que había sacudido a la Ciudad de México, los especialistas junto con el apoyo de fuentes de información de otros estados pudieron ubicar el lugar de origen del terremoto. El 5 de Junio de 1932, El Universal publicó un mapa con la ubicación del epicentro localizado en Océano Pacífico frente a las costas de Colima y Jalisco, un detalle particular de esta plana es que en esos años el punto de origen del sismo se le llamaba “epifoco”. Foto: Hemeroteca El Universal.


Estados Unidos percibió el terremoto

Debido a la fuerza del desastre natural y por su ubicación, los sismógrafos que se encontraban en universidades norteamericanas registraron el movimiento telúrico. La Universidad de Georgetown reportó a este diario que los registros señalaban un fuerte terremoto cuya magnitud no se había presentado en varios años.

El primer registro fue percibido a las 5 y 43 minutos de la mañana, hora de Washington, con episodios intermitentes hasta las 8 de la mañana.

Entre los diarios que publicaron el suceso, una gran variedad de periódicos norteamericanos redactados en español hicieron una cobertura detallada del sismo para los lectores de habla hispana. En la imagen se observa la edición de un periódico de los Ángeles conocido como “La Opinión”. Foto: Library of Congress/ Especial.
Entre los diarios que publicaron el suceso, una gran variedad de periódicos norteamericanos redactados en español hicieron una cobertura detallada del sismo para los lectores de habla hispana. En la imagen se observa la edición de un periódico de los Ángeles conocido como “La Opinión”. Foto: Library of Congress/ Especial.

También el sismógrafo localizado en el Museo de Historia Natural de Nueva York y el de la Universidad de Fordham detectaron el movimiento y las autoridades declararon que había sido uno de los más fuertes registrados por sus aparatos.

Estos registros hicieron que en los diarios del país vecino también publicaran sobre el fuerte sismo que había azotado a diferentes estados de México.

La intensidad del terremoto fue tan grande que los sismógrafos localizados en Estados Unidos registraron el movimiento telúrico, debido a las medidas recopiladas por estos aparatos, varios periódicos de diferentes Estados de Norteamérica publicaron en primera plana los sucesos, en la imagen se puede leer el titular de un periódico local de Dakota del Sur. Foto: Library of Congress/ Especial.
La intensidad del terremoto fue tan grande que los sismógrafos localizados en Estados Unidos registraron el movimiento telúrico, debido a las medidas recopiladas por estos aparatos, varios periódicos de diferentes Estados de Norteamérica publicaron en primera plana los sucesos, en la imagen se puede leer el titular de un periódico local de Dakota del Sur. Foto: Library of Congress/ Especial.


Otra forma de medir los sismos

Después de las múltiples réplicas del sismo del 3 de junio de 1932, EL UNIVERSAL ILUSTRADO publicó un reportaje sobre el Observatorio Nacional, institución encargada de los desastres naturales en ese entonces.

En el texto se habla del importante trabajo de los especialistas que trabajan en el Observatorio Nacional dentro del departamento de sismos y se hizo una visita al interior de las instalaciones donde se encontraban los sismógrafos.

En ese entonces los sismógrafos constaban de un aparato de dimensiones monumentales y plumas registradoras de aluminio que descansaban sobre una banda de papel ahumado, estas agujas dejaban un patrón que correspondía a diez milímetros por cada minuto que transcurría.

Las agujas eran tan sensibles que, ante el más mínimo movimiento terrestre, dibujaban unos “rayones” sobre el papel, tal era su exactitud que registraba movimientos imperceptibles por el ser humano, los expertos que trabajaban con este sismógrafo nombraban estos registros como “microsismos”, término que sigue utilizándose hoy en día.

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El 30 de Junio de 1932, El Universal Ilustrado hizo un reportaje especial para informar a sus lectores sobre el Observatorio Nacional, institución encargada en ese entonces de monitorear todos los desastres naturales de México. Dentro del reportaje se publicaron unas muestras de los registros que producían los sismógrafos, así como una detallada explicación sobre la escala oficial de medición de terremotos conocida como Escala de Mercalli. Foto: Hemeroteca El Universal.
El 30 de Junio de 1932, El Universal Ilustrado hizo un reportaje especial para informar a sus lectores sobre el Observatorio Nacional, institución encargada en ese entonces de monitorear todos los desastres naturales de México. Dentro del reportaje se publicaron unas muestras de los registros que producían los sismógrafos, así como una detallada explicación sobre la escala oficial de medición de terremotos conocida como Escala de Mercalli. Foto: Hemeroteca El Universal.


La escala de Richet, también conocida como escala de magnitud local, es el sistema con que se miden los sismos a nivel internacional. Sin embargo, para 1932 este sistema de medición aún no había sido creado.

En los años anteriores a la escala de Richter se contaba con otra escala oficial con la que se informaba en los diarios la intensidad de los sismos, la Escala de Mercalli.

En ese entonces, el sismo del 3 de junio de 1932 tuvo un grado de 5°, en la escala de Mercalli la cual mide los daños materiales posterior a un terremoto, este grado se describe así:

“Cuando un temblor produce una sacudida, es percibida por todos, en caso de ser de noche muchos despiertan. Algunas piezas de vajillas y vidrios se rompen. Se presentan agrietamiento de zonas planas, caen objetos inestables. Se observan perturbaciones en los árboles, postes y otros objetos altos y se detienen los relojes de péndulo”

Con base en la descripción, según los diarios y reportes de la época, todos los puntos se cumplieron más eventos extra como derrumbes, pero no con la escala suficiente para llegar a grado 6° aunque estuvo muy cerca.

Vista panorámica de poblado de Cuyutlán, Colima, justo después del paso de un tsunami provocado por los sismos registrados en Junio de 1932. Al fondo se observan apenas unas cuantas casas de pie después de la devastación de los desastres naturales. Foto: Jorge L. Cummings/ Especial.
Vista panorámica de poblado de Cuyutlán, Colima, justo después del paso de un tsunami provocado por los sismos registrados en Junio de 1932. Al fondo se observan apenas unas cuantas casas de pie después de la devastación de los desastres naturales. Foto: Jorge L. Cummings/ Especial.

Este sismo fue el primero de muchos que sucedieron a lo largo de casi todo el mes de junio de 1932. La cantidad de eventos telúricos causó que varios edificios dañados terminaran por caer y en el estado de Colima, las poblaciones cercanas a la playa reportaron tsunamis con una altitud aproximada de 10 metros después de una réplica con magnitud de 6.9, escala de Richter.

Las enormes olas devastaron lo que quedaba aún en pie y cobró la vida de 75 personas en Cuyutlán, Colima.

Este sismo marcó de manera importante a los estados de Colima y Jalisco, y no volvió a presentarse un terremoto tan fuerte hasta el 9 de octubre de 1995 con una magnitud de 8.0, escala Richter y luego el 22 de enero de 2003 con una escala de 7.2.

Finalmente, con el sismo del 19 de septiembre de 2022, Colima nuevamente fue afectada de manera importante, siendo el último que ha removido las tierras colimenses.

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