Hay quienes llevan décadas acudiendo al Centro Histórico, a sus calles peatonales, ya sea por recreación o para generar un ingreso. Calles como Motolinía ofrecen hasta tardeadas de salsa y cumbia los fines de semana, gracias a la llegada de los andadores peatonales, hace 50 años. Aquí una imagen entre 1972 y 1973. Colección Carlos Villasana.
Texto: Carlos Villasana S.
Quienes caminan en “bolita” por la calle de Madero de esta capital suelen animarse a tomar una selfie en ese andador peatonal que no sólo es popular en redes sociales, pues tiene tanto qué ofrecer que las fotos serán buenas en cualquier lugar.
Estas son experiencias que hoy podemos vivir en la ciudad de México gracias a que hace 50 años se crearon las primeras calles exclusivas para el peatón. Hoy, en Mochilazo en el Tiempo te contamos cómo surgieron estos espacios.
Según el folleto Reencuentro – Remodelación – Cuadernos de la Ciudad , publicado por el Departamento del Distrito Federal en el año de 1973, en el "centro tradicional" de México se volvieron de uso peatonal exclusivo, además de Madero, las calles de la Condesa, Gante, Motolinía y Palma; los callejones de Cinco de Mayo, según la traza de Hernán Cortés, definida al superponerse como la capital de la colonia a la entonces Tenochtitlan, en el siglo XVI.
Otras áreas libres de autos fueron las plazas del Senado, Lerdo de Tejada (antigua calle de Xicoténcatl), Garibaldi y la Concepción Tequipeuhcan, que junto con la Alameda Central -totalmente restaurada- y otras plazas tradicionales, permiten sumar una considerable superficie sin vehículos.
Calle peatonal de Motolinía entre los años 1972 y 1973, en el centro del entonces Distrito Federal. Colección Carlos Villasana.
La ciudad del contraste arquitectónico
El deterioro del Centro, según información del Departamento del Distrito Federal, empezó a partir del siglo XX, por el envejecimiento de los edificios y “por el tremendo recargo de actividades comerciales”. Por aquel entonces se creía que el comercio transformaba y hasta ocultaba con su publicidad “el sabor original de los estilos arquitectónicos”.
“El rostro antiguo de la ciudad, de sobria y armoniosa belleza, fue invadida por una cultura moderna estruendosa y frívola”, se lee en las publicaciones oficiales que registraron qué acciones emprendió el DDF y por qué.
Es probable que por ello, hoy los comercios de la calle Madero, locales o internacionales, se vean obligados a respetar las antiguas fachadas que caracterizan su espacio abierto al público.
La medida oficial podría suscitar un debate sobre la objetividad o la imparcialidad del criterio con que se actuó. Un punto muy cierto es el que dice “De la serena Ciudad de los Palacios, México pasó a ser la enervante ciudad de los contrastes arquitectónicos”, pues de la antigua y pequeña ciudad colonial, hasta entonces barroca o neoclásica pero uniforme, se había pasado a una gran urbe occidental y modernizada ya en pleno desarrollo.
La calle de Madero, en siglos anteriores llamada Plateros, es peatonal desde hace años recientes. Aquí una imagen entre los años 1972 y 1973, hoy la vemos siempre con ríos de gente, vendedores de lentes y tatutajes, así como estatuas humanas y grupos musicales. Colección Carlos Villasana.
Por si fuera poco, la administración en turno del DDF también llamó “anarquía” al resultado de las actividades de la industria de la construcción, en referencia a las “fachadas vítreas rectangulares al lado de templos barrocos y edificios de estilo neoclásico”.
De acuerdo con el libro Remodelación Urbana , en septiembre de 1971 existían en la Ciudad de México 200 colonias populares, con cerca de 500 mil habitantes que carecían de la mayor parte de los servicios públicos asociados con la vida urbana. Para atender estas y otras áreas se construyeron entre 1971 y 1973, un millón de metros de nuevas calles y avenidas.
Se estimaba que en total, el entonces Distrito Federal disponía de unos 50 millones de metros cuadrados de calles, de las que estaban pavimentadas alrededor de 40 millones.
“Los pavimentos están sujetos a un mayor o menor desgaste, atendiendo a la intensidad de la circulación de vehículos, independientemente de los efectos del sol, la lluvia y los cambios de temperatura”, se lee en sus páginas.
La calle de 5 de mayo en el Centro Histórico entre los años 1972 y 1973. Colección Carlos Villasana.
La publicación señala que debido al clima y el tránsito de vehículos, en el Distrito Federal habría sido recomendable reponer los pavimentos cada 15 años, lo que llevaría a reconstruir unos dos y medio millones de metros cuadrados de pavimento anualmente, aun cuando en la práctica, el volumen de obra realizado resultara ligeramente inferior al ideal técnico.
La descongestión del tráfico permitió las calles peatonales
En el capítulo "Obras Viales en el Distrito Federal", dentro del libro Carreteras y Transportes de México se explica que, para propiciar una nueva etapa en la vida de lo que llamaban en los setentas “el centro tradicional” de la capital, el DDF emprendió su "programa de remodelación urbana”, pero se recalcaba que era posible gracias a la exitosa evolución del transporte público, impulsado por la “eficiente operación” de las líneas 2 y 3 del Sistema de Transporte Colectivo (STC).
De acuerdo con el libro, a partir de la construcción del Metro, el Centro resultaba mucho más accesible al grueso de la población, al mismo tiempo que sus calles y edificios adquirieron un nuevo valor, una vez que disminuyó el número de autobuses “que en interminables filas avanzaban lentamente por las estrechas calles”.
La calle de Gante luce casi vacía en esta imagen de 1972 y 1973, hoy vemos más actividad por su cercanía a la calle de Madero, definitivamente la calle peatonal más transitada. Colección Carlos Villasana.
Esa descongestión del usual tráfico vehicular en el Centro Histórico fue el parteaguas que permitió destinar algunas calles al uso exclusivo de los peatones.
El programa de remodelación incluía la reconstrucción total de los pavimentos, guarniciones y banquetas, cuyos materiales fueron sustituidos por otros de colores y texturas agradables a la vista que contribuían a realzar el aspecto de las construcciones, muchas de gran valor histórico y artístico.
Las encuestas ciudadanas que impulsaron la remodelación
El periodista especializado en historia de la ciudad, problemas urbanos y administración pública, David Galicia Sánchez, afirma en entrevista para EL UNIVERSAL que esta estrategia, además, fortaleció la infraestructura del turismo capitalino.
“Al iniciar la década de los 70, el Centro Histórico de la Ciudad de México no se encontraba en las mejores condiciones para atraer visitantes. De hecho, cada vez eran menos las personas que frecuentaban el primer cuadro, al considerar que su aspecto era sucio y ruinoso, además del caos vehicular ocasionado por una mala señalización”.
La calle de 5 de mayo un día festivo de principios de la década de los 70. Entre 1972 y 1973 hubo gestiones del entonces gobierno capitalino para que fuera peatonal, pero por mucho tiempo. Colección Carlos Villasana.
Galicia Sánchez comenta que para hacer frente a esta situación, “entre 1971 y 1972 el entonces Departamento del Distrito Federal puso en marcha un plan para la remodelación del centro de la Ciudad de México para revitalizar la zona y, con ello, atraer visitantes al centro”.
A principios de 1971, según refiere la publicación Remodelación Urbana se iniciaron en la ciudad de México algunos estudios para determinar qué tan factible era desarrollar un programa con participación de particulares, técnicos y autoridades del DDF. El objetivo era medir por zonas las impresiones negativas del paseante, el vecino, el comerciante o el turista.
Esta medida puede sonar familiar para la población actual, que envió decenas de miles de votos para elegir entre palma, ahuehuete, jacaranda y otras especies de árbol, al reemplazo de la centenaria Palma de la glorieta de la avenida Reforma.
Tras completarse la investigación, se realizaron encuestas al sector de la ciudadanía más involucrado. La respuesta fue positiva y los datos confirmaron que el ambiente urbano estaba mal conservado o mal adaptado a las necesidades del momento.
Calle de Isabel la Católica que luce ya adoquinada, entre los años 1972 y 1973, en el Centro Histórico de esta capital. Colección Carlos Villasana.
Algunas quejas giraban en torno a asuntos como las fachadas deterioradas, sucias y descuidadas, las progresivas demoliciones sin importar que se tratara de monumentos catalogados y “las interminables telarañas de peligrosos cables aéreos”.
Cambios que rejuvenecieron el Centro
La información de Cuadernos de la ciudad nos permite saber a detalle en qué consistió esta remodelación urbana, llevada a cabo entre 1971 y 1972, pues describe desde los materiales elegidos hasta los elementos que se rescataron, los que se conservaron y los que se descartaron.
Entre los cambios que “rejuvenecieron” la zona entonces denominada “antiguo Centro Comercial”, figuró la sustitución de asfalto por adoquín y “adocreto”, que además de ser materiales duraderos y de agradable textura, podían repararse sin afectar su aspecto.
David Galicia agrega que, en el esfuerzo de darle un nuevo aspecto al Centro Histórico se reemplazaron también los tramos principales de pavimento y banquetas, que incluso quedaron mejor alineadas, en las vialidades que seguirían abiertas al tránsito de automóviles, como 5 de Mayo, Isabel la Católica, Tacuba o 16 de septiembre.
Postales de las áreas peatonales de las plazas de Palma y Garibaldi entre los años 1972 y 1973, actualmente de las más visitadas por la oferta de comercios, restaurantes, oficinas y entretenimiento. Colección Carlos Villasana.
“También se modernizó el mobiliario urbano, se sustituyeron las lámparas de la red de alumbrado, se crearon áreas verdes y se instalaron bancas, entre otras acciones”, señala.
Jardineras nuevas, farolas “de árbol” (con cinco focos) y equipamiento urbano se colocaron en aceras y plazas como las de Garibaldi y del Senado, ésta última menos recordada porque en su lugar se instaló el “Caballito” del MUNAL. Así, en favor de los capitalinos, se recuperaron espacios donde antes ya no era posible detenerse a descansar un momento.
No está demás mencionar que en el caso de Madero, la remodelación incluyó adoquinado para tránsito vehicular, pues no vería llegar su propia "peatonalización" sino hasta mediados de octubre de 2010.
Sentiés, el defensor de la ciudad antigua y moderna
El inicio de estas obras de remodelación aquel año no es una casualidad. Habrá un sector de la población que aún recuerde que fue en 1971 cuando comenzó la regencia de Octavio Sentíes como titular del Departamento del Distrito Federal (del 15 de junio de 1971 al 30 de noviembre de 1976), cargo equivalente a la actual jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Bajo su administración se llevaron a cabo obras importantes, como continuar la construcción de las primeras líneas del STC Metro y, en especial, el sistema de Drenaje Profundo que evita inundaciones en la capital. Sin embargo, conforme conocemos detalles de la vida y pensamiento de Sentíes, poco a poco queda claro por qué se dedicó a remodelar el Centro Histórico.
Por un lado, aunque suene proselitista, Sentíes expresaba un sincero afecto por la ciudad de México, a pesar de ser veracruzano de nacimiento.
Esto lo sabemos gracias a la serie Cuadernos de la Ciudad que los documentos oficiales del DDF sobre la remodelación urbana del Centro, únicos en su tipo por reafirmar ideas como el “sentido de amor por la ciudad”.
La calle de Tacuba también registró grandes cambios a inicios de los años 70 para ofrecer a sus visitantes espacios libres de automóviles. Colección Carlos Villasana.
Y por otro lado, en las décadas siguientes al mandato de Sentíes es poco común que las obras de remodelación o infraestructura presenten un discurso emotivo. Los más críticos quizá se atreverían a decir que después de 1976 este tipo de proyectos sólo volvería para “meter mano” en el erario público.
En la serie titulada Cuadernos de la ciudad , se puede identificar el humanismo detrás de estos trabajos: “Una ciudad expresa su historial urbano a través de los símbolos de sus calles, sus plazas, sus jardines”. Ya desde las primeras páginas se hablaba de la historia y simbolismo que caracterizan a la capital.
No sólo se concientizó acerca de la necesidad de elegir entre cuidar o descuidar la capital, sino que más adelante se afirmaba que los edificios de “la antigua capital azteca” se enriquecen y significan con el paso del tiempo.
De ese modo, el mismo texto dejó claro que el programa de remodelación fue por “respeto a los valores tradicionales y al ser humano. Un sentido de amor por la ciudad”.
Como “traza añorante” se calificó esta imagen tomada de las publicaciones que se hicieron en su momento para resaltar el valor histórico, arquitectónico y social de las calles del Centro Histórico. El regente Sentiés promovió el proyecto con el fin de revitalizar la zona y promover el aforo de visitantes, marcando así un equilibrio en la arquitectura entre la capital antigua y la que se modernizaba sin perder su esencia. Colección Carlos Villasana.
La administración de Octavio Sentíes consideró que su remodelación se percibía como un rejuvenecimiento gracias a que se recuperaron diversos espacios, en una época en que la ciudad de México estaba perdiendo “el placer de transitar por las calles, avenidas y andadores, gozando del espíritu y las maravillas cotidianas de una ciudad que aún tiene muchas cosas por descubrir”.
Se argumentó que la densidad de la urbanización y la afluencia del tránsito despojaban a la ciudad de la oportunidad de experimentarla al máximo cuando “para darse cuenta de ello, sólo hacía falta un entorno más cordial e inspirador”.
De acuerdo al libro Carreteras y Transportes de México, para 1973 concluyó en mayor medida la transformación de las calles de la Condesa, Marconi, Gante, Motolinía, Palma, Xicoténcatl y callejones del 5 de Mayo, que desde entonces se conocen como espacios exclusivos para quienes recorren la ciudad a pie.
David Galicia nos comenta que esta iniciativa “fue un soplo de aire fresco para calles con circulación de vehículos, así como otras exclusivas para el uso peatonal”. Pero no sería todo, pues explica que “las obras de mejoramiento llegaron también a la Plaza de la Constitución, así como los costados de Palacio Nacional, Catedral, Monte de Piedad y Portal de Mercaderes”.
La plaza de la Concepción, otra área peatonal de gran valor arquitectónico que ofrece ese aspecto antiguo e histórico a las calles del centro capitalino. Colección Carlos Villasana.
Toca a los expertos que saben acerca de la vida diaria en la ciudad en tiempos de la colonia o del México Independiente, confirmar si la introducción de calles peatonales recuperó “el espíritu tradicional de la ciudad […] que hace factible y deseable una relación más humana de convivencia”.
Eso sí, no hay duda de que la existencia de calles cerradas al automovilista facilita eventos que impulsan la vida cultural y turística local, desde conciertos multitudinarios en el Zócalo hasta festivales, o experiencias más cotidianas como el comercio y salidas con amigos y familia.
- Fuentes:
- Carreteras y Transportes de México, 1973.
- Remodelación – Reencuentro – Cuadernos de la Ciudad. Tomo 6, 1973. D.D.F.
- Remodelación Urbana Ciudad de México 1971 -1976, D.D.F
- El programa de Remodelación Urbana en el Centro
- Entrevista al periodista David Galicia Sánchez, especializado en historia de la Ciudad de México, así como en problemas urbanos y administración pública. Es licenciado en Comunicación por la FCPyS de la UNAM.