Salvador Novo, conocedor desde el bullicioso “Barrio Bravo” hasta el apacible Coyoacán, dedicó su vida a nutrir la memoria de la hoy “CDMX”. Esa vida se extinguió en enero de 1974, pero las numerosas palabras con que aplaudió a la ciudad de México y a sus habitantes no dan señas de perder sus colores y nostalgia.
Esta entrega trae un breve recuento de sus primeros años y recuerda la melancólica cobertura sobre “el escritor, el maestro, el amigo” que pasó su última noche en el Centro Médico Siglo XXI, añorando las arboledas del sur de la ciudad, escribiendo un último soneto navideño.
Sitios, costumbres y comida típica fueron sólo algunos de los temas frecuentes con que Novo describió y difundió la cultura mexicana. Los significados que tan diversos rincones, usanzas y sabores implicaban para los capitalinos de la primera mitad del siglo XX eran una fascinación del escritor que abarcó desde ensayo hasta crónica y poesía.
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Un niño tímido que pronto se volvió un joven culto
Originario de la propia ciudad de México (1904), Novo creció como un niño un tanto tímido, ajeno al ánimo brusco y juguetón de sus compañeros de escuela. Pasó parte de su infancia en el norte del país y regresó a la capital para estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP).
Un dato imperdible en las biografías de don Salvador es su amistad con Xavier Villaurrutia y Jaime Torres Bodet, ambos compañeros de la ENP, con quienes formó parte de “Los Contemporáneos”: una constelación de intelectuales que unió esfuerzos para lanzar revistas culturales como México moderno o Ulises.
Culto como pocas personas en el entonces Distrito Federal (DF), desde su juventud destacó en aquella comunidad literaria. Incluso publicó una de sus novelas en la revista EL UNIVERSAL ILUSTRADO, de esta casa editorial: Return Ticket o Boleto de regreso, cuando tenía sólo 23 años.
Con el paso de unas cuantas décadas, ganó buena fama gracias a sus textos, que ofrecían desde eruditos y sensibles poemas hasta narraciones costumbristas de los platillos, actividades y espacios que daban su identidad y alegrías a la urbe del Valle de México.
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Tan diversos eran sus gustos e intereses como las creaciones en que los plasmaba, pues como reseñó el propio ILUSTRADO, por su producción de ensayo, versos, viaje, crítica, novela, cátedra y conferencia, “por lo diverso y continuo, es difícil su semblanza”.
Y es que lo mismo se le podía ver en eventos culturales organizados por el gobierno como probando pulque en las calles de Tepito, algo que a nadie le sorprendía, pues dejó claro su amor por la gastronomía defeña con Historia gastronómica de la Ciudad de México.
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Elogió los placeres de la capital hasta sus últimos días
“Nuestros antepasados supieron pasear, disfrutar de un paseo”, decía Novo. En su libro Los Paseos Mexicanos decidió hacer protagonistas a espacios que quizá hoy se dan por sentado: la Alameda Central, la “Plaza Mayor”, la hoy calle de Bucareli y, por supuesto, los paseos de Reforma y Chapultepec.
En su opinión, esta costumbre tan bien aprendida, de no conformarse con pasear de la casa a la plaza, o de la misa dominical a casa, era el legado del octavo virrey de Nueva España, Luis de Velasco, quien decidiera la construcción de la Alameda “allá por 1590 […] adelante del tianguis de San Hipólito”.
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Novo reflexionó en la dinámica y placeres de la ciudad desde joven hasta sus últimos días. Creía, por ejemplo, que es imposible pasear en carro porque así anulamos y tragamos las distancias.
Pero también elogió al automóvil: “la automática conquista de la humanidad empezó a ser don de todos”, dijo, al mismo tiempo que afirmó que se abrieron nuevas oportunidades de vida a vendedores de gasolina, lavacoches o cobradores de pasaje.
Cuando llegó a la tercera edad, en 1965, se le nombró de manera oficial “Cronista de la Ciudad de México”. Para ese momento había vivido por casi 25 años en Coyoacán, y en 1968 el regente del DF, Alfonso Corona del Rosal, decidió bautizar la calle en que vivía con el nombre de Salvador Novo.
En esa ocasión, compartió que le emocionaba pensar que su nombre viviera más que él mismo en una calle “que como en un símbolo prodigioso conduce de Los Viveros, en que crecen los árboles que purificarán la vida perenne de la ciudad, al Pedregal, en que las nuevas generaciones se preparan para servir a nuestra patria”.
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La última entrevista de Novo, una exclusiva de EL UNIVERSAL
El invierno entre 1973 y 1974 fue necesario internar a Salvador Novo por dificultades respiratorias que padecía años atrás y que aquel diciembre se le agravaron. La redacción de El Gran Diario de México explicó que, pese a las estrictas consignas médicas de prohibir toda visita, un reportero de esta casa editorial logró ingresar y entrevistarlo.
Respiraba con esfuerzo, y hablar le era aún más difícil, pero expresó sin dudar “añoro los árboles de Coyoacán”, sin apartar su vista de la ventana del cuarto 776 del Centro Médico Nacional.
No es más que una suposición a medio siglo de distancia, pero quizá esa nostalgia confesaba también su afán por seguir escribiendo en su residencia del barrio de Santa Catarina, tan cerca de puertas al pasado como lo son la Casa de Alvarado, hoy Fonoteca Nacional, y del Museo de la Acuarela.
Por desgracia, las más de tres décadas como vecino de Los Viveros de Coyoacán no bastaron para sostener la salud de sus pulmones. Sin embargo, pareciera que para el reportero la impresión más fuerte sería contemplar “cómo el autor de un extenso tratado sobre gastronomía comía apenas una gelatina roja, un pequeño plato de sopa y un jugo”.
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Prueba de sus ganas de escribir hasta en sus días más difíciles, al interior de la habitación del hospital se encontraban libros apilados y cuartillas escritas a mano, con pluma. Cada invierno, Novo escribía un soneto para Navidad, y aquel último diciembre no fue la excepción.
Lo terminó con tiempo de sobra, pero siempre partidario de saborear los pequeños placeres de la vida, comentó al periodista que lo guardaba para Nochebuena, con la idea de que los medios no lo dieran a conocer con demasiada anticipación.
Poco después, el médico y las enfermeras urgieron al intruso a retirarse de aquel cuarto 776, de donde Salvador Novo sólo se ausentó el día 25, para volver a internarse hasta el 13 de enero de 1974, en que falleció a las 21:40 horas.
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- Fuentes consultadas:
- Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
- Duncan, Veka. (2020). “Salvador Novo, historia y leyenda de Coyoacán”, en Este País: tendencias y opiniones.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Novo, Salvador. (1979). Cocina mexicana o Historia gastronómica de la Ciudad de México. Porrúa.
- Novo, Salvador. (2012). Los paseos de la ciudad de México. FCE.
- Novo, Salvador. (1962). “Los solaces de Cortés”, en “Breve historia de Coyoacán”. Revista de la Universidad de México.
- (2011). Novo, Salvador (1904-1974). Coordinación Nacional de Literatura, INBA.