Comenzar el día antes de que el sol se levante en el horizonte es parte de la rutina de miles, si no es que millones de mexiquenses. Esa relativa calma de los últimos minutos de la madrugada terminó con violencia la mañana del 19 de noviembre de 1984 en San Juan Ixhuatepec.
Según las averiguaciones oficiales, a las 5:30 a.m. tuvo lugar una ruptura en una tubería de 20 centímetros de diámetro que transportaba gas LP a una planta de Petróleos Mexicanos (PEMEX), que entre seis esferas y 48 cilindros (más conocidos como “salchichas”) tenía capacidad total para 16 mil metros cúbicos del combustible.
Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo recuerda aquella ruptura a la que le siguieron numerosas explosiones, tan brutales que tres quedaron registradas en los sismógrafos, y desataron una pesadilla que llegó a noticieros de todo el mundo.
Un pueblo tranquilo fue presa del “progreso”
La localidad de San Juan Ixhuatepec, entre la alcaldía Gustavo A. Madero y Ecatepec, llevaba más de 400 años al hilo como zona de viviendas cuando se construyó la infraestructura de las gaseras que operan ahí desde 1961 hasta la fecha.
De acuerdo con la tesis de licenciatura de Jaime Pérez Martínez, Después de diez años, ¿qué ha sucedido con San Juan Ixhuatepec? (Reportaje), la planta almacenadora de PEMEX en San Juanico ayudaría a descongestionar la hoy extinta refinería de Azcapotzalco.
Antonio Pérez (cronista de Tlalnepantla) y Ángel López Santander (vecino), le comentaron al tesista Pérez Martínez que esta zona, que antiguamente se llamaba “Izuatepec”, todavía en los años cincuenta era la típica imagen de provincia mexicana: un poblado dedicado a la ganadería y la agricultura.
El señor López Santander declaró que entonces “era un pueblo muy pequeño que a penas tenía una iglesia y unas cuantas casas a su alrededor”, mientras que el cronista afirmó que a San Juanico lo rodeaban los ranchos de La Presa, El Risco, Santa Cruz y San José.
Antes de la tragedia del 84, se desataron factores que trazaron parte de las condiciones por las que el accidente llegó a catástrofe hace cuatro décadas.
Jaime Pérez apunta en su tesis que aunque al inicio la gasera se ubicó a una distancia razonable del área habitada, la llegada de la industrialización coincidió con un aumento descontrolado de la población desde los años 60, incluyendo asentamientos irregulares que fueron posibles gracias a la corrupción entre latifundistas y funcionarios públicos.
Miles de migrantes de otros estados de la República buscaban acercarse a la capital para encontrar empleo, al mismo tiempo que el gobierno tenía tendencias centralistas que mantuvieron la industrialización tan cerca de la ciudad de México como fue posible.
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Debido a ello, ni la construcción se situó en una zona más remota, ni los asentamientos irregulares fueron reubicados en zonas más seguras.
Ya en la década de los 80, había constantes fugas de gas por falta de mantenimiento. Según declaró el ex alcalde Alfonso Olvera Reyes (1982-1984) para EL UNIVERSAL en 2009, su administración cumplió en notificar esta situación a PEMEX y al propio gobernador mexiquense en turno, Alfredo del Mazo González, sin obtener respuesta oportuna.
Ni cómo escapar, porque hasta las puertas quemaban
Hoy las explosiones de San Juanico cumplen cuatro décadas, y en 1984 había pasado casi el mismo tiempo desde que dos bombas nucleares arrasaron dos ciudades japonesas, en la Segunda Guerra Mundial. Los “hongos nucleares” fueron un comentario en boca de todos ante la terrible visión de las explosiones de Ixhuatepec.
La comparación estaba muy lejos de exagerar, pues las llamas alcanzaron al menos 500 metros de alto, y si se cuenta la humareda, las columnas se estimaron entre 1.5 y 2 kilómetros de altura. Toda el Área Metropolitana podía ver la catástrofe.
Reportes y testimonios indican que la tubería de gas LP se rompió a las 5:30, con lo que se esparció un fuerte olor por las calles. Diez minutos después, aquella nube tóxica se transformó en un feroz incendio en el aire.
A las 5:45 y a las 5:46 se dieron las primeras dos explosiones, cada una en una esfera de la planta almacenadora. Por su intensidad descomunal, aquellos estallidos fueron los primeros dos de tres que registraron los sismógrafos.
Además de trabajadores de la planta, las primeras víctimas mortales fueron los vecinos que habitaban casas de lámina, separadas de la planta por nada más que las vías del tren. También las mujeres que hacían fila afuera de la Lechería local habrían perdido la vida en esos momentos.
La crónica de Víctor González, reportero de EL UNIVERSAL, narra que "los primeros que pudieron haber prestado servicio, quedaron mudos. La delegación policiaca de La Presa sucumbió con sus unidades -cuatro patrullas- destruidas por la hecatombe".
En punto de las seis de la mañana, los cuerpos policiacos de San Pedro Xalostoc comenzaron a desviar el tráfico y cortar los accesos a la zona. Para las seis y media el caos vehicular ya se extendía hasta la autopista México-Pachuca, que se destinaría al tránsito de vehículos de apoyo.
Treinta minutos después, a las 7:01, hubo un tercer estallido que se reflejó en los sismógrafos, pero las explosiones continuaron en los cilindros o “salchichas” hasta las once de la mañana.
Los primeros trabajos de rescate iniciaron entre las ocho y las diez de la mañana, pero continuaron hasta las seis de la tarde. El último incendio en las esferas no se controló sino hasta las once de la noche. La primera cifra de víctimas mortales rebasaba los 400.
Todo siniestro en números es una cosa, y otra muy diferente en recuerdos. A comienzos del mes en curso, el canal de YouTube “Lo que nos dé la gana” realizó entrevistas a sobrevivientes del incidente, a través de las cuales se despeja hasta la menor duda del infierno que fue aquella tragedia.
Para no pocas familias, el primer pensamiento fue que estaban a punto de morir, y también el primer reflejo fue reunirse para al menos estar juntos en el último momento.
Como una calca de la tristemente famosa ciudad de Pompeya, donde la erupción del volcán Vesubio del año 79 calcinó a numerosas familias romanas en instantes, las fotografías de la zona cero revelaron que, en efecto, cientos de mexiquenses perdieron la vida de un momento a otro por el fuego.
Eso sí, los relatos de los sobrevivientes también confirman que los breves segundos en que lo único en el mundo eran flashazos, estruendos y oleadas de calor asfixiante, bastaron para que todos comprendieran de dónde provenía el peligro: la gasera de PEMEX.
Quienes lograban reaccionar del shock inicial, se afanaban en movilizar a sus familias, proteger infantes y ayudar a las abuelas o tíos mayores de edad. En más de una casa, un obstáculo para salir eran las puertas de metal, porque quien intentara abrirlas se quemaba las manos.
Hileras de gente corriendo a la autopista, al cerro, a donde hubiera un lugar seguro, fueron el comienzo de la evacuación de San Juanico. Los días siguientes, las hileras eran de ataúdes: tan sólo en la fosa común del hoy “Parque Hidalgo” se sepultaron alrededor de 300 féretros.
Como es de imaginarse, la desgracia no acabó cuando los bomberos apagaron el último rastro de fuego, pues a los centenares de viviendas destrozadas y los miles de desplazados los agobiaron aún más los actos de corrupción e ineptitud, que entorpecieron los esfuerzos que se organizaron en apoyo a los damnificados.
La corrupción y mala gestión son otra amenaza
Reunir recursos para atender la catástrofe fue un reto que no esperó a los días siguientes. El mismo día 19 los bomberos, encabezados por el equipo de Xalostoc, mandaron traer agua desde Pachuca, porque la de los equipos metropolitanos se agotó.
Lo mismo pasó con la fuerza de trabajo, pues la crónica de EL UNIVERSAL reportó que tan sólo la evacuación de diez colonias aledañas requirió lo que se estima en hasta 5 mil hombres.
Los policías, además, no podían dedicarse del todo a aquella tarea, porque desde las primeras horas hubo quienes tomaron la ocasión para iniciar actos de rapiña, de modo que algunos agentes habrían combatido el crimen en medio del fuego.
Una vez que se controló el siniestro, y ante la repentina escasez de gas LP en el Valle de México, los proveedores que aún tenían tanques en existencia encarecieron el recurso y la población incurrió en compras de pánico.
En las casas de San Juanico, esto provocó robos con los que desaparecieron desde pertenencias hasta los pequeños tanques de gas para uso doméstico con que contaban los sobrevivientes para llegar al final de la semana.
El entonces gobernador Alfredo del Mazo González no tardó en entregar las llaves de viviendas de razón social a una veintena de familias, pero tanto al momento como años más tarde se reportó que hubo damnificados que nunca recibieron ayuda semejante, ya fuera por descuido de la autoridad o por oportunistas que se hicieron pasar por vecinos.
Otra denuncia que hicieron deudos que permanecían en Ixhuatepec fue la corrupción previa al reparto de los insumos de acopio: tras hacerse una selección de lo mejor (como enseres y ropa nueva), se enviaba a San Juanico lo peor (artículos ya usados o en mal estado).
Se reportó que cientos de prendas, donadas por ciudades nacionales y extranjeras, fueron abandonadas en la calle, sin realizarse un reparto formal a la población, de tal suerte que los vecinos vieron perros que jugaban con las bolsas de textiles hasta hacerlos jirones.
Estas denuncias señalaron incluso a la Diócesis de Tlalnepantla, que realizaba su propio acopio. Mientras la población afectada padecía las gestiones -desde hostiles hasta ineptas- de la burocracia laica, no pocos vecinos temían que medicamentos y víveres se echaran a perder en las bodegas del prelado.
Los vecinos de Ixhuatepec han alzado la voz, por ya cuarenta años, con consignas entre las que destaca recordarle al país que San Juanico llegó antes que PEMEX. Sin embargo, décadas han pasado y, como señaló un reportaje de este diario en 2009, “el peligro se quedó a vivir en San Juanico”.
En aquella ocasión, durante la entrevista que dio para EL UNIVERSAL el fundador de la Unión Popular Ixhuatepec (UPI), Heriberto Soriano Franco, comentó que si en 1986 el presidente Miguel de la Madrid decretó la reubicación de empresas gaseras que se hallaran a menos de 100 metros de zonas habitadas, fue “letra muerta”.
Los únicos reubicados fueron los vecinos que estaban en el derecho de vía. La UPI dedicó décadas de trabajo a exigir la salida de las gaseras, pero esta industria eligió invertir millones de pesos en infraestructura que mantiene en el mínimo la probabilidad de accidentes.
Aunque en una escala menor, nuevas explosiones ocurrieron en 1990 y 1996. Sin embargo, las demandas de los habitantes de Ixhuatepec, al igual que la catástrofe del 84, parecieran caer en el olvido, a pesar de las ya conocidas explosiones de gas en viviendas de la CDMX y de la más reciente tragedia por un ducto de combustible en Tlahuelilpan, Hidalgo en enero de 2019.
- Fuentes consultadas:
- Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Perez Martinez, Jaime (sustentante). “Despues de diez años, ¿Que ha sucedido con San Juan Ixhuatepec? : reportaje”. UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1996.
- La explosión en San Juan Ixhuatepec; voces de los sobrevivientes | 40 años de la explosión 19/11/84, consultado en el canal “Lo que nos dé la gana”, YouTube.