Texto: Vanessa Conde Aguilar y Dafne N. García López
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
La necesidad de protegerse del clima llevó al hombre primitivo a arroparse con trajes elaborados con sus manos a base de pieles de animales que cazaban y con el tiempo también con telas de fibras de lino , lana y algodón que aprendieron a hilar.
A la par de la evolución de las vestimentas, las herramientas para hacerlas pasaron de ser agujas de hueso a telares o husos , hasta llegar a la invención de una máquina que imitaba la práctica de coser a mano, pero con mayor rapidez y capacidad de producción.
De acuerdo con la diseñadora Diana Fernández, antes del siglo XVIII, la costumbre de coser era una tarea exclusiva de las mujeres . Su dominio era una práctica esencial pues estaban destinadas a convertirse en amas de casa para crear y remendar prendas para toda la familia, además de convertirse en un medio para llevar comida a la mesa.
Obrera camina por las calles de la ciudad en busca de trabajo. Imagen tomada del libro Seis siglos de historia gráfica en México, de Gustavo Casasola. Años 60.
Sin embargo, continúa Fernández, con el reemplazo del trabajo manual por la industria y la manufactura que implicó la llegada de la Revolución Industrial (1760-1840), el método de coser la ropa se vio alterado en los hogares con estas máquinas.
No hay un inventor único a quien se le pueda atribuir la creación del aparato, pero el primero que funcionó correctamente fue el del sastre francés Barthélemy Thimonnier , quien en 1830 patentó la máquina de madera con engranajes en cobre, según su biografía oficial.
Luego del diseño de Thimonnier, otros modelos fueron presentados con ligeros cambios como el de los estadounidenses John Alexander Lerow y Sherburne Blodgett quienes presentaron su patente en 1849 aunque ésta no era demasiado funcional.
Fue al siguiente año que el estadounidense Isaac Merrit Singer hizo observaciones a las fallas del mecanismo de Lerow y Blodgett y, después de 11 días de trabajo y un costo de cuarenta dólares, terminó la primera máquina de coser propiamente dicha.
Entre las mejoras estaba el uso de un pedal de pie parecido al de una rueca que definitivamente superaba los aparatos anteriores, los cuales empleaban la fuerza manual de manivelas.
Antigua máquina de coser, su mecanismo utilizaba las manivelas y la fuerza manual para crear prendas. Imagen tomada de Pixabay.com.
Cuando obtuvieron la patente para la primera máquina de coser de doble puntada, los socios Isaac Singer y el abogado Edward C. Clark fundaron en 1850 la I.M. Singer & Company y comercializaron su invento por todo Estados Unidos.
Fue el empresario alemán Roberto Boker quien trajo las máquinas de coser Singer a la Ciudad de México en 1867 aprovechando sus contactos en Nueva York.
La Casa Boker , fundada en 1865, vendía todo tipo de productos de vanguardia que iban apareciendo en el mercado, así como los más tradicionales como juguetes, cristalería y todo tipo de herramientas.
En México la única posibilidad de la población de adquirir una prenda de vestir era acudir a una sastrería cuyos precios no muchas personas se podían permitir pagar. Por ello, la confección de prendas con un valor más accesible fue en mayor demanda y se buscó una mano de obra más experta, tanto mujeres como hombres comenzaron a especializarse en la costura .
En los años 20, en las vecindades de la Ciudad de México, uno de los característicos personajes era la modista o costurera que se encargaba de confeccionar vestidos para las niñas, al pasar el tiempo ya se les conocía como las damas que trabajaban para vestir a la clase alta.
Como se ilustra en la novela gráfica Estamos todas bien de Ana Penyas, durante gran parte del siglo pasado el ideal de las mujeres era el matrimonio , por ello los pasatiempos que buscaban iban dirigidos al manejo y perfeccionamiento de tareas que les ayudarían en su vida de casadas , como la costura .
Fragmento de la novela gráfica Estamos todas bien, de Ana Penyas, donde se cita a la autora Carmen Martín. El documento se puede consultar aquí.
Gustavo Casasola en su enciclopedia 6 siglos de historia gráfica de México (1325-1976) las describe así: “esperan tras el mostrador, en la máquina del escritorio, en el taller, que llegue la voz anónima y confidencial”.
Ya para los inicios de los años setenta, todo México conocía y hablaba de la marca Singer y de su maravilloso modelo “Facilita” gracias a su comercial que se escuchaba en todos lados con el slogan “Detrás de cada máquina Singer, hay una gran mujer”, además su sistema de crédito en 14 pagos, representaba toda una novedad para la época.
Aurora Tapia, de 70 años de edad, lleva cinco décadas de su vida cosiendo. Empezó desde que era pequeña y nos contó cómo es que inició: en su casa había un taller de costura , “cuando terminaban de trabajar, yo metía trapitos y los cosía. Rompí agujas y todo, pero ahí me enseñé”. Sin importar cuantas veces se pinchó el dedo con la aguja, aprendió a coser por su cuenta.
Imagen de una típica sastrería de 1992. La máquina de coser consta de su pedal metálico que facilitó la elaboración de prendas y acortó el tiempo de hechura. Archivo EL UNIVERSAL.
El trabajo de coser , zurcir y remendar a mano implica el riesgo de perder la vista , aun así hubo una época en la que las niñas debían dejar la escuela para aprender esta actividad y poder aportar dinero a la familia, como fue el caso de Aurora, quien a los 13 años ya se encargaba de llevar dinero a su casa.
No obstante, ella recuerda que era común que le dijeran a las mujeres que si trabajaban, el marido las iba a abandonar ; ese miedo les impedía buscar algún empleo. Sin embargo, algunas se acercaron a la costura por la necesidad de un ingreso extra, como en el caso de Silvia Arista Reyes, de 70 años, quien lleva la mayor parte de su vida cosiendo.
Modistas arreglando prendas de vestir en los años 60. Imagen tomada del libro de Seis Siglos de Historia Gráfica de México.
Silvia se inició en la costura porque le gustaba, era una distracción: “yo aprendí trabajando en un taller de costura cuando tenía 14 años, hacía blusas, como 200 a la semana y me pagaban 25 centavos por cada una”, nos platica con una sonrisa.
Cuando se casó, su esposo le compró una máquina de coser para su uso personal. En los años 50, este artículo doméstico era un regalo de bodas muy tradicional en algunos lugares del interior de la República porque podría traer beneficios económicos y prosperidad al núcleo familiar.
Publicidad de una famosa tienda departamental que promociona la venta de máquinas de coser Singer en México, publicada en EL UNIVERSAL el 16 de febrero de 1964. Hemeroteca de EL UNIVERSAL.
A diferencia de otras mujeres, Silvia la utiliza porque para ella significa tener todo en orden , “puedo enmendar las cortinas o la ropa, tú no ves nada que esté roto, no falta nunca un botón. Procuro que no haya nada descosido.” Ella asegura que una máquina de coser siempre hace falta para mantener el orden en casa.
Lleva 45 años con su máquina y, gracias al mantenimiento que le da, sigue casi como nueva . Al igual que Aurora, ella coincide en que la costura ha sido y es mal pagada “se ganaba como 70 pesos a la semana y las que hacían más blusas pues ganaban más, había niñas que hacían hasta mil”, cuenta la señora Silvia.
Doña Silvia cosiendo una funda de almohada en su casa, donde ahora dedica mucho tiempo a esta actividad. Crédito: Vanessa Conde Aguilar.
Para ambas la costura significa un medio de relajación donde se puede olvidar de todo, debido al grado de concentración que se requiere y una forma de obtener dinero.
Todavía hay personas que hacen vestuarios para bailables u obras escolares, quienes además de tener un negocio remiendan la ropa de otras personas, aunque estas labores se cobran a bajo costo en comparación con el trabajo que implica.
Obreras elaborando vestidos en los llamados talleres familiares. Fotografía tomada del libro Seis Siglos de Historia Gráfica de México de Gustavo Casasola.
El papel de la costura empezó a perder con el tiempo cotidianidad en las casas y se convirtió en una práctica rutinaria o un club social de reuniones esporádicas. Tras la modernización de la industria textil , muchas mujeres vieron la oportunidad de desarrollar un negocio a partir de sus habilidades y conocimientos para sobrevivir.
Como es el caso de Mari Lu y su “Taller de costura familiar”, el nombre del lugar en el que pasa la mayor parte de su día. Para ella no es un trabajo, es simplemente hacer lo que le gusta con la ventaja de estar más tiempo con su familia.
Encontró su amor por la costura a los ocho años al ver coser a su mamá, dice que su aprendizaje fue lírico, "cosía a escondidas porque corría el riesgo de que echara a perder la máquina de coser" relata con nostalgia. A los 12 años empezó a trabajar en una casa donde tuvo la oportunidad de estudiar corte y confección , para cuatro años después convertirse en profesora.
Tras varios años de ver a su mamá coser, Mari Lu le tomó amor a la costura. Crédito: Vanessa Conde.
Hace 25 años llegó a la colonia Santa María la Ribera para abrir su taller donde sus hijas y su sobrina le ayudan. "Tuve que llevarlas de la mano para que aprendieran de la costura", recuerda mientras saca un diseño que hizo su nieta de 11 años, quien también quiere dedicarse a ese oficio.
Mari Lu pasó su conocimiento de generación en generación , sin olvidar lo importante, que es dedicarle el tiempo necesario a una prenda pues dice: "yo aprendí haciendo todo a mano , en mis ratos libres dedico 10 o 20 minutos a bordar". La dedicación que le pone a su trabajo se ve reflejada en la cara de satisfacción de sus clientes, quienes le confían sus prendas de vestir.
Actualmente a las nuevas generaciones no les interesa aprender a usar las máquinas de coser como antes debido a la inversión de tiempo y habilidades, refieren algunas de las entrevistadas. Las tiendas departamentales ofrecen una variedad de prendas de vestir de diferentes costos y estilos que hacen innecesario que la gente las haga por sí mismos si pueden comprarlo con facilidad.
Si bien la práctica de bordar y coser es una habilidad básica para enmendar un detalle de la ropa, no todos tienen la paciencia o la destreza para hacerla correctamente y no echar a perder la tela en cuestión.
Actualmente las máquinas de coser se han modernizado y las hay de todos los tamaños, precios y calidades. Las personas que las adquieren en realidad es para emprender un pequeño negocio, o bien, como pasatiempo. Imagen cortesía de Alexs Andrews de pexels.
De hecho, a la costura se le ha considerado como una terapia con grandes beneficios para personas mayores o quienes han sido privadas de su libertad en prisión como el de estimular la concentración, la motricidad fina y la percepción espacial; ser una herramienta que favorece la creatividad y la relajación ; así como mejorar las relaciones sociales ya que puede compartirse con un grupo de personas.
Actualmente existen muchos talleres de costura que son atendidos por hombres y que trabajan acorde a las necesidades de ambos sexos, pues el aprendizaje no está limitado a un rol dentro de nuestra sociedad, sino está más inclinado a los intereses del individuo y su capacidad . Evoluciona conforme al tiempo y a las circunstancias y se adapta a las necesidades de la gente.
Fuentes
:
Diana Fernández González diseñadora, pedagoga e investigadora autora de la página Vestuario Escénico dedicada a la historia del Traje y la moda. https://vestuarioescenico.wordpress.com/
http://www.singer.es/historia/1811-...-1899.html
http://www.singer.com.mx/singer_mex/
https://fiddlebase.jimdo.com/biographical-sketches/lerow-john-a/
http://www.anapenyas.es/ilustracion/
Ramón Rivera Espinosa, Jorge Ramón Gómez Pérez. Libro 1701: “Arqueología industrial y patrimonio”, Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales (enero 2018). https://mimateriaenlinea.unid.edu.mx/dts_cursos_mdl/lic/VEL/HEV/S01/HEV01_Lectura.pdf
https://www.superprof.mx/blog/
https://www.65ymas.com/salud/cuidate/beneficios-costura_3656_102.html
https://sumedico.com/costura-terapia-para-mujeres-privadas-de-su-libertad/