“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado

Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez

Durante décadas la figura del “ hombre del costal ” sirvió de forma de control de padres de familia ante niños inquietos; esta “táctica”, según registros de diarios de circulación nacional de principios del siglo XX, llegó de Europa donde se les decía a los pequeños para “tenerlos quietos” que los iban a vender o que alguien se los iba a robar .

En el caso específico de nuestro país, periódicos como “El Tiempo”, “El País”, “El Pueblo”, “The Mexican Herald”, “El Popular”, “La Patria Diario de México” o “La Voz de México” exponían el crecimiento de este delito en la capital, mientras documentaban varios testimonios sobre padres y madres que buscaban desesperados a sus hijos a inicios del siglo pasado.

"El Tiempo", de enero de 1900, daba a conocer el extravío de dos menores de origen estadounidense que habían sido encontrados por una mujer que fue detenida en la garita de la Tlaxpana o San Cosme, estación de tren de esta Ciudad. La señora afirmó que su intención era entregarlos a sus padres quienes los perdieron en la estación del Ferrocarril Central.

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En El País de 1901 se narra cómo una pareja se metió con engaños a la casa de la madre de una recién nacida. Distrayéndola lograron sacarla de la calle de la Teja de esta capital, pero fueron detenidos por un gendarme (policía) al doblar la esquina, él fue alertado por la vecina de la madre y fueron remitidos a las autoridades. En la nota ya se les llama “robachicos”.

“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
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La voz de México de 1902 publicó una pequeña nota del robo de Pablo, de 5 años, hecho denunció la madre en la séptima inspección de policía. Luego de la descripción del niño y otras indagaciones, él fue encontrado de la mano de sus “roba-chicos” en la avenida San Fernando.

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"El Popular" imprimió una historia en 1902 titulada “El tráfico de carne human a, muchachos a 132 pesos y familias a 272 pesos” en la que narró el caso de un individuo que robó a 120 niños; su nombre era Enrique Iglesias, declaró que él trabajaba por su cuenta y vendía niños por 20 pesos a un señor de nombre Joaquín Romay –quien a su vez los vendía y enviaba a Yucatán– y pagaba a un muchacho 50 pesos al mes para que fuera quien le acercara a las víctimas.

Para 1907, un periodista del mismo diario se preguntaba cuál era la finalidad de estos “hombres y mujeres infames” que separaban a niños y niñas de sus familias y recomendaba fuertemente a los lectores con hijos, no permitir que salieran solos o sin supervisión.

“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
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El diario “El Popular” publicaba el 22 de octubre de 1907 que los padres de familia tenían que estar alerta de sus hijos por el terrible crecimiento de este delito en la capital. Foto: Hemeroteca Nacional Digital de México.

El caso del robo de Juana, de año y medio de edad, quedó plasmado en otra nota de "El Popular", en noviembre de 1907. En la calle de La Soledad los padres de la pequeña tenían un taller de moda donde también vivían, en un descuido de la madre la niña salió a jugar a la calle, al no encontrarla ella preguntó a los vecinos por la menor hasta que un tendero describió a la mujer que la recogió de la calle llevándosela mientras le platicaba. La mamá corrió a dar parte a la policía para iniciar la búsqueda.

“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
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En tanto, el diario "El Pueblo" publicó en 1918 el caso de un hombre acusado de tratar de secuestrar a María Engracia Espinosa, de nueve años, la demanda fue hecha por su hermano mayor, quien a su vez ratificó los hechos, pues ya eran dos las ocasiones en que la había ido a buscar al colegio, la primera vez logró llevarla con engaños a una casa de donde logró escapar y la segunda corrió a casa de su hermano para contarle lo sucedido. El acusado fue recluido en la Penitenciaría del entonces Distrito Federal.

“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
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El fenómeno siguió creciendo en la mitad del siglo pasado y los medios de comunicación difundían la desaparición de niños en manos de hombres, mujeres o bandas criminales que los sustraían de sus familias.

El Gran Diario de México reportaba entre los años 70 y 80 del siglo pasado, estas desapariciones en las calles de la ciudad en cuestión de minutos, aprovechando la distracción (a veces instantánea) de madres, padres o acompañantes de los infantes en tiendas, mercados o parques.

Algunos de los casos que se publicaron, narraban cómo los pequeños lograban volver a su casa, ya fuera porque los encontraba la policía o porque, al ejercer presión en la investigación, los “ robachicos ” decidían abandonarlos cerca del lugar donde los habían separado de sus familiares.

En una nota de julio de 1971, se hablaba sobre la probable existencia de una banda de “robachicos” con cómplices en uno de los institutos de salud del gobierno, según información obtenida de las madres o los pequeños, las engañaban con datos clínicos de sus hijos para distraerlas y poder efectuar el delito.

“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado

Gran Diario de México reportaba el caso de una pareja que daba datos a la policía que pudieran ayudar a  localizar a su hija sustraída a los tres meses de nacida. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

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Otro de los motivos que se pueden leer en las planas de EL UNIVERSAL es que había matrimonios que, al verse imposibilitados para tener hijos propios, robaban a niños para poderlos criar como suyos. Tal fue el caso de Carmela Estrada y José Mateos, que en 1978 robaron a un niño en el mercado de Tepito , estuvo alejado de su familia por cuatro meses; otra pareja en 1980 también robó a una niña para criarla como propia y así asegurar su matrimonio.

La imagen antigua es una publicación que da a conocer el rescate de un niño el 22 de diciembre de 1978. Foto: EL UNIVERSAL; en la actual se observa a Juanita Pérez al recuperar a su hijo Dylan después de mes y medio de haber sido secuestrado en un mercado de Chiapas este año. Foto: AP. Diseño web: José Rodrigo Romano.

De esa época también se reportaba a “ Los Romanos ”, una banda dirigida por una mujer de 23 años que operaba en las oficinas del Registro Civil, escuelas y guarderías y que había sido responsable de la desaparición de, por lo menos, 15 infantes de entre dos y tres meses de edad.

Cuando los integrantes fueron capturados aceptaron que lo habían hecho para venderlos a familias acaudaladas que no podían tener hijos y que, por protección, nunca tomaban nota ni preguntaban los nombres de sus clientes.

El 13 de febrero de 1980 EL UNIVERSAL dio a conocer otro caso de robo de una menor de dos años en el mercado Portales, donde una mujer que no podía tener hijos robó a la niña en un descuido de la madre, luego de que hacía seis años se había separado de su esposo por no poder procrear. El robo fue en contubernio con su entonces novio y con su propia madre para salvar su segundo matrimonio. Un mes después la víctima fue rescatada luego de las investigaciones de las autoridades.

“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
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Las leyendas urbanas y la realidad

Tres personas compartieron a El Gran Diario de México sus experiencias con el “hombre del costal” entre las décadas de 1970 y 1980, el narrador y escritor, Gustavo Masso compartió el siguiente texto:

“Corrían los años 50s. El barrio de Tepito, a pesar de su leyenda negra, era apacible y solidario. Los vecinos se cuidaban unos a otros. En la calle de Aztecas, todavía no invadida por el gigantesco tianguis fayuquero de hoy en día, los niños podíamos jugar tranquilamente deteniéndonos sólo para dejar pasar el escaso tránsito de aquellos años. Pero teníamos; sin embargo, nuestro ‘coco’.

“En cuanto empezaba a oscurecer, las mamás nos llamaban a gritos para que nos metiéramos a cenar. A veces, como estábamos muy entretenidos, por ejemplo, con el  ‘bote pateado’, nos tardábamos en entrar. Entonces las mamás venían con la única amenaza que nos hacía entrar despavoridos: ya métanse chamacos que se los puede llevar el ‘robachicos´.

“Se hablaba de niños a los que se los llevaba ‘el viejo del costal’ para ponerlos a pedir limosna. Y ‘el viejo del costal´ era real, lo veíamos pasar todos los días: eran pepenadores que llenaban sus enormes costales mugrientos con papeles o cartón usado.

“En los periódicos de esos años se hablaba de muchos niños que habían sido secuestrados por los temibles ‘robachicos’. Había un periódico amarillista, “El Tabloide”, antecesor del famoso “¡Alarma!”, que circulaba por el barrio. No había día en que no sacara noticias sobre los niños robados. Incluso se hablaba, desde hacía unos años, del secuestro de una niña, hija de Don Jacobo Granat, que era el dueño de varios cines, uno de ellos en la cercana calle de Peralvillo esquina con Rivero, otra calle temible porque ahí taloneaban las llamadas 'prostis', que a los niños nos daban ñáñaras.

“Inclusive en nuestra familia sucedió un hecho alarmante. Una de nuestras primas pequeñas, que caminaba con uno de aquellos aparatos metálicos terribles en las épocas de la poliomielitis en México, desapareció un día. Mis tíos, angustiados, acudieron a la delegación. La policía, extrañamente solícita en esos tiempos, tomó la previsión de vigilar todas las carreteras que salían de la ciudad, pues decían que a los niños con alguna invalidez se los robaban para ponerlos a pedir limosna.

“Afortunadamente, el caso tuvo un final feliz: mi primita apareció más tarde en una delegación de policía donde los agentes la tenían muy contenta comiéndose un helado. Simplemente se había perdido. Así que el peligro era real, pero en nuestra mente de niños se volvía una leyenda macabra que, en medio de un juego, al grito de: '¡ahí viene ‘el viejo del costal’!, todos corríamos a nuestras casas y, por las noches, nos tapábamos la cabeza con las cobijas para ahuyentar esa imagen tenebrosa.

“Teníamos, además, en nuestra mente infantil, otros personajes tétricos, parte del imaginario popular. Pero estas eran más bien tradiciones juguetonas, como los mitos de la Llorona y el Nahual.
“A pesar de todo, los niños de esos tiempos aún podíamos jugar felices en las calles, cosa impensable en la actualidad. A los padres del siglo XXI nos parecería una locura el hecho de dejar niños pequeños jugando a solas en esta terrible ciudad. Para terminar, quiero contar una anécdota que alguna vez escuché no sé si en la radio o en la televisión. Contaba el actor Carlos López Moctezuma que a él, a diferencia de la mayoría de los artistas de la época, nadie le pedía autógrafos, dada su fama como el malo de las películas.

“Entonces, un día en que iba por la calle, vio aproximarse a una señora con un niño. ¡Mira!, gritó a su hijo la señora, ¡es Carlos López Moctezuma! Por fin me van a pedir un autógrafo, pensó Don Carlos. Pero la señora le gritó a su niño: ¡si no te portas bien, le voy a decir que te lleve!  Es el precio de la fama, debe haber pensado el gran actor. O, decimos nosotros, el miedo a los temibles ‘robachicos’".

Por su parte, el fotógrafo Harid Keller comenta acerca del “hombre del costal” que se imaginaba como un señor de edad avanzada que robaba niños con “fines macabros”.

Recuerda que cuando era infante sus padres le decían que tenía que tener presente la existencia de este personaje para que estuviera prevenido y entendiera por qué no podía estar mucho tiempo solo o hasta tarde en la calle, ya que en aquella época los niños de la “cuadra” solían juntarse y salir a jugar hasta cierta hora y los padres asomarse para corroborar que todo estuviera en orden.

Cuando era pequeño, Harid relacionaba a cualquier señor mayor con apariencia sospechosa, lo ligaba inmediatamente a este personaje y regularmente corría a casa. Admite que, cuando los medios daban a conocer un caso sobre el robo de un infante, sus padres endurecían las medidas para salir y reiteraban los peligros de la calle.

Un día, su hermana y él tuvieron una experiencia que los asustó mucho ya que un hombre de mediana edad invitó a su hermana a subirse a la motocicleta, al grado que bajó de ella para acercárseles: ambos corrieron inmediatamente a esconderse dentro de su casa.

Actualmente, sólo ha tenido que advertir a sus sobrinos del riesgo que hay en las calles; sin embargo, la seguridad para los infantes también ha crecido ya que los delincuentes tienen otra forma de acercarse con ellos: a través de las redes sociales.

Salvador Padilla, cronista de la Ciudad de México y maestro de Desarrollo Urbano por el COLMEX, considera que el “hombre del costal” era una “ estrategia educativa practicada en el ámbito de las familias mexicanas de antaño y basada en noticias que corrían entre la población sobre el robo de infantes”.

Recuerda que a mediados de los 40 su padre seguía el caso en los diarios de “Fernandito”, un niño sustraído de una casa y tanto para su familia como para él, el temor radicaba en que alguien de la casa fuera el o la siguiente.

Dice que en la prensa solía ser más sonado el mote de “ robachicos ” que “el hombre del costal”, aunque en el entorno familiar era más común el segundo y se tenía en el imaginario que el “robachicos” era un hombre sucio y cruel, que andaba a pie, no en coche y probablemente de escasos recursos y el costal era para ocultarte, para cargarte por las calles hasta encerrarte en un cuarto oscuro. Los padres o quienes cuidaban al niño o la niña hacían referencia a este personaje en algunas frases de advertencia”.

“El viejo del costal" y otros robachicos que amenazaban en el pasado
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En su infancia, la hermana de Salvador fue sustraída de su hogar por unas cuadras ya que una señora la acarició y, al ver que la niña no se asustó, la cargó y se la llevó. Una de sus vecinas reconoció a su hermana y enfrentó a la señora, lo que provocó que la mujer dejara a su hermana y regresarla a casa, donde su mamá ya la buscaba desesperada.

Salvador comenta que estos sucesos (lamentables tanto en el pasado como en el presente) son muy aislados y orquestados por bandas generalmente pequeñas. Ahora el secuestro, la trata de blancas y otros delitos relacionados se han expandido a lo largo del país y muchas de las veces son de un alto nivel de organización y que es importante que, a pesar de su terrible frecuencia, no se normalice ni se acepte.

Finaliza diciendo que aunque parezca muy difícil conjuntar los esfuerzos para reconstruir una mejor sociedad y demandar justicia para todos aquellos casos que, lejos de la leyenda del “hombre del costal”, fueron reales.

Estos casos impactaron tanto a la sociedad que se empezaron a realizar películas cuya temática central era el robo de niños y su rescate, entre ellas están: “ Traficantes de niños ” de 1992, con las actuaciones de Mario Almada, Olivia Collins, Sebastián Ligarde, María Rubio y producida por Ismael Rodríguez Jr. o “ Asesinos, comerciantes de niños ” de 1990, con los actores Jorge Reynoso y Jorge Luke.

En febrero de 2020, los reporteros de este diario Alejandra Canchola y Juan Arvizu cubrieron la presentación del Balance Anual 2019 de la Red por los Derechos de la Infancia en México en el Senado de la República, en donde se dio a conocer que en México desde el año 2000 al cierre del 2019 cerca de 21 mil niñas, niños y jóvenes han sido víctimas de homicidio doloso y hay más de 7 mil casos de niñez desaparecida. Todos los días pierden la vida tres niñas, niños o adolescentes y desaparecen cuatro.

La fotografía principal es un recorte de una noticia de este diario acerca de un niño que había “desaparecido”, luego rescatado y cuatro meses después devuelto a su familia el 22 de diciembre de 1978.

Fuentes:

  1. Archivo El UNIVERSAL.
  2. Hemeroteca Nacional Digital de México.
  3. Gustavo Masso, narrador y guionista, pertenece a la generación de la literatura de la Onda; asistió al taller de cuento de la revista Punto de Partida, fue becario del Instituto Nacional de Bellas Artes-FONAPAS (1978-1979), realizó la especialización de Guión Cinematográfico en el Centro de Capacitación Cinematográfica.
  4. Alberto Harid Keller Lizárraga, fotógrafo.
  5. Salvador Padilla Aguilar, Maestro en Desarrollo Urbano (COLMEX), Licenciado en Economía (ITAM). Miembro del Colegio de Cronistas de la CDMX.
  6. “Niñas, las víctimas de uno de cada 10 feminicidios en México”, de  Alejandra Canchola y Juan Arvizu, EL UNIVERSAL.
  7. Balance Anual 2019 de la Red de Derechos de la Infancia en México “Entre la visibilidad y la violencia”:

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