El tezontle, desde la arquitectura virreinal a la neocolonialEl Palacio de Iturbide, ubicado en la avenida Madero, en una postal cercana a 1920, cuando estaba ocupado por el Hotel Iturbide y otros negocios. Este edificio fue construido en el siglo XVIII por el arquitecto Francisco Guerrero y Torres. Hoy es el Palacio de Cultura Citibanamex. Imagen: Colección Carlos Villasana.
El tezontle, desde la arquitectura virreinal a la neocolonialEl Palacio de Iturbide, ubicado en la avenida Madero, en una postal cercana a 1920, cuando estaba ocupado por el Hotel Iturbide y otros negocios. Este edificio fue construido en el siglo XVIII por el arquitecto Francisco Guerrero y Torres. Hoy es el Palacio de Cultura Citibanamex. Imagen: Colección Carlos Villasana.

Texto: Carlos Villasana

En todas las grandes ciudades del mundo, hay construcciones que a simple vista comparten desde un mismo estilo arquitectónico hasta los materiales de los que están hechas, lo que muchas veces se debe a la historia de cada urbanización. En la Ciudad de México, un ejemplo son los edificios de tezontle, distintivos de la zona del Centro Histórico.

El tezontle no se queda atrás, pues por fortuna ha tenido un papel destacado en diferentes momentos del pasado de esta capital, a pesar de que en más de una ocasión sí ha “pasado de moda”.

En esta entrega de Mochilazo en el Tiempo , entrevistamos al arquitecto Esaúl Francisco Hernández Rodríguez, para saber en qué edificios se encuentra hoy esta piedra, entender cómo comenzó a usarse y descubrir cómo consiguió la importancia social que tiene.

Fachada del Monte de Piedad, años 40. Foto: Especial.
Fachada del Monte de Piedad, años 40. Foto: Especial.

Renovar la arquitectura apoyó la Revolución

Esaúl Hernández, que imparte cursos sobre la historia de la arquitectura en México, nos cuenta que desde finales del Porfiriato y en la entonces Escuela Nacional de Bellas Artes surgieron nuevas ideas para crear una arquitectura nacional.

Esta iniciativa llegó de parte de una clase media que, al no sentirse identificados ni representados por la arquitectura afrancesada de la burguesía, buscaban manifestaciones artísticas propias, tomando los rasgos de identidad nacional que se tenían hasta la época, años antes de la Revolución Mexicana.

Uno de los primeros cambios a nivel urbano llegó durante el gobierno de Venustiano Carranza entre 1917 y 1920, cuando se presentó una ley que estimuló los proyectos arquitectónicos que se alejaran de lo afrancesado y de los valores eclécticos del siglo XIX.

En palabras de Esaúl, esta ley generó un cambio porque “eximía de impuestos a cualquier persona que construyera en la ‘Zona Vieja de la Ciudad de México’ edificios que similares a los virreinales del actual Centro Histórico, es decir, una arquitectura con cantera de chiluca y fachadas de tezontle, principalmente”.

De acuerdo con nuestro entrevistado, estas prácticas ya pueden considerarse parte del movimiento neocolonial, que se consolidó de manera gradual, sobre todo con los ideales revolucionarios. Se buscaba una forma de construir un mundo diferente, más justo para el pueblo.

Entre esos ideales, Esaúl considera que un buen ejemplo son los entonces muy populares postulados de intelectuales como José Vasconcelos , quien en 1925 presentó “La raza cósmica” donde planteó, en pocas palabras, que México y toda Latinoamérica fueron el punto de fusión de todas las razas durante los siglos anteriores.

“Con ello se impulsaría una nueva identidad nacional, representada en una arquitectura que incluso podría tener elementos neobarrocos en algunos detalles, como marcos y decoraciones en las fachadas”, sentencia.

Fachada del antiguo Colegio de Cristo en los años 70, hoy Museo de la Caricatura. Foto: Especial.
Fachada del antiguo Colegio de Cristo en los años 70, hoy Museo de la Caricatura. Foto: Especial.

Las caras del tezontle en la CDMX

Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo no estaría completa sin dar un breve recorrido por los edificios del actual Centro Histórico que aún lucen orgullosos el tezontle de sus fachadas ante la mirada de millones de ciudadanos y visitantes, tanto connacionales como extranjeros.

Un detalle a tomar cuenta para entender el papel de estos elementos en el pasado reciente, según nos explica Esaúl, son los primeros inmuebles construidos por gobiernos posrevolucionarios, con propuestas y elementos que tenían una carga mayormente nacionalista, como la sede de la Secretaría de Educación Pública en el antiguo Convento de la Encarnación, de 1922, o el Estadio Nacional de 1924.

“Aunque ninguno de estos edificios poseía tezontle, se alejaban de la arquitectura porfiriana y buscaban representar conceptos nacionalistas, lo que se volvió un precedente del Neocolonial y que más tarde vemos consolidados en las sedes de gobierno que sí tenían fachada de tezontle”, explica.

Más adelante, añade, surgieron los edificios completamente forrados de tezontle con estructura de acero, como la fachada sur y el anfiteatro del “Auditorio Simón Bolívar” del Antiguo Colegio de San Ildefonso, o la ampliación de la sede del Nacional Monte de Piedad.

La sede PEMEX en los años 40 estaba sobre Avenida Juárez, al principio era de tezontle y luego se remodeló. Finalmente fue demolido. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.
La sede PEMEX en los años 40 estaba sobre Avenida Juárez, al principio era de tezontle y luego se remodeló. Finalmente fue demolido. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.

Por supuesto, el movimiento no paró ahí, como bien nos recuerda Esaúl: la antigua sede de Petróleos Mexicanos ubicado en avenida Juárez (edificio reemplazado por un edificio de 1970 y que hace unas semanas acaba de ser demolido) y la sede del INEGI en avenida Balderas, realizado en 1938, son dos recintos gubernamentales de tezontle.

Un caso que tuvo usos más comerciales pero también vale la pena recordar es el Hotel Virreyes, que se construyó en 1947. Sin embargo, nuestro entrevistado habla con gran entusiasmo del que considera “el mejor proyecto arquitectónico [en tezontle]”: Palacio Nacional y los edificios que limitan con el Zócalo.

Nos cuenta que su opinión se basa en el hecho de que al Palacio Nacional se le añadió un piso extra y se le dio la característica fachada rojiza que conocemos hoy, “que creemos que es una apariencia antigua y virreinal levantada hace siglos, pero apenas está por cumplir un siglo de vida”.

Lo anterior se construyó entre 1926 y 1928, sobre la concepción del arquitecto Augusto Petricioli. Esta misma composición neocolonial de Palacio Nacional se replicó a mediano plazo en las construcciones que limitan con el Zócalo, salvo la Catedral Metropolitana. El estilo de la zona se unificó con el uso del tezontle y la construcción de fachadas y edificaciones mayores a 5 niveles.

Una toma del Zócalo y el Palacio Nacional hacia finales de los años cuarenta, en la que se aprecia ya con el tercer nivel que le fue añadido en 1926 y que además incluyó la sustitución de la piedra blanca por el tezontle que conocemos. Al frente se aprecian diversos modelos de automóviles estacionados y un tranvía que va pasando; también es notoria la vegetación en la plaza, que a finales de los años cincuenta adoptó su fisonomía actual. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.
Una toma del Zócalo y el Palacio Nacional hacia finales de los años cuarenta, en la que se aprecia ya con el tercer nivel que le fue añadido en 1926 y que además incluyó la sustitución de la piedra blanca por el tezontle que conocemos. Al frente se aprecian diversos modelos de automóviles estacionados y un tranvía que va pasando; también es notoria la vegetación en la plaza, que a finales de los años cincuenta adoptó su fisonomía actual. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.

Edificios revolucionarios, obra neocolonial

El Neocolonia l, con todo lo que explica nuestro invitado, se convirtió en un estilo arquitectónico con iniciativas impuestas por gobiernos revolucionarios. Fue entonces que se construyeron edificios, sedes de gobierno, escuelas e infraestructura urbana con elementos de características virreinales: el uso de cantera de chiluca y tezontle.

“Estamos hablando de fachadas que lucen como si fuesen del siglo XVII, pero en lugar de ser construcciones pequeñas de 2-3 niveles -como lo fueron los edificios virreinales debido a las limitaciones estructurales de la época-, éstas serían grandes sedes con estructura de acero, pero forrados a la antigua y en casi todos los casos mayores a 5 niveles”, explica Esaúl.

Esta entrevista no pierde de vista que este movimiento no fue único en México. Desde 1901, señala, se publicaron distintos artículos que hablaban de la valorización de la arquitectura española como “Arquitectura Colonial en México” de Jesús T. Acevedo (1914), que buscaba un reencuentro arquitectónico con el virreinato.

También había publicaciones argentinas como “La restauración Nacionalista” de Ricardo Rojas (1909) donde busca un rescate colonial, antiguo e hispánico y el “Ensayo sobre las culturas americanas”, también de Rojas (1924), que analizaba la estética del continente americano.

El elemento característico de México, como es de suponerse, fue el uso del tezontle en las fachadas, a diferencia de las otras naciones latinoamericanas, donde se optó más por una influencia de una arquitectura virreinal propia de cada región de américa y con rasgos Sevillanos, Andaluces o Californianos, comenta Esaúl.

A pesar de que el uso del tezontle se valoró a ese grado tras la Revolución, no hay que olvidar que este auge en el siglo XX fue un regreso para esta piedra, al menos en lo que refiere a su momento como material predilecto.

 Fachada del Colegio de las Vizcaínas en los años 70. Foto: Especial.
Fachada del Colegio de las Vizcaínas en los años 70. Foto: Especial.

Un material muy socorrido desde tiempos prehispánicos

El tezontle ha estado presente desde la época prehispánica y se tienen registros desde Teotihuacan, en donde era utilizado como relleno en muros y pisos para los edificios, uso que también se le dio en Tlatelolco y Tenochtitlan, nos comenta el arquitecto.

Nos aclara también que desde esa época se aprovechaba, gracias a que es una piedra dura y porosa, pero en especial fácil de trabajar y ligera, por lo que resultó apta para el suelo de la capital mexicana.

Un aspecto interesante que Esaúl mencionó es el hecho de que el tezontle es un recurso natural del Valle de México, por lo que le pedimos detalles sobre los lugares donde se extrae esta confiable piedra.

Al respecto nos explica que al Valle de México se le reconoce por estar rodeado de un sistema de volcanes, eso es lo que permite que la abundancia y extracción de tezontle en la zona sea sencilla.

Por supuesto, con el paso de los siglos se ha recurrido a más de una fuente de tezontle. Esaúl señala que se extraía de los islotes de Tepetzinco, el Peñón de los Baños y del Cerro de la Estrella, en los tiempos del lago de Texcoco.

Sin embargo, el lugar más popular desde tiempos virreinales ha sido en Santa Martha (al oriente de la ciudad) y en la Sierra de Santa Catarina. Este último sitio continúa como un lugar de extracción, donde Esaúl asegura que podemos ver la destrucción del paisaje natural, con antiguos volcanes ya alterados debido a la gran demanda de este material para la construcción.

“Esto podemos notarlo en la forma actual que tiene el Volcán Yuhualixqui o el Volcán Tetecon, en Iztapalapa”, detalla el arquitecto.

El ejemplo más antiguo del estilo Neocolonial es la ampliación del Colegio de San Ildefonso hacia la calle Montealegre, hoy Justo Sierra, diseñada por Samuel Chávez en 1906. La fachada moderna es una copia de la original, construida en el siglo XVIII, y en su interior se encuentra el Museo Simón Bolívar. El Colegio de San Ildefonso en una fotografía de los años 70. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.
El ejemplo más antiguo del estilo Neocolonial es la ampliación del Colegio de San Ildefonso hacia la calle Montealegre, hoy Justo Sierra, diseñada por Samuel Chávez en 1906. La fachada moderna es una copia de la original, construida en el siglo XVIII, y en su interior se encuentra el Museo Simón Bolívar. El Colegio de San Ildefonso en una fotografía de los años 70. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.

El tezontle en la arquitectura virreinal

Es imposible pasar por alto la oportunidad de conocer los usos de este material después de la conquista. Sobre ello, Esaúl indica que dos aplicaciones en tiempos virreinales fueron: labrado, para cubrir fachadas y que estuviera visible; y como elemento estructural para sostener y reforzar bóvedas, debido a su ligereza.

Mientras el tezontle se utilizaba en la mayor parte del edificio, los marcos de puertas y ventanas se levantaban con cantera de chiluca, más pesada y difícil de labrar a diferencia del tezontle, pero resistente.

Agrega que varios cronistas y frailes de mediados del siglo XVII definieron a este material de origen prehispánico como una “piedra finísima, colorada y peregrina en el mundo, la cual es dócil de labrar y tan liviana que una losa grande o pequeña flota en el agua sin hundirse”.

“Parece hasta contradictorio contar con una piedra volcánica que es porosa, liviana e incluso flota en el agua pero que resulte tan fuerte, resistente y sirviera como uno de los elementos preferidos para construir en un territorio tan inestable como el suelo del centro de la Ciudad de México”, reflexiona.

Detalle de la fachada del Palacio Nacional. Foto: Especial.
Detalle de la fachada del Palacio Nacional. Foto: Especial.

Adiós al barroco y al tezontle: la Academia de San Carlos

No es de sorprender que, como toda tendencia , el uso del tezontle fue descartado con el paso del tiempo. Acerca de esta época de desuso, Esaúl nos narra que la situación cambió en 1781, año en que surgió la Academia de San Carlos.

Esta escuela impuso el Neoclásico como la única forma para desarrollar arte y por ende arquitectura, por lo que eliminó el sistema de gremios del Virreinato y desplazó al barroco, por considerarlo como un estilo “bárbaro e ignorante”, como decían los académicos neoclasicistas, y entonces se buscaría ocultar el tezontle.

A partir de la última etapa del Virreinato , a los arquitectos egresados de la Academia se les sumaron profesores que llegaban de España con una formación más neoclásica, austera y muy “aferrada” a los postulados retomados de la antigua Roma y Grecia.

Con esto el uso del tezontle como un elemento decorativo fue disminuyendo y los muros existentes fueron ocultados, aplanados o enchapados de cantería, para seguir con los valores neoclásicos, según expone nuestro entrevistado.

El tranvía avanza por el cruce de Bucareli y Emilio Dondé, en los límites del primer cuadro, a finales de los años sesenta. Entonces la circulación era de doble sentido; en el fondo se aprecia el Edificio Gaona, conjunto de estilo neocolonial planeado por el arquitecto Ángel Torres Torija en 1922, y del lado derecho está el Reloj Chino. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
El tranvía avanza por el cruce de Bucareli y Emilio Dondé, en los límites del primer cuadro, a finales de los años sesenta. Entonces la circulación era de doble sentido; en el fondo se aprecia el Edificio Gaona, conjunto de estilo neocolonial planeado por el arquitecto Ángel Torres Torija en 1922, y del lado derecho está el Reloj Chino. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Esaúl indica que es por eso que por un lado tenemos templos barrocos tan decorados pero oscuros, con tezontle en las bóvedas, a la vez que surgieron templos con aplanados blancos que dan este aspecto de brillo y resplandor donde el tezontle se oculta, pero con un estilo clásico y académico en su exterior.

El templo del ex Convento de Santo Domingo o la Parroquia de San Miguel Arcángel, son dos ejemplos de interior barroco, desde las bóvedas hasta la decoración. Mientras que el Templo de San Pablo el Nuevo o el de Nuestra Señora de Loreto son neoclásicos, y la presencia de acabados de tezontle aparente es inexistente.

Nuestro entrevistado resume que por eso es que, en la arquitectura de inicios del siglo XIX, de estilo Neoclásico, el tezontle desaparece del ojo público, al quedar oculto o reemplazado. “Agreguemos que durante los primeros años del México independiente se comenzó a rechazar todo lo barroco, por su relación a lo virreinal”, advierte.

Por si fuera poco, de acuerdo con Esaúl la mina de tezontle en el Peñón del Marqués en Iztapalapa, tan importante para el periodo virreinal, se había agotado casi en su totalidad.

Para finales del siglo XIX este material perdió aún más popularidad, indica Esaúl, debido a la llegada de materiales industriales como el tabique o ladrillo, sumado al afrancesamiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes a raíz del Porfiriato y a la influencia de arquitectos como Antonio Rivas Mercado, quien se convirtió en director de dicha escuela en 1903.

El cruce de Izazaga y San Juan de Letrán, hoy el Eje Central, en una fotografía cercana a 1960. A la izquierda se encuentra el Hotel Virreyes, edificio de estilo neocolonial que fue construido en 1947 y continúa en funciones, y del lado derecho está la capilla de la Inmaculada Concepción, cuya historia se remonta al siglo XVIII. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.
El cruce de Izazaga y San Juan de Letrán, hoy el Eje Central, en una fotografía cercana a 1960. A la izquierda se encuentra el Hotel Virreyes, edificio de estilo neocolonial que fue construido en 1947 y continúa en funciones, y del lado derecho está la capilla de la Inmaculada Concepción, cuya historia se remonta al siglo XVIII. Foto: Colección Carlos Villasana/ Especial.


Como anillo al dedo para la CDMX

Para cerrar recordar también qué puntos tiene a su favor como materia prima para construcción, en especial porque ello puede ayudarnos a ver con claridad qué vigencia tiene o no, desde un ángulo objetivo.

Esaúl, en su experiencia como arquitecto, asevera que hoy en día el tezontle es muy utilizado en la construcción en general, sobre todo como gravilla para entortados en azoteas. Incluso nos dice que “su uso se enfoca en material de relleno para generar pendientes en azoteas, con la ventaja que el peso de la cubierta no aumente de forma drástica”.

Un ejemplo muy visible de dichos usos , señala, se encuentra en la extinta obra del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México: “lo poco que queda de esta construcción está sobre una capa rojiza muy extensa de tezontle, material utilizado para nivelar todo el terreno del extinto megaproyecto”.

Entre las múltiples virtudes de esta piedra, cabe mencionar que también es inalterable ante los ácidos, la humedad y el salitre. Retiene calor, de modo que puede utilizarse en la construcción de hornos de altas temperaturas acumuladas e incluso se usa como decoración para jardinería y exteriores. Sin duda hemos visto muchas veces en edificios pintorescos de nuestros trayectos y paseos, con frecuencia sin pensar en el fascinante pasado que representa cada piedra en sus muros.

El edificio del INEGI, sobre avenida Balderas en el Centro Histórico, es uno de los proyectos arquitectónicos que se realizaron con tezontle en el siglo XX. Foto: Magali Gómez/ Especial.
El edificio del INEGI, sobre avenida Balderas en el Centro Histórico, es uno de los proyectos arquitectónicos que se realizaron con tezontle en el siglo XX. Foto: Magali Gómez/ Especial.
  • Fuentes:
  • Entrevista al Arquitecto Esaúl Francisco Hernández Rodríguez. Es arquitecto independiente y Profesor de curso en línea de "Historia de la Arquitectura: Del Neoclásico al Barroco" e "Historia de la Arquitectura Siglo XX y XXI" en Capicúa: Academia Itinerante.
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