El museo al interior del Palacio
El Palacio de Bellas Artes marcó un antes y un después en la historia de los museos mexicanos porque fue el primero en proyectar más de un espacio expositivo, es decir, buscaba que en su interior existieran los museos de Artes Plásticas, de Arte Popular y del Libro; sin embargo, sólo los primeros dos fueron una realidad.
Uriel Vides Bautista, investigador en el Museo del Palacio de Bellas Artes, comentó a El Gran Diario de México que la colección que integraba al Museo de Artes Plásticas incluía algunas obras prehispánicas, pero sobresalía la pintura europea, virreinal y decimonónica.
El investigador explicó que a pesar de que en ese momento el arte moderno no era bien recibido al interior del museo, se hizo una excepción para los murales “El hombre controlador del universo” (1934) de Diego Rivera y “Katharsis” (1934) de José Clemente Orozco:
“La elección de estos artistas conocidos por sus posiciones de izquierda no fue casual: sus visiones críticas del capitalismo estadounidense plasmadas en dichos murales lograron apaciguar las críticas de algunos detractores en torno a la apertura del opulento edificio”, dijo Vides Bautista.
Hoy el Museo expone 6 murales del artista Diego Rivera como parte de su colección permanente: “El hombre controlador del universo”, “Revolución rusa o Tercera internacional” y “Carnaval de la vida mexicana”, cuadríptico que incluye: "La dictadura", "Danza de los Huichilobos", "México floklórico y turístico" y "Leyenda de Agustín Lorenzo"”
Como se mencionó, el museo se encargó de distribuir la colección que tenía entre otros museos que se fueron abriendo —y que hoy en día son visitados por cientos de personas— y por lo tanto, los murales se convirtieron en las piezas clave de su colección permanente.
La SEP comisionó los primeros murales a José Clemente Orozco y a Diego Rivera, quienes pintaron el patio central del Palacio.
Desde 1946, el Palacio de Bellas Artes ha sido sede principal del Instituto Nacional de Bellas Artes y para cumplir con esa función tuvo que llevarse a cabo una remodelación integral:
“En 1947 se reinauguraron las salas de exhibición con el nombre de Museo Nacional de Artes Plásticas (MNAP), el cual incluyó una selección de arte moderno mexicano, hecho que marcó su reconocimiento por parte de los gobiernos de la revolución institucionalizada. La nueva museografía, diseñada esta vez por Julio Castellanos, Fernando Gamboa y Julio Prieto, vinculó la escultura prehispánica y la pintura virreinal con el arte popular y el arte moderno”, expuso Vides Bautista.
Los primeros años de la década de 1950, el propósito principal del MNAP fue posicionar al arte mexicano en el imaginario del arte a nivel mundial y lo logró participando en la connotada Bienal de Venecia en 1950 y organizando la exposición “Arte mexicano, del precolombino a nuestros días” que estuvo presente en varias ciudades europeas de 1952 a 1955.
Fue en esa misma época que se empezaron a pintar nuevos murales, esta vez de la autoría de David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo; Uriel menciona que ambos artistas ya habían protagonizado disputas por sus diferencias de estilos y personalidad. Siqueiros pintó “Tormento y Apoteosis de Cuauhtémoc” entre 1950 y 1951 y Tamayo “Nacimiento de nuestra nacionalidad y México de hoy” entre 1952 y 1953.
Llegando 1957 y 1958, el MNAP se modificó una vez más y fue renombrado “Museo Nacional de Arte Moderno (MNAM)” para celebrar la “Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado”, evento que permitió que se “pasara la página” de manera oficial del muralismo a otras tendencias artísticas.
Ya con este nombre, las exhibiciones se enfocaron en las obras de artistas modernos y contemporáneos y como consecuencia del contexto mundial —la Guerra Fría— “el ambiente artístico mexicano y el MNAM se convirtió en campo de disputa entre artistas oficialistas y artistas independientes que buscaban más apoyo gubernamental”, dijo Vides Bautista.
El último mural que se pintó específicamente para el Palacio de Bellas Artes fue “Liberación”, realizado por Jorge González Camarena entre 1957 y 1963.
Su colección nutrió a nacientes museos
Bajo el mandato del entonces presidente Adolfo López Mateos, el Palacio de Bellas Artes empezó a distribuir su colección a los museos antes mencionados y, a finales de la década de los sesenta, se empezó a popularizar el nombre del “Museo del Palacio de Bellas Artes (MPBA)” como un sitio en el que se organizan exposiciones temporales de arte moderno y contemporáneo de relevancia a nivel internacional.
La apariencia actual del MPBA es producto de una remodelación en 1994 y, a diferencia de la vasta colección que alguna vez tuvo el MPBA, hoy sólo conserva la colección de murales comisionados ex profeso —realizados específicamente— para el recinto y los que se incorporaron entre 1963 y 1977 de Roberto Montenegro (“Alegoría del viento”, 1928), Manuel Rodríguez Lozano (“La piedad en el desierto”, 1942) y Diego Rivera (“Tercera Internacional”, 1933, y “Carnaval de la vida mexicana”, 1936).
“Los murales pintados en el MPBA son importantes porque fueron los primeros que se exhibieron en un museo, marcando así la sacralización del movimiento y su apropiación por parte del Estado. En conjunto, los murales ofrecen una visión panorámica de la historia del muralismo entre 1928 y 1963, una historia acaparada por los “tres grandes” y sus seguidores en un periodo de tensión, quiebre y divergencia”, expuso Uriel Vides Bautista.
El investigador compartió a este diario que el MPBA es el recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) —nombre actual de la dependencia— con mayor número de visitas en el país, que se distribuyen en alrededor del 90% visitantes nacionales y el resto extranjeros.
A lo largo de sus 87 años de historia, el MPBA ha organizado más de mil 270 exposiciones temporales, entre muestras individuales y colectivas, homenajes y conmemoraciones, bienales y festivales.
Aunado a sus exhibiciones, el MPBA cuenta con un sello editorial que publica investigaciones relacionadas con las exposiciones para promover la reflexión y la crítica, al mismo tiempo que enriquece la experiencia estética de los visitantes y garantiza los derechos culturales de la población.
La pandemia del coronavirus trajo consigo un reto para muchos de los museos a nivel nacional, de cierta manera los obligó a migrar rápidamente algunos de sus contenidos a la modalidad virtual; sin embargo, para Vides Bautista, este fue solo uno de los retos que tendrán que enfrentar los museos de cara al futuro:
“Por un lado, es importante asegurar la representación equitativa de las mujeres artistas con respecto a los hombres (en el MPBA). Entre los años 1968 y 2020 se tiene registro de 717 exposiciones individuales y colectivas; de las 441 individuales, sólo 66 fueron realizadas por mujeres. Tampoco hay mujeres muralistas en la colección permanente del museo y todas sus salas de exhibición llevan nombres masculinos. Es decir, los espacios para las mujeres artistas siempre han sido limitados como su existencia marginada en la historia canónica del arte que también es producto del patriarcado.”
Uriel recuerda que hace un par de años, entre 2019 y 2020, se desató una polémica muy fuerte por un cuadro de la exposición “Emiliano. Zapata después de Zapata” que se llevó a cabo en este recinto. En la obra realizada por Fabián Cháirez en 2014, se veía a un Zapata completamente distinto a lo que se acostumbra; lo que provocó el enojo y hasta peticiones para destruirla por parte de algunos sectores de la sociedad.
“Sin embargo, gracias a la defensa de la obra por parte de activistas LGBT+, respaldada por el apoyo de la ciudadanía y las autoridades gubernamentales, la pieza se mantuvo durante toda la exposición y se generó un debate público en torno a los derechos culturales de las comunidades sexodiversas. Al final, no debemos olvidar que el MPBA es la casa de todas, todos y todes”, concluyó el especialista.
El MPBA ha exhibido la obra de decenas de artistas consagrados como Miguel Ángel, El Greco, María Izquierdo, Frida Kahlo, Kandinsky, Andy Warhol, Gabriel Orozco, Modigliani o Pedro Coronel.
Asimismo, el Palacio de Bellas Artes es uno de los recintos artísticos y culturales más importantes del país, por lo que cuando fallece algún personaje de relevancia para la sociedad mexicana, su cuerpo puede ser velado en su interior y se permite que sus admiradores se despidan de él.
Al igual que las remodelaciones arquitectónicas o renombramientos que el recinto ha tenido a lo largo de su historia, el arte acompaña a los cambios de la sociedad y, como lo ilustró Vides Bautista con el caso de la polémica con Zapata en el Museo del Palacio de Bellas Artes, los lugares que están dedicados al fomento artístico y cultural deben de estar dispuestos a mostrarlo y aceptarlo.
- Fuentes:
- Uriel Vides Bautista. Licenciado en Historia por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán y maestro en Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con especialidad en temas de arte mexicano de los siglos XX y XXI. Sus intereses de investigación exploran las relaciones entre cultura visual, política, género y disidencia sexual, especialmente a partir de la resignificación de las iconografías religiosas y nacionalistas. Actualmente se desempeña como investigador en el Museo del Palacio de Bellas Artes.