Pocos saben que el presidente interino de México en 1920, Adolfo de la Huerta, incursionó en las Bellas Artes, pues le gustaba cantar y dar clases de ópera en sus tiempos libres; por lo regular se le recuerda por el corto tiempo que fue presidente y por su participación, hace cien años, en la Rebelión Delahuertista.
Hoy en Mochilazo en el Tiempo daremos un breve recorrido por la vida de este hombre cuya trayectoria en la vida política mexicana ocupó un importante espacio a inicios del siglo XX.
Talentoso desde niño, no dejó de aprender
Nació en Guaymas, Sonora el 26 de mayo de 1881. Sus padres, Torcuato de la Huerta Armenta y Carmen Marcor Basozábal, tuvieron siete hijos. Adolfo era uno de los hermanos “de en medio” y entre ellos también destacó Alfonso, quien fue militar revolucionario y llegó a ser general en el Ejército del Noroeste.
En el libro "Adolfo de la Huerta, el desconocido", escrito por Roberto Guzmán Esparza, secretario personal del expresidente y recuperado por el historiador Pedro Castro, se asegura que la pasión que De la Huerta tuvo por la música vino de su madre.
Carmen Marcor daba clases de canto con una técnica aprendida de una cantante italiana que se instaló un tiempo en el puerto de Guaymas, con destino a Estados Unidos. Mientras ella impartía estas lecciones, Adolfo aprendió a cantar y a su corta edad desubrió que tenía una gran habilidad.
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También estudió violín y piano, formó parte de grupos musicales donde exploró su habilidad como tenor, que era su registro vocal. Fue primer violín de la orquesta local de Guaymas y además perteneció a un grupo llamado “Amor al Arte”. Ganó fama en su ciudad gracias a que participaba en numerosos eventos.
De acuerdo con el libro de Guzmán Esparza, el violín quedó en segundo término para Adolfo y se dedicó de lleno al canto, por lo que participaba en conciertos de operetas y ópera. Se dice que tenía una voz prodigiosa, pero en nuestra investigación no se logró localizar grabaciones que lo confirmen.
Pese a la falta de archivos sonoros, sí se tienen registros históricos de su poco conocida trayectoria musical: fotografías, cartas e incluso testimonios de personajes como Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, y artistas como el cantante Enrico Caruso, quienes escucharon su increíble voz.
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Mientras trabajaba como pianista y cantante en un casino famoso de Guaymas, Adolfo se enteró de la llegada al puerto del barítono y comerciante, signior Grossi. No dudó en presentarse ante el italiano y pedirle que fuera su mentor, según lo relata Pedro Castro, en el estudio preliminar del libro sobre la vida artística antres de la carrera política de Adolfo de la Huerta.
Aunque ya contaba con formación artística, este misterioso cantante, casi desconocido para la historia, le enseñó al joven Adolfo un estilo conocido en la ópera italiana como bel canto.
Esta técnica contempla ejercicios que fortalecen los órganos que producen la voz: laringe, cuerdas vocales, diafragma, pulmones, todo en conjunto es capaz de emitir mayor potencia de voz y un canto más profesional. Años más tarde, De la Huerta aplicaría estos secretos para dar clases de canto y ganarse unos pesos extra.
El joven cantante cambió su carrera musical para trabajar como funcionario y revolucionario
Durante su adolescencia vino a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria, donde se interesó por la teneduría de libros, carrera que hoy conocemos como contaduría. A pesar de su interés por los números y dedicarse profesionalmente en esta rama de conocimiento, nunca dejó de lado la afición por la música.
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Adolfo de la Huerta era excelente contador, tuvo puestos importantes en el Banco de México y en despachos de contaduría de renombre en Guaymas.
En 1900, al iniciar el nuevo siglo, su padre murio y tuvo que abandonar sus estudios para ayudar a la familia. De vuelta en su ciudad natal puso en práctica lo que había estudiado en la capital, trabajó como ayudante de tenedor de libros, comerciante, empleado de banco, gerente de un despacho de teneduría e impartió clases de canto.
Su pasión por la música pasaría a segundo plano para dedicarse a la contaduría y a actividades políticas. Era simpatizante de los hermanos Flores Magón, a quienes apoyó en la producción de su periódico Regeneración.
Desde joven se interesó en la política, estuvo a favor del movimiento antirreeleccionista encabezado por Francisco I. Madero; formó parte de la Junta Revolucionaria de Sonora y se afilió al Club Antirreeleccionista.
Adolfo dejó de cantar en eventos públicos, dejó la oportunidad de desempeñar puestos importantes en despachos de teneduría y un alto puesto en el Banco de México en la sede de Guaymas, Sonora.
Dejó de lado un futuro prometedor en la ópera y también como contador, para dedicarse de lleno al movimiento revolucionario, primero junto a Francisco I. Madero. Después se relacionó con Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, pero con los dos últimos creó una alianza especial, debido a que los tres eran sonorenses.
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Desde ese entonces, De la Huerta desempeñó diversos puestos de gobierno como diputado, funcionario en las secretarías de Gobernación y de Hacienda, gobernador provisional y más adelante gobernador electo del estado de Sonora, así como mediador entre el gobierno federal con los pueblos yaqui y presidente interino de México.
No existe registro de que Adolfo de la Huerta continuara con la práctica del canto de manera formal en aquellos tiempos de constantes cambios para el país.
Gracias a las memorias del virtuoso mexicano –también recuperadas por Roberto Guzmán Esparza–, así como por la investigación de los historiadores Pedro Castro y Bertha Hernández, se sabe que, durante las arduas batallas contra el gobierno de Victoriano Huerta en Celaya, León e Irapuato, para “bajar la tensión” en el cuartel general de Obregón, le pedían cantar a Adolfo diciendo “¡Canta Fito, canta!”, a lo que él accedía y los soldados disfrutaban de su repertorio.
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Reconocido por Caruso en un viaje a Nueva York
En 1918 viajó a Nueva York como cónsul, para ayudar al embajador Ignacio Bonillas y convencer al gobierno de Estados Unidos de reconocer el gobierno de Venustiano Carranza y que aceptaran el apoyo del gobierno mexicano para la Primera Guerra Mundial.
Según comenta Pedro Castro y Roberto Guzmán Esparza en el libro, "Adolfo de la Huerta, el desconocido", durante sus tiempos libres en la gran ciudad, el expresidente mexicano aprovechó para retomar su formación en canto, así conoció Karl Breneman, quien era un reconocido maestro de cantantes.
Sin decirle su identidad al músico veterano, a cambio de pagarle el triple le pidió el secreto de su método de enseñanza. La respuesta de Breneman fue una negativa firme respecto a su método como maestro, pero accedió a darle clases de canto por el precio acostumbrado.
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Paedro Castro mencionó en su investigación que, de entre los cantantes que acudían al estudio del profesor Breneman, se encontraba el famoso cantante italiano Enrico Caruso, quien escuchó a De la Huerta durante una clase. De acuerdo con el propio Breneman, Caruso expresó: “Esa voz extraordinaria es la de un gran tenor que pudiera llegar a ser mi sucesor”.
No se sabe si hubo una relación directa entre De la Huerta y Caruso, pero durante una visita a la Ciudad de México en 1919, el cantante realizó una temporada de ópera histórica, por invitación de Venustiano Carranza, recomendación que dió De la Huerta.
A pesar de la falta de pruebas sobre la relación entre estos dos personajes, existe una fotografía –reproducida en el libro editado por Pedro Castro– con el autógrafo de Caruso con dedicatoria a Adolfo de la Huerta, donde el mismísimo Caruso se refiere a él como “eximio tenor”.
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Después de su estancia como cónsul en Estados Unidos, tuvo que regresar a México por su lanzamiento como candidato a la gubernatura de Sonora. Su tiempo como gobernador fue breve, ya que en 1920 inició el Movimiento de Agua Prieta con su respectivo tratado, orquestado por “El triángulo sonorense” integrado por De la Huerta, Obregón y Calles.
Su trabajo fue poco reconocido a nivel político
En respuesta al movimiento dirigido por el “triángulo sonorense” Carranza renunció a su cargo como presidente para huir del país, pero sería asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla. Con base en el tratado de Agua Prieta, Adolfo de la Huerta fue asignado como presidente interino de junio de 1920 a noviembre del mismo año.
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Los meses que duró su presidencia fueron muy fructíferos, pues logró pacificar revueltas pendientes que quedaron recién terminada la Revolución Mexicana. Uno de los casos más importantes fue la rendición de Pancho Villa y su retiro a la hacienda de Canutillo, Chihuahua, en julio de 1920.
Mientras que los dos presidentes anteriores fracasaron en lidiar con este caudillo, De la Huerta en cuestión de semanas y, gracias a un acuerdo entre ambos, logró calmar las tensiones que tenía el ejército de la División del Norte y el Gobierno Federal.
Asimismo, con su habilidad como contador y por la experiencia en el Banco de México logró ordenar las finanzas públicas para facilitar el trabajo a las siguientes administraciones.
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A pesar del arduo trabajo que tenía bajo su responsabilidad, su mandato se caracterizó por impulsar las artes, la cultura y promovió el canto como una actividad cultural de importancia para el gobierno.
Pedro Castro y Bertha Hernández destacaron que, gracias a la amistad que tenía con su antiguo profesor Karl Breneman, el mandatario interino organizó un concurso de canto con tres becas para estudiar con el famoso profesor en Nueva York. De la Huerta personalmente asistió al concurso en sus diferentes fases acompañado por el jefe del Departamento de Educación, José Vasconcelos.
Este evento causó críticas en contra del entonces presidente por distraerse de sus deberes para atender “asuntos banales” como el canto.
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Otra de las peculiaridades que diferencian a Adolfo de la Huerta de muchos presidentes de los siglos XIX y XX es que no tenía un cargo militar, por lo que fue de los pocos presidentes civiles que tuvo México hasta ese entonces.
Una vez que entregó la presidencia, Álvaro Obregón tomó protesta como presidente y reclutó a De La Huerta como secretario de Hacienda en el periodo de 1920 a 1923. El investigador Pedro Castro recuperó que, durante esos años, Adolfo siguió su promoción de la cultura y apoyó a cantantes profesionales, incluso ofreció clases de canto en La Casa del Lago de Chapultepec.
Poco después, en 1923 su carrera política daría un vuelco tras varios desacuerdos con Obregón.
Uno de ellos fue por los tratados que había realizado con Estados Unidos para resolver la deuda externa, a través del tratado De la Huerta-Lamont, mismo que sería derogado debido a los tratados de Bucareli realizados por el presidente, rompiendo los acuerdos antes pactados.
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Meses después, el asesinato del general Francisco Villa sería otro evento que deterioró la relación entre De la Huerta y Obregón, ya que él había resuelto el asunto con un acuerdo de paz.
La fractura definitiva de la alianza construida con el “Triángulo Sonorense” fue la decisión de elegir como candidato a la presidencia a Plutarco Elías Calles, su secretario de Gobernación, en lugar de Adolfo De la Huerta.
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Esta decisión llevó a De la Huerta y a sus simpatizantes a levantar un movimiento armado conocido como “rebelión Delahuertista”, la cual resultó ser un desacierto que le costaría al expresidente el exilio para evitar atentados contra su vida.
Su intención era participar en las votaciones para la presidencia, pero de forma imparcial, sin la preferencia que tenía el entonces presidente Obregón por Calles. Su jugada terminó en un movimiento “sin cabeza” debido a las presiones del gobierno de Álvaro Obregón para dar fin a ese levantamiento.
Para mediados de 1924 el movimiento se fue debilitando por la desorganización y la fuerza del ejército federal que rápidamente contuvo los levantamientos.
Después de la inminente derrota y exiliado en Estados Unidos, Adolfo de la Huerta lideró el movimiento a distancia hasta que se disolvió por completo durante el gobierno de Plutarco Elías Calles.
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Corrido Revolución de Adolfo de la Huerta
Aunque los corridos de aquella época estaban más relacionados a la revolución y a otros personajes, existe esta canción que habla de la rebelión Delahuertista y su desafortunado desenlace. Fuente: Tomado de YouTube.
En la próxima entrega hablaremos sobre la nueva vida que tuvo el expresidente como profesor de canto profesional en Hollywood durante el exilio en Estados Unidos.
Fuentes
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Hernández, Bertha. (2023) “Canta, Fito” y Adolfo de la Huerta cantaba. Historia en Vivo. Opus 94.5 Radio Imer.
- Guzmán Esparza, Roberto (1957) Memorias de don Adolfo de la Huerta según su propio dictado. Para consultar el libro seleccione el siguiente enlace.
- Guzmán Esparza, Roberto. (2009) Adolfo de la Huerta: el desconocido, Universidad Autónoma Metropolitana, Colección los centenarios. Para consultar el libro seleccione el siguiente enlace.
- Hernández Ángeles, Rafael. (2020) La revolución y sus hombres. De la política al bel canto. Adolfo de la Huerta 1881-1955, INHERM. Para consultar el artículo seleccione el siguiente enlace.
- Plasencia de la Parra, Enrique (2012) El exilio delahuertista, revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México. Para consultar el artículo seleccione el siguiente enlace.
- Revista termómetro (2013) El estilo de don Adolfo; Sonora, México, 2013.