La demostración cinematográfica de afecto y deseo sexual surgió desde finales del siglo XIX, a través de cortometrajes que apenas mostraban besos y caricias entre parejas amorosas.
El cine avanzó mucho y para finales de los 60, el erotismo empezó su explosión definitiva, gracias al movimiento de contracultura y liberación sexual. La sociedad se hizo más tolerante y se exploraron más contenidos sensuales, violentos y algún otro quiebre moral.
Esta casa editorial recuperó, en su edición del 6 de enero de 1971, el pronóstico que hizo un periódico italiano sobre el llamado cine erótico. Según ese diario, para comienzos de la década setentera, el polémico género ya no tendría fama.
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El diario europeo no podía estar más equivocado, pues fue a partir de esos años que el mercado sexual se diversificó y produjo cintas que hoy en día son clásicos cinematográficos. Mientras México explotaba el erotismo con historias sobre jóvenes prostitutas y ciertas vulgaridades, Francia y Hollywood despuntaron su sensualidad con tramas más atrevidas y complejas.
Sexo bien pensado y justificado, diferencia entre erotismo y pornografía
Cuando se trata de definir al cine erótico, algunas ambigüedades confunden a las audiencias y lo emparejan con la pornografía. De acuerdo con nuestras fuentes, el erotismo cinematográfico no busca saciar deseos sexuales del espectador, sino hacer que se interese por una historia de romanticismo o sexualidad.
Se creería que la clara separación entre erótico y pornográfico se determina por la obscenidad del contenido, pero críticos como el semiólogo francés, Roland Barthes, indicaron que no es tema de “buen o mal gusto”, sino tratamiento y finalidad del producto.
El erotismo cinematográfico puede evitarse el contenido explícito, pues le basta con una incitante demostración de deseos románticos para ganarse el denominativo “erótico”, pero tampoco se limita y ofrece desnudos totales, parafilias y hasta representaciones criminales alrededor del sexo.
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Toda escena sexual que aparezca en cintas eróticas debería ser un acompañamiento narrativo que refuerce la historia o conducta de los personajes. No cualquier cinta que muestre actos sexuales es erótica, sólo aquellas que desenvuelven y analizan interacciones carnales.
Joel del Río recopiló en su texto, Conceptos e investigaciones en torno al erotismo, posturas del sociólogo italiano, Francesco Alberoni, quien identificó una variación masculina y otra femenina dentro del erotismo cinematográfico. De acuerdo con su hipótesis, el hombre se excita con la belleza de la mujer y más cuando “no da problemas”, dispuesta a cumplir –sin tapujos– órdenes sexuales.
Tal vez por eso, las cintas eróticas más representativas de los 70 u 80 mostraron atrevidas mujeres hambrientas de conocimiento y experimentación sexual, obedientes a cualquier indicación de su hombre, aunque le pida tener relaciones con extraños o en lugares indebidos.
Por otro lado, Alberoni consideró que las mujeres disfrutan del erotismo cuando ven a personajes masculinos atractivos, con liderazgo natural, famosos o poderosos, y con una riqueza monetaria disponible. El ejemplo reciente está en Cincuenta Sombras de Grey, que explotó los privilegios económicos y físicos del protagonista para cautivar a su audiencia.
Aunque ambas consideraciones son debatibles, el cine erótico sí exacerbó la presentación sexual del papel femenino como objeto de deseo. Desnuda o con poca ropa, de hipnotizantes ojos o voz seductora, la mujer se posicionó como provocativa y tesoro, mientras los personajes masculinos cumplen su fantasía de mirarla y poseerla.
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Podemos asegurar que la mayor cantidad de desnudos en cine son de actrices, mientras los destapes corporales masculinos continúan como recurso poco común y hasta incómodo en la cinematografía comercial, aunque tenga justificación narrativa y motivo entendible.
Francia dominó el erotismo cinematográfico gracias a los libros
Varias cintas del género erótico se inspiraron en narrativas literarias y poéticas, fenómeno que se apreció más en el mercado francés. El ejemplo más interesante es Bilitis de 1977, que basó el despertar sexual de su joven protagonista en Canciones de Bilitis, una aparente recopilación de versos escritos por una poetisa de la Antigua Grecia.
Aunque tiempo después a su publicación, en 1894, se descubrió que su autor verdadero era el francés Pierre Louÿs, Canciones de Bilitis inspiró posteriores expresiones artísticas, como una ópera y tres composiciones de Claude Debussy. Su película de los años 70 pronto se posicionó como una de las más sofisticadas dentro del amplio y controversial espectro del erotismo cinematográfico.
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Una de las producciones más recordadas es Emmanuelle de 1974, inspirada en la novela homónima de 1967 y que tuvo la presencia estelar de Sylvia Kristel, actriz ícono del cine erótico. Tras la primera cinta, dirigida por Just Jaeckin, se concibió una saga y hasta spin-offs de experimentación sexual.
La película sigue a la joven Emmanuelle, una mujer casada que tiene una relación abierta con su marido y se permite probar las más placenteras aventuras carnales con hombres o mujeres. Su trama era tan polémica que el póster para anunciar su llegada al mercado estadounidense decía “X [clasificación para adultos mayores de 21 años] nunca se vio así”.
Otra emblemática obra del cine erótico es La historia de O, de 1975, también francesa, también dirigida por Just Jaeckin e inspirada en el libro homónimo de 1954. La trama sigue a O –interpretada por Corinne Cléry, actriz que fue “chica Bond”–, una fotógrafa que es inducida al mundo del bondage y sadomasoquismo por su pareja.
Como buena exponente erótica, la película aborda relaciones lésbicas, múltiples experiencias sexuales casuales y –casi– prostitución, pero con una historia que justifica tales recursos.
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Erotismo hollywoodense, menos escandaloso
Para la década de los 80, el cine erótico se comercializó con un tono más ligero y Hollywood metió potencia a su producción. Body Heat, de 1981; Nueve semanas y media, de 1986; o Bajos Instintos que inauguró los años 90, son cintas reconocidas del erotismo, enmarcadas por la popularidad y belleza de sus protagonistas, más que por la exploración salvaje y desinhibida del deseo amoroso.
Con las películas anteriores, se refuerza la imagen de mujer atractiva y sin objeciones que Francesco Alberoni consideró en su análisis sobre contenidos eróticos, pero queremos reivindicar las narrativas con deseos femeninos, porque no todo fue experimentación vacía y sin sentimientos.
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En 1993, la reconocida directora, Jane Campion, escribió y dirigió El Piano, con Holly Hunter y Harvey Keitel como protagonistas en una historia que es más dramática que erótica, pero que demuestra el toque poético y complejo de una buena interacción sexual en cine.
Tráiler de la cinta “El Piano”, de 1993. Además de los Oscares que obtuvo, la película de Jane Campion ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes. Fuente: YouTube.
El romance ambientado en el siglo XIX entre una mujer muda y un forastero de los nativos Māori consolidó al erotismo cinematográfico como vía artística para contar una historia compleja; la película de Campion tuvo ocho nominaciones al Premio de la Academia y ganó tres de ellos.
Para esa década, cercana al siglo XXI y lejos del fervor contracultural, directores consolidados como Stanley Kubrick y Roman Polanski recurrieron al erotismo y demostraciones sexuales explícitas para algunos de sus proyectos más importantes.
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Ojos bien cerrados –de 1999, con Nicole Kidman y Tom Cruise– y Luna Amarga –1992, con Hugh Grant y Kristin Scott Thomas– son cintas que complicaron y exacerbaron el erotismo cinematográfico, ejemplificando el uso de interacciones carnales con un propósito narrativo y no por vulgar morbo.
Erotismo en México a través de sexi-comedias y versiones prohibidas
En México, el erotismo aterrizó en el poco favorecedor fenómeno de ficheras y la sexi-comedia, expresión más sexual y morbosa del cine nacional.
Cintas como El Sexo me da Risa, Chile Picante o Tres Mexicanos Ardientes se centraron en situaciones absurdas y con humor parecido a las chuscas comedias italianas de los 70, aderezadas con desnudos parciales o totales, escenas de sexo y degradación femenina evidente.
Destacamos El sexo me da Risa, dirigida por Rafael Villaseñor, con la actuación estelar de Sasha Montenegro. Su estreno fue el 25 de octubre de 1979, con numerosas funciones en el cine Tlatelolco, México, Palacio Chino y otros 15 complejos. Aunque obtuvo la clasificación “para adultos”, debido a sus desnudos y connotación sexual, sus horarios no tenían restricción.
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Para el 13 de noviembre de ese año, apenas un par de semanas después del estreno, Juan Jaime Ríos escribió para EL UNIVERSAL que la cinta de sexi-comedia “camina estrepitosamente al más estrepitoso de los fracasos”, tras una aparente disminución en su audiencia.
Aunque el cine con bares y vedetes fue el mercado más popular para el erotismo mexicano, décadas atrás ya existía una apertura sexual dentro de producciones nacionales. Un ejemplo inolvidable es El Santo en el tesoro de Drácula, película con el enmascarado de plata de 1969, que tuvo una versión sensual y poco apta para familias.
El vampiro y el sexo fue el corte sin censura, dirigida por René Cardona. Su plan era estrenar su versión con contenido sexual en mercados europeos, pero permaneció guardada hasta julio del 2011, cuando se proyectó una versión sin censura. En ella sale el actor Aldo Monti –el vampiro de la historia–, tocando varias veces los voluptuosos y desnudos cuerpos de sus víctimas.
Otra cinta de “doble presentación” fue El Santo contra los Jinetes del Terror, de 1970, que también tuvo su versión erótica como Los leprosos y el sexo, bajo la dirección –otra vez– de René Cardona. Esos cortes censurados se ocultaron por temor a dañar la imagen del mítico luchador.
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A pesar de la censura gubernamental y del control ideológico de la religión, el cinéfilo mexicano de los 70 y 80 tuvo gran disponibilidad de erotismo y pornografía en salas de cine capitalinas.
En las páginas de EL UNIVERSAL se supo del escandaloso estreno de El imperio de los sentidos, la película más famosa del erotismo japonés. Aunque la cinta tuvo su lanzamiento oficial desde 1976, su llegada a México se retrasó por cuestiones morales y llegó hasta mediados de 1985.
La controversial obra de Nagisa Ôshima aborda la relación entre una exprostituta y su jefe, quienes forman una dependencia sexual peligrosa y en extremo gráfica; se prohibió su presentación en varios países, pero eso sólo aumentó el interés de los amantes de lo erótico.
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Aunque la cinta japonesa tiene el dilema de erotismo o pornografía, su llegada a salas mexicanas no generó un descontrol social. “No ha sucedido nada terrible como podían suponer los pusilánimes. Ni el público ha roto vidrieras ni las mujeres han sido violadas dentro de la sala”, según se leyó en la cobertura de este diario.
Regresando al mercado nacional y dando buenos pasos al comienzo de la década noventera, el cine mexicano vio dos cintas –muy diferentes entre sí– que exhibieron lo interesante e innovador del erotismo cinematográfico, cuando se hace bien y con ganas.
La tarea, producción de 1991 y dirigida por Jaime Humberto Hermosillo, expone un vuelco relevante dentro de la sexualidad de pareja: ¿y si nos grabamos? Protagonizada por María Rojo y José Alonso, la película muestra cómo dos amantes deciden cumplir con una simple asignación de escuela y mostrar su atracción sexual frente al ojo voyerista de una cámara de video.
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Su estreno el 23 de agosto de 1991 se acompañó de buenas críticas dentro de EL UNIVERSAL, sobre todo por su innovadora técnica de filmación. Jesús Ortega Mendoza, colaborador de este diario, describió la cinta de Hermosillo como “un triunfo para el cine mexicano de calidad y marca un nuevo camino lleno de posibilidades para los nuevos realizadores”.
La segunda película es Como agua para chocolate, de 1992, bajo la dirección de Alfonso Arau. Consagrada dentro de la cinematografía mexicana, el romance entre dos jóvenes en tiempos de la Revolución se inclina por la sensualidad implícita, con enigmáticos momentos de fantasía donde unos sencillos pétalos de rosa despiertan el deseo sexual de sus personajes.
Protagonizada por Lumi Cavazos y Marco Leonardi, las escenas de desnudos son pocas y delicadas, reivindicando al erotismo mexicano de aquella vulgaridad y desatino que vivió décadas atrás.
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En la actualidad, el cine erótico ya se separa más de trabajos pornográficos, pues el primero se hizo más sofisticado y complejo, mientras el otro disminuyó mucho más su calidad. El contenido que hace décadas escandalizó a muchos, hoy es memoria clásica del cine internacional y continuará invitando a sus espectadores a un arte y disfrute sin tabúes.
Escena de las codornices con pétalos de rosa, el fragmento más erótico de “Como agua para chocolate”. En él, no aparece una sola representación explícita sobre la atracción sexual entre los dos personajes, bastó con sus expresiones y las palabras de la narradora. Fuente: YouTube.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Alzuru, P. (Enero 2014). El mercado globalizado del deseo. En Enfoco.
- Del Río, J. (Enero 2014). Conceptos e investigaciones en torno al erotismo. En Enfoco.
- García, F. (2017). Sexo y erotismo en el cine: Lo que ha llovido desde El Beso. En Fotocinema.
- Internet Movie Database - IMDb
- Mata, M. (Noviembre 2019). Propuesta de un erótometro para analizar el cine mexicano. México: Universidad Autónoma Metropolitana.
- Mulvey, L. (1975). Placer visual y cine narrativo. En Arte después de la modernidad.
- Soberón, É. (Enero 2014). (Algunos) recorridos del erotismo en el cine. En Enfoco.