Hasta el momento, los juegos de París 2024 han dado cuatro medallas a México, dos de plata y dos de bronce. Así como sucede en la actualidad con el salto en trampolín, nado sincronizado y tiro con arco, un deporte que tuvo prometedores atletas mexicanos fue la caminata, cuyo entrenamiento se debió en una época a Jerzy Hausleber.
Aunque era ingeniero constructor de barcos y polaco de nacimiento, Hausleber (1930-2014) entregó a México lo mejor de sus capacidades como entrenador desde 1966 hasta 2004. En más de una ocasión, su patria intentó convencerlo de darle su talento a Polonia, pero él perseveró en formar marchistas mexicanos.
Estricto pero admirado, tenía por igual los conocimientos y experiencia en carne propia como deportista. Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo recuerda los inicios y los mejores momentos de la trayectoria del también llamado “Padre de la caminata mexicana”.
“Fabricó” un campeón olímpico contra reloj
El 13 de marzo pasado se cumplieron diez años del fallecimiento de Jerzy Hausleber, famoso en México desde fines de los años 60 y hasta principios de los 2000 por haber entrenado a los campeones mexicanos en la caminata olímpica.
Su llegada a tierras aztecas no se dio por azares del destino: los Juegos Olímpicos de México 1968 estaban a la vuelta de la esquina y el Comité Olímpico Mexicano (COM) decidió contratarlo junto con sus compatriotas, Tadeusz Kempka (maratón) y Vladimir Puzio (salto de valla), para fortalecer al atletismo nacional.
A los 36 años, al igual que sus colegas, Hausleber ya tenía buena reputación en su disciplina. En su país, entre los 24 y 29 años de edad, destacó en pruebas de caminata desde los 10 hasta los 20 kilómetros, ésta última la mejor marca de su breve pero sólida carrera: 01:34:46.
De acuerdo con el perfil de World Athletics, conocida hasta 2019 como la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo, el polaco nunca olvidó el día exacto en que vino a México: el 30 de mayo de 1966.
Antes de pasar un año, las páginas de EL UNIVERSAL ya reportaban sus esfuerzos con la futura delegación mexicana. Comenzaba marzo de 1967 cuando se comentó que el “amable técnico polaco” se sentía descontento con el entrenamiento, por la poca regularidad de sus pupilos.
Lee también: Cuando los clavadistas usaban cinturón y las tenistas vestían falda larga
No era una crítica infundada, el experto sabía de qué hablaba. La prueba de ello llegó a fines del mismo año, cuando en la marcha de 12 kilómetros José “el Sargento” Pedraza le arrebató el primer lugar a dos británicos en una carrera del afamado club Belgrave Harriers.
Aunque pueda parecer que era una competencia local, para darse una idea del logro basta decir que Paul Nihill, quien quedó segundo, había ganado la plata en los 50 kilómetros olímpicos de Tokio 1964.
De nuevo, pasó menos de un año para que las enseñanzas de Hausleber llevaran a su primer alumno estrella al podio de los Juegos Olímpicos.
La crónica de Manuel Barragán para El Gran Diario de México hizo bien en comentar que, aquel 15 de octubre del 68, el Sargento Pedraza enfrentó 20 kilómetros de competencia y cientos más de entrenamiento para llevarse la presea de plata.
Según narró Barragán, los murmullos del público se convirtieron en sonoras exclamaciones en cuanto se vio que los punteros de la carrera eran dos soviéticos, Vladimir Golubnichiy y Nikolai Smaga, y el michoacano Pedraza.
Por supuesto que las porras no se hicieron esperar y, en los últimos 150 metros, Pedraza Zúñiga rebasó a Smaga. Golubnichiy se llevó el oro por una diferencia de 1.6 segundos, con su marca de 01:33:58, mientras que Smaga entró 3.4 segundos detrás de José Pedraza, quien hizo 01:34:00.
Además del innegable esfuerzo del marchista michoacano, quedó demostrada la capacidad de Hausleber para preparar atletas de talla olímpica.
De acuerdo con World Athletics, el campeonato de Pedraza en los Juegos Centroamericanos, a mediados de los 60, había registrado una marca más bien ordinaria para la época, que no era necesariamente prometedora para una justa internacional.
Con aquel primer metal olímpico, el pueblo mexicano supo que el talento de Jerzy Hausleber iba desde descubrir jóvenes promesas del deporte hasta encaminarlos a la cima.
Su primer andarín de oro fue Daniel Bautista
José Pedraza era sólo uno de los primeros ocho andarines que tomaron clase con el profesor Hausleber. Otros nombres que destacaron en la década de los 70 fueron los de Heladio Campos, Gabriel Hernández, Miguel Ángel Sánchez, Ismael Ávila y Adrián Navarro.
Los Juegos Olímpicos de Munich 1972 no trajeron a México sino una medalla de plata en boxeo, pero eso no significa que el trabajo con los caminantes se detuviera. Tan sólo en 1974, Daniel Bautista y Raúl González participaron en pruebas de diez, veinte y cincuenta kilómetros en Europa, siempre acompañados por su entrenador.
Lee también: Entusiasmo y caos marcaron la primera Maratón Internacional de CDMX en 1983
Para 1975, la reputación del “profe” Jerzy era tal que se anunció que un campeón japonés de caminata y su entrenador, Toshio Morikawa y Tadao Ejiri, vendrían a entrenar con el equipo mexicano y a aprender nuevas técnicas, respectivamente.
Pasar tiempo con los andarines mexicanos para nada era un descanso. Como también lo comprobaron atletas suecos, españoles y hondureños, los campamentos de Hausleber en zonas de mayor altitud, como el Nevado de Toluca y el Popocatépetl, eran una prueba que duraba días enteros.
En ese momento, ya se habían sumado al equipo los también talentosos Domingo Colín y Enrique Vera.
Los juegos de Montreal 1976 fueron el siguiente gran paso de la caminata mexicana, cuando Daniel Bautista logró el oro, tal y como ya pronosticaban los expertos de toda Europa.
Su marca de 01:24:40 lo puso por delante de dos alemanes orientales, Hans Reimann y Peter Frenkel, quienes entraron 33 y 48 segundos después, respectivamente.
La nota de Barragán, enviado de este diario a Montreal, narró con emoción que el andarín potosino tuvo “encima” a tres alemanes, que pretendían fatigarlo para llevarle el codiciado 1-2-3 a la fracción socialista de Alemania.
Mientras que Domingo Colín fue descalificado (de manera injusta, según la opinión de las mayorías) y Raúl González cedió a la presión alemana, la táctica de los oponentes europeos “no hizo flaquear a Daniel, todo lo contrario”, decía Manuel Barragán.
“Sostuvo el ritmo, aguantó los embates de los tres rivales que pegados a su hombro izquierdo más de 17 kilómetros (Frenkel) o atrás, pisándole los talones (Karl Heinz y Hans), lo abrumaron con tenacidad, lo obligaron a rendir su mejor y más caro esfuerzo”.
La alegría de Jerzy Hausleber no podía ser menos, pues según Barragán “siempre con su inseparable pipa a un lado en la boca”, afirmó que ése era el mejor día de su vida.
Fue un mentor sereno contra el mal tiempo
Daniel Bautista sería sólo el primer oro que arrojó el esfuerzo del entrenador polaco. La década de 1980 sería la época más exitosa de los marchistas de Hausleber, aunque también llegó con momentos amargos.
Ya desde Montreal 1976, cuando los jueces descalificaron a Domingo Colín y amonestaron a Bautista (un kilómetro antes de coronarse) se vio que intentar fatigar al contrincante no sería la única “estrategia” a la que se enfrentarían los mexicanos.
Los juegos de Moscú 1980, Los Ángeles 1984 y Seúl 1988 tuvieron en común haber descalificado al menos a uno de los pupilos de Jerzy.
Lee también: Descalificar mexicanos era una tendencia en los olímpicos de los 80
En Moscú, Bautista estaba a punto de repetir el oro cuando un juez soviético lo dejó fuera de la caminata; Martín Bermúdez fue el “sacrificado” de Los Ángeles, aunque pasó desapercibido por el regreso de México al podio; y en Seúl, fueron tres los descalificados.
Sin duda fue una década difícil de sobrellevar para el mentor de los deportistas. Por un lado, Los Ángeles 1984 concluyó con tres medallas: Ernesto Canto con el oro de los 20 kilómetros y Raúl González con una plata y un oro, en 20 y 50 kilómetros.
Y sin embargo, aún se percibía el sabor amargo de Moscú, que fue “la tumba de Bautista” por tratarse de la competencia en que Daniel se retiraba en definitiva del deporte.
El ingeniero Hausleber, siempre profesional, no dudó en protestar cuando lo entrevistó Jorge Avilés para EL UNIVERSAL: “Los mexicanos caminaron más limpios que los demás, si de veras hubieran querido estar estrictos, los jueces debieron descalificar a los 32 participantes en la prueba de 20 kilómetros”.
Según explicó el polaco, en estas competencias los jueces suelen escoger una “víctima” a quien descalificar para calmar el ímpetu de los demás contendientes, por lo que pensó que Colín, de nuevo descalificado, era el único mexicano que alejarían del podio.
Lee también: Los Ángeles 1984, una de las olimpiadas más complicadas de la historia
“Yo esperaba tranquilo el arribo de Bautista, pero lo descalificaron cuando faltaban menos de 2 kilómetros. Nos dieron una auténtica puñalada”, concluyó.
A pesar de que la situación se repetiría en juegos olímpicos posteriores, Jerzy Hausleber perseveró en formar atletas íntegros y disciplinados. Los otros pupilos que destacaron a nivel olímpico fueron Carlos Mercenario (plata en los 50 kilómetros de Barcelona 1992) y Bernardo Segura (bronce en 20 kilómetros de Atlanta 1996).
Conforme pasó el tiempo, Hausleber se volvió una personalidad querida del público mexicano. Durante los meses que estuvo lejos de México, porque Polonia intentaba convencerlo de regresar para entrenar polacos, hasta la época que trabajó en Canadá (1988-1990) la prensa mexicana estuvo atenta a sus actividades.
No era para menos, pues más allá de las preseas olímpicas, los discípulos de Hausleber se caracterizaron por hacer gala de una técnica moderna, limpia, así como por romper récords en sus disciplinas, como fue el caso de Bautista y Mercenario.
Una tarde decidió que México sería su hogar
Las páginas de El Gran Diario de México reportan que la primera vez que Jerzy Hausleber pisó tierras mexicanas fue en 1949, cuando llegó al Puerto de Veracruz con la naval de Polonia. Se dice que desde entonces sintió un especial afecto por el país al que regresó en 1966, contratado por el COM.
Una anécdota que compartió con Armando Satow para este diario fue la tarde en que tomó la decisión de radicarse en la nación azteca. Tras los exitosos y célebres juegos de México 1968, Hausleber era “un desempleado más”, porque el COM ya había accedido a conservarlo como entrenador, pero él tenía que aceptar o rechazar la oferta.
La otra opción para el europeo era volver a los muelles de su natal Gdansk, a ganarse el sustento como ingeniero naval, y por las tardes -casi como mero pasatiempo- entrenar jóvenes polacos.
Con esa encrucijada en mente, pasó una tarde caminando por las calles de El Carmen, probablemente la colonia entre las avenidas Universidad y División del Norte. Tal y como don Jerzy le narró a Satow:
“Había caminado mucho y me sentí cansado. Entré a una fonda y pedí un café. Afuera estaba un cilindrero y empezó a mover la manivela. Comenzaron las notas musicales de Jesusita en Chihuahua y otras canciones muy mexicanas. Entonces decidí quedarme, decidí que México sería mi hogar”.
Lee también: Los uniformes de los Dorados de Villa que vistieron a los organilleros del Centro
Aquella decisión, que tomó durante el otoño de 1968, la refrendó en 1993 cuando se naturalizó mexicano. Gracias a ello, Hausleber se convertiría en el ganador de la máxima condecoración nacional en la esfera deportiva: el Premio Nacional del Deporte (PND) 1995.
La nota de Satow señaló que la propuesta había sido bien recibida, pues nadie tenía objeciones contra el compromiso que le demostraba a los andarines mexicanos desde 29 años atrás.
Por el contrario, fue el momento en que resaltó el humanismo de Jerzy Hausleber, quien nunca dejó de lado el objetivo de formar, más que estrellas de la caminata, “hombres útiles a la sociedad”.
“Si yo peleo por esta bandera, por hacer que se escuche el himno, mi obligación es incorporarme a la sociedad mexicana, ser parte de su gran familia”, declaró.
Aquellas no fueron palabras vacías, pues para entonces ya había abogados, médicos e incluso sacerdotes que daban las gracias a la disciplina, perseverancia y entrega que les inculcó su mentor polaco-mexicano.
Entre finales de los noventa y comienzos de los 2000, con la edad encima, Hausleber dio un paso gradual de entrenar marchistas a formar entrenadores, hasta que alrededor de 2004, ya rebasados los setenta años de edad, se retiró.
Nació en la ciudad portuaria de Gdansk, frente al frío Mar del Norte, pero la vida lo llevó por caminos impensados. Con sólo 14 años fue parte de las Fuerzas Armadas de Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial. Más de 20 años después, inició una vida dedicada al deporte en la República Mexicana.
Después de 48 años aportando lo mejor de sí a los andarines mexicanos, Jerzy Karol Hausleber Roszezewska exhaló su último aliento en la Ciudad de México, el 13 de marzo de 2014. Dejó un legado de 9 medallas olímpicas y 118 preseas en competencias internacionales.
Los pupilos que alcanzaron la gloria olímpica, numerosos colegas y hasta su compatriota Tadeusz Kempka, asistieron a despedirlo, todos de acuerdo en que sus aportes en lo humano y en lo deportivo brillaron por ser invaluables.
- Fuentes:
- Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Asociación Polaca de Atletismo. Jerzy Hausleber ha muerto.
- Warburton, Paul. Jerzy Hausleber, the architect of Mexico’s Race Walking tradition. World Athletics.