Texto: Nayeli Reyes Castro
El 13 de mayo de 1974 el poeta Jaime Torres Bodet inició su último día de vida como cualquier otro: se levantó a las 7:30 de la mañana, dos horas después desayunó jugo de naranja, huevos tibios y pan tostado, trabajó en su “querida biblioteca” hasta la hora de la comida, sólo pidió crema de zanahoria y pechugas de pollo empanizadas. A las 16:30 horas sonó el disparo.
Juan Ramírez Rivera y Miguel Ángel Martínez Baena trabajaban en la casa de Jaime Torres Bodet y Josefina Juárez de Torres Bodet, ese día presenciaron lo que sucedió en el número 326 de la calle Vicente Güemes , en la colonia Lomas de Virreyes de la capital mexicana.
“El ruido del balazo hizo que la señora Josefina corriera hacia el lugar de donde éste provenía —la biblioteca — y detrás de ella subió el chofer Vicente Ramírez; en tercer término llegamos nosotros. La escena era patética, cuando la patrona, llorando, trataba de auxiliar a don Jaime limpiándole la sangre que abundante manaba de su rostro”, contó Juan al reportero Mariano Martínez Torres, de EL UNIVERSAL.
Jaime Torres Bodet y Josefina Juárez. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Sentado en un sofá de su biblioteca, el escritor de 72 años se disparó en el paladar con un revólver calibre .38. En un reportaje publicado en este diario en el 2002, el periodista Juan Solís describió que, según documentaron varias crónicas, al lado del cuerpo de Torres Bodet estaba un cuadro del pintor conocido como Dr. Atl donde se observaba el volcán Paricutín en erupción.
En la mesa había una nota: “He llegado a un instante en que no puedo, a fuerza de enfermedades , seguir fingiendo que vivo. A esperar día a día a la muerte , prefiero convocarla y hacerlo a tiempo. No quiero dar molestias ni inspirar lástima a nadie. Habré cumplido, hasta la última hora, con mi deber . Jaime Torres Bodet ”.
El poeta Jaime Torees Bodet nació el 17 de abril de 1902. Fotografía de autor no identificado en el Archivo de EL UNIVERSAL.
“Después llegaron agentes de la policía , periodistas y mucha gente más que trataba de averiguar la causa de lo sucedido. Nosotros nos apartamos no queriendo saber más de este hecho: nos dolió mucho la muerte del patrón , del que siempre recibimos afecto y bondad”, narró Miguel Ángel.
Cuando comenzaba a anochecer asistieron a la residencia el secretario de Gobernación Mario Moya Palencia, el secretario de Relaciones Exteriores Emilio Rabasa y la primera dama María Esther Zuño de Echeverría , iba vestida de negro para acompañar a su amiga Josefina y a llevar las condolencias del presidente Luis Echeverría , quien se encontraba en la sierra de Chiapas.
Un aspecto de las afueras de la casa de Torres Bodet poco después de haberse conocido la noticia de su deceso. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
María Esther Zuño de Echeverría en la casa de la familia Torres Bodet el 13 de mayo de 1974. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
La noticia había llegado por teléfono al presidente , al enterarse dijo: “En las letras hispanoamericanas; en altos niveles del servicio público, en foros internacionales de primera magnitud, Jaime Torres Bodet deja una luminosa marca de creación, de servicio. Lamento profundamente su muerte”. Más tarde canceló su gira para acudir al funeral.
Rodearon la casa más de cien personas interesadas en saber qué le había pasado a aquel poeta del grupo de los Contemporáneos que publicó su primer libro a los 16 años, que fue secretario particular de José Vasconcelos , diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, director general de la Unesco, dos veces secretario de Educación Pública, impulsor del programa de Libros de Texto Gratuitos de la SEP, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio Nacional.
Jaime Torres Bodet nació en la casa ubicada en la contra esquina de la antigua Cámara de Diputados, en Donceles y Allende en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Archivo EL UNIVERSAL.
“Con la muerte de Jaime Torres Bodet se ha extinguido una especie singular de intelectual latinoamericano que nunca volverá a darse… las especializaciones le han arrebatado casi todo su campo de acción al escritor que en nuestros países tenía que ser todo —ministro, poeta, maestro, crítico, historiador, economista— para devolver a su pueblo algo de esa cultura que él había monopolizado, por su talento, sí, pero también por la injusta distribución de la cultura”, escribió Cristina Pacheco en EL UNIVERSAL.
La camioneta de la funeraria interrumpió el desfile de gente ese día, cerca de las 10 de la noche don Jaime abandonó para siempre su hogar, fue velado en una capilla en la avenida Félix Cuevas, luego recibió un homenaje público en la Secretaría de Relaciones Exteriores durante una hora, y otro en el Palacio de Bellas Artes .
La carroza de la agencia funeraria que sacó el cuerpo de don Jaime Torres Bodet. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Finalmente, el 14 de mayo fue enterrado mientras lloviznaba en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores del Bosque de Chapultepec, al lado de la tumba de David Alfaro Siqueiros, cerca de Gerardo Murillo “Doctor Atl” .
Una fotografía del 2 de noviembre de 1976, donde habían dejado claveles rojos junto a la efigie de Jaime Torres Bodet y gladiolos blancos al pie del monumento de David Alfaro Siqueiros. Archivo EL UNIVERSAL.
El final de los Contemporáneos
Cuatro meses atrás, también un día 13, había muerto el escritor Salvador Novo . Jaime Torres Bodet acudió a hacer guardias frente al féretro de su compañero, la penúltima la hizo el poeta tabasqueño Carlos Pellicer , quien charló con él: “Jaime cruzó el salón, saludó al Presidente y me saludó a mí y después de unas palabras, me dijo: ‘Carlos ¿ya te fijaste?, ya no quedamos más que dos del grupo de Contemporáneos ’”.
Pellicer relató ese encuentro al periodista de EL UNIVERSAL Leopoldo Cano cuando fue buscarlo a Villahermosa, Tabasco, para entrevistarlo, pues el 13 de mayo de 1974 él se había convertido en el último de los Contemporáneos , aquel grupo de artistas de vanguardia en los años 20.
El poeta tenía una voz firme y una gran tristeza, “del grupo de los Contemporáneos éramos nada más siete: Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jorge Cuesta, José Gorostiza y yo… Nunca me Imaginé que tan pronto me iba yo a quedar sólo ”.
“Estoy muy triste, muy apenado. Voy a llegar al entierro mañana. Primero voy a llegar a mi casa a ponerme la ropa absurda, idiota, de ese convencionalismo… de la burguesía”, dijo Pellicer, quien ese día, al salir del museo de Tabasco vestía guaraches y sombrero de palma.
Jaime Torres Bodet. Archivo EL UNIVERSAL.
“Me acuerdo que Salvador Novo me dijo: ‘ Jaime nunca tuvo vida, desde pequeño tuvo biografía ’”, describe el ensayista Emmanuel Carballo, “en 1968 en pleno movimiento estudiantil , [Gustavo] Díaz Ordaz le hablaba para pedirle que lo apoyara. El único de los contemporáneos que no apoyó a este hombre fue don Jaime. En cambio Salvador Novo celebró la toma de la universidad por el ejército. Yáñez también apoyó a Díaz Ordaz. Torres Bodet nunca estuvo a favor de los estudiantes, pero tampoco a favor del presidente”.
En EL UNIVERSAL, Cristina Pacheco destacó: “Jaime Torres Bodet fue un funcionario ejemplar . Es decir, eficaz y honrado . Adjetivos que por desgracia a muy contados ministros mexicanos de cualquier época pueden aplicarse. Y fue un escritor notable que defendió su vocación y la hizo triunfar por sobre todas las cosas.”
Josefina Juárez de Torres Bodet colocó un ramo de rosas en el féretro gris de su esposo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Testigos de sus últimos días
“ Se suicidó el doctor Jaime Torres Bodet ”, fue la primera plana de EL UNIVERSAL el 14 de mayo de 1974. Su muerte llegó a las portadas de diarios internacionales, pues a lo largo de su vida había recibido distinciones de 29 países.
En París, Francia, el periodista Pierre Kalfon escribió en Le Monde : “A los 72 años, los dolores de la edad, la pérdida creciente de la vista y, al parecer, el diagnóstico de un cáncer dieron cuenta de un hombre que había consagrado su vida al desarrollo armonioso del ser humano”.
Pese a su visibilidad, pocas personas presenciaron los últimos días de Jaime Torres Bodet. Llevaba 10 años retirado del servicio público y desde hacía tres meses no recibía visitas. Juan Ramírez Rivera y Miguel Ángel Martínez lo observaron pasar largas horas trabajando con su secretaria Orpha Garrido, llevaba ya un tiempo escribiendo sus memorias.
“Por mi parte, vivo también entre recuerdos y entre fantasmas . Es decir: trato a mi modo de revivirlos y reencarnarlos. Estoy escribiendo largas páginas de Memorias , que acaso nadie leerá, pero que constituyen para mí una nueva forma de vida, desinteresada y no exenta de encanto”, escribió 1967 Torres Bodet, en una carta dirigida a su amigo Eduardo Avilés Ramírez.
Jaime Torres Bodet en su juventud y a pocos días de su muerte. Fotos: Archivo EL UNIVERSAL. Diseño web: Griselda Carrera.
El 3 de enero de 1974, Avilés Ramírez recibió otra carta del poeta: “ Ojalá 1974 nos traiga a ambos mejor salud . Y es que pasan los años —y nosotros nos vamos junto con ellos...”.
Según las personas con quienes vivía, en esos días don Jaime leía constantemente, paseaba con ayuda de su bastón por la terraza, de pronto tomaba algún refresco y a veces por las noches jugaba canasta con su esposa, un día antes de su suicidio salió a comer con ella como acostumbraban los domingos.
“Hay quien apunta, como Rafael Solana, que todo fue obra del tedio. La versión oficial fue que una caída le produjo una fractura en la pelvis a la que siguieron intensos dolores. Los doctores diagnosticaron cáncer. En algún lugar de la mente del poeta –quizás por miedo al sufrimiento– ya germinaba la decisión”, expone el periodista Juan Solís.
Un retrato del periodista Rafael Solana tomado el 13 de mayo de 1974. Él fue ex secretario particular de Torres Bodet en la SEP y su gran amigo y colaborador. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Leonardo Martínez Carrizales detalla en “El camino entre tumbas” que el poeta fue diagnosticado después de abandonar su vida como funcionario público , entre 1965 y 1966, “no sabemos cuál fue el desarrollo del diagnóstico canceroso de Jaime Torres Bodet. En cualquier caso, su correspondencia personal es abundante en testimonios de intervenciones quirúrgicas, tratamientos médicos, enfermedades y achaques”.
En “La muerte de Jaime Torres Bodet”, Rafael Solana detalla que su desenlace fue sorpresivo, pues los padecimientos físicos del escritor no parecían tan graves. Nadie lo vio venir, ni sus médicos, ni su secretaria, ni sus familiares.
“El último miércoles que comí con él lo felicité porque lo vi caminando con rapidez y sin apoyo, lo que me pareció un progreso notorio ; me contestó ‘es que si camino de prisa, apoyo menos, y disminuye el dolor’, que, pensé yo, de todos modos no era mucho, y desde luego no alteraba ni su lucidez ni su buen humor ”, describió Solana.
Rafael Solana hizo guardia de honor ante el féretro de su amigo Jaime Torres Bodet, lo acompañó el doctor Ignacio Chávez, rector de la UNAM y fundador del Instituto Nacional de Cardiología. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Frente a la casa de Torres Bodet, el escritor Martín Luis Guzmán , autor de La sombra del caudillo , dijo en entrevista con EL UNIVERSAL que lo había visto apenas una semana atrás, en el Restaurante del Lago: “creo que había tenido un aneurisma y cojeaba cuando lo vi por última vez”.
De acuerdo con la investigación del periodista Juan Solís, el jueves anterior a su muerte Torres Bodet entregó la última parte de sus memorias a la editorial Porrúa y ya le había comentado a Solana: “Si algo me sucede, quiero que usted revise mis papeles; Orpha ya sabe dónde están”.
“ El suicidio de Torres Bodet no ha sido el juvenil de Larra, o de Acuña, ni el del alienado Nerval; ha sido el suicidio frío, desencantado, de Lugones, de Juana de Ibarbourou, de Hemingway; convocar a la muerte, después de corridos setenta años, no es un acto de pasión, sino uno de serenidad y de calma explicable por el tedio y no por arrebato”, concluyó Solana.
Personalidades de la política, la pintura y la literatura, alumnos de la Escuela Nacional de Maestros y el pueblo en general, rindieron homenaje al doctor Jaime Torres Bodet en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Para el escritor Leonardo Martínez Carrizales, “este suicidio ha inquietado desde entonces a muchos protagonistas y estudiosos de las letras mexicanas por su aparentemente fría, calculada ejecución ; por su condición inesperada y, en fin, por la ausencia de sentido que lo rodea y que todavía hoy se nos propone como un misterio insondable”.
En tanto, el periodista Juan Domingo Argüelles escribió en EL UNIVERSAL sobre su obra: “En sus mejores páginas Torres Bodet se atrevió a nombrar una angustia que es lo que lo salva y lo reivindica, para la literatura, frente a la oscura y terrible tiranía del deber”.
En su Nocturno , Torres Bodet escribió: “Como inventé el nacer, la muerte invento / y, sin otro epitafio que el olvido, / a la nada me erijo en monumento”. Y en su tumba reposa otro fragmento de sus palabras: “ Esta piedad profunda es tierra mía . /Aquí, si avanzo, lo que toco es patria: / presencia donde siento a cada instante/ el acuerdo del cuerpo con el alma.”
2 de noviembre de 1985. La tumba de Jaime Torres Bodet en la Rotonda de las Personas Ilustres. Archivo EL UNIVERSAL.