Ya sea que se levanten de madrugada o salgan de su trabajo por la tarde, muchos corren al camión, toman el Metro y tras cruzar media Ciudad —y a veces parte del Estado de México—, miles de estudiantes bajan en una de dos estaciones de la Línea 3, Copilco o Universidad.
Esta es la rutina de los jóvenes pumas que asisten a Ciudad Universitaria (CU), movimiento que da vida a numerosas actividades académicas, sociales y comerciales en sus alrededores.
Así como la propia CU, la historia de las zonas aledañas al magno campus y que dan cobijo para dormir, comer y hacer tareas a los futuros profesionistas se remonta a mediados del siglo XX, cuando el complejo de facultades de la UNAM se trasladó desde el Centro Histórico de la Ciudad de México hasta el Pedregal de San Ángel, en lo que entonces era el más lejano sur de la capital.
Para ahondar en las transformaciones de los alrededores de CU entrevistamos al doctor Alejandro Leal, del Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje de la UNAM.
Por fin las facultades se concentraban en un solo espacio universitario
Alejandro habla de la arquitectura de los edificios de la UNAM cuando estaban en el Centro Histórico y señala que algunos eran verdaderos palacios virreinales, otros más del siglo XIX y los menos son del siglo XX.
Es decir, como no hubo un solo tipo de edificios, dice, no sólo hubo problemas de dimensiones, de capacidad, sino de tipos de espacios e instalaciones. Aunado a que las diferentes escuelas y facultades estaban dispersas en el Centro y la capital.
Lo que provocaba, en una época con limitada capacidad telefónica y previo a la Revolución digital, una falta de eficacia operativa muy importante.
La construcción de CU permitió otra relación entre las diferentes escuelas y facultades, en la cual todas convergían bajo un principio de centralidad en un solo espacio o campus.
Es decir, dejar de entender a la Universidad como un conjunto de edificios aislados y, en cambio, percibirla como un único todo: CU, en la cual, además, por sus características espaciales, su escala y elementos como el paisaje tomaron cierto protagonismo que en el Centro simplemente no se habría logrado.
Los cambios en el sur y la transformación de la gran urbe
El doctor en arquitectura narra que CU aceleró la urbanización de la Ciudad de México hacia el sur, con todo y que la zona ya estaba en ese proceso. Por ejemplo, Jardines del Pedregal se había empezado antes que CU.
En términos de la historia urbana de la capital mexicana, su gran expansión se dio en el periodo 1950-1975, que coincide, por un lado, con el crecimiento del llamado nuevo Barrio Universitario del Pedregal.
Por otro lado, con la dinámica de transformación de la capital, que pasó de ser una gran Ciudad a una verdadera metrópoli de dimensiones indeterminadas, hasta llegar a la mancha urbana.
En la década de los cincuenta, llegar a la zona escolar representaba un problema por la distancia entre CU y el resto de la Ciudad, donde vivía y hacía su vida cotidiana la mayoría de la comunidad universitaria.
De ahí que las líneas o rutas de camiones y transporte público que conectaban la nueva Ciudad Universitaria con la Ciudad de México se prestaran para un tema de jaloneos políticos y constantes crisis entre la comunidad universitaria y los mismos choferes del transporte.
Metro y hospitales sirvieron como “barrera” a CU
La llegada del Metro Copilco en la década de 1980 transformaría por completo los alrededores de CU. Lo que fue al inicio el fraccionamiento Copilco Universidad pasó de ser una colonia —en gran medida poblada por profesores y alumnos— a una colonia de usos mixtos y de índole comercial.
Ahí, en los andadores que conectan el Metro con la Universidad se transformaron en verdaderos corredores comerciales.
El Metro Universidad se construyó —además de la razones obvias de conectarse con un sistema de transporte masivo— como una barrera física entre el campus y las urbanizaciones irregulares, fruto del paracaidismo que se dio en torno al campus en los años de 1970, en Santo Domingo.
En ese entonces, llegaron a representar un problema para la Universidad, en cuanto al peligro de perder parte de su territorio.
La relación por el lado poniente siempre fue la más “estable”, porque el fraccionamiento Jardines del Pedregal se realizó antes que CU. Sin embargo, con la Universidad lejos del Centro Histórico se fueron, sobre todo, los estudiantes, el grueso de la comunidad universitaria.
Así se dio un primer cambio en la dinámica poblacional: el Centro comenzó a perder habitantes fijos, en favor de población “flotante” o de entrada por salida.
Desaparecieron muchos negocios relacionados con la vida universitaria, como librerías y cafés. Además, los edificios que antes ocupó la Universidad tuvieron que replantear su función.
Por fortuna, casi todos quedaron en manos de la UNAM, cambiando sólo su función: del uso escolar pasaron a la difusión cultural. Un ejemplo clásico es el Palacio de Minería, que restauró la Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería.
En el sur, la UNAM ganó los espacios que tanto necesitaba
Respecto al Centro Histórico el experto dice que se podría argumentar que el Centro de hoy no podría ser lo que es si hubiera permanecido la Universidad dentro de él.
“Me refiero a que el Centro tomó un giro hacia los museos y espacios de esparcimiento cultural, más que espacios de estudio. Así que no podrían tal vez coexistir las dos funciones a la vez si la Universidad hubiera seguido ahí”.
Esto, explica, le permitió crecer a la UNAM, contar con los espacios que necesitaba y soportar la expansión de la matrícula estudiantil. Así se dio el cambio, la transformación y renovación que representó la Ciudad Universitaria cuando el Centro se percibía como rebasado.
Entre 1950 y 1975 cambió el sur de la capital y se urbanizó el perímetro de CU. La introducción del Metro coincide con una masificación de la UNAM, explica.
Después de 1980 la mayor parte de la población de CU pasó a ser “flotante”: que entra al campus en la mañana y sale en las noches, pero que no permanece las 24 horas, y que no provenía de los alrededores. De alguna forma se dio una “metropolización” de la propia Universidad.
Con el paso del tiempo, Copilco se ha vuelto una zona de encuentro, de socialización, de asilo y posibilidades para quienes vienen a estudiar de otros estados del país o de zonas lejanas de la misma capital; también ofrece cierto esparcimiento juvenil, como lo hizo el antiguo barrio universitario.