Francisco Sarabia, célebre aviador mexicano, surcó los aires por última vez hace 85 años. Su vuelo de Washington a México, el 7 de junio de 1939, terminó en tragedia y arrebató al pueblo mexicano uno de sus mejores pioneros de la aviación.
El piloto duranguense de apenas 38 años se ganó el cariño popular con sus intrépidas hazañas aéreas y por su interés por expandir el mercado aeronáutico mexicano. Abrió nuevas rutas y rompió récords de velocidad, pero la aeronáutica cobró muy pronto su vida.
El pueblo mexicano y varios representantes internacionales lloraron su muerte, al grado de preparar un homenaje multitudinario en el Zócalo Capitalino y enterrarlo en la Rotonda de las Personas Ilustres. Francisco Sarabia dejó un legado imborrable en la aviación nacional y a 85 años de su fallecimiento, surcaremos los aires con él una vez más.
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Desde joven se interesó en la aviación e inauguró rutas aéreas
De acuerdo con Laura Orellana Trinidad y su texto Francisco Sarabia y el encuentro de su vocación aeronáutica, el joven duranguense se trasladó a Estados Unidos a los 14 años para aprender algunos oficios.
El mismo Sarabia declaró, en entrevista con un jovencísimo Luis Spota –el periodista tenía apenas 14 años cuando habló con el aviador en abril de 1939–, que a sus 26 años comenzó su instrucción en vuelo en Chicago y tras algunos meses de preparación, logró realizar sus primeros viajes en solitario. “Cuando volví a tierra, era otro hombre” dijo el afamado aviador.
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Sarabia obtuvo su permiso y título como piloto el 7 de agosto de 1926, bajo la Chicago Aeronautical Service, según indicó la investigación de Orellana Trinidad. Para 1928 regresó a su natal Durango, para orquestar espectáculos de acrobacias aéreas.
Entre 1929 y 1933, el inquieto piloto realizó trabajos de transportación, entretenimiento y comenzó su caza de récords en velocidad. De acuerdo con EL UNIVERSAL, por esos años fundó su empresa, Transportes Aéreos de Chiapas, y obtuvo la concesión de algunas rutas hacia el suroeste del país.
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Para el 28 de octubre de 1935 inauguró la ruta México-Oaxaca-Tuxtla Gutiérrez, con un servicio semanal. El trayecto total implicó apenas tres horas de vuelo y sus boletos tenían un costo de 104 pesos, similar al pasaje de ferrocarril que tardaba 48 horas en llegar a los mismos destinos.
Un año después, el 26 de noviembre de 1936, realizó el vuelo México-Chiapas para inaugurar un servicio postal entre ambas regiones, además de ofrecer servicio de pasajeros. Ejecutivos industriales y grupos civiles celebraron sus incursiones e interés por acercar a las entidades de provincia, comenzado así su fama y afecto con el pueblo.
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Para fines de 1938, su compañía tenía más de 20 aviones y rutas amplias de pasajeros y carga entre el sureste y centro del país. Para el momento de su muerte en 1939, Sarabia acumuló 12 mil 600 horas de vuelo y entre 150 a 300 aterrizajes forzosos.
Francisco Sarabia se coronó con récords de velocidad
Siendo un intrépido aviador, Francisco Sarabia se interesó en romper récords aéreos. Uno de los más importantes fue su viaje Los Ángeles-México, como una conmemoración por la Revolución Mexicana.
Su cruzada se ejecutó el 02 de diciembre de 1938 en su avión, el “Conquistador del Cielo”. Mantuvo una velocidad de 400 kilómetros por hora, en una ruta de 2 mil kilómetros; su tiempo final fue de seis horas y 25 minutos, dos horas menos que el récord anterior de Andy Andrews.
El 10 de marzo de 1939, Sarabia alcanzó otra conquista con su viaje México-Quintana Roo y un espléndido tiempo de 2 horas y 33 minutos. Según informó esta casa editorial, entre su cargamento llevaba varios ejemplares de EL UNIVERSAL, que por primera vez se leyeron el mismo día de su impresión en Quintana Roo, algo que no ocurría debido a la distancia.
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Otra de sus hazañas se cumplió el 9 de abril de 1939, con su vuelo “de buena voluntad” entre México-Guatemala. Por petición del entonces jefe de la policía mexicana, Federico Montes, Sarabia voló a Guatemala en 3 horas y abarcó más de mil kilómetros de distancia. El mismo presidente guatemalteco, Jorge Ubico, agradeció su visita y reconoció tal récord.
El que sería su último gran reto se alcanzó el 24 de mayo del 39, con el vuelo México-Nueva York. Su viaje se completó en 10 horas, mejorando el tiempo de Amelia Earhart, quien en mayo de 1935 hizo la misma ruta en 14 horas con 35 minutos.
Según declaraciones del mismo Francisco Sarabia, su vuelo México-Nueva York “es el más difícil que he hecho”, debido a las tempestades y vientos de frente que enfrenó su aeronave. De haber visto mejores condiciones de clima, la travesía habría tomado apenas 9 horas.
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En ese viaje, el “Conquistador del Cielo” alcanzó 16 mil pies de altura, algo arriesgado dadas las complicaciones climáticas y bajas reservas de combustible que tenía el avión. Sarabia afirmó que estuvo cerca de hacer un aterrizaje forzoso y que agotó su depósito de oxígeno.
EL UNIVERSAL informó sobre los pormenores de su viaje a la Unión Americana, incluida la entrega que realizó al entonces presidente, Franklin D. Roosevelt, de una correspondencia enviada por Lázaro Cárdenas. A ese nivel de confianza llegó el famoso aviador.
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“Conquistador del Cielo”, el monoplano que llevó a la muerte a Sarabia
Aunque Sarabia piloteó diversos modelos durante su carrera, el más importante y el que lo llevó a su fallecimiento fue el “Conquistador del Cielo”, monoplano de carreras Gee Bee R-6H, matrícula XB-AKM, con mil caballos de fuerza, capaz de rebasar 14 mil pies de altura y velocidad de 400 kilómetros por hora.
Dicha aeronave fue parte de una serie de ocho vehículos construidos por Granville Brothers, empresa estadounidense. Según sentenció EL UNIVERSAL, en su cobertura del 8 de junio de 1939, aquellos eran “ocho aviones malditos y Sarabia fue una de sus víctimas”.
Este diario informó que los otros siete aeroplanos Gee Bee R-6H tenían buen rendimiento, pero en pruebas de velocidad y resistencia presentaron fallas y se estrellaron, matando a cuatro pilotos. Sólo quedó uno en circulación.
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La primera dueña de la octava aeronave fue Jackeline Cochran, aviadora que lo adquirió para una carrera aérea entre Los Ángeles y Denver. A mitad del camino, las tolvas del motor se cerraron y forzaron un aterrizaje de emergencia, además de la descalificación de Cochran.
Tras la mala experiencia, la aviadora vendió su monoplano al piloto George Armistea, quien también tuvo un percance y casi muere por el mal funcionamiento del vehículo. Armistea decidió vender el Gee Bee R-6H a un traficante de aviones de medio uso; fue así como, a mediados de 1938, Francisco Sarabia adquirió el que fuera su último avión.
Durante varios meses, la aeronave tuvo buen desempeño, encabezando el viaje de Sarabia entre Los Ángeles-México y su vuelo México-Guatemala. Para finales de mayo de 1939, se enfrentaron al difícil trayecto México-Nueva York, sin que la máquina tuviera percances.
El retorno a México desde Washington, planeado para la mañana del 7 de junio de 1939, era el quinto viaje de resistencia entre el “Conquistador del Cielo” y Francisco Sarabia, pero minutos después de su despegue, el motor paró y el Gee Bee R-6H se estrelló en el río Potomac.
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Entre los planes que Sarabia tenía a su regreso de Estados Unidos estaba la inversión de 25 mil pesos para modernizar su monoplano y emprender un viaje más arriesgado: México-París. También quería volar hacia el sur del continente, con escala en Colombia, Brasil y Argentina, para romper otro récord y cubrir 6 mil millas de distancia en menos de 24 horas.
El último vuelo del afamado piloto duró pocos minutos
El plan de Sarabia, aquel 7 de junio de 1939, era despegar con el primer claro de luz desde Washington en dirección a Torreón, Coahuila, un vuelo sin escalas que duraría 8 horas.
Según reportó EL UNIVERSAL, después de que Francisco Sarabia pasara un par de horas en Coahuila, se le recibiría con bombo y platillo en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP) de la capital y se oficiaría una ceremonia en su honor.
De acuerdo con esta casa editorial, al menos 30 testigos, entre familiares y funcionarios, vieron el despegue del “Conquistador del Cielo” desde la Base Aérea Bolling, en Washington; uno de ellos era el diplomático Luis Quintanilla, quien narró a United Press lo ocurrido con el piloto duranguense.
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“Había transcurrido menos de un minuto [del despegue] cuando pareció que había ocurrido algo anormal, […] pudimos darnos cuenta de que el avión se desplomaba”, aseguró.
Desde la base se vio cómo el monoplano caía hacia las aguas del río Potomac, a menos de un kilómetro de distancia. Militares y conocidos corrieron para auxiliar al piloto; el mismo Quintanilla fue el primero en sumergirse –sin equipo de protección– y llegó al avión colapsado.
De inmediato vio el cuerpo de Sarabia atorado en la ventana de la aeronave, inmóvil; aunque intentó sacarlo, el piloto ya había fallecido y su cuerpo no podría rescatarse de esa forma.
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Autoridades estadounidenses sacaron el monoplano con grúas y recuperaron el cuerpo del aviador, a menos de un mes del que hubiera sido su cumpleaños 39.
Según recuperó EL UNIVERSAL, gracias a la narración en United Press, los peritos estadounidenses certificaron la muerte de Sarabia como “inmersión accidental”. El golpe del avión en el agua le provocó una contusión y pérdida de conocimiento; tras estar cabeza abajo en el agua y desmayado, el famoso aviador murió ahogado minutos antes de las 6 a.m.
Días después del percance, el 18 de junio del 39, EL UNIVERSAL confirmó que el motivo del accidente aéreo fue una imprevisible falla de motor.
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Condolencias nacionales e internacionales por su fallecimiento
EL UNIVERSAL publicó en su primera plana del 8 de junio de 1939 varias notas sobre el accidente aéreo de Francisco Sarabia, con los pormenores sobre el impacto en el río Potomac en Washington y numerosos mensajes que lamentaron su muerte.
A través del embajador de México en Estados Unidos, Francisco Castillo Nájera y el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Eduardo Hay, el gobierno de Franklin D. Roosevelt externó su sentido pésame por la muerte del duranguense.
Tan importante era su legado que el mismo Roosevelt dio la instrucción de trasladar el cuerpo de Sarabia a la Ciudad de México en el avión B-15, aeronave más grande del Ejército de Estados Unidos, acompañado con una carta dirigida al entonces presidente, Lázaro Cárdenas, para expresar el dolor de la Unión Americana por tal pérdida.
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“Con Sarabia se pierde un elemento difícilmente sustituible. Marcaba nuevos derroteros a nuestra aviación con su esfuerzo propio”, palabras del entonces secretario de Defensa Nacional, Jesús Agustín Castro, uno de sus principales simpatizantes en el gobierno.
Según recuperó este diario, la gente en Chiapas se sintió muy consternada por su muerte y siempre agradeció la gran labor del aviador para impulsar el transporte hacia la entidad. En Quintana Roo y Coahuila, el pesar y respeto por el piloto era tan inmenso que autoridades y habitantes interrumpieron sus actividades por el resto del 7 de junio, como muestra de luto.
Quien también dio su pésame fue Manuel Ávila Camacho, exsecretario de Defensa Nacional y futuro sucesor presidencial de Cárdenas. “La desaparición de nuestro gran aviador significa una sensible pérdida para la nación entera. Si el hombre por una fatalidad inevitable se ha extinguido, sus grandes virtudes quedan como el mejor paradigma para todo mexicano”, dijo.
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Homenajes para el aviador caído
Para el sábado 10 de junio de 1939, la armada estadounidense trajo el cuerpo de Francisco Sarabia al Puerto Aéreo Central de Balbuena –lo que ahora es el Aeropuerto Internacional Benito Juárez–. EL UNIVERSAL estimó que 300 mil personas recibieron al héroe caído, entre civiles, funcionarios, secretarios de estado y altos jefes del ejército.
Tras la llegada del cuerpo a suelo mexicano, autoridades de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de Comunicaciones y Obras Públicas, así como de la Defensa Nacional, decretaron Día de Luto Nacional aquel 10 de junio para rendir honores al aviador.
Lázaro Cárdenas ordenó que el entierro de Francisco Sarabia fuera en la Rotonda de los Hombres Ilustres, “como un acto de justicia a la heroicidad y antecedentes de nuestro aviador desaparecido”, según recuperó este diario.
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Sus restos se trasladaron a las instalaciones de SCOP, donde se montaron bajo una enorme bandera mexicana y cientos de flores. Ciudadanos y funcionarios hicieron guardia a Francisco Sarabia hasta la tarde del domingo 11 de junio de 1939, cuando se movió al Zócalo Capitalino.
El ataúd llegó a la Plaza de la Constitución transportado en hombros por ocho oficiales del Ejército Mexicano. Según mencionó la crónica de este diario, se le erigió una plataforma llena de flores frente a la puerta principal de Palacio Nacional y ahí descansó mientras se le presentaban armas y las campanas de la Catedral Metropolitana replicaban en su honor.
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Después del evento en el Zócalo, el féretro de Francisco Sarabia se dirigió hacia su última morada, la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón Civil de Dolores. En algún momento del trayecto –según indicó este diario–, una lluvia de flores rodeó al ataúd, obra de ciudadanos que acompañaron al aviador hasta su última morada.
Ya en el camposanto de Av. Constituyentes se le rindieron los últimos homenajes de cuerpo presente. “Tu muerte no enlutó un solo hogar, ha extendido su mariposa negra en todas las viviendas del país”, comentó Luciano Kubli, funcionario del DF que ofició la ceremonia.
“Hoy, domingo 11 de junio de 1939, la Rotonda de los Hombres Ilustres recibe a un nuevo huésped; el que quiera visitarle, que se haga digno de él”, fueron las palabras que despidieron a Francisco Sarabia hace 85 años, uno de los más destacados aviadores que México vio nacer.
- Fuente:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Orellana, L. (2019). Francisco Sarabia y el encuentro de su vocación aeronáutica. En Acequias.