A inicios de la década de los setenta, la llegada de una línea de juguetes para niñas sorprendió por su realismo a toda una generación, con sus llamativos modelos a escala de los electrodomésticos que existían en el hogar y que pronto dominarían los estantes en jugueterías.
Las empresas jugueteras ofrecieron a los infantes sus propias cocinas, lavadoras y hasta máquinas de coser para que “jugar a la casita” se sintiera más real que nunca. Tan sólo en Estados Unidos, la compañía Kenner lanzó su Micro-Hornito en 1963 y logró impresionantes números de venta, además de dejar huella en el mercado.
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Para revivir esa época, contactamos a Angélica Adriana Sánchez Ortíz, quién vivió su infancia entre los 70 y 80, y ahora es vendedora de este tipo de objetos de colección. Ella misma define a esos juguetes como “tesoros de mi niñez”.
Se podía jugar a lavar y cocinar
Al indagar acerca de las distintas líneas de juguetes electrodomésticos nos encontramos con la serie Cocinerita, producto de la juguetera mexicana Lili Ledy y que ofrecía fieles aparatos eléctricos a escala para los infantes del hogar.
Sobra decir que, aún ahora, dichos objetos resultan muy atractivos y hasta cierto punto artesanales, y sin duda son un claro ejemplo de lo novedosa que fue esta línea de juguetes, captando inmediatamente la atención de los pequeños.
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Vendidos por separado, existieron la estufa eléctrica, lavadora, el fregadero eléctrico y un lavatrastes, todos como una “colección de modernos, aparatos eléctricos con acción”, según recitó su publicidad.
Pronto se agregaron a la lista de juguetes clásicos que llegaron para quedarse, como el Súper Horno Mágico o los famosos Raspados Multi-sabores.
Para adentrarnos en este mundo de los juguetes electrodomésticos, conseguimos algunos catálogos de los 70 y 80, los cuales se distribuían en tiendas departamentales, centros comerciales, periódicos y en publicaciones especiales que salían en distintas revistas durante la época navideña, como fue el caso de Selecciones y su segmento desprendible dedicado a ofertas para los Reyes Magos.
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Algunos de esos anuncios mostraron a sonrientes niñas junto a sus llamativos electrodomésticos a escala de la serie Cocinerita. Como bien decían algunas de sus canciones publicitarias, los juguetes Lili Ledy servían para entretener a sus pequeños, así como para “verte aprender y verte crecer”.
Su asombrosa estufa eléctrica contaba con luz interior en el horno y asador –ambos podían abrirse como un electrodoméstico real–, además de incluir su propia charola y parrilla para “recibir líquidos que escurran”, como cualquier hornilla común.
También teníamos la lavadora eléctrica, cuyo motor podía agitar el agua y desecharla gracias a su propio desagüe. El cilindro incluso admitía prendas de ropa pequeñas.
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Cocinerita tuvo un fregadero eléctrico, equipado con sistema hidráulico que hacía salir el agua por el grifo gracias a su capaz motor, además de contar con un mecanismo antiderrames para que la diversión de los niños no fuera un problema para sus padres.
Por último, estuvo el lavatrastes eléctrico, que contó con su propia mini vajilla que podía acomodarse en su interior y recibir chorros de agua gracias al motor. Así de realista era la línea Lili Ledy, tomándose muy en serio los juguetes electrodomésticos.
No podía faltar el clásico Súper Horno Mágico, cuya descripción decía “Eléctrico. Tipo integral para hacer ser auténticos pasteles iguales a los de Mamá, con todo lo necesario para prepararlos y decorarlos”. A diferencia de la línea Cocinerita, este aparato sí contaba con calor y permitía sencillas preparaciones.
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Otro clásico, incluido en la línea Lili Casera, fue la máquina de raspados multi-sabores, “un juguete genial para hacer verdaderos raspados, usando ingredientes domésticos comunes. ¡La delicia de niños y niñas!”. Su publicidad mostró a una niña preparando sus propios granizados, mientras otro pequeñito los disfruta con ahínco.
Había juguetes domésticos a módico costo
Platicando sobre los recuerdos que tenía de niña y de los días previos a la llegada de los Reyes Magos, Angélica Adriana nos comentó que todo era como un “sueño hermoso en el que se vivía una emoción muy especial”. La temporada iniciaba con los anuncios en televisión abierta durante la barra de caricaturas del Canal 5 y con los juguetes que mostraban en programas como En Familia con Chabelo, del Canal 2.
Nuestra entrevistada comentó que todos sus hermanos, primos y compañeros de clase se sabían de memoria las “cancioncitas o jingles” de cada juguete, sin importar si eran para niños o niñas.
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Para ella era casi un compromiso aprenderse la letra de cada publicidad y recitarla a todas horas, siendo una forma muy eficiente de recordar marcas y nombres de los juguetes. Incluso a la fecha puede recordar la tonadita de varios.
La ahora vendedora de juguetes hizo memoria y compartió que desde pequeña ya vivía muy de cerca toda esta experiencia. Su madre era comerciante en el mercado de la Colonia Moderna y le tocó ver cómo los puestos cambiaban de giro durante los primeros días de enero y se transformaban en puntos de venta de productos infantiles para todo tipo de bolsillo.
Había unos muy modestos, como era el caso de locales especializados en la venta de pequeñas escobas, mechudos, planchas, anafres, ollas, carritos, luchadores de plástico y máscaras de Lucha Libre con una calidad menor, pero que eran piezas muy buscadas por los padres por ser económicas.
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Sánchez Ortíz afirmó que, en ocasiones, a su mamá ofrecían juguetes de “fayuca”, traídos por varios locatarios desde Estados Unidos y por encargo especial de algunos clientes que querían productos de pilas que no podían conseguir aquí en esos tiempos.
Según la edición del 3 de enero de 1979 en EL UNIVERSAL, los precios en tiendas departamentales y supermercados para el fregadero, estufa o lavadora Lili Ledy estuvieron entre los 200 a 300 pesos –lo que ahora serían más de 600 mil, por inflación– y para 1980, su costo rebasó los 450 pesos.
Nuestra entrevistada recordó con nostalgia sus primeros juguetes electrodomésticos y resaltó que fueron toda una novedad. “La lavadora realmente giraba y yo le echaba el agüita y jabón, luego le echaba la ropita de muñeca y funcionaba como una lavadora de verdad. La estufita y el fregadero, le eché agua y salía por el grifo. Eran objetos tan adorables que hasta a los niños les impactaron y les gustaba jugar con nosotras”.
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“Y no se diga el maravilloso Hornito Mágico, que verdaderamente hacía pastelitos pues traían sus sobrecitos de harina. Ahí tenía a mi hermano al pendiente de que salieran los pasteles. Seguramente sabían bien feo, pero ellos bien machotes se quedaban a esperar a que saliera el pastel”, sonrió Angélica Adriana.
Muchos los adquieren para recuperar su infancia
Le preguntamos a nuestra entrevistada sobre la venta de estos juguetes en la actualidad, la alta demanda que existe y los precios que alcanzan. Ella comentó que, a sus casi 60 años, encontró mucha satisfacción al poder localizar y vender estos objetos de su niñez.
Cada vez que vende alguno, le llena de satisfacción ver la emoción de las personas que alguna vez tuvieron –o no tuvieron– alguno de estos juguetes. Los precios varían bastante, según el estado de conservación de la pieza; incluso ahora son considerados por coleccionistas de ambos sexos como “piezas altamente decorativas”.
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En la oferta actual, estos juguetes de antaño pueden encontrarse por segundo uso y sobrepasan los 2 mil pesos de costo, no siempre en las mejores condiciones.
“Las ventas en redes sociales, en este aspecto, son una maravilla que nos ha podido acercar y regresar a esa época. Y es que muchas veces me ha ocurrido que adultos quieren conseguir el juguete que le pidieron a los Reyes y que nunca se los trajo”, afirmó Angélica Adriana.
Según la experiencia de nuestra entrevistada, “me ha tocado varias veces que al entregarles el juguete han llorado. Hombres y mujeres que me encargaron ese juguete que tanto anhelaron y lo pudieron tener al fin”.
“Antes había muchos niños. Ahora ya no hay niños en las calles por muchas cosas. Pero antes salíamos y de verdad éramos un mundo de niños; estaban los de nuestro edificio, más los niños de la cuadra y los del mercado y así nos poníamos a jugar todos”, recordó la ahora vendedora de juguetes.
A su parecer, hay personas que dicen que el pasado se debe quedar en el pasado y no les gusta recordar nada de esto, “pero existimos esos viejos niños que la verdad disfrutamos muchísimo. La verdad yo creo que el alma de niño nunca se nos debe olvidar. Nunca, nunca”, concluyó.
Presentación de una estufa Lili Ledy, ahora considerada como un producto de colección; de fondo suena uno de los jingles de la juguetera. Fuente: ESPECIAL/TikTok.
- Fuentes:
- Entrevista con Angélica Adriana Sánchez Ortiz, vendedora de juguetes de antaño y nacida en 1965.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL