A lo largo del tiempo se han acumulado hazañas de personas que, al cumplir una condena privados de su libertad, han intentado por todos los medios posibles vivir más allá de los muros de la prisión. Ya sea con la ayuda del dinero, la violencia o la astucia, aquellos que lo han intentado lo arriesgaron todo.
Un caso famoso es la fuga del 12 de junio de 1962, cuando tres reclusos burlaron la alta seguridad de la prisión de Alcatraz en San Francisco, California, y de quienes jamás se supo cuál fue su destino.
No puede pasar desapercibido el escape del 11 de julio del 2015, cuando Joaquín Guzmán Loera alias “el Chapo” se fugó del penal del Altiplano al cruzar un túnel de 1.5 kilómetros, excavado con tal precisión que no tuvo necesidad de salir de su celda. Esa libertad no duró mucho, pues lo aprehendieron de nuevo meses después.
Aquella evasión conmocionó a la opinión pública, aunque por su desenlace no supera lo que ocurrió en la prisión de Santa Martha Acatitla el 18 de agosto de 1971. Su protagonista, Joel David Kaplan Klempner, ha sido el único prófugo que platicó en persona a los medios de comunicación su escape en helicóptero. Aquella fue la primera vez en el mundo que un reo se fugaba de prisión usando una aeronave.
Lo acusaron de un dudoso asesinato
Joel David nació el 17 de octubre de 1926 en Nueva York, seguido por sus hermanos Judith en 1927 y Ezra en 1930. Pasados sus quince años de edad, Joel ingresó al Instituto Militar de Nuevo México, donde concluyó sus estudios y durante la Segunda Guerra Mundial apoyaría a la marina estadunidense.
En los años posteriores viajó por el Caribe, México y el resto de América Latina para ampliar el negocio azucarero de la familia, ya que su padre, Abraham Kaplan, era presidente y fundador de la Southwestern Sugar and Molasses Company.
Los hermanos de Abraham, Jacob y Jack, también eran hombres de negocios. Además de fundar el periódico “Kaplan Journal”, acumularon mil 600 cultivos de uva en la empresa de jugos Welch Grape Juice Company. Los lazos familiares de Joel David jugaron un papel clave en su ingreso y escape de prisión.
La historia comienza con el misterioso asesinato Louis Vidal, el socio comercial de Kaplan, cuyo cuerpo se encontró sin vida y semi enterrado en un tramo de la carretera México-Cuernavaca, con las yemas de los dedos mutiladas para dificultar la identificación del cadáver y con heridas de arma de fuego en su cráneo.
Kaplan y Vidal se habían conocido en la oficina del padre de este último, ya que su empresa, la Krajewsky-Pesánt, era la mayor proveedora de equipo y servicios técnicos para la industria azucarera de América Latina. Se hicieron buenos amigos y después socios, no sólo del azúcar, sino también como agentes encubiertos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Más adelante, lucrarían con cargamentos de rifles M-1, que vendían en Centroamérica para armar a diferentes grupos guerrilleros en Cuba, México y Republica Dominicana, donde Vidal gozaba de los favores de su padrino, el presidente y dictador Rafael Trujillo. Podría decirse que en la mañana eran agentes de la CIA y en las noches vendedores clandestinos de armas.
El 12 de noviembre de 1961 Louis Vidal fue encontrado sin vida y su asesinato sigue siendo un misterio, que encontró como único culpable a su socio neoyorquino. Lo extraño del caso fue que las autoridades se negaron a levantar el acta de defunción correspondiente, a pesar de que la esposa de éste lo había identificado.
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Algo sospechoso fue que ella describió a su marido como una persona de ojos de color azul y complexión delgada, pero el cuerpo presentado tenía ojos color marrón y la ropa de la víctima era de talla más chica que el cuerpo presentado.
El 14 de noviembre, dos días después del supuesto asesinato, dos empresarios neoyorquinos con intereses en PEMEX, William Save y Homer Cobe, dijeron haber tenido una larga platica por teléfono con Vidal. El día 23, se vio cruzar la frontera de Guatemala a un hombre con pasaporte estadounidense, con número 2938J2 y a nombre de Louis Vidal.
Sin embargo, a Joel Kaplan se le acuso de homicidio y entierro clandestino. Lo detuvo la Interpol en Madrid, de donde lo llevaron a México para dejarlo a disposición de la justicia mexicana, a finales de marzo de 1962. Durante su proceso jamás se tomaron en cuenta las evidencias que sugerían que Vidal seguía con vida.
Fuera de prisión, luchaban en su contra y a su favor
Los abogados de la familia, Louis Nizer, Edward Bobick y Melvin Bell, intentaron liberar a su cliente sin éxito. No sólo la familia de Joel llegó a mover montones de dinero para tratar de liberarlo, también sus tíos, pero no para ayudar a su sobrino, sino para mantenerlo recluido.
La de Vidal no fue la única muerte en el caso. El 19 de mayo de 1965, el ex alcalde de Nueva Orleans, Louis Morrison, en una visita al penal le prometió a Joel que lo apoyaría en su proceso, pero cuatro días después el avión en que volaba misteriosamente se quedó sin combustible y cayó en Tamaulipas, donde perecieron todos los tripulantes. Este suceso jamás se esclareció.
En 1963 Joel fue trasladado a la prisión de Lecumberri, en donde una enfermedad grave lo libró de la muerte. Su abogado Bobick comentó que la CIA había maquinado un plan para asesinar a su antiguo aliado y hacer que el crimen pareciera un suicidio.
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A pesar de ello, el custodio encargado de plantar la evidencia dijo que vio tan mal a Kaplan que creyó era cuestión de horas para que la vida se encargara de su fin, por lo que abortó la misión.
Fueron varias las veces que Kaplan intentó escapar. Sobornando algún custodio, intentaron excavar un túnel, pero a 10 metros una piedra volcánica les impidió el avance; una más al tratar de salir en el doble fondo de un camión; y otra con apoyo de un maquillista. Sobra aclarar que todos los planes fracasaron.
Mientras esto sucedía, un hombre amante del peligro y de las aventuras trasportaba encendedores desde Japón, ropa desde Irlanda y relojes desde Suiza para vender todo en Centroamérica. Lo que mejor ganancia le dejaba era la venta de los monos que capturaba en Veracruz y que introducía ilegalmente en EU.
Se trataba de Victor Stadter, un trotamundos nacido en Hoyt, Colorado, quien sin sospecharlo se convertiría en la luz al final del túnel para Joel Kaplan en 1971.
Fue Judith, hermana de Joel, quien lo contactó tras asistir a una fiesta. En aquella reunión, alguien le comentó a la hermana del reo que en California podría encontrar la persona adecuada para su objetivo. Viajó a dicho estado y el actor de cine Burl Ives organizó el encuentro entre Judith y Víctor, el apasionado de la aviación.
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Un contrabandista trazó el plan de fuga
Después de aceptar el reto que Judith Kaplan le propuso, el primer paso a realizar era una visita al reclusorio. Para ello presentaron a “Vic” como un amigo íntimo de la familia a las autoridades de la prisión de Santa Martha, donde Kaplan ya tenía algunos años de haber sido trasladado por ser un prisionero de alta seguridad.
Después de tantos intentos de escape fallidos, Vic no representaba ninguna esperanza más para Joel David Kaplan. Recluso y rescatador no se volvieron a ver hasta después de la fuga.
Vic había comentado que necesitaría de cuatro a seis meses para pensar qué era lo que tendría que hacer, por lo que cruzó en repetidas ocasiones la frontera de su natal Estados Unidos con nuestro país.
En cierta ocasión, el helicóptero del jefe de la policía capitalina aterrizó al interior del penal. Stadter había encontrado el modo de hacer valer su palabra.
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El siguiente reto era conseguir un aparato que fuera capaz de volar por encima de los muros de la prisión, por lo que Vic recorrió gran parte los EU en busca del “bebé” que llevaría a Kaplan a la libertad.
Los 65 mil dólares que costó la aeronave no fueron un impedimento para Judith, quien ya había financiado los intentos anteriores. El audaz piloto sería un joven veterano de la guerra de Vietnam -de apenas veintiocho años- de nombre Roger Hershner.
Stadter no improvisaba, sino que estudió el caso y tuvo todo bajo control. Contaba con el respaldo del dinero de Judith y confiaba en la experiencia de su piloto y en los abogados, que estaban listos para aplicar la “Ley de la Fuga legal”.
Aquella ley, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 14 de agosto de 1931, decía que “Toda fuga es legal de cualquier penal mexicano si no se viola ninguna ley en el proceso, no hay violencia en contra de personas, corrupción o daños al inmueble. Diferenciando entre derecho a la libertad y derecho a buscar la libertad”.
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Es decir, que el primero se pierde al cometer un delito y ser condenado por ello, pero no se pierde el segundo. Por lo tanto, la fuga de Kaplan se apegaría al derecho y se iría legalmente de su encierro, aunque para Vic y Roger, no habría ley que los ampararase.
Para no levantar sospechas en la frontera, Roger presentaría documentos de una supuesta mina con sede en Honduras a la que llamaron Milandra Mining Company. El helicóptero era una herramienta de la supuesta compañía minera.
Una vez en México, rotularon el helicóptero -que días antes pintaron de azul- con la palabra “POLICÍA”, para hacerse pasar como la llegada del jefe de dicha corporación.
Todo parecía marchar sin contratiempos hasta que le informaron a Vic que Kaplan había decidido llevar consigo a su compañero de celda, el venezolano Carlos Contreras Castro, un sentenciado a seis años de prisión por falsificar documentos y vender autos robados.
Retiraron los asientos de la aeronave, excepto el del piloto, y para equilibrar el peso se cambiaron por costales de arena, que serían arrojados por Roger una vez que aterrizara en el patio de la prisión. Para esto, Roger sólo tendría 10 segundos, mismo tiempo con que Kaplan y Contreras contaban antes de reanudarse el vuelo.
Después de revisar el plan, pasaron algunos meses de hacer vuelos de práctica y amasar un amplio conocimiento de los horarios en que Kaplan y Contreras podían transitar con libertad por los patios del penal.
Diez segundos le cambiaron la vida
El día cero llegó. Kaplan, quien nunca tuvo detalles del plan, por fin tendría noticias. En la visita de aquella mañana se le dijo “A partir de las 18:30 y hasta las 19:00 deberás estar muy pendiente del cielo ya que un helicóptero llegará por ti”.
Roger supo del plan de rescate a tan sólo unos días del suceso, por lo que se le pidió a Joel y a Carlos que llevaran en mano un periódico, para que el piloto los identificara.
Todo estaba listo: una avioneta Cessna, también propiedad de la “empresa minera”, aterrizó en Pachuca y a los pocos minutos llegó Roger con el helicóptero; ambas aeronaves habían despegado de McAllen, Texas.
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Stadter arribó al punto de reunión en automóvil. El plan requería un cronometrado vuelo de 42 minutos de Pachuca a Santa Martha; el abordaje tendría que ser a las 18:35hrs.
En el penal de alta seguridad, que contaba con cerca de 500 internos, todo marchaba sin novedad, a excepción de dos hombres que, con periódico en mano, hacían como que platicaban en la cancha de básquetbol mientras los demás veían una película.
De repente y a lo lejos, se empezó a escuchar en el cielo un motor. Era Roger montado en su caballo de acero, que se acercaba para tocar el suelo de la prisión. Al ver a la aeronave tocar tierra, Joel y Carlos corrieron.
“¡Hola! Buenas tardes, me llamó Roger Hershner bienvenido a bordo señor Kaplan”, con ese saludo el piloto dio la bienvenida a sus pasajeros. Pasados los 10 segundos acordados, el piloto aceleró la turbina y el aparato volvió a los cielos, con los dos hombres que por años habían convivido juntos en la celda número 10 del penal Santa Martha.
El helicóptero regresó a Pachuca, donde Vic recibió a Kaplan con un abrazo. Joel subió a la avioneta que lo llevaría a los EU y Carlos intentó seguirlo, pero lo detuvo Victor, quien se limitó a ofrecerle un auto para que tomara el rumbo que mejor le conviniera.
Carlos tampoco sería buscado por la justicia mexicana. El 7 de octubre de 1971 regresó a su tierra natal, donde lo protegía la Constitución, que señala que Venezuela no entregará a sus hijos para ser juzgados en otro país.
No hubo disparos ni violencia, tal como lo dicta el parte policial de aquel día, y que se muestra en este artículo; tampoco sentenciados. En la prisión, el personal de seguridad y custodia fue detenido para su investigación e interrogaron a algunos internos, que a manera de broma decían: “mañana vendrá por mí un submarino”.
La que fue nombrada por la prensa como “La fuga del siglo” sólo alcanzó al entonces procurador de justicia Sánchez Vargas, quien renuncio dos días después, según lo dio a conocer EL UNIVERSAL. México no pidió extradición para los fugados ni para los que participantes.
La avioneta Cessna regresó a McAllen y, como Kaplan no cometió ningún delito en su país, se presentó ante las autoridades migratorias con su nombre real; Roger haría lo mismo días después.
México jamás pidió extraditar a los implicados. Al contrario, Kaplan dio entrevistas, Roger continuó su vida como piloto y años después Vic publicó su libro Una bola de nieve en el infierno, donde relataría sus aventuras y en propias palabras, diría que “la fuga de Kaplan fue la más grande hazaña que realizó”.
La policía sólo contó con un “detenido”: el helicóptero que tuvieron que abandonar en Tamaulipas, y que fue trasladado a los hangares de la Policía en el aeropuerto de la Ciudad de México. Después de este escape, se han registrado alrededor del mundo 43 fugas en las que se han empleado aeronaves.
Una vez libre, Joel peleó y ganó la herencia de su padre, que su tío Jacob intentó cobrar por todos los medios mientras Joel estaba en la cárcel. Joel David vivió a la luz pública, siempre negó haber cometido aquel delito y nunca fue buscado por la policía. Se dedicó de lleno a sus negocios y a su familia. Murió en Miami el 15 de junio de 1988.
- Fuentes consultadas:
- La Fuga del Siglo, Carlos Contreras Castro. 1973
- Fuga en 10 segundos, Eliot Asinof, Warren Hinckee y William Turner. 11ª ed., 1976
- NYhistoricnewspapers.org
- The Herlad of Freedom, 24 de noviembre de 1972.
- Bufalo Courier Express. 20 de septiembre de 1971
- Código Penal de la Federación.