Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Antes de que la pandemia de la Covid 19 modificara la dinámica de vida a nivel mundial, el cine era una de las industrias con mayor número de visitantes y, en la Ciudad de México, muchos de sus habitantes comparten el recuerdo de las salas que ofrecían permanencia voluntaria y que operó por décadas en la capital mexicana.
En entrevista con este diario Nelly Rodríguez, artista visual, pedagoga e investigadora de la historia de la industria cinematográfica comenta que esta práctica era una estrategia comercial implementada en 1910 con la que los empresarios buscaban diversas formas de llamar la atención del público.
Los cines “eran más bien locales adaptados para la proyección de las “vistas” del cinematógrafo traído por los Lumiére, donde también se ofrecían bailes, presentaciones de cantantes, y otras amenidades”.
La permanencia voluntaria daba la posibilidad a cualquier clase social de permanecer en la sala y poder apreciar varias películas pagando un solo boleto , que en ese entonces era de 35 centavos. Los primeros cines con esta modalidad fueron el Salón Rojo , Palacio , y cine Club . En la versión impresa del periódico El Diario del primero de septiembre de 1910 se anunció lo siguiente:
“ Cine Palacio: El programa para las exhibiciones de hoy está de tal manera confeccionado…que las aristocráticas familias que concurren a este salón tendrán una buena oportunidad para divertirse y poder pasar horas verdaderamente entretenidas. Además, por el solo precio de treinta y cinco centavos se puede permanecer en el salón desde las cuatro de la tarde a las doce de la noche. En las sesiones de hoy se estrenarán seis vistas, de las que tiene la exclusiva la empresa de este cine”.
Fila de autos en los alrededores del cinema Palacio en la década de 1940. En aquel entonces la sala estaba ubicada en la Avenida Cinco de Mayo. Colección Villasana - Torres. Foto actual de Google Maps. Diseño web: Miguel Ángel Garnica.
En esa misma fecha, también se publicaba sobre el Salón Rojo : “Hoy, como de costumbre, habrá diferentes tandas desde las cuatro de la tarde a las doce de la noche, costando la permanencia voluntaria treinta y cinco centavos”.
La calle de San Francisco, hoy Madero, vista hacia el oriente desde Bolívar, antes llamada Vergara, en los primeros años del siglo pasado. A la derecha está la Casa Borda, que en esa época albergaba el cine Salón Rojo; el edificio de la izquierda ahora es una tienda. Crédito: Colección Villasana-Torres
La práctica duró por lo menos hasta inicios de la década de 1990, cuando empezó el cierre masivo de salas después de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) y la venta de COTSA, el conglomerado que administraba casi todas las salas de cine del país.
Esto dio inicio a la consolidación del cine como lo conocemos hoy en día, y en 2017 un cine al interior de una plaza al sur de ciudad anunciaba que retomaría este tipo de modalidad.
Nelly comparte entre risas con este diario una experiencia que tuvo cuando era pequeña y vivía en Tacubaya: “acudía con regularidad al cine Hipódromo y en una ocasión fui con mi familia a ver Vacaciones de Terror y, considerando la permanencia voluntaria, nos quedamos hasta la siguiente película, que dio inicio con música y algunos bailes sensuales. A los pocos minutos, mis padres se apresuraron a decirnos que nos fuéramos y yo no entendí por qué, hasta que vi el título de la película: Lambada, el baile prohibido . Obviamente no querían que mi hermano y yo viéramos semejante inmoralidad”.
La antigua Calzada de Tacubaya, hoy el Circuito Interior, y la avenida Jalisco en 1975. A la izquierda se encuentra el Edificio Ermita con la clásica publicidad de "México calza Canadá" que lució por varias décadas, además del anuncio del cine Hipódromo. Al frente, un taxi vocho. Crédito: Colección Villasana-Torres.
Otras de las experiencias que Nelly narró es de una comunidad en Facebook de la que es fundadora y administradora, junto con otros colegas, llamada “¡Cácarooo, los viejos cines de la ciudad de México!”
Gustavo Masso recuerda especialmente una tarde de 1972 cuando estaba en el cine Chapultepec viendo la película La otra cara del amor cuando en el intermedio decidió salir a fumar un cigarro y se encontró a su primo, con quien se fue al cine Latino al estreno de El Padrino :
“Ya estaba a la mitad, pero la taquillera nos dijo que no importaba y entramos a ver justo cuando están matando a Sony en la carretera. Chale, pensé, ¿cambié a Tchaikovski por esta masacre? Pero la película, ya todos lo saben, es magnífica. Así que cuando terminó, nos quedamos a verla toda desde el principio. Y noté que mucha gente en la sala también se quedaba. Era una maravilla la permanencia voluntaria . Vimos El Padrino y medio”.
Entre los que tenían este tipo de modalidad estaban el cine Condesa en el actual “Plaza Condesa”; un cine sobre Calzada de la Viga, en la Unidad Modelo; el cine Manacar , el Francisco Villa cerca al Mercado de Jamaica (en la actual salida del Metro La Viga), el cine Teresa , el cine Continental , el cine Acadia o La Villa, entre otros.
El interior del cine Manacar, en la que destaca el biombo "Bailarines", obra de Carlos Mérida, que funcionaba como telón, años sesenta. Crédito: Colección Villasana -Torres.
El cine Teresa anuncia la cinta El hijo de la furia el 8 de junio de 1942, día de su reinauguración. Esta sala abrió sus puertas por primera vez en los años veinte, pero fue demolida parcialmente para ensanchar la avenida San Juan de Letrán, hoy el Eje Central; la reconstrucción estuvo a cargo del arquitecto Francisco Serrano. Actualmente sobrevive la fachada, y el resto está ocupado por una plaza comercial. Crédito: La república de los cines / Colección Villasana - Torres.
Una usuaria de nombre Andrea Campa comentó que la entrada a los cines “de estreno” costaba entre los 4 y los 8 pesos; en los de “segunda corrida” exhibían dos películas y en los de “tercera corrida” -también conocidos como “de piojito”- proyectaban tres películas, y todos estos con permanencia voluntaria.
Otro testimonio es el de Ernesto Briones quien dijo que algunas películas alarmaban a los citadinos porque eran consideradas “inmorales” y que también, en el Cine Continental, se proyectaba el noticiero “antesala”.
Asimismo, hablaron del programa “Butaca 8” que ofrecía una modalidad de Permanencia Voluntaria en la televisión los domingos por la tarde, en la que se “pasaban” películas extranjeras.
El cine Continental, ubicado en la esquina de Xola y la avenida Coyoacán, en la década de los setenta. Esta sala abrió sus puertas en 1958 y tuvo capacidad para más de 2,300 espectadores; años después se convirtió en la "Casa de Disney", dedicada a las películas infantiles, y hoy en su lugar hay una tienda Superama. Crédito: DDF / Colección Villasana - Torres.
La taquilla del cine Francisco Villa, situado en la Calzada de la Viga número 146, en una fotografía de 1969. Después de permanecer abandonado por varios años, este espacio fue rescatado en 1995 y se transformó en el Circo Volador, Centro de Arte y Cultura, que abrió sus puertas dos años más tarde. La cinta que se exhibía era "Romance sobre ruedas", con Tere Velázquez, y el costo del boleto era de dos pesos. Crédito: Colección Villasana -Torres.
Entre los recuerdos que destacan en los comentarios es que independientemente de la función, el cine o el año, el hecho de poder ver la misma película -o tres diferentes- con un ser querido comiendo lo que las mamás o papás preparaban se convirtió en una memoria invaluable -porque no había tanto problema, ni se tenía que “esconder” o comprar en la dulcería .
Y, aunque en tiempos previos a la Covid 19 no estaba permitido, muchas personas se las ingeniaban para disfrutar de más de una película al precio de un solo boleto pasando de una sala a otra. No cabe duda que la industria del cine tendrá que replantear sus mecanismos de operación y, quizás, se generarán más opciones para que la gente disfrute de proyecciones otra vez desde su automóvil como se hacía en los antiguos autocinemas.
La fotografía principal son los alrededores del cinema Palacio que estaba ubicado en la Avenida Cinco de Mayo en 1935. Colección Villasana/Torres.
Fuentes:
- Nelly Rodríguez, artista visual y pedagoga. Desde 2011 es fundadora, junto con Juan Carlos, Manuel y Luis, de la comunidad de “¡Cácarooo, los viejos cines de la ciudad de México!” en Facebook, espacio dedicado a la memoria de estas salas de cine.
- Libro La República de los cines.