Un detalle de la ciudad de México que seguro notan más los habitantes que quienes vienen de paso son los acabados de sus construcciones. Ya sea un descuidado edificio corporativo con ventanas ahumadas y marcos color latón o un departamento colorido, cada una de esas tendencias tiene su historia.
Seguro en más de una ocasión, al caminar, has visto una casa de mediados del siglo XX y habrás pensado que “se ve muy vintage”. Para algunos resulta nostálgico, para otros, más bien anticuado. Mochilazo en el Tiempo presenta este recorrido que revela datos curiosos para esas fachadas y decoraciones que de una forma u otra lucen la estética de su época.
Te invitamos a leer esta entrevista con el arquitecto de la UNAM, Esaúl Rodríguez. Desde materiales que dejaron de ser novedosos hace un siglo hasta las tendencias más recientes, nos cuenta por qué se usaron -y dejaron de usarse- ciertos recursos.
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El Modernismo puso de moda cambiar la materia prima
La llegada de la modernidad a finales del siglo XIX, producto de la segunda Revolución Industrial en Europa, y sobre todo el inicio del Movimiento Moderno a fines de los años 20, trajo consigo la instalación en México de industrias que fabricaban materiales de construcción completamente nuevos para la época, según comenta Esaúl.
“No solo se trataba de plantas cementeras, ladrillos o acero, sino también de nuevos acabados que daban el aspecto final a los edificios”.
Señala que el tezontle fue uno de los primeros elementos que se utilizó en la década de 1920 para revestir fachadas en edificios con aspecto neovirreinal. Dicho material, extraído de las minas de la capital, se cortaba de forma industrial y se producía en masa.
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Era muy socorrido porque daba a las construcciones modernas un aspecto de edificación novohispana del siglo XVIII, algo que buscaban las ideologías nacionalistas del momento.
Del mismo modo, las columnas y las molduras que aparentaban estar hechas de cantera, en realidad eran fabricadas con cemento en moldes que imitaban la cantera original. Afirma que se utilizaban en residencias con aspecto californiano, ya en la década de 1930.
También en esa época se introdujo el vitroblock, que comenzó a ser popular con la llegada del Art Déco y se colocaba en marquesinas y techos voladizos.
“Curiosamente, este material ha tenido ciclos de popularidad: regresó en los años ochenta y su uso bajó a principios del siglo XXI”. A pesar de ello, indica que aún se utiliza, aunque no a gran escala como antes:
“Hay que tener en cuenta que ya no se fabrican con el diseño de fondo de botella original, por lo que, si un vitroblock de los años treinta se rompe, es difícil encontrar el mismo modelo”.
Durante esta época del Art Déco, también llegaron las placas grandes de granito negro o mármol en tonalidades verde o rosa, que se utilizaban en vestíbulos, pisos y rodapiés.
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En caso de no contar con el suficiente capital para adquirir estas piezas, agrega, se podían reemplazar con imitaciones hechas de terrazo. Estos elementos ya no se usan como antes por el elevado precio que supone revestir espacios con ellos.
“Del Movimiento Moderno de décadas posteriores, los materiales de los que me gustaría hablar de lleno son el mosaico veneciano, el muro cerámico (por lo general de la marca Santa Julia) y el ladrillo vidriado, utilizados en lambrines y fachadas, mientras que para el piso se recurría al terrazo en diversas variaciones y tamaños.
Todos estos materiales se popularizaron en la década de 1940 y se pueden encontrar muchos ejemplos de su aplicación en construcciones de colonias como Narvarte, Del Valle Norte, Anzures, Polanco, Cuauhtémoc e Industrial, entre muchas otras.
En tanto que las ventanas de herrería, cuyos vidrios se unían con mastique y mecanismos de apertura de metal, estuvieron presentes durante la etapa inicial e intermedia del Movimiento Moderno (Racionalismo y Funcionalismo, aprox. 1930 a 1950).
Los años cincuenta trajeron edificios de cristal
“Con el paso del tiempo, la herrería fue reemplazada por cancelería de aluminio, que se utilizaba con cristales que al inicio eran transparentes. Poco a poco se usó en edificios corporativos, donde las construcciones se revestían por completo de cristal y cancelería”, narra el arquitecto.
Lo anterior generaba muros cortina que, además, eliminaban la posibilidad de ver el interior del edificio.
Un ejemplo que señala es la Torre Latinoamericana, sobre Eje Central Lázaro Cárdenas y la calle de Francisco I. Madero, de los años cincuenta, así como edificios similares que forman parte de la última etapa del Movimiento Moderno (Estilo Internacional, entre 1950 y 1960).
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Los mismos canceles, asegura Hernández, han evolucionado mucho en pocas décadas: “llegaron a México a fines de los cincuenta en color aluminio natural (gris); en los setenta en tono dorado tipo latón; más tarde cambiaron al color negro; y al inicio del 2020, recuerdo que se utilizaban de color blanco”.
Nuestro entrevistado comenta que ya existe una amplia gama de colores para elegir canceles, aunque los tonos mate son tendencia. Además del color, se puede elegir entre diferentes modelos o estilos de cancelería, como europea, española, eurovent, nacional, entre otros.
Eso sí, quien lo tenga en mente para un proyecto a corto plazo, tendrá que considerar el consejo de Esaúl: a medida que el marco de aluminio se vuelve más delgado, el precio aumenta.
A fines de los años sesenta, junto con la llegada de las cancelerías, también se popularizó el uso del cristal ahumado, que tienen un tono café o gris oscuro y se utiliza en todo tipo de edificaciones acompañados de canceles dorados y no solo en edificios corporativos.
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Narra que fue a principios del siglo XXI que se introdujo el cristal templado, que tiene un tono verdoso y evita que al romperse se fragmente en grandes trozos punzocortantes, que resultarían peligrosos.
Una cualidad de los colores que ha cambiado, según detalla, es que “hoy en día, darle un tono al cristal es tan fácil como elegir el mecanismo, la tonalidad, la forma y el precio”.
En cuanto a los acabados, a principios del siglo XX contábamos con pisos hidráulicos de pasta. Con la llegada del Movimiento Moderno y del concreto se popularizó el uso de terrazo (cemento con agregados de mármol). Para acabados más lujosos teníamos el piso de duela de madera que luego fue reemplazado por el parquet.
En las décadas de los ochenta y noventa, la alfombra era muy popular, especialmente en las recámaras. Hoy, todos estos materiales han caído en desuso y fueron reemplazados por el porcelanato de grandes dimensiones y el piso de ingeniería, que son más rápidos y prácticos de instalar que uno de madera auténtica.
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El arquitecto nos explica que el desuso de estos materiales se debe al avance tecnológico, la comodidad, los precios y la competencia frente a otros materiales. Los pisos de pasta hidráulica son muy buenos para regular la temperatura en los interiores de los hogares, pero el precio no se compara al terrazo, por ejemplo.
Los sistemas de cancelería de aluminio fueron muy bien recibidos porque permitieron que las ventanas tuvieran grandes dimensiones y ya no presentaran problemas de atasco en los mecanismos para abrirse, a diferencia de las ventanas de herrería y el uso de mastique
Además, el sistema tradicional de herrería no proporcionaba un buen aislamiento del ruido exterior, a diferencia de las cancelerías contemporáneas.
La dinámica del mercado define el paisaje urbano
Varios de estos cambios responden a la demanda y la dinámica del mercado. Las fábricas dejan de producir ciertos modelos de pisos, acabados o tonalidades para dar paso a las nuevas tendencias. La obsolescencia de ciertas marcas, el desinterés generalizado o el cierre de toda una industria.
El arquitecto afirma que más que verlo como justificable o no, todo responde a su contexto. Plantea que nuestros abuelos y generaciones anteriores presenciaron la introducción de nuevos materiales con la industrialización del país y la llegada del Modernismo en la primera mitad del siglo XX, los cuales no eran tan abundantes ni diversos como ahora.
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Sin embargo, apunta que hoy la oferta de materiales existentes complica la situación cuando se trata de reparar nuestros acabados y nos damos cuenta de que el material que necesitamos ya no está disponible.
De acuerdo con Esaúl, esto ocurre especialmente con los pisos, azulejos y mosaicos, donde se produce cierta cantidad de lotes e incluso, en un lapso de 5 años, un modelo muy popular puede dejar de producirse en definitiva.
“Esto genera inconvenientes para el usuario final, cuando intenta dar mantenimiento a sus edificaciones. Todo material utilizado tiene una vida útil, y si no se le da un mantenimiento preventivo, este período se reduce”, explica.
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Por esa razón, muchos edificios construidos en la segunda mitad del siglo XX y que han sido descuidados presentan secciones de mosaico veneciano o ladrillo vidriado desprendidos, una imagen que seguro más de uno hemos visto en nuestro día a día.
Ante la falta de disponibilidad del material, el experto nos comparte que existen dos opciones: retirar todo el acabado original y dejar el tabique estructural a la vista o aplicar un revestimiento sencillo de yeso y pintura.
También se puede realizar un pedido especial en una fábrica que produzca dicho material, pero al tratarse de una solicitud tan específica, el precio aumenta de forma considerable.
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Hoy en día, gracias a la globalización, vivimos un crecimiento sin precedentes en la variedad de elementos disponibles para la construcción, desde diferentes tipos de acabados hasta variedades de lámparas y herrajes.
Desde diferentes tipos de acabados hasta una amplia gama de lámparas y herrajes, hasta la innovación en pinturas, tratamientos para muros, aditivos para concreto, mosaicos, porcelanatos y fachaleta.
Pero como se suele decir, “no todo es color de rosa”, así que Esaúl destaca también que con la fachaleta el consumidor elige de entre una gran variedad, pero que en unas cuantas décadas tal vez la mayoría de sus modelos dejen estar disponibles.
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La rápida evolución de las tendencias y la constante introducción de nuevos materiales y diseños en el mercado pueden llevar a que ciertos modelos se vuelvan obsoletos o dejen de fabricarse. Esto es lo que genera dificultades cuando es necesario reemplazar o reparar elementos específicos.
Por supuesto, el consejo del arquitecto es que, aunque la variedad actual ofrezca una amplia gama de opciones, optemos por los elementos duraderos y atemporales que puedan resistir el paso del tiempo y la posible discontinuación a futuro.
En resumen, afirma que la elección de materiales duraderos y versátiles puede ayudar a mitigar este problema y garantizar la longevidad de las construcciones.
- Fuente:
- Entrevista con el arquitecto Esaúl Francisco Hernández Rodríguez, Egresado Facultad de Arquitectura UNAM.