Tras vivir con un suministro de agua limitado por 10 años, la ciudad de México atestiguó la inauguración del Sistema Lerma, que en 1951 prometió satisfacer la necesidad del líquido por las siguientes tres décadas, pero en los años 70 la escasez regresó a la capital.
Para 1977, el Sistema Cutzamala dejaría de ser un proyecto en el tintero de sexenios pasados. Traer agua desde los límites de Michoacán y Guerrero, pasando por presas ya existentes en el camino, sería la única respuesta a un escenario en que la falta de agua se perfilaba como un secreto a voces.
Esta última entrega de las crisis de agua históricas en la CDMX recuerda que el Cutzamala, sistema del que hoy depende el abasto de la Zona Metropolitana del Valle de México, se construyó por urgencia y no como un lujo.
Aunque las autoridades del Departamento del Distrito Federal (DDF) aseguraban en 1975 que se le proporcionaba suficiente H2O a los habitantes de la capital, las páginas de EL UNIVERSAL recuerdan que en 1976 la sequía afectó, primero, a agricultores del interior de la República.
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Llegada la época de estiaje, le siguieron los suburbios de entidades como Puebla y, poco después, el entonces Distrito Federal (DF). Xochimilco fue noticia no por su turismo, sino por un histórico nivel bajo de agua, que en algunos canales era de sólo medio metro (en años recientes, los menos profundos tienen 60cm).
Las temporadas de calor habían sido el punto de quiebre, pues el aumento de la demanda de agua en estas condiciones climáticas evidenciaba el limitado suministro de este recurso.
Para inicios de 1977 por fin desempolvaron el plan Cutzamala, que en esencia contemplaba perforar un túnel de 15 kilómetros para cruzar las montañas en los límites de Guerrero y Michoacán, para continuar con un acueducto de 285 kilómetros hasta el DF.
Fue hasta entonces que los técnicos de la Comisión de Aguas del Valle de México (CAVM) reconocieron los problemas que enfrentaba la ciudad de México en materia de agua, pues indicaron que el caudal del nuevo megaproyecto resolvería la situación.
Del mismo modo, la Dirección de Aguas y Saneamiento admitió que la demanda del líquido era excesiva para el Sistema Lerma. Aunque rebatían que no había fallas en el servicio, resaltaron que la crisis se encontraba en las zonas populares, la periferia de la capital y zonas de mayor altitud, como las colonias ubicadas en cerros.
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Al menos un millón de personas dependían de los “carros cisterna”, más conocidos como “pipas”. De acuerdo con información de este diario, en 1977 la población a abastecer de agua era de 9 millones, tres veces más gente que en 1951, cuando se inauguró el Sistema Lerma.
A esa explosión demográfica había que sumar la alta demanda de agua por olas de calor a partir de la primavera y el descenso en el nivel del río Lerma.
La crisis era evidente en números simples: a los 37 mil litros de agua por segundo que llegaban de Lerma al DF se agregaba el caudal de los pozos que, bajo riesgo de empeorar el hundimiento del suelo capitalino, lograban 43 mil litros por segundo que; sin embargo, ya no bastaban.
Gracias a la previsión del plan Cutzamala, para abril de 1977 ya había estudios y proyectos preparados para iniciar las obras; sólo faltaban los recursos económicos.
Si algo se puede reconocer del proyecto para traer agua a la ciudad de México de finales de los años 70 e inicios de los 80, sería que demostró puntos de vista más realistas. Financieros internacionales llegaron a México para tratar el tema con el gobierno y, en cuestión de meses, ya se anunciaba una inversión de 10 mil millones de pesos.
Del mismo modo, se informó que al concluirse las obras, habría suficiente agua no por treinta ni veinte años, sino sólo una década. El objetivo era aumentar el suministro en al menos dos mil litros por segundo.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el vocal de la CAVM, ingeniero Alberto Baroccio, reveló en julio del 77 que esta alternativa era la más económica de todas y que ya habían iniciado las obras.
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Los primeros pasos eran, por un lado, abrir caminos de acceso para crear los túneles en la sierra y, por otro, hacer adecuaciones en las presas de Villa Victoria y Colorines, a 140 y 120 kilómetros de distancia en el estado de México, que se integrarían al paso del gran acueducto.
Sin embargo, a más de cuarenta años de aquella entrevista, quizá destacan más otros datos. El ingeniero Baroccio comentó que a la par de este megaproyecto se realizarían estudios para preparar el abasto de agua del Área Metropolitana del Valle de México, con miras a una posible población de 27 millones en el año 2000.
También fue claro respecto a los pozos, pues afirmó que en definitiva “no deberá perforarse un pozo más” en la ciudad porque, en efecto, el riesgo era que el suelo de toda la capital se hundiera aún más.
Explicó que el aumento de áreas pavimentadas y el deterioro ecológico sólo agravaban esta situación. De todo el DF, sólo la zona del Ajusco era una excepción, gracias a que el DDF evitaba la construcción de conjuntos habitacionales. “Esta es la zona que debe cuidarse porque la textura del suelo favorece la filtración del agua”, dijo.
Aquel año, marcado por el enérgico comienzo de las obras del Cutzamala, se pronosticaba poner en servicio el nuevo acueducto en 1980.
Tras pasos preliminares, como los caminos de acceso e intervenir las presas mexiquenses, en diciembre de 1978 se dio el inicio oficial a la construcción del nuevo sistema de agua para la ciudad, a cargo de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SAHR), antecedente de la actual Comisión Nacional del Agua (Conagua).
A pesar de que este proyecto mostraba más organización que el del Sistema Lerma, obras a tan grande escala tomarían años para terminarse. Una alternativa que se tuvo en cuenta durante esta época fue crear plantas tratadoras de aguas, pero se sabía que el aporte no acabaría con el problema.
La medida que predominó fue continuar abriendo pozos, que si bien ya se había dicho que eran un riesgo, evitaban que parte de los capitalinos cayera en el desabasto de agua. Se tenía previsto cerrar al menos 130 de 600 de ellos, una vez que comenzara a operar el Cutzamala, en atención al problema del hundimiento del DF.
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Una de las razones que motivó la decisión de continuar el uso de los pozos era el crecimiento de la mancha urbana de la ciudad de México. Tanto gobernantes como autoridades en materia de agua ya no podían hablar sólo de la demanda del DF: ya era necesario pensar en toda el Área Metropolitana.
Para darse una idea, basta decir que la alta demanda de agua en época de calor ya no suponía sólo abastecer a los defeños, sino también a los mexiquenses, que por sí solos consumían 2 mil millones de metros cúbicos de agua cada año.
Del mismo modo, esto multiplicaba los agravantes: el deterioro del suelo no se veía sólo en la ciudad, sino también en el Edomex; y lo mismo sucedía con el desperdicio, que ahora era un error común en los municipios y no sólo en las delegaciones.
Durante las obras del Cutzamala, desde el sur de la ciudad hasta el bosque de Chapultepec enfrentaron escasez de agua. Además, toda el Área Metropolitana experimentó cortes de luz programados para ahorrar electricidad, ante la falta de agua en las presas hidroeléctricas.
En julio de 1980, el presidente José López Portillo inspeccionó el avance del proyecto y se le hizo saber que, sin lugar a duda, los mantos acuíferos del Valle de México pasaban por una seria sobreexplotación.
Los expertos en la materia tampoco perdieron la oportunidad de informar al mandatario que la crisis crecía porque la población aumentaba sus cifras hasta por 600 mil nuevos habitantes anuales. Era como si cada año toda la ciudad de Morelia se mudara dos veces a la ciudad de México y sus alrededores.
La falta de agua empeoró en marzo de 1981. Un nuevo factor que había que agregar al panorama fueron las obras por la construcción de la Línea 6 del Metro, que requerían interrumpir el servicio de las tuberías de agua.
Numerosas colonias y fraccionamientos en Naucalpan, Tlalnepantla, Azcapotzalco, Lindavista y La Villa reportaron total falta de agua por al menos una semana. Más allá de las inmediaciones de la ruta El Rosario-Martín Carrera, incluso vecinos de la Refinería 18 de marzo dependieron de esa empresa de PEMEX para conseguir agua.
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La entonces delegación Azcapotzalco no había tomado mayores medidas porque hacían responsables a los trabajadores de las obras del Metro. Se desató tal desesperación que por fin se visibilizó otro factor importante de la crisis del agua: la desigualdad.
Los habitantes del norte del DF reconocieron que había desperdicio en la capital, pero remarcaron que eso sólo podía suceder en zonas de “mansiones con alberca y enormes jardines”, porque ellos no tenían agua “ni para preparar los alimentos de los niños”.
En noviembre del mismo año, el candidato a la presidencia Miguel de la Madrid visitó el Pedregal de Santo Domingo, Coyoacán. De nuevo destacaron las diferencias en el servicio de agua para sectores de la población menos adinerados.
Ese día un militante del PRI pronunció un discurso en el que señaló “No es justo que los vecinos de las colonias elegantes tengan todos los servicios a penas construyen sus casas, y que nosotros, después de 30 años, no contemos con aquellos.
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Aunque se había prometido poner en operación el Sistema Cutzamala a inicios de 1982, a mediados de abril las noticias hablaban de retraso y de escasez de H2O. Incluso se comentó que en el incendio de la Cineteca Nacional, a finales de marzo, fue notoria la falta de agua.
Fue hasta el 3 de mayo de 1982 que el presidente López Portillo inauguró el acueducto, en compañía del gobernador del estado de México, Alfredo del Mazo González. El mandatario mexiquense lamentó en su discurso que el Área Metropolitana no comprendiera “la importancia vital del agua”.
Para darse a entender, explicó que mientras los costos para canalizar el agua en regiones donde abunda ascienden a 150 millones de pesos por metro cúbico, el Cutzamala necesitó que se invirtieran mil 700 millones por cada uno de los cuatro metros cúbicos que dotaría al DF.
Aquella ocasión no se prometió agua suficiente para treinta años, sino estudios y seguimiento para expandir y mejorar el Sistema Cutzalama.
La capacidad para seguir abasteciendo a parte de la capital y el estado de México llegaría a su límite otra vez ante el crecimiento poblacional que los mantenimientos de rutina de este gran sistema provocaban desde baja presión en el abasto en varias alcaldías, hasta su ausencia.
En noviembre de 2018, por labores de mantenimiento, se anunció un corte del servicio a 13 alcaldías y 13 municipios, con el objetivo de instalar una pieza conocida como “K invertida”, que pesaba 185 toneladas y costó de 500 millones de pesos.
El también llamado “mega corte” presentó un error en la instalación, y más tarde fue necesario descartar la pieza porque se desplazó y se fracturó luego de sólo cuatro días de funcionamiento, con lo que 482 colonias del Valle de México enfrentaron la falta de agua por casi 150 horas.
A la fecha de esta entrega, Cutzamala provee el agua al menos a la cuarta parte de los habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México, que en 2020 sumaban casi 22 millones de personas. Tan sólo en CDMX, abastece a al menos 11 de 16 alcaldías.
A pesar de ello, desde la misma década de los 80 hasta este 2024, sólo el Edomex reconoce la falta de agua, pues el Jefe de Gobierno Martí Batres aseguró el pasado 20 de febrero que el tema era sólo una herramienta política de la oposición.