Las aguas de Mazatlán, Sinaloa, fueron testigo de un severo percance marítimo hace 40 años, con el colapso del transbordador “Presidente Díaz Ordaz”.
La embarcación llegó a costas mexicanas el 9 de noviembre de 1970, procedente de Noruega. Según reportó esta casa editorial, el nuevo transbordador podía desplazar hasta 3 mil 200 toneladas de carga gracias a sus dos motores con 2 mil 800 caballos de fuerza.
Era un transporte de lujo, con capacidad para 500 pasajeros, 248 cabinas y 352 asientos, comedor para 125 personas, cafetería, bar, pista de baile y espacio para 125 automóviles en su zona de carga. Su inauguración fue el 18 noviembre de 1970, bajo el flamante nombre “Presidente Díaz Ordaz”, disponible para la ruta La Paz, Baja California Sur-Mazatlán, Sinaloa.
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Fue en uno de sus tantos trayectos que un “fuerte viento” logró desestabilizar su curso y terminó impactado contra un pilote, provocando millones de pesos en pérdidas y uno de los episodios marítimos más engorrosos de la historia mexicana.
Hundimiento del “Presidente Díaz Ordaz” frente a las costas de Mazatlán
Tras casi 14 años de servicio en la ruta de La Paz-Mazatlán y siendo el vehículo más longevo del rumbo, el transbordador “Presidente Díaz Ordaz” comenzó su viaje el 10 de agosto de 1984 a las 15:30 horas, cargado con 508 personas a bordo, 439 eran pasajeros y 69 tripulantes.
De acuerdo con EL UNIVERSAL, en sus páginas del 11 de agosto, la embarcación perdió control de su curso y chocó contra un pilote de concreto a los 10 minutos del trayecto, todavía cerca del muelle de Mazatlán.
Por el impacto, se abrió un enorme boquete en el casco y miles de litros de agua entraron al “Presidente Díaz Ordaz”. La embarcación comenzó a ladearse y regresó al muelle en una maniobra de emergencia, pero el daño fue tan grave que inició su hundimiento.
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Además de los pasajeros, el “Presidente Díaz Ordaz” transportaba más de 40 vehículos y 238 toneladas de productos perecederos, peso que ayudó a su colapso.
En pocos minutos, el transbordador quedó inclinado en un ángulo de 45 grados y se recargó sobre el muelle. Algunos tripulantes ayudaron a los pasajeros a escapar, pero otros asustados viajeros decidieron saltar directo al agua.
De inmediato se confirmó la muerte de una pasajera de 74 años a causa de un ataque cardiaco, además de 60 lesionados de gravedad y centenares de desaparecidos. Cruz Roja, IMSS, ISSSTE, ejército y fuerzas navales auxiliaron a los heridos y apoyaron con labores de rescate, que se prolongaron hasta la medianoche.
Según los reportes que EL UNIVERSAL compartió el 12 de agosto de 1984, el daño a la embarcación se estimó en 500 millones de pesos, sin contar el costo de pérdida por vehículos, carga y pertenencias de pasajeros.
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El capitán de la embarcación, José Alonso Jiménez, salió ileso y aseguró que no hubo responsabilidad humana en el impacto, sino fue un evento fortuito por “rachas fuertes de viento”. El percance generó sospechas y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) inició las investigaciones por orden directa del entonces presidente, Miguel de la Madrid.
Hubo pérdida de bienes materiales y hasta derramamiento de combustible
Para el 14 de agosto, este diario actualizó que 333 pasajeros solicitaron indemnización por sus bienes y otros 106 permanecían como desaparecidos. La sospecha era que habían quedado atrapados en camarotes y bodegas, o que estarían en hospitales como no identificados.
De acuerdo con EL UNIVERSAL, autoridades de la SCT informaron que se tenía disponible un millón 200 mil pesos para cubrir gastos de alimentación, hospedaje y transporte para las víctimas, declaración que luego fue desmentida por un gran número de pasajeros.
Según denunciaron a este diario, muchos afectados quedaron varados en Mazatlán sin la ayuda de las autoridades, cubriendo ellos sus necesidades y pérdida de equipaje.
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EL UNIVERSAL confirmó que los esfuerzos para ingresar a la parte hundida del transbordador tenían severas complicaciones, pues el impacto liberó casi 229 mil litros de combustible y era imposible nadar o utilizar herramientas dentro de la embarcación, por temor a una explosión.
Pasados 11 días después del percance, se actualizó el número de desaparecidos a 37 y una sola persona fallecida, todavía sin encontrar cadáveres en cámaras o bodegas.
De acuerdo con suposiciones del capitán José Alonso Jiménez, debido al golpe en el casco ingresaron 200 metros cúbicos de agua por segundo a 15 cámaras, lo que hizo imposible que el transbordador pudiera mantenerse derecho por mucho tiempo.
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Las complicaciones aumentaron cuando se confirmó que en la bodega de carga había un camión repleto de amoniaco, ácido muriático y solventes, capaces de generar una peligrosa reacción química, sin olvidar la amenaza del combustible derramado.
Vientos fuertes, la causa
Para el 29 de agosto de 1984 y tras varias deliberaciones, autoridades de la SCT determinaron que el percance del “Presidente Díaz Ordaz” fue un accidente sin responsabilidad humana y que, como aseguró el capitán José Alonso, el viento desestabilizó la embarcación hasta impactarse con el pilote de concreto.
Tal explicación no dejó muy convencido a este rotativo que publicó una editorial cuestionando las conclusiones oficiales. Según se leyó en estas páginas, “el ventarrón que afectó a la embarcación debió tener dimensiones de huracán” para perturbar el curso del transbordador, además de generar un impresionante daño al muelle, situación que no ocurrió.
Además de sus investigaciones, representantes de la SCT confirmaron que sólo 120 pasajeros de los 439 tendrían indemnización inmediata, pues fueron los únicos en confirmar el número de bultos que llevaban; por cada equipaje, se les dio 5 mil pesos. El resto de afectados protestó y continuó con el engorroso trámite burocrático para recibir su compensación.
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Al término de agosto de 1984, la situación del transbordador “Presidente Díaz Ordaz” dejó de aparecer en estas páginas, hasta el 23 de diciembre de ese año, cuando se informó que especialistas estadounidenses y mexicanos lograron enderezar la embarcación, cuatro meses varada frente a las costas de Mazatlán.
La delicada maniobra costó un millón de dólares, tres gatos hidráulicos y ocho largas horas. Los más de 40 vehículos y toneladas de productos perecederos seguían en las bodegas de carga, pero se confirmó que ningún pasajero o tripulante quedó a bordo del transbordador.
Para el 10 de julio de 1985, el transbordador “Presidente Díaz Ordaz” hizo su último viaje y llegó a costas de Guaymas, Sonora, para despejar el muelle de Mazatlán.
Pasaron varios años para que las autoridades decidieran qué hacer con la embarcación. De acuerdo con el sitio DiscoveryChepe, en 1990 se le desguazó y hundió en las aguas de San Carlos, para convertirse en un arrecife artificial.
En la actualidad, el transbordador “Presidente Díaz Ordaz” se encuentra 50 metros debajo del agua, listo para recibir visitas de miles de peces y buzos.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- DiscoveryChepe – Página Web