Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Ana Díaz salía con sus amigos entre los años setenta y ochenta; narra para EL UNIVERSAL que de los sitios nocturnos favoritos que visitaba eran las pistas de baile del antes llamado Hotel de México hoy World Trade Center, en la parte más alta donde está el piso giratorio, hoy lo que vemos en este lugar es un lujoso restaurante.
“Era precioso ver todas las lucecitas de la ciudad mientras decidías a qué pista de baile querías ir, porque había varias y en todas había música distinta. Para mí salir era sinónimo de ir a bailar, no tanto a tomar; podías ir los jueves, viernes o sábado de 6 de la noche y hasta las 2 de la mañana y los domingos había “tardeadas” que eran de las 5 de la tarde y acababan a eso de las 8 de la noche”.
El zócalo capitalino en los años 40, a la izquierda la Catedral Metropolitana, a la derecha el Palacio Nacional en una postal nocturna donde se observa la iluminación decembrina. Colección Carlos Villasana.
Iluminación nocturna del Ángel de la Independencia en los años cuarenta y en la actualidad, donde también se iluminan los edificios que lo rodean. Colección Carlos Villasana y Secretaría de Turismo del Gobierno de México.
Y es que el concepto de “vida nocturna” en la capital se suele asociar con lugares para comer, bailar, tomar un trago o en otros casos, para muchos, significa trabajar. En entrevista con este diario, un grupo de investigadores de diversas disciplinas explican el porqué de su fascinación por estudiar la noche:
“En México varios autores han abordado el tema de la vida nocturna desde un punto de vista nostálgico (...) Nos parece importante construir una memoria de la noche, pero no limitarnos únicamente a las épocas, zonas o temáticas más visibles. Es necesario explorar expresiones de la vida nocturna que no necesariamente estén vinculadas con el entretenimiento o el ocio, sino también con el trabajo y otras actividades nocturnas”, comenta uno de los integrantes.
Entre las investigaciones que realizan se encuentran los siguientes ejemplos: la de Gabriela Pulido Llano, quien habla en El mapa "rojo" del pecado. Miedo y vida nocturna en la Ciudad de México, 1940-1950 sobre el prejuicio que existe en ciertas actividades nocturnas que llevó al establecimiento en el imaginario de que la noche es peligrosa .
Por su parte, Lillian Briseño explica la importancia de la colocación de luminaria artificial para la vida nocturna a lo largo de la capital en Candil de la calle oscuridad de su casa. En tanto que Arturo Rico está investigando sobre la influencia bilateral de los espectáculos de vedettes de México y Estados Unidos, entre 1940 y 1985.
Iluminación del edificio del Ayuntamiento en una postal de los años cuarenta. Colección Carlos Villasana.
El grupo de estudiosos considera que esta era de teléfonos inteligentes y redes sociales permitirá tener algo que en el pasado no se tenía de forma regular: un registro actualizado y casi instantáneo sobre las actividades que suceden en la noche y poder analizarlos al mismo tiempo, como lo hace Michaël Spanu, quien investiga videos de música en vivo en YouTube, en Montreal y CDMX.
“Hay muchos imaginarios alrededor de la vida nocturna, a veces contradictorios, entre ellos que conviven simultáneamente. Para muchas personas es un espacio de socialización que produce placer, pero al mismo tiempo, existe un discurso constante alrededor del miedo (...) Ese discurso alude a la moralidad de las personas que salen de noche y perpetúan sus vulnerabilidades, cuando algo ocurre en la noche, frecuentemente las autoridades preguntan “¿y qué hacían a esa hora en la calle?”. Navegar entre esas experiencias y discursos producen emociones ambivalentes”, explican.
En la fotografía antigua se observa a jóvenes de la década de los años 70 bailando, mientras que la imagen a color se trata de una discoteca en el año 2012. Archivo EL UNIVERSAL. Diseño web: Rodrigo Romano.
La importancia que tiene la noche en la vida de la gente fue estudiado por Murray Melbin en Night Studies , uno de los textos pioneros al respecto. Melbin explicó que la noche es “como una frontera, es decir, un espacio donde cambian las reglas sociales , donde existe más peligro , pero también más solidaridad ”.
Sobre cómo era la noche en los años setenta y ochenta, Ana comenta que la gente vestía dependiendo de la moda de la época, recuerda con cariño cuando todas las chicas se vestían como “Flans”, con cabello muy “garigoleado” y maquillaje ligero, en contraste los hombres utilizaban camisa con mangas holgadas y zapatos de vestir.
Jóvenes bailando en los años setenta. Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Ambiente en discotecas de moda en los años 90. Colección Carlos Villasana.
Dice que la ciudad se sentía más tranquila: “Algunas veces, cuando acababa la fiesta podías salir en grupos de 5 o 10 personas y los taxistas nos subían a todos, dejándonos a uno por uno. Tampoco desconfiabas de la gente que te ofrecía llevarte a tu casa. Ahora me daría miedo que mi hija aceptara un “aventón” de algún desconocido, no sé si en esa época también pasaban las barbaridades de ahora, pero a nosotros nunca nos tocó”.
Los jóvenes bailaban al ritmo de John Travolta en las discotecas en los años 70. En la imagen un concurso de baile. Archivo EL UNIVERSAL.
La pandemia impactó la vida social nocturna
Para el grupo de estudiosos de la noche, la pandemia que estamos atravesando tuvo un impacto en la vida social nocturna de grupos de distintas edades; sin embargo, también dio la oportunidad de que los vínculos afectivos se relacionaran de otras formas, como las videollamadas o reuniones pequeñas al interior de un hogar.
Su hija, Claudia García, compara el tipo de centros nocturnos a los que iba su mamá con los que ella visita, le queda la sensación de que todo era menos “intenso” que lo actual:
“Mi mamá dice que en algunos lugares vendían bebidas alcohólicas y en otros no, porque eran sitios más “familiares” y dependiendo de la hora; a mí no me ha tocado que en ningún club o antro me digan que no tienen alcohol. Al interior de ciertos sitios, hay personas que te ofrecen otro tipo de sustancias, una vez había tantos en una “tocada” a la que fui que me hicieron sentir incómoda y me fui, me dio miedo”.
Collage de algunos centros de diversión nocturnos capitalinos durante varias décadas. Colección Carlos Villasana.
Claudia expresa que a pesar de que extraña salir y bailar con sus amigos, aún está un poco temerosa de retomar esa parte de su vida, porque ahora le da ansiedad imaginarse rodeada de tanta gente . Un sentimiento que tampoco echa de menos es el nerviosismo de estar compartiendo su ubicación con sus seres queridos para que monitorearan que estaba a salvo cuando viajaba de noche.
El grupo comentó que la pandemia reconfigurará, al menos por un tiempo, “el paisaje y la diversidad de la oferta de ocio nocturno ” ya que se procurará que los espacios sean más abiertos.
Los estudiosos concluyen que “la noche tiene un gran potencial económico , gran relevancia en los mundos sociales de las personas, es crucial para las escenas culturales y creativas de las ciudades y debemos proveer condiciones dignas para que todas las personas puedan acceder a ella de manera igualitaria, digna y segura”.
Postal de la iluminación del Castillo, en la primera sección de Chapultepec, en los años 40. Colección Carlos Villasana.
Fuentes:
- Yolanda Macías, candidata a doctora en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana- Cuajimalpa.
- Michaël Spanu, Doctor en sociología (Université de Lorraine) y posdoctorante en el CISAN-UNAM.
- Alejandro Mercado es Investigador Titular “A” y coordinador del Área de Estudios de la Globalidad en el CISAN-UNAM. Doctor en Planeación Urbana (especialidad en desarrollo regional e internacional) por la University of California Los Angeles.
- Lillian Briseño. Candil de la calle oscuridad de su casa. La iluminación en la ciudad de México durante el porfiriato, ITESM/Instituto Mora/Miguel Angel Pornia, México, 2008, 220 pp.
- Pulido Llano, Gabriela. El mapa "rojo" del pecado. Miedo y vida nocturna en la Ciudad de México, 1940-1950. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, /, Secretaría de Cultura, 2016. 376p. Colección Historia, Serie Logos.
- Ana Díaz y Claudia García, oficinistas.