Antes de la guerra en Ucrania, un asesino serial causó terror en los 90
Antes de la guerra en Ucrania, un asesino serial causó terror en los 90

Anatoly Onoprienko, el asesino serial, habla en su celda individual en Zhytomyr, a finales de los años 90. AP/Efrem Lukatsky.

Hoy el mundo entero es testigo del sufrimiento que la invasión rusa causa entre la población ucraniana. Sin embargo, más de 25 años atrás, no todos los medios de comunicación le dieron prioridad a la noticia de la captura de Anatoly Onoprienko, un asesino ucraniano que hoy cumple 9 años de haber muerto en prisión.

Confesó haber perpetrado 52 homicidios en los que no hacía distinción de víctimas, pues su móvil principal era el robo y eliminar posibles testigos.

Los hogares ucranianos vivieron el terror en 1996 por su violento modus operandi: asesinar familias completas.

No en balde se le considera uno de asesinos seriales más peligrosos de Europa: su conteo de víctimas supera al total atribuido, por ejemplo, a Juana Barraza “la Mataviejitas”.

Eliminar testigos, el móvil inicial

Un primer caso tuvo lugar en 1989, en que Onoprienko actuó con su amigo Serhiy Rogozin, a quien conoció en el gimnasio que ambos frecuentaban. Con el tiempo, se volvieron socios criminales y realizaron varios robos a casa habitación sin cometer homicidios.

Dice el reconocido periodista estadounidense David Lohr, especializado en el tema, que el primer caso ocurrió cuando el dúo de ladrones fue descubierto en el acto por la familia de la propiedad a la que ingresaron. Consideraron necesario deshacerse de los testigos para evitar la prisión, por lo que asesinaron a dos adultos y ocho menores.

Antes de la guerra en Ucrania, un asesino serial causó terror en los 90
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Onoprienko muestra sus manos al hablar de sus crímenes. AP/Efrem Lukatsky.

Aunque meses después Onoprienko cortó lazos con Rogozin, en junio de 1989 robó un carro sobre la carretera dentro del cual –según confesó años después- ignoraba que había personas durmiendo. En esa ocasión tomó la vida de cinco personas, incluyendo un menor. Tras horas sin saber qué hacer con los cuerpos, decidió quemarlos para después huir.

Luego del incidente del vehículo, viajó prófugo durante años por varios países europeos, desde Grecia hasta Alemania, donde pasó seis meses en arresto por delitos menores, pero al regresar a Ucrania retomó su ola de violencia.

Más de 40 víctimas en 4 meses

Retomó su conducta homicida la Navidad de 1995, al saquear la casa de la familia Zaichenko: dos adultos y dos menores. Se trataba de un domicilio aislado de la urbanización, en el pueblo de Garmarnia, en la zona centro de Ucrania.

Antes de abandonar la escena, le prendió fuego a la casa para borrar rastros de su presencia y a su salida le disparó a un vecino que lo vio.

Menos de un mes después, ya en 1996, llegó el siguiente golpe, cuando asesinó a cuatro conductores de vehículos. Uno a uno, los hizo detenerse en diferentes tramos de una carretera solitaria, al parecer en zonas rurales.

Antes de la guerra en Ucrania, un asesino serial causó terror en los 90
Antes de la guerra en Ucrania, un asesino serial causó terror en los 90

El pueblo de Teterivka, en la región de Zhytomyr, ilustra el tipo de lugares donde acechó Onoprienko. Volodymyr-Dk/Commons.

Poco más de una semana después, a mediados de enero, vino la tragedia para la familia Pilat, con al menos un infante, cuya casa también saqueó e incendió Onoprienko. De nuevo, dos vecinos que lo vieron cerca de la escena recibieron disparos. A finales de ese mes, una enfermera, sus dos hijos y un visitante corrieron la misma suerte en su hogar.

La captura, por denuncia de su primo

Ese patrón continuó los meses siguientes y desató la alerta en Ucrania, de modo que se asignaron cientos de detectives al caso. A pesar de ello, la captura fue posible gracias a una llamada de Pyotr Onoprienko, primo de Anatoly, según explica David Lohr.

El asesino había vivido un tiempo en casa de su pariente y lo amenazó durante una discusión, luego de que Pyotr lo confrontara por encontrale armas sospechosas, entre ellas cierto tipo de rifle. De acuerdo con la información de Lohr, Anatoly le dijo a su primo que “se encargaría de su familia en Pascua”.

En efecto, era domingo de Pascua cuando el investigador Igor Khuney, de la policía de la localidad de Yavoriv, recibió la llamada de alerta. Aunque Pyotr y su familia se encontraban bien al momento, optó por poner al tanto a la policía y darles datos relevantes.

Khuney admitió que podría haber descartado la llamada, pero Pyotr mencionó que Anatoly había partido a una zona donde recién se había reportado un rifle robado que además coincidía con una reciente escena del crimen.

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El número 7 de la calle Budok, en la plaza Rinok, es considerado un edificio histórico en la ciudad de Yavoriv, donde capturaron a Onoprienko. Aeou/Wikimedia Commons.

Se desplegó un operativo con policías encubiertos que rodearon el domicilio de Anatoly. El jefe de policía Sergei Kryukov, el patrullero Vladimir Kensalo y el propio Khuney tocaron la puerta e ingresaron al departamento cuando Anatoly les abrió sin dudar, creyendo que se trataba de su novia y los dos hijos de ésta. Los agentes lo sometieron y esposaron.

Despejaron sus dudas cuando el jefe Kryukov observó un estéreo Akai, que encajaba con la descripción del que parientes de una familia asesinada reportaron como faltante en una escena del crimen. Al pedirle identificación, él los guio a un clóset donde había una pistola escondida e intentó atacarlos, sin éxito.

Horas más tarde se confirmó que en ese domicilio, donde vivía la novia del homicida, estaban presentes más de 120 objetos de valor, todos robados a sus víctimas. Tan sólo la pistola del clóset también era evidencia de un caso en la ciudad portuaria de Odessa.

El juicio empezó años después por requerimientos de la ley ucraniana. Aunque fue sentenciado a pena de muerte en 1999, no fue posible ejecutarla porque dos años antes Ucrania había accedido a proscribir esa pena, como compromiso con el Consejo Europeo.

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A la izquierda, en esta página de la sección Internacional de EL UNIVERSAL, se aprecia la imagen del asesino al oír la sentencia que lo declaró culpable. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Onoprienko, indica Lohr, prefería la muerte porque no tenía intención de relacionarse con personas y porque sentía “curiosidad” por esa experiencia. Murió a causa de un ataque al corazón el 27 de agosto de 2013, en una prisión ucraniana de Zhytomyr, su ciudad natal.

Poca difusión en la prensa internacional

El caso de la asesina en serie de la Ciudad de México, Juana Barraza, alcanzó fama internacional, tal vez por el impacto social que causó al atacar a mujeres mayores, consideradas inofensivas.

Por su parte, Onoprienko no tuvo mucha cobertura en la mayoría de los medios de comunicación internacionales, sino hasta meses después de su captura.

La Cumbre del G7, que por el tema de la seguridad de las plantas nucleares convocó a Rusia y Ucrania, parece haber opacado este caso. Sin duda, esta crisis era mucho más preocupante en su momento para la misma Ucrania.

Como punto de referencia, en México Juana Barraza fue enjuiciada por menos de 20 asesinatos que fue posible ligar a su persona con evidencias, aunque se cree que la suma real de sus víctimas ronda las 40. Onoprienko confesó el asesinato de 52 personas en total.

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Captura de Juana Barraza Samperio, conocida en los medios como "la Mataviejitas", quien se encuentra hasta la fecha en el reclusorio de Santa Martha Acatitla, con una condena que comprende más de 700 años de cárcel. Archivo EL UNIVERSAL.

El caso de Barraza ha sido estudiado por expertos y documentos al respecto abundan en inglés. Poco antes de su captura,en enero de 2006, incluso se convocó a detectives franceses para avanzar en las pesquisas. A diferencia de Onoprienko, ella dejaba pasar desde semanas hasta meses entre cada víctima.

Si bien se entiende que muchas veces los medios omiten estos acontecimientos para evitar vender la violencia, es difícil evitar preguntarse por qué los medios dan atención distinta a eventos similares en lugares distintos, o si acaso la guerra en Ucrania recibe cobertura mediática porque, esta vez, sí nos afecta a todos.

Hoy la invasión rusa deja claro que no está de más visibilizar por igual el sufrimiento del otro.

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