“HOY DECIMOS ¡BASTA!”, exclamó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), hace . Enunciando su guerra con la Primera Declaración de la Selva Lacandona, decenas de chiapanecos y simpatizantes de su causa tomaron las armas para rebelarse contra el Ejército Nacional y el gobierno del entonces presidente, .

En la madrugada del primero de enero de 1994 se dio la insurrección del EZLN, el mismo día que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entró en vigor. Los eventos tomaron por sorpresa a los mexicanos, pues la información del cierre de año se centró en los beneficios que traería el TLCAN y no auguró un levantamiento armado en el sureste del país.

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Fotografía del 5 de enero de 1994, con un elemento del Ejército Mexicano en Ocosingo. Para el momento de la sublevación, Chiapas sufría una crisis migratoria y de pobreza; gran número de habitantes vivía en la inopia, a pesar de tener el 35% de la producción cafetera del país y otros cultivos de importancia nacional. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Fotografía del 5 de enero de 1994, con un elemento del Ejército Mexicano en Ocosingo. Para el momento de la sublevación, Chiapas sufría una crisis migratoria y de pobreza; gran número de habitantes vivía en la inopia, a pesar de tener el 35% de la producción cafetera del país y otros cultivos de importancia nacional. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

En una de sus primeras declaraciones, el 4 de enero de 1994, el entonces subcomandante Marcos –ahora capitán, representante del EZLN– aseguró que las fuerzas de liberación nacional no eran improvisadas, pues tenían 10 años fortaleciendo su movimiento desde una olvidada montaña en Chiapas y en aparente desconocimiento de las autoridades federales.

Con rapidez y demostrando su larga preparación, miembros del levantamiento de liberación nacional tomaron la cabecera municipal de San Cristóbal de las Casas y colocaron fuerzas armadas en otras seis localidades chiapanecas, aprovechando que la atención general estaba en la festividad de Año Nuevo.

El movimiento zapatista en México inició con la convicción de liberar al país del “gobierno ilegítimo” de Salinas de Gortari y dar “tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz” a los desposeídos, según prometió su declaración de guerra.

Foto de los primeros días de enero de 1994, durante la llegada del Ejército Nacional a la cabecera municipal de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, zona controlada por el EZLN. “Viva el EZLN”, se leyó en pintas dejadas por los insurrectos. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Foto de los primeros días de enero de 1994, durante la llegada del Ejército Nacional a la cabecera municipal de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, zona controlada por el EZLN. “Viva el EZLN”, se leyó en pintas dejadas por los insurrectos. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Luchas que ensangrentaron el suelo chiapaneco

De acuerdo con un boletín de la Secretaría de la Defensa del 2 de enero del 94, la insurrección del EZLN inició con ciertos “acontecimientos” el 30 de diciembre de 1993, en el poblado de San Miguel, Salto de Agua, Chiapas, pero subió de escala al siguiente primero de enero.

Tras la violenta insurrección chiapaneca, el gobierno federal convocó al EZLN a regresar a la “cordura, a deponer la actitud asumida y establecer el diálogo con las autoridades”, según se publicó el 2 de enero de 1994 en EL UNIVERSAL.

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Además de apoderarse de cabeceras municipales y algunos domicilios en su primer día de acciones, los sublevados capturaron al general y exgobernador de Chiapas, Absalón Castellanos Domínguez, para hacerle un “juicio popular” por “orillar a la población indígena chiapaneca a alzarse en armas en contra de las injusticias”.

Imagen del 31 de enero de 1994, con el exgobernador de Chiapas, general Absalón Castellanos, durante su secuestro a manos de zapatistas. Su liberación ocurrió 18 días después, gracias a las negociaciones de paz con Manuel Camacho Solís. Foto: ESPECIAL.
Imagen del 31 de enero de 1994, con el exgobernador de Chiapas, general Absalón Castellanos, durante su secuestro a manos de zapatistas. Su liberación ocurrió 18 días después, gracias a las negociaciones de paz con Manuel Camacho Solís. Foto: ESPECIAL.

La información fluyó lento, pero alarmó al país. El 3 de enero de 1994, el columnista de este diario, Francisco Cárdenas Cruz advirtió que “lo que allá ocurre es grave y preocupante por las consecuencias que está teniendo, ante el avance de tropas y repliegue de rebeldes, originándose cruentas luchas que seguirán ensangrentando suelo chiapaneco”, según se leyó en su columna Pulso Político.

Durante los siguientes días, grupos zapatistas rodearon y atacaron en repetidas ocasiones la Zona Militar 31 en Rancho Nuevo, cerca de San Cristóbal de las Casas, con más de 40 detenidos y bajas en ambos bandos.

Otros sitios y poblados del estado fueron campo de batalla para sublevados y militares, perjudicando la tranquilidad de los habitantes. Incluso algunos pobladores capturaron por su cuenta a miembros del EZLN, como muestra de apoyo y respaldo al gobierno.

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Según reportó un boletín de la SEDENA del 5 de enero de 1994, habitantes de Oxchuc entregaron 11 “malhechores” a los militares, porque “no estaban de acuerdo con su ideología”. Al día siguiente, otro comunicado informó de la captura de 14 zapatistas a manos de pobladores de Chanal, pues los insurrectos “asesinaron a dos policías y a un profesor que se negó a cooperar con ellos”.

Protesta de ciudadanos de Ocosingo contra la presencia zapatista en la cabecera municipal y solicitando la permanencia del Ejército Nacional. Algunos habitantes indígenas capturaron a un número considerable de insurrectos, a quienes exhibieron en las plazas municipales para después entregarlos a fuerzas federales: Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
Protesta de ciudadanos de Ocosingo contra la presencia zapatista en la cabecera municipal y solicitando la permanencia del Ejército Nacional. Algunos habitantes indígenas capturaron a un número considerable de insurrectos, a quienes exhibieron en las plazas municipales para después entregarlos a fuerzas federales: Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.

Posturas políticas sobre las fuerzas zapatistas

Seis días después del comienzo de año, el presidente Carlos Salinas de Gortari emitió un mensaje en televisión para abordar el problema en Chiapas, asegurando que “este no es un alzamiento indígena”.

El mandatario denominó a los zapatistas como “profesionales de la violencia”, ajenos a los intereses de la entidad, con miembros “nacionales y de un grupo extranjero”. “La violencia no genera más libertad ni más democracia, sino odio y cerrazón política”, sostuvo.

Al cierre del mensaje, Salinas de Gortari declaró que el diálogo se mantenía abierto, aunque su prioridad era proteger a población civil. “Buscaremos un trato benigno y aun consideraremos el perdón”, concluyó el mandatario mexicano, sólo si los sublevados deponían sus armas.

Mensaje presidencial del 6 de enero de 1994. Ese mismo día y en entrevista con medios de comunicación, entre ellos EL UNIVERSAL, Salinas de Gortari reconoció que sí había indígenas dentro del movimiento zapatista, pero que “han sido sumados en contra su voluntad” y que su gobierno “aplicará estrictamente la ley” contra los guerrilleros. Fuente: YouTube.

Ante tales declaraciones y con el incremento de medidas del Ejército Mexicano, incluido el despliegue de cañones y artillería pesada en la carretera de San Cristóbal de las Casas para bombardear zonas de escondite zapatista, el EZLN sostuvo que fuerzas federales ejecutaron un “genocidio contra pobladores chiapanecos” y que sólo emitieron calumnias contra su causa.

La insurrección en Chiapas era la nota principal del momento y generó diversas opiniones; una de ellas vino del hijo de , Mateo Zapata, quien aseguró que el EZLN utilizó el ideal de justicia de su padre “para hacer terrorismo en el país” y que el zapatismo “no es sinónimo de violencia”.

Los partidos políticos de 1994 también opinaron sobre el levantamiento armado. En su edición del 9 de enero de 1994, esta casa editorial publicó comentarios de agrupaciones políticas, donde todos los ajenos al PRI criticaron las acciones militares y exigieron una solución pacífica, pues “la respuesta violenta sólo conduce a la prolongación del problema”.

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La postura más contundente vino del PAN, partido que declaró que “el gran perdedor en esta lucha [contra el EZLN] es el gobierno, que abonó el campo de la violencia”. El PRI del presidente Salinas respaldó al Ejército Nacional y aseguró que “nada justifica actuar por encima del estado de derecho”.

Fotografía del 19 de enero de 1999. Miembros del EZLN enlistaron 10 puntos para dejar las armas, entre los que destacaron acabar con la miseria en la región y dotar de tierras dignas a campesinos. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
Fotografía del 19 de enero de 1999. Miembros del EZLN enlistaron 10 puntos para dejar las armas, entre los que destacaron acabar con la miseria en la región y dotar de tierras dignas a campesinos. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.

Volátiles acercamientos por la paz

Después de nueve días de ataques, la insurrección perdió control de las cabezas municipales que tomó en Año Nuevo, mientras que la SEDENA evacuó a 270 pobladores chiapanecos que dejaron sus casas voluntariamente y reaprehendió algunos presos liberados por zapatistas.

A pesar de ese retroceso, el EZLN motivó cambios políticos en el gobierno de Salinas de Gortari.

El 10 de enero del 94, con los ojos del mundo atentos al conflicto en Chiapas y una postura democrática que defender, el mandatario anunció un reajuste de gabinete, aceptando la renuncia del secretario de Gobernación, Patrocinio González, quien también fue gobernador de Chiapas de 1988 a 1993 y otro presunto responsable de “injusticias” contra indígenas de la entidad.

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Además, con plena disposición al diálogo, el presidente designó a Manuel Camacho Solís, exregente del Distrito Federal y entonces secretario de Relaciones Exteriores, como Comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas.

El obispo chiapaneco Samuel Ruíz camina con el comisionado por la paz, Manuel Camacho Solís. El religioso fue intermediario entre las exigencias del EZLN y el diálogo federal. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
El obispo chiapaneco Samuel Ruíz camina con el comisionado por la paz, Manuel Camacho Solís. El religioso fue intermediario entre las exigencias del EZLN y el diálogo federal. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.

Hasta que las fuerzas del EZLN perdieron presencia en el sureste mexicano y con el Ejército Nacional resguardando poblados y vías de comunicación, Carlos Salinas de Gortari decretó la suspensión a toda iniciativa de fuego, válida a partir del 12 de enero de 1994.

“El Ejército Mexicano sólo responderá si es atacado. […] Si los grupos armados no deponen a su vez sus acciones agresivas, el Ejército tendrá que defenderse y defender a la población civil”, sostuvo el mandatario. Las fuerzas militares sólo ejercerían labores de vigilancia.

“[El EZLN] saluda esta decisión del señor Salinas de Gortari y ve en esto un primer paso para iniciar el diálogo entre las partes beligerantes”, declararon los zapatistas ante el anuncio, pero “de ninguna manera entregaremos las armas ni rendiremos nuestras fuerzas al mal gobierno”, según expresaron en su comunicado de respuesta.

El 6 de enero explotaron dos torres de la CFE por un aparente atentado zapatista. Para el 8, se detonó un coche bomba en Plaza Universidad; algunos testigos vieron mantas con el mensaje “Ya llegamos, EZLN”, aunque los insurrectos negaron su participación. “Las tropas zapatistas combaten contra policía y Ejército federal, no contra centros comerciales”. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
El 6 de enero explotaron dos torres de la CFE por un aparente atentado zapatista. Para el 8, se detonó un coche bomba en Plaza Universidad; algunos testigos vieron mantas con el mensaje “Ya llegamos, EZLN”, aunque los insurrectos negaron su participación. “Las tropas zapatistas combaten contra policía y Ejército federal, no contra centros comerciales”. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Cuatro días después y tras una decisión poco vista en gobiernos priistas, Carlos Salinas de Gortari envió un proyecto para Ley de Amnistía que libraba a miembros zapatistas de cargos penales por los actos de violencia y guerrilla cometidos entre el primero y 16 de enero de 1994.

“Aquellos que por presiones o desesperación hayan elegido el camino de la violencia podrán volver a la legalidad y encontrarán el perdón”, sostuvo el mandatario mexicano. El subcomandante Marcos, quien desde ese enero era el principal actor público del EZLN, envió una severa contestación a la amnistía de Salinas.

"¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? [...] ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? [...] ¿Los que nos torturaron, apresaron, asesinaron y desaparecieron por el grave ‘delito’ de querer un pedazo de tierra, sólo un pedazo al que se le pudiera sacar algo para completar el estómago?", escribió el insurrecto el 18 de enero.

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Con tal discordancia, la comunicación entre la representación federal y el comité del EZLN avanzó lenta, pero positiva. El obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruíz, se integró como intermediario entre Camacho Solís y los encapuchados zapatistas, dando paso a un periodo de paz.

EL UNIVERSAL informó que una comitiva de derechos humanos, proveniente de Estados Unidos, llegaría para enterarse “de primera mano” sobre los conflictos en Chiapas. El senador estadounidense, Tom Hayden, aseguró que “los indígenas [chiapanecos] verán con el TLCAN la destrucción de su selva y un aumento en la represión [gubernamental]”. Foto: ESPECIAL.
EL UNIVERSAL informó que una comitiva de derechos humanos, proveniente de Estados Unidos, llegaría para enterarse “de primera mano” sobre los conflictos en Chiapas. El senador estadounidense, Tom Hayden, aseguró que “los indígenas [chiapanecos] verán con el TLCAN la destrucción de su selva y un aumento en la represión [gubernamental]”. Foto: ESPECIAL.
Manuel Camacho Solís y Samuel Ruíz en una conferencia de negociaciones de paz con el EZLN. El ex presidenciable ganó gran popularidad con su desempeño, pues demostró verdadera empatía con los indígenas perjudicados por la disparidad social. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
Manuel Camacho Solís y Samuel Ruíz en una conferencia de negociaciones de paz con el EZLN. El ex presidenciable ganó gran popularidad con su desempeño, pues demostró verdadera empatía con los indígenas perjudicados por la disparidad social. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.

“Guerra a muerte”, palabras obtenidas por EL UNIVERSAL

“Somos un ejército, no una guerrilla”, aseguró el mayor Mario, miembro del Ejército Zapatista, en entrevista exclusiva con EL UNIVERSAL. “[Sobre sus demandas] Queremos tierra digna, que tenga fertilizante, riego, semilla. […] Queremos vivir como la burguesía. Queremos ser humanos, que no nos vengan a ver como perros humillados, arrinconados en la montaña”, comentó.

El primer encuentro entre corresponsales de esta casa editorial e insurrectos fue a la mitad de una noche de aquel enero de 1994. Conversaron entre la espesa selva chiapaneca y constantes sobrevuelos de aeronaves federales, con varias interrupciones para esconderse entre la oscuridad.

“Desde hace mucho el pueblo ha protestado, pero no sabe cómo”, sostuvo el mayor Mario, quien expuso su perspectiva como indígena y zapatista. “Hicimos todo lo legal, en lo que pudimos hacer con el gobierno y no dio resultado. No nos dio otra esperanza que empezar a pelear”, comentó.

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El mayor aseguró a este diario que él y otros miembros del EZLN fueron testigos de numerosos crímenes contra pobladores de la entidad a manos de policías, militares y terratenientes que despojaron a indígenas de sus tierras. “Nos vienen a reprimir, nos vienen a acuchillar”, sostuvo.

Entrevista de Fredy López, corresponsal de EL UNIVERSAL, con el mayor Mario, miembro del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el 18 de enero de 1994. “Esta es una guerra a muerte. [Continuarían en combate] Hasta que caiga el PRI del gobierno, es lo que queremos”, mencionó el miembro de la insurrección. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
Entrevista de Fredy López, corresponsal de EL UNIVERSAL, con el mayor Mario, miembro del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el 18 de enero de 1994. “Esta es una guerra a muerte. [Continuarían en combate] Hasta que caiga el PRI del gobierno, es lo que queremos”, mencionó el miembro de la insurrección. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
"No nos preocupa la respuesta de gobierno, sino la respuesta de la gente, de los mexicanos. Nos interesa saber qué ejemplo producirá este hecho, qué cosa moverá en la conciencia nacional", comentó el entonces Subcomandante Marcos en una entrevista de enero de 1994. Foto: Salvador Castellanos/SILVA/ESPECIAL.
"No nos preocupa la respuesta de gobierno, sino la respuesta de la gente, de los mexicanos. Nos interesa saber qué ejemplo producirá este hecho, qué cosa moverá en la conciencia nacional", comentó el entonces Subcomandante Marcos en una entrevista de enero de 1994. Foto: Salvador Castellanos/SILVA/ESPECIAL.

Lejos de la paz, el mes del EZLN

Aunque el ejecutivo federal ordenó un cese al fuego, los zapatistas denunciaron constantes violaciones al acuerdo de suspensión ofensiva. Tanto el mayor Mario como el subcomandante Marcos describieron bombardeos y asesinatos por parte de militares durante la pausa de paz, pero las fuerzas sublevadas decidieron no responder.

Desde el 7 de enero, cuando la acción armada del Ejército Nacional ya excedía los límites conocidos contra levantamientos armados en México, EL UNIVERSAL informó sobre posible violación de derechos humanos y abuso de poder por parte de fuerzas federales contra civiles e insurrectos.

Entre los corresponsales de este diario y representantes de la Cruz Roja Internacional se habló de incidentes con pobladores a quienes el Ejército asesinó por error y, para evitar responsabilidades, se les implantó armas para hacerlos pasar por guerrilleros.

Según cálculos de la SEDENA, para el 6 de enero de 1994, habían muerto 61 insurrectos, 7 militares y 27 civiles. Los zapatistas tenían otros datos, confirmando sólo 9 bajas en sus filas –sin contar a “asesinados” por el Ejército Nacional con tiro de gracia– y 27 militares fallecidos. Foto: Manuel Navarrete/Archivo EL UNIVERSAL.
Según cálculos de la SEDENA, para el 6 de enero de 1994, habían muerto 61 insurrectos, 7 militares y 27 civiles. Los zapatistas tenían otros datos, confirmando sólo 9 bajas en sus filas –sin contar a “asesinados” por el Ejército Nacional con tiro de gracia– y 27 militares fallecidos. Foto: Manuel Navarrete/Archivo EL UNIVERSAL.

Jean-Pierre Givel, entonces representante del Comité Internacional de la Cruz Roja, detalló a esta casa editorial que sus ambulancias recogieron 35 cuerpos zapatistas con señales de tortura, atados de pies y manos, y ojos vendados, dato que concordó con las denuncias del subcomandante Marcos.

El mismo Givel estuvo como encargado de vigilar los convenios de Ginebra durante el primer mes del conflicto chiapaneco y sostuvo que las fuerzas militares tenían incomunicados a los detenidos y se desconocía su estado de salud. También se supo del secuestro de 100 trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social a manos de zapatistas, retenidos en un poblado cerca de Guatemala.

A pesar de esas anomalías y de la diferencia de argumentos entre federales y sublevados, las conversaciones por la paz avanzaron y comenzó la cimentación del EZLN como movimiento político y pacífico.

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Hace tres décadas se presentó la temporada más convulsa para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y algunos de los momentos más controversiales para la historia gubernamental mexicana. A lo largo de 2024 recordaremos los sucesos más relevantes de 1994, un año que transformó la política, economía y vida social en México.

Imagen del 18 de enero de 1994, al cumplirse el primer día del eventual acuerdo entre las partes en conflicto para el cese al fuego, en el municipio Nueva Estrella, Chiapas, un grupo de zapatistas declaró “no queremos perdón, queremos justicia”. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
Imagen del 18 de enero de 1994, al cumplirse el primer día del eventual acuerdo entre las partes en conflicto para el cese al fuego, en el municipio Nueva Estrella, Chiapas, un grupo de zapatistas declaró “no queremos perdón, queremos justicia”. Foto: Alfonso Murillo/Archivo EL UNIVERSAL.
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