El tiempo se le agotaba a Joe Biden y la suerte no lo ha acompañado este año. Después de su desastroso debate, la pregunta era: ¿Optaría Biden por bajarse de la candidatura a la reelección, haciendo honor a su palabra de que siempre actuaría pensando en lo mejor para los estadounidenses? ¿O se aferraría a su decisión de buscar la reelección, arriesgándose no sólo a regresarle la presidencia a su antecesor, Donald Trump, sino a dejar el Congreso en manos republicanas?
Biden terminó, presionado por todos los sectores, optando por pasar la estafeta a alguien más. Y su elegida es la vicepresidenta, Kamala Harris.
De acuerdo con las encuestas, Harris es la mejor posicionada para competirle a Trump. O al menos lo era, antes del atentado en Pennsylvania en el que el republicano recibió un rozón de bala en el oído.
Después de eso, Trump se ha encargado de autoelevarse a la categoría de héroe, de “elegido” por Dios.
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Sin embargo, la decisión de Biden cambia toda la jugada. O al menos puede cambiarla, si es que los demócratas se unen y cierran filas en torno a Harris. Aun así, la batalla de aquí al 5 de noviembre es cuesta arriba y nada garantía que puedan ganarle a Trump, quien va arriba en las encuestas por alrededor de 5 puntos porcentuales, en estados clave. Pero es la única posibilidad que tienen.
Si en vez de ello optan por una lucha de poder, estarán perdidos. Además de Harris, otros que suenan en la terna por la candidatura son la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, el gobernador de California, Gavin Newsom, el gobernador de Illinois, JB Pritzker y el gobernador de Pennsylvania, Josh Shapiro.
La opción más sencilla es que los demócratas se unieran en torno a Harris, quien de entrada ya estaba en la fórmula presidencial, lo que facilita que los recursos se queden donde están. De ser así, el partido decidiría en una convención totalmente distinta a lo que se conoce, una “convención abierta”, donde los delegados elegidos para votar por Biden se verían liberados del compromiso y podrían votar por alguien más. Entre menos opciones, mejor, y entre más unidad, más fortaleza.
Biden ha cambiado la jugada. Con su decisión, no sólo muestra que tiene la madurez y la salud mental que se requiere para hacerse a un lado de la contienda y evitar hacer más daño al Partido Demócrata.
Si bien es cierto que esta decisión debió tomarse hace tiempo, porque desde que asumió en 2020 se sabía que Biden era una persona mayor que de buscar la reelección y ganar entraría a su segundo mandato con 82 años, más vale tarde que nunca.
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Ahora, curiosamente, el candidato más viejo es… Trump, de 78 años. Harris tiene 59 y, de ganar, se convertiría en la primera mujer presidenta en la historia de Estados Unidos.
¿Estarían dispuestos los estadounidenses a elegirla? ¿Podrán los demócratas impulsar su imagen de aquí a noviembre y podrá Harris dejar de lado su imagen de vicepresidenta gris para enfrentar el desafío que se viene?
Trump ha dicho que sería más fácil derrotar a Harris que a Biden. Las encuestas no lo indican así, y la decisión del presidente de hacerse a un lado en estos momentos le da un halo distinto al de anciano imposibilitado que adquirió en las semanas anteriores.
Para muchos analistas, llegó la hora de la verdad. Se dice que muchos estadounidenses se resignaron a votar por Trump porque la opción, Biden, no era opción. El juego cambió. Las cartas están abiertas.