La crisis política canadiense es una mala noticia para México. Con un primer ministro aislado, saliente; un Partido Liberal buscando quién puede ser su nuevo líder, uno que al menos les dé alguna esperanza de cara a las elecciones, y la próxima toma de posesión de Donald Trump en Estados Unidos, los nubarrones se acumulan.
Trudeau cavó su propia tumba. No supo ver la bola de nieve que se fue gestando a partir de la pandemia de Covid-19, ni los cambios de percepción entre los canadienses respecto a su sistema de salud, su economía, a su política de brazos abiertos a la migración.
Trudeau asumió hace casi 10 años, en un escenario muy distinto, con un vecindario para él mucho más amigable: Barack Obama en la presidencia de Estados Unidos y Enrique Peña Nieto en México. Pero el vecindario cambió de líderes: Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos en 2017 y Andrés Manuel López Obrador en México a finales de 2018. Con ninguno de ellos Trudeau era cercano ni tenía afinidad alguna.
Ahora, la decisión de Trudeau de renunciar, pero a largo plazo, dejando al gobierno canadiense paralizado por meses, poniendo por encima los intereses de su partido a los de los canadienses, genera más inestabilidad regional, justo cuando no se necesita, cuando Trump está de vuelta en el poder, y decidido a castigar a Canadá, México o cualquier país que no se apegue a sus deseos y caprichos.
Después del impasse al que Trudeau está forzando a la política canadiense, a la espera de que su Partido Liberal designe un nuevo líder, vendrá la inevitable reacción conservadora en el Parlamento. Los conservadores saben que no hay mejor momento para unas elecciones en el país, y harán todo lo que puedan para destituir al gobierno, o al menos obligar a Trudeau a adelantar las elecciones y que no sean hasta el mes de octubre, como está programado. En estos momentos, Pierre Poilievre, el líder del Partido Conservador, le lleva 20 puntos de ventaja a los liberales, y se ve ya como el próximo primer ministro.
La probable llegada de los conservadores al poder en Canadá tendrá un impacto negativo en México. Estamos hablando de los mismos conservadores que pegaron el grito en el cielo cuando se aprobó el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (el primero, TLCAN), porque no era suficientemente bueno para los canadienses; del Poilievre que quiere ser una versión de Trump, y que declara “Canadá primero”, a la vez que amenaza con dejar a México fuera del T-MEC para concentrarse en la que, para él, es la relación más importante: la de Canadá con Estados Unidos.
Con la revisión del T-MEC a la vuelta de la esquina, el escenario, con Poilievre y Trump haciendo 2-1 contra México, no pinta bien.
También es el mismo Poilievre que exigió —y consiguió— que Trudeau reimpusiera visas a los mexicanos, advirtiendo de los abusos cometidos al sistema de asilo canadiense. Poilievre, a diferencia de Trudeau, está consciente de la preocupación que genera entre los canadienses el declive del sistema sanitario y lo cada vez más difícil que resulta para ellos hacerse de una vivienda, algo de lo que culpan a los migrantes.
Con una campaña electoral por ganar, el “Canadá primero” resonará fuerte en los próximos meses, para desgracia de los migrantes mexicanos.
Aunque la relación de México con Trudeau no ha sido la mejor, menos aspira a serlo con un gobierno conservador que asumirá en medio de una tendencia global al proteccionismo, al nacionalismo.
Un triunfo conservador tampoco es una buena noticia para el mundo, o para la lucha contra el cambio climático y las energías limpias. Lo es, sí, para Trump, quien podría sumar al vecindario a un nuevo aliado.