La victoria de Donald Trump en las deja muchas reflexiones por hacer.

Aunque aún es pronto y todavía faltan detalles acerca de quiénes lo impulsaron al triunfo, cómo votó quién, en dónde, se pueden adelantar varias cosas.

1) La preocupación por la democracia fue sobrevalorada. Si bien los votantes dijeron que es un tema que influyó en su voto, los resultados demuestran que el dicho de “Es la economía, estúpido”, aplica casi siempre en Estados Unidos.

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A los ciudadanos les preocupa el bolsillo. Desde lejos la economía parece estar en buen estado, pero la inflación impide a los estadounidenses verlo y sentirlo en el día a día. Entrevista tras entrevista a lo largo de las últimas semanas, la queja era común: todo está muy caro, con la consecuente molestia por la situación.

Trump prometió llenarles el bolsillo, y la gente compró la promesa.

2) O los demócratas reorganizan prioridades y se transforman, o se hunden. Por años han dado por sentado que el voto latino tenía que ser para ellos. Pero no hay un “voto latino”; hay muchos votos, de ciudadanos que sí, pueden venir de países latinoamericanos, pero son tan estadounidenses como cualquiera, y están cansados de ser utilizados, de promesas incumplidas. A muchos de ellos les preocupa el desorden migratorio y no han visto que los demócratas lo resuelvan. Es algo que la campaña de Trump ha entendido muy bien. Solo hay que ver cómo ha crecido el apoyo hacia el magnate.

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3) Los demócratas apostaron a que los estadounidenses no querrían a un criminal convicto, al que han acusado de fascista y nazi, en la Casa Blanca. Pero millones de estadounidenses están convencidos de que las causas penales contra Trump son persecución política, de que el asalto al Capitolio, por más grave que sea, no es peor que su estancamiento económico. Y les resulta ofensivo que los tachen de ignorantes, o de fascistas franca y llanamente, por apoyar a Trump, cuando lo único que quieren es su sueño americano, tener una mejor calidad de vida y, sí, tienen miedo, que los republicanos atizaron magistralmente, de que los nuevos migrantes lleguen y se los quiten todo.

Y para toda ese gente, los demócratas se han convertido en una élite distante de sus problemas, que ni los ve, ni los oye.

4) Detrás de la derrota de Kamala Harris está también el machismo y el racismo. A los republicanos aún les cuesta aceptar que Estados Unidos ya tuvo un presidente afroestadounidense, Barack Obama. Pero ¿una mujer, con ascendencia afroestadounidense y surasiática? Es algo para ellos intolerable. Y también para muchos latinos y hombres afroestadounidenses, que prefirieron, sí, votar por el hombre que los ha insultado, denigrado, y que no les ha ayudado, en vez de por ella. Estados Unidos, en pleno siglo 21, no está listo para tener una mujer presidenta, y cada vez que se hable de la “democracia ejemplo” estadounidense, en el país de la “igualdad” y las oportunidades, habría que recordarlo.

5) El resultado de las elecciones es la evidencia fehaciente de que, a la hora de votar, pesa más la emoción que la razón, la inmediatez que el largo plazo. La gente no votó pensando en que a largo plazo la estabilidad democrática y de las instituciones se mantenga a salvo. La probabilidad de que Trump se lleve el “carro completo” lo deja muy en claro.

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6) El triunfo de Trump se convierte, finalmente, en la más reciente prueba de la crisis de la democracia en el mundo. Los expertos lo han advertido una y otra vez: la gente, en aras de vivir mejor en su día a día, de sacar adelante a sus familias y mejorar, está dispuesta a sacrificar democracia por bienestar. Eso explica por qué, lo de hoy son los populismos, de derecha o izquierda, las figuras caudillescas, los hombres fuertes, los que hacen mejoras inmediatas, los que dan ayudas sociales, aunque sea a costa de otras cosas.

7) Digerida la noticia, es hora de prepararse para el impacto. La elección de Trump va a tener implicaciones en la guerra en Ucrania, en la de Israel y, de forma avasalladora, en la relación con México. Sí se confirma Congreso republicano, peor aún. Quédate en México podría convertirse en un juego de niños, comparado con lo que se puede venir. El respeto a las reglas del juego, de la diplomacia, todo desaparecerá en la era Trump 2.0. Habrá que alistar la respuesta, y la defensa.

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ss/mcc